Una carta de presentación

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En la entrada de hoy, algunas guías básicas y una carta de presentación real

 

Una de las cosas que preocupa a los autores noveles que han conseguido terminar su primer trabajo es cómo presentar este al editor. Como en la mayor parte de las cosas, no hay recetas mágicas, pero, a mi entender, hay algunos puntos básicos que merece la pena tener en cuenta. Son los siguientes:

1. Es bueno ser conciso: Uno de los motivos por los cuales los editores quieren cartas de presentación es para ahorrarse tiempo de lectura de manuscritos. Es por ello que es mejor ir directamente al meollo y sintetizar los puntos claves de la obra. En unos segundos de lectura el editor debería saber ya si le interesa o no el trabajo y por qué.

2. Es conveniente ser descriptivo: Al editor le interesa saber si encaja o no en su línea editorial. No deis por supuesta ninguna información: él parte desde cero. Cosas como “de fantasía” son muy amplias. Indicad qué escenarios se va a encontrar, qué enfoque tiene la obra, cuál es su discurso. Eso no está reñido con el punto precedente: se trata de ser sintético. Si incluis una sinopsis tened en cuenta que esta no es un resumen: al editor va a interesarle más el fondo de la novela que cuáles son las peripecias de los protagonistas.

3. Ojo con las referencias. Si os apoyáis en obras de otros autores para describir la vuestra, evitad lo obvio y lo tendencioso. Se supone que el que criba vuestro trabajo es un profesional. Decirle que como vuestra obra se parece a Harry Potter o a Crepúsculo se va a vender como churros es banalizar su trabajo y, en el mejor de los casos, una inexactitud. No es lo mismo decir que tu manuscrito se adscribe a la tradición de las novelas de vampiros clásicas, al estilo de Dracula o Carmilla, que asegurar que escribes como Gaiman. Eso, y la viabilidad editorial, ya lo juzgará el comité de lectura.

4. Ojo con los elogios. Si no podéis poner un aval más o menos profesional (un premio, una mención de un jurado, algo “oficial”), evitad echaros flores. En el mejor de los casos sonará pueril. No merece la pena tampoco citar a lectores cero entusiasmados que formen parte de la familia o el círculo de amistades. Se da por supuesta su existencia.

5. Merece la pena cuidar la presentación y las formas. Es posible que la carta de presentación sea lo primero que abra el comité de lectura. Intentemos que no sea lo único. Organizad bien la información, incluso por bloques si es necesario (Presentación, sinopsis, datos personales, eventualmente un capítulo de muestra —algunos editores los solicitan—, etc.). Y, por supuesto, revisad el texto como si fuera la propia obra, o incluso más. Y esto vale también para la propia carta o correo electrónico que acompañe a la presentación, si lo hubiera.

 

Para variar, no hay demasiado misterio en nada de lo que señalo en esta breve guía pero, os lo aseguro, no abundan los autores que nos adjunten con su manuscrito una carta de presentación elaborada con acierto. Los errores más frecuentes que cometen son los de facilitar información redundante y/o innecesaria (que no implica que hayan dado ni siquiera información suficiente para saber si el libro es de terror o no, algo que en Saco de huesos nos resulta esencial) y el de elogiar su propio trabajo sin aparente fundamento (en más ocasiones de las que cabría imaginar se nos ha mencionado a tal o cual amigo o familiar que, en palabras del propio autor —claro—, es muy exigente y sincero y ha hablado muy bien del libro).

Por completar algo más la entrada, voy a trascribir a continuación la carta de presentación que usé para mi antología Pesadillas de un niño que no duerme. Sé que suscitó el interés de varios editores solventes y, además, el libro fue publicado por 23 Escalones este año, algo que me ha llenado de satisfacción. Confío, por lo tanto, en que tenga por lo menos algunos aciertos (yo ya le estoy viendo algunos errores). Por supuesto, podemos usarla como material para destripar en los comentarios. Seguro que es interesante ver qué sugiere a los distintos lectores.

La carta la introduje señalando que la antología había sido finalista del V Concurso de novela corta Rejadorada. Allá va:

 

Pesadillas de un niño que no duerme es una recopilación de relatos articulados en torno a dos ejes: el terror onírico —la pesadilla— como terreno fértil para la fantasía oscura y la admirativa mirada infantil como motor para lanzarse a la creación y al ejercicio de fabular historias.

De algún modo, son dos aspectos que andan siempre entrelazados, que se mezclan sin permitirse fronteras demasiado definidas. Si las atmósferas sombrías e irreales que encontraremos en algunas de las historias parecen remitirnos inequívocamente al reino de los sueños, no es menos cierto que lo hacen también porque adoptamos en cierta medida el contemplar cómplice que se deja seducir que desde niños brindamos a nuestro entorno, sea a un cuento de campamentos, a una leyenda pergeñada por un compañero de la escuela o, simplemente, al viejo caserón de los bisabuelos allá por Binacua.

Recíprocamente, el impulso creador incontenido al que nos sometemos durante el sueño, donde nuestra fantasía se desboca siguiendo extraños senderos que se bifurcan, está íntimamente emparentado con el afán infantil de remodelar lo conocido bajo nuevos ángulos. Se podría decir, quizás, que los niños se permiten soñar durante la vigilia, y no es raro, sobre todo cuando son pequeños, que esos sueños "controlados" se subleven asustando incluso a su domador.

Con un hilo conductor tan mudable, es comprensible que los relatos aquí recogidos bajo el título genérico de Pesadillas de un niño que no duerme oscilen entre la fantasía más surreal y el realismo más perturbador, a veces mezclándose ambos extremos sin solución de continuidad, pues —lamentablemente— el mundo de las pesadillas no se restringe a lo fantástico y —afortunadamente— somos una generación habituada a navegar entre ambos mares sin cambiar de barco.

Creo, no obstante, que aun dentro de su variedad argumental, estilística y de escenarios, las historias aquí agrupadas mantienen una interesante cohesión, y confío en que disfruten con su lectura.

 

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