Buscamos al ojo

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Los juegos de rol se basan en el uso de la palabra, y teniendo en cuenta todo el vocabulario específico que conllevan y la variada gente que se junta, es normal que de vez en cuando haya interferencias...

 

Cuando uno es pequeño y juega a rol, acepta que en la lista de material del Star Wars haya un montón de cosas que no tienes ni la más remota idea de para qué valen (¿Un fisgón energético? ¿Y qué demonios es un cortador de arco?). Te dedicas a comprar jet-packs (una palabra mucho más fácil de entender, claro...) y pistolas bláster (¿por qué no láser?), que eso siempre es muy socorrido, y vale. Con diez años, el pan nuestro de cada día es que en tu grupo de jugadores haya guerros que llevan harmaduras porque con hache protege más, cuya descripción se adapta a alto-guapo-cachas. Tampoco te extraña descubrir que uno de los elfos lleva "1 güento". Lo cierto es que no le das demasiada importancia: después de todo, lo importante es el ambiente que se crea, bien o mal transcrito, a través de la complicidad de las palabras.

 

Sí, las palabras al servicio del ambiente, como tiene que ser. Palabras nuevas, palabras a las que se otorga un significado peregrino, palabras raras, palabras inexistentes, pero todas al servicio del grupo de jugadores para que puedan paladear la historia. ¿A quién no se le han puesto los pelos de punta al oír "crítico" -si te pilla en el lado malo, claro-? ¿O a quién no se le ha aflojado la risa con un "¡pifia!"? No quiere decir gran cosa, pero sí que sugiere mucho, y de eso va este circo.

 

Cuando empezamos creando nuestros primeros juegos de imaginación, una de las cosas que consideramos prioritarias fue confeccionar una buena lista de objetos mágicos. Ahora lo ves con una cierta perspectiva y parece un poco ingenuo (como hacer un mapa del Thargan), pero en el momento soñábamos al dar nombre a todas aquellas armas ultrapoderosas. ¿Cómo las bautizábamos? Muy sencillo: con el nombre del arma y una referencia al material del que estaba hecha. Demonios, la espada de ébano... casi puedo recordar qué poderes místicos encerraba. Y así nacieron otras, como la armadura de hierro (ahora piensa uno, ¿y de qué rayos iba a estar hecha si no?) o la espada de madera, que no servía para entrenarse, sino para convocar raíces asesinas y lianas y todo lo que nuestra desbordante imaginación otorgara al reino vegetal.

 

Gran culpa de esto lo tenía, creo yo, El Imperio Cobra. Fueron sus diseñadores los que incluyeron en su repertorio de armas mágicas, y en nuestro imaginario colectivo, la increíble hacha de plomo (más pesada que el ídem) y la inconfesable armadura magnética, que debería conseguir que te zurrasen incluso los más torpes. Bueno, ahora es fácil tirar piedras, pero lo cierto es que funcionaban los nombrecitos, y bien, aunque no siempre... También había interferencias.

 

¿Quién no le ha intentado dar un ambiente medieval a sus partidas haciendo que los PnJs o el propio narrador hablen "raro"? Vuesas mercedes y esas cosas que se dicen así a bulto sin pensárselo uno dos veces. Bueno, a mí me dio con el alojamiento.

 

Llegaba el grupo de aventureros al típico pueblo cerca de dónde van a buscar aventuras, que es lo que toca, y, como es tradición, iban a buscar posada, sí o sí. De modo que, por darle un poco más de empaque a la escena les dije: "Buscáis alojo."

 

Ellos se quedaron totalmente perplejos y yo un poco mosca. Hombre, pretendía que quedara medieval lo del alojo (en vez de alojamiento, no sé, como acomodo), pero tanta confusión me daba mala espina.

 

-¿Cómo? -dijo Héctor. Y yo, buen cabezón, insistí:

 

-Que buscáis alojo. -Para mis adentros pensaba "pero si es lo que buscan siempre, demonios. ¿De qué creerán que les hablo?"

 

-¿Al ojo? ¿A qué ojo?

 

Son de estos momentos que, como máster, querrías meterte debajo de la mesa y no salir. Estuvimos diez minutos intentando aclarar que no había ningún ojo al que buscar, y al final sólo conseguí que se me rieran el resto del día. Al principio pensé que la culpa era de la ambientación, tipo Dragons, porque igual se les había cruzado la idea del terrible Ojo-púa (otro nombre para la posteridad), pero estoy seguro de que si hubiera sido otro el escenario, hubieran encontrado una interferencia a la medida, fuera el Ojo del Teócrata para Stormbringer, o el Golden Eye de James Bond.

 

Al menos, no mencioné que habían puesto en la picota a alguien, porque me los veo imaginándose a Charlie y el melocotón gigante en versión cereza.

 

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