Bajo los hierros

Imagen de Long Clic Silver

En 1996 llegaría la primera prisión para nuestros caballeros de fortuna

 

Tendrían que pasar nada menos que cinco años de relativa sequía (durante los cuales solo tendríamos derecho a la reedición de nuestro más popular náufrago en 1992, la aparición del marinero que más veces se ha confundido con un pirata playmobil en 1993 y la edición en 1994 de un guardia de la ciudad o sereno que bien valía para usarlo en nuestras aventuras de capa y espada, aunque se lo clasifique como medieval, y que ha sido curiosamente reeditado este año 2015) para, por fin, en 1996 dar la bienvenida a la tercera hornada de piratas playmobil.

En esta ocasión, todo hay que decirlo, no hubo cambios sustanciales en el diseño de los kekos, pero la distancia temporal, la llegada de nuevos escenarios y la presentación de nuevos capitanes creo que sí que marca un punto de inflexión suficientemente claro como para considerarlos una generación distinta. Dentro de ella, abrimos boca con un elemento que no habíamos podido disfrutar hasta la época, aunque se hubiera insinuado a base de muros medievales en algún diorama: la prisión.

La caja Playmobil 3859 no es, a priori, lo más halagüeño que podrían encontrar nuestros queridos piratas, pero, sin duda, era una aportación original y necesaria. Es más, argumentalmente abría muchas posibilidades, entre las cuales, evidentemente, estaba la de poder liberar a compañeros de aventuras prisioneros.

Aunque tenemos tendencia a imaginar que a todos los piratas que se capturaba se los ahorcaba sin más contemplaciones, la realidad histórica lo desmiente en buena medida. En primer lugar, hay numerosos testimonios y documentos que prueban que los juicios a piratas eran una realidad. Es decir, por muy pirata que fueras, pasabas por delante de la ley. Otra historia es cómo era aquella ley y todo el sistema judicial que tenía alrededor. Y, para que pudieran ser juzgados, tenían que ser mantenidos presos durante un tiempo. Después de todo, los juicios eran eventos sociales que había que organizar convenientemente, sobre todo en las colonias, donde el poder de las monarquías europeas a veces parecía demasiado lejano.

Además hay que tener en cuenta que a los piratas no se los colgaba sistemáticamente. Hay evidencias de que algunos sufrían penas menores dependiendo de las circunstancias, algunas tan especiales como estar embarazada, como en el famoso caso de Anne Bonny, o tan mundanas como ser más útil como esclavo (la mano de obra no abundaba en las américas) o ser declarado inocente de piratería o asesinato. Aunque parezca mentira, este particular se daba en algunos casos cuando el acusado declaraba que había sido obligado contra su voluntad a permanecer en el barco desempeñando, quizás, solo trabajos especializados, como médico o carpintero.

La exigua prisión – torreón de vigilancia que nos ofrecía Playmobil ese año 1996 era poco más que un calabozo, pero cumplía sobradamente la función de desatar la imaginación, por separado o combinada, por ejemplo, con una caja de zapatos, o, si eras más afortunado, con algún fragmento de los castillos, con los cuales encajaba bien.

Es curioso ver que aunque los antagonistas clásicos hasta el momento habían sido los casacas rojas de la pérfida Albión, en este caso tenemos a un soldado español, como delata el uniforme y, sobre todo, el rótulo de la mazmorra. Sin duda los hispanos bigotudos hemos dado mucho juego para estas cosas desde las historias del Zorro. La caracterización, en cualquier caso, era cromática más que otra cosa, pues está calcado sobre el modelo de la última generación de soldados británicos.

En cuanto a nuestros desgraciados caballeros de fortuna, tenemos a un pirata gordo más andrajoso que cualquiera de los náufragos que habíamos visto hasta la fecha y que es, en buena medida, una rareza. Y, como complemento, un perro viejo al que no hay que perder de vista, y no solo por la moderna pistola de chispa que lleva, sino por lo que se dejaría ver en siguientes cajas los años venideros. Sin duda, andaba por ahí espiando para ver cómo podían sacar a Barrilete Jack de la mazmorra...

Todo un inspirado pistoletazo de salida, la caja traía muchas más novedades que sorprenden por su calidad ambiental (el juego de cartas, la argolla para el prisionero, el camastro del calabozo) que se combinaban con gran acierto con otras conocidas (desde la botella o el perro fiel propias de la colección a las socorridas esposas de la policía) para constituir uno de los packs más sugerentes de la saga. Aun siendo una prisión.

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