Roma Total War

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Reseña del tercer juego de la exitosa saga, que introdujo varios elementos cruciales

 

Roma Total War
Después de haber marcado un estilo propio y llamativo con las dos entregas precedentes, Shogun y Medieval Total War, los diseñadores de la exitosa franquicia decidieron ir un paso más allá e introdujeron en Roma Total War una serie de mejoras que, sin alejarse demasiado de la línea base, dieron una dimensión adicional y muy satisfactoria al juego.

Roma Total WarHay que decir que el escenario, la Roma imperial que va a expandirse sobre las civilizaciones de la Antigüedad, se prestaba mucho a ello, pero también hay que reconocer que se supieron explotar los elementos que tenían al alcance de la mano. El primero de ellos, el político. Si bien en las dos entregas anteriores ya se había perfilado el interés de las relaciones diplomáticas con las facciones vecinas, en Roma Total War adquieren una dimensión mayor al convertir al Senado en un estado propio que no solo va a participar en la política global (como el Papado), sino que va a proponer misiones específicas a las distintas facciones romanas (julios, escipiones y brutos). Este papel da más variedad a las partidas y establece un equilibrio de fuerzas más interesante.

Incluso la política entre las distintas naciones es más rica, puesto que no se basa en un sistema binario de alianza o enemistad, sino que se puede intercambiar información, permitir el paso de tropas, establecer relaciones comerciales, etc. Esto, junto a un mayor desarrollo de los personajes que forman parte de la facción, con un sistema de herederos, matrimonios, adopciones y descendencia más elaborado, enriquecen mucho la experiencia de juego.

Además de estas mejoras en el plano político, nos encontramos con otras en el apartado estratégico. Ahora el desplazamiento de tropas y agentes ya no se realiza por “casillas” de territorios, sino que hay rutas más abiertas por donde estos se mueven y que además varían con las estaciones, lo que permite introducir las velocidades y más elementos estratégicos a la hora de desplazar contingentes, algo que es básico en cualquier wargame y que todavía era algo simplista en la franquicia. Sumado este elemento a las nuevas posibilidades de creación de flotas, a la exploración del mapa de juego (donde se descubren ciudades casi míticas) y a la presencia de las Siete Maravillas de la Antigüedad, que además de estar presentadas con vídeos, dan ventajas especiales a quienes cuentan con ellas, nos encontramos ante una mejora sustancial.

Roma Total War

El propio desarrollo de las ciudades, aunque resulta similar al que teníamos en los territorios del Medieval Total War, es también más rico y, sobre todo, se ve reflejado aun mejor en el campo de batalla, porque este es otro de los elementos novedosos de Roma Total War: los asedios ahora cuentan con maquinaria de guerra construida in situ y la posibilidad de combatir en las murallas y en las calles de las ciudades. Aunque estas situaciones son más vistosas que propiamente tácticas, dan una dimensión estética adicional a las batallas muy satisfactoria.

En este apartado, no son las únicas mejoras: el aspecto gráfico de los combatientes mejoró sobremanera, con una auténtica tridimensionalidad incluso después de muertos, la variedad de tropas se plasmó todavía con más fuerza en el campo de batalla (incluyendo tropas particularmente llamativas, como los elefantes o los lanzadores de cabezas celtas) y sus modos de batirse añadieron muchas posibilidades tácticas gracias a las falanges, las distintas clases de caballería o de infantería con proyectiles. El papel de los generales también fue ganando más peso.
Todos estos nuevos elementos, aderezados con una estética particularmente conseguida y en la que destacaría las citas históricas y los discursos previos a las batalles, hicieron del Roma Total War todo un hito dentro de una serie que ya había puesto el listón muy alto. De alguna manera, es una entrega que consiguió concretar todas las posibilidades que se habían comenzado a entrever sin saturar la mecánica de juego, que sigue siendo igual de ágil e incluso, me atrevería a decir, más intuitiva en la interfaz. Un gran avance, sin duda, que hace que sea un título todavía muy disfrutable.

Por cerrar el artículo, cabe comentar que la expansión de las invasiones bárbaras seguía la línea de lo visto en Shogun Total War: grandes contingentes de guerreros nómadas se movían por el mapa trastocando el equilibrio del mundo. No obstante, la mecánica estaba mucho más conseguida, porque estos podían asentarse (más o menos definitivamente) y convertirse a su vez en invadidos y defensores, como en los limes históricos. Toda la dinámica de juego cambiaba e introducía interesantes elementos estratégicos que transmitían bien la precariedad tanto del Imperio en decadencia como de los propios nuevos reinos bárbaros.

Roma Total War

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