La culpa es de Judas

Imagen de Jack Culebra

Breve comentario sobre la película italiana Tutta colpa di Giuda, un particular proyecto que se desarrolla en las prisiones de Turín... con presos reales

Hay películas que, de tan fieles que son a sí mismas, dejan perplejo al espectador. No sé si porque he tenido la oportunidad de vivir un tiempo en Turín -donde se desarrolla la trama de este filme- o simplemente por la fuerza de su metraje, es lo que me pasó con Toda la culpa es de Judas -Tutta colpa di Giuda en el original-.

 

El planteamiento en sí no me resultaba particularmente novedoso: una joven directora de teatro experimental, espoleada por un entusiasta y atípico sacerdote, accede a organizar una obra con los presos de un pabellón en concreto de la prisión de Turín. No es el primer caso en el que se presenta algo de este estilo, ni siquiera en formato musical -que no es que sea uno que me apasione particularmente-. Sin embargo, rápidamente te das cuenta de que la película va a ser atípica sin pretenderlo, quizás sencillamente porque se muestra muy fiel a su espíritu, a su esencia.

 

El reparto son presos de verdad. Algunos, literalmente -gran parte de los secundarios, según me han dicho-, y otros gracias a la caracterización. Son carcelarios mundanos, quiero decir, como los que salen en las noticias o te cruzas por la calle, y cuesta reconocer los que son actores de los que fingen serlo para la película (o era al revés). Del mismo modo, curas, directora, funcionarios de prisiones, etc. son tremendamente reales. No hay idealización por ningún lado, hasta el punto de que algunos fragmentos parecen más documentales que cinematográficos (elemento con el que Davide Ferrario juega conscientemente y con mucho acierto).

 

Al mismo tiempo, esa magia irreal tan propia de los musicales acaba devorando el terreno sembrado, aun sin desvirtuar la base coetanea sobre la que todo oscila. La sensación es extraña: todo resulta muy cercano y al mismo tiempo extravagante, creíble pero improbable. Uno no tiene la sensación de que se borden los papeles, pero sí de que la química funciona, y la historia engancha a pesar de no hacerlo siguiendo las reglas canónicas del juego.

 

La trama quizás termine resultando un poco maniquea al intentar jugar con la escala de grises, pero es algo que se compensa con la franqueza de su desarrollo. Esa sinceridad de planteamientos y ejecuciones es, a mi parecer, la gran baza de Toda la culpa es de Judas, lo que hace que el metraje funcione y salga a flor de piel todo el carácter del cine italiano. Y no me refiero sólo a ese sabor de a pie que tan bien conocemos los que hemos vivido en la zona, sino también al sublime, a ese valor incuestionable que han tenido al abordar el arte y que tantas muestras a dejado a lo largo del tiempo. La conjunción entre la música y la imagen es una buena muestra.

 

El resultado es curioso, pues conviven escenas sorprendentes, llenas de originalidad y belleza estética, con otras casi costumbristas, de serie de televisión. Y a pesar del ritmo algo fragmentado, funciona. A pecho descubierto, con las imperfecciones de una opera prima, pero funciona.

 

Una película muy interesante que espero consiga salir de sus fronteras. Desde luego, merece la pena echarle un ojo aunque sólo sea por el soplo de aire fresco que trae.

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