Acción vs Narración

Imagen de Anne Bonny

Comentario sobre la esencia diferencial de los cómics de aventuras que denominamos batalleros con los de más “calado” según la idea peregrina que me ha surgido estos días

Lo de que siempre ha habido clases y clases es algo que se palpa más claramente en el mundo del cómic que en muchos otros entornos. En cualquier conversación entre aficionados, en cualquier foro, o incluso en los catálogos de las tiendas, se puede percibir en mayor o menor medida. Y aunque nadie parece decir abiertamente de qué va el tema, es imposible sustraerse a él. Seguramente por ello la idea llevaba rondándome la cabeza unos días hasta que, ayer o anteayer, tomó cuerpo: el quid de la cuestión es la acción y su peso dentro de la trama.

 

Cuando uno se pone a hilar teorías, es inevitable caer en terribles simplismos, y el mundo del cómic es lo suficientemente complejo para que cualquier exceso en este sentido quede grotescamente en relieve, aun cuando intentemos acotar la disquisición a un terreno tan resbaladizo como el género de aventuras. Aun así, si nos paramos a pensar en las colecciones u obras fronterizas que demarcarían la ya burda distinción entre “batallero” y “de calado”, podemos rescatar unos cuantos elementos.

 

Lo primero que cabría pensar es en separar pillando por el Atlántico: el cómic yanqui, batallero, y el europeo, el de calado, pero aquí ya patinaríamos malamente. Ni todo el cómic americano se caracteriza por su ligereza e intrascendencia ni todo el europeo tiene pretensiones demasiado elevadas ni el plano artístico ni en el de permanencia. Sino, parémonos a pensar en El príncipe Valiente y El capitán Trueno, dos caras de una misma moneda en la que los papeles “a priori” se invierten.

 

La segunda aproximación que nos podría venir en mente ya queda descartada por el ejemplo anterior, pero no deja de tener su interés echarle un vistazo: lo batallero se relacionaría con el cómic seriado mientras que el de calidad iría unido a los volúmenes únicos, las miniseries autoconclusivas y las novelas gráficas. Esto no dejaría de tener una lógica: cuando tienes unos plazos de entrega periódicos -y normalmente ajustados- es normal que patines más veces que cuando te enfrentas únicamente al horizonte personal que tú te marcas para terminar la obra concebida, la cual se ve, además, menos restringida en cuanto a formato.

Por supuesto, Foster es un mal contraejemplo, porque hay pocos autores capaces de mantener una calidad tan elevada durante tantos años sin bajones visibles, pero es que, aunque encontremos alguna serie que haya gozado o goce de tanta salud (como podría ser, quizás, Groo), los contraejemplos en el otro sentido abundan: ¿cuántas miniseries u obras limitadas se han descubierto de lo más batallero a pesar de sus buenas presentaciones? No pongo ejemplos porque sólo con echar un vistazo a mis estanterías ya veo demasiados.

 

Así pues, éste tampoco puede ser el baremo, y me atreveré a decir que tampoco el que podríamos ver oculto tras él: los trabajos por encargo y los trabajos de autor. A parte de que es francamente difícil dilucidar la frontera de estas cosas que se resuelven entre bambalinas, algunas obras maestras han surgido de supuestos encargos, y proyectos aparentemente muy personales han resultado terriblemente fallidos.

 

Entonces, ¿cuál es el elemento que parece separar en dos grupos a los cómics de aventuras? Pues yo creo que es la acción, y voy a intentar explicar por qué.

 

Los cómics que dejan reposar su peso sobre la acción en detrimento de la narración (o de la trama subyacente) sacrifican su “calado”. Esto no implica que sean mejores ni peores, sino simplemente que abordan una línea más pasajera: son agradables de leer si el dibujante -sobre todo- y el guionista se muestran a la altura, pero es difícil que calen en el lector más allá del buen rato pasado.

 

Los cómics seriados suelen tirar de este recurso para ir completando entregas (véanse los cómics de superhéroes, las series de Conan, los GIJoe, el susodicho capitán Trueno, las miniseries de aliens y un largo etcétera), y, creo que, por ello, suelen dejar una impresión más global. Bien es cierto que tienen -o pueden tener- momentos geniales dentro del conjunto, pero el 80% de la serie parece prescindible en concreto, aunque no lo sea para la visión global.

 

Por el contrario, los cómics que dejan que prime la narración en sus desarrollos, incidiendo en personajes y escenarios, dan una sensación de solidez más inmediata, lo que -si la calidad acompaña- da esta impresión de que son cómics de mayor calado. Es la explicación que se me ocurre a mí, al menos, para entender por qué un cómic del teniente Blueberry parece de una categoría diferente a uno del Guerrero del antifaz -tapas duras y otras consideraciones a parte- cuando ambos, a fin de cuentas, nos están contando una serie de aventuras.

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