600$

¿Cuál es el precio de la vida y la muerte? Oriol Cardús tiene algunas respuestas.

Arranca 600$ (que a pesar de la referencia monetaria, tiene una ambientación lo suficientemente ambigua para poder encajarlo en varios países y sociedades) y la cosa huele a clásico de buena factura. Un sicario, un asesino a sueldo, que ha visto devaluada su profesión como tantos otros: por la feroz competencia y el poco valor que se da a todo dentro de la descarnada globalización, incluida la vida. El punto de humor negro seduce de inmediato y fascina la calidad de la imagen, el ritmo, las interpretaciones.

Parece que eso va a ser todo, una historia de mafias y ajustes de cuentas, de encargos siniestros, novela negra en estado puro con un ritmo contemporáneo, y te confías, dispuesto a disfrutar de ese tono entre amargo y ácido que te roba una sonrisa a pesar de los horrores a los que remite y de los que estás presenciando. Entonces llega el punto de inflexión que, lo sabías, tenía que llegar: el encargo que pone contra la espada y la pared al protagonista. Y, a partir de ahí, la cosa sube varios niveles.

No cabe decir nada más del argumento. 600$ no se apoya en los cánones del género por falta de imaginación ni originalidad, sino para poner al espectador en un terreno familiar antes de hacer que desaparezca de debajo de sus pies. Luego te entrampa con una narración divergente cuyo hilos terminan por atarse con una fuerza sorprendente. Aunque da la impresión por el pase de manos, no se aleja un ápice del leit motiv: la crisis, el valor de la vida, la violencia, el sinsentido, el naufragio existencial en una sociedad corrupta... Lo que decíamos: novela negra en estado puro.

Un magnífico cortometraje que brinda muchas más emociones de las esperadas, indicado para los amantes del género negro pero también para los que no tengan miedo de enfangarse un poco: el desenlace lo merece. Lleno de pequeños detalles, una obra de orfebrería realizada con muy buena mano.