Estética de sectario

Imagen de Destripacuentos

Ya dedicamos en su día un artículo a su psicología, sin duda un punto más importante a la hora de usar estos antagonistas en nuestras partidas, pero creo que este otro sobre su estética también puede tener su gracia.

 

En gran medida -hay que reconocerlo- este es un artículo para justificar por qué nuestros sectarios van haciendo el zángano vestidos de opereta cuando podrían ser mucho más efectivos vistiendo más discretos. Obviamente, un fanático capaz de fundirse con el entorno y que no se delata por nada es mucho más peligroso... y menos divertido. Así pues, veamos algunos motivos por los que podemos conservar al sectario de toda la vida sin necesidad de apelar a que está mal de la cabeza (aunque, obviamente, esta premisa la mantendremos en buena medida).

 

Túnicas

 

Ambientemos la aventura en la época que sea, el ir vistiéndose con túnicas (o simplemente tenerlas en el ropero) no ayuda a pasar desapercibido. ¿Por qué demonios utilizarlas pues? Hay dos motivos principales: crear ambiente dentro de la propia “orden”, marcando así una diferencia, y hacer una declaración de principios frente a los correligionarios y la sociedad.

 

Durante el siglo XIX surgieron muchos pseudo cultos con ecos orientales y exóticos, y parte de la parafernalia se inspiró en estas tierras: es una de las fuentes (Oriente, como territorio genérico) para incluir el uso de las túnicas. Si nos centramos en la visión occidental, nos tenemos que ir a las que llevaban los monjes con su doble implicación: igualar a los individuos dentro de un mismo rango (la jerarquía permanece) y la muestra de pobreza y sacrificio -negación de los lujos terrenales- que implica embutirse, a veces literalmente, en un saco.

 

Tatuajes y abalorios

 

Aunque tampoco sirven para pasar desapercibido en el metro ni en una cena de gala, parecen ser bastante populares entre los malos. De algún modo, hay que justificar su presencia, y el modo más sencillo, la mayor parte de las veces, es hacer que signifiquen poder o protección. Dentro de una secta como las que se utilizan como antagonistas tiene que haber unos importantes componentes de sugestión y superstición. Así, no es extraño que aparezcan tatuajes de protección contra espíritus, amuletos contra el mal de ojo, etc. Su forma y dimensión deberían servir tanto para caracterizar a la secta en sí como la posición del individuo dentro de ella.

 

Desde un punto de vista práctico, algunos de estos elementos decorativos pueden tener un papel importante. Los amuletos pueden servir para llevar mensajes o venenos, o incluso como armas exóticas (como una cadena de estrangulador); la cara oscura de la moneda serían los tatuajes, los cuales, salvo magia de por medio, sólo servirían para llamar la atención visualmente u olfativamente si se han cubierto con cremas o maquillaje.

 

Renunciando a las armas de fuego

 

Este problema se acentúa a medida que nuestra saga opta por tiempos más modernos. ¿Por qué condenar a nuestros pobres malos a enfrentarse con cuchillos y espadas a aventureros armados con thompsons o uzis? La respuesta real puede ser por estética, pero tenemos que encontrar un trasfondo interesante para que el escenario no se caiga.

 

Un puntal primario es señalar que los sectarios están contra la civilización, y que recurren a prácticas ancestrales. Cuestionable pero efectivo. Por otro lado, las armas blancas constituyen un buen elemento para los asesinos, pues son discretas y silenciosas. Las espadas y los arcos pueden resultar más peliagudas, pero las preferidas -cuchillos y cerbatanas- entran de lleno en la explicación. Lo justo, además, es que esto les permita estar en buena forma y desarrollar buenas disciplinas de combate. Un aditivo adicional es la falta de miedo a morir: cuando sirves a una criatura tentacular de gran poder, las cosas se vuelven relativas.

 

Tipos raros

 

Por regla general, los sectarios son tipos malencarados y poco despiertos. Para la base de la secta esto funciona bien y se puede justificar a través de tres elementos: la alienación, el consumo de drogas para alcanzar estados de exaltación y la perspectiva disociada de lo que se considera habitual en la sociedad. Desde este punto de vista, no es necesario que sean buenos oradores; más bien al contrario, se pueden permitir ese brillo siniestro y demente en la mirada que tan bien funciona.

 

No obstante, es importante que los líderes de estos grupos no entren fácilmente en esta descripción, pues, aun dentro de su ámbito, deberían tener un carisma suficiente para arrastrar al resto de los acólitos. Más histriónicos o más conscientes, pero distintos.

 

Estas apreciaciones se pueden hacer extensivas al lenguaje oral. No es que musitar plegarias les haya deformado la mandíbula, sino que entre drogas y conversaciones arcanas pierden el interés por el modo de hablar de la gente corriente y sus “acentos” se vuelven raros.

 

¿Y también animales raros?

 

La inspiración exótica algunos elementos del culto sería ya un buen motivo para que los sectarios incluyan en sus “templos” animales peculiares. Algunos se identifican fácilmente con algunas ideas sobre magia (como las serpientes) o el peligro (como las arañas). Otros, sencillamente, pueden servir para dar un toque más melodramático a los rituales que realicen, como unas hormigas caníbales o unas ratas hambrientas.

 

Es importante establecer cómo han llegado allí los animales y cómo se mantienen, lo que puede dejar algunas pistas útiles para los investigadores (¿para qué necesitan esos tipos tantos kilos de carne podrida? ¿A qué huele en el sótano?). Lo que es indudable es que estos seres pueden resultar tan mortíferos como difíciles de rastrear: acordémonos del sabueso de los Baskerville. Desde luego, un jugador enfrentado a una cobra puede tener muchos problemas, sobre todo si no se lo espera. Desde este punto de vista, una piara de cerdos puede ser tan útil para hacer desaparecer un cadáver como un mono araña para envenenar, bien adiestrado, a los que husmean donde no deben. Buenas herramientas con las que suplir la falta de pólvora.

 

 

Espero que estas reflexiones sobre algunos de los puntos más vistosos de los malos preferidos de muchos máster sirvan para dar cierto color a algunas partidas. Tenedlos en cuenta cuando vuestro detective vea a un tipo raro rondando la tienda de antigüedades. Recordad que para esta gente el dinero común no tiene demasiada importancia... salvo para comprar parafernalia.

 

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