Apocalipsis Fugaz (CF)

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mawser
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APOCALIPSIS FUGAZ

Santiago sacó el telescopio al balcón de su casa y maldijo por enésima vez las navidades. El bullicio, el frío, las compras, la felicidad impostada y el amor a presión. Pero de entre todas, una maldición sobresalía por encima de ellas: el derroche de luces de colores que encapotaban el cielo. Las estrellas escondidas como tímidos infantes delante de los falsos ‘papanoeles’ de los centros comerciales. Un cielo gris sin personalidad ni vida.

La televisión daba alguna noticia estúpida sobre extrañas festividades en lugares desconocidos que Santiago jamás visitaría. Por eso le gustaba mirar el cielo, porque lo tenía siempre a la vista, por muy lejos que estuviera de su hogar. Siempre las mismas estrellas e idéntica oscuridad. Como un lugar común al que siempre poder regresar, como una isla desierta en la que querer naufragar cada madrugada. Un lugar donde abstraerse de gritos de jefes, de mujeres ausentes, de rutinas cimentadas sobre calendarios en delirio. Santiago abrió el ‘Anuario de las Estrellas’ que le mandaban cada año (previa suscripción) desde el Planetario de su ciudad. Pasó las páginas hasta llegar casi al final de la revista, ya pronto le debían enviar una nueva en la que le informaran sobre los acontecimientos celestes del año entrante. El 27 de diciembre no tenía ningún suceso relevante marcado en el almanaque, así que Santiago trasladó el objetivo hasta el edificio de enfrente y miró por el ocular. Escamoteó brevemente algunos minutos privados de sus vecinos, sintiéndose por un momento como un elegante James Stewart demasiado aburrido como para salir de casa. Luego se sintió un pervertido y volvió a dirigir el telescopio hacia el cielo.

Pasaron diez minutos de abstracción casi total hasta que Santiago vio una estrella fugaz enmarcada en su circular campo de visión. Cerró los ojos y pidió un deseo, maldiciendo al instante su credulidad heredada de generaciones pretéritas. “Los deseos no se cumplen nunca”, se dijo. “Y menos pidiéndoselo a un pedazo de piedra en movimiento. Ni siquiera es una estrella de verdad, solo un meteoro”. Movió el objetivo y miró absorto la palidez enfermiza de la luna durante casi media hora, perdiéndose en sus misterios inalcanzables y en sus cráteres. Luego bostezó, echó un nuevo vistazo al edificio cercano y casi se cae del taburete al descubrir a su vecina saliendo desnuda al balcón. “Mi deseo”, pensó de inmediato. “Cumplido”. La vecina, de nombre desconocido pero de piernas largamente oteadas desde la distancia, volvió a meterse en su casa dejando la visión de su elegante trasero en las pupilas de Santiago. Tragó saliva y bendijo a aquella estrella en cuyos poderes no creía. Luego se acostó con una sonrisa de felicidad en los labios.

La mañana siguiente Santiago despertó con la noticia de un terremoto en todas las cadenas de televisión. Era la noticia del día, demasiado trágica para ser ignorada por los periodistas carroñeros. A Santiago se le revolvieron las tripas con las imágenes mostradas, tan crudas como demoledoras. Edificios caídos, mujeres llorando, niños corriendo asustados. Una pierna ensangrentada saliendo inerte de entre un montón de cascotes. Santiago sintió lástima por ellos, se identificó con su dolor y preparó una lasaña para comer. Luego puso una película de ciencia ficción antigua, tal vez una producida por George Pal, y esperó a que llegara la noche para mirar un rato los cielos eternos. Ya terminaba el día 28 cuando la estela de una nueva estrella fugaz captó la atención de su ojo. Se sintió un poco estúpido pidiendo un nuevo deseo, como si aquellos meteoros perdidos tuvieran el poder suficiente para concederlos, o para hacerle el más mínimo caso siquiera. Luego se acostó y durmió sin preocupaciones el resto de la noche, hasta ser despertado a las nueve de la mañana por el soniquete estridente de su teléfono móvil. Era su jefe. Le readmitían en la empresa. En un cargo superior al que había cubierto hasta entonces. Más sueldo, más responsabilidad, más duración. Santiago no podía creerlo, saltó de alegría y decidió que le apetecía salir a dar una vuelta por el centro. Hacía días que no salía de su casa, pero aquella inmejorable noticia había que celebrarla. Esquivó ancianos, insultó a niños insolentes y compró docenas de caprichos que llevaba tiempo ansiando. Incluso no le importó demasiado esperar la cola masiva de los grandes almacenes, ni sentir el pisotón de un gordo de unos ciento cincuenta kilos que intentó colarse cuando ya llegaba a la caja. El mundo era por primera vez en muchos años un sitio realmente bello por el que merecía la pena pasear. Llegó a casa feliz como hacía tiempo que no sucedía, tiró las bolsas con las compras recientes sobre un sillón y se dejó caer sobre el otro sin molestarse en abrir ninguna de sus nuevas adquisiciones. Puso la tele y la pantalla le golpeó el rostro con imágenes de muerte. Inundación en Sudáfrica. Miles de cadáveres. La realidad que te escupe a la cara. Santiago apagó el televisor y abrió una de las bolsas de regalos.

El día 29 no había terminado nada mal para Santiago. Pero aún podía terminar mejor si veía una estrella fugaz a la que pedir un deseo. Esperó más de dos horas, tiempo de sobra para sentir todo su pesar por los muertos recientes a causa de los desastres naturales, pero al fin llegó con su resplandeciente halo de irrealidad. Cerró los ojos y deseó con toda su alma. Esta vez no tuvo que esperar mucho. Un mensaje en el móvil y una noticia en televisión. El mensaje de una amiga del instituto (a la que siempre había deseado en secreto) que le pedía una cita para el día siguiente. La noticia de un atentado brutal en un país árabe de nombre impronunciable. Santiago tragó saliva y contestó al mensaje.

El día 30 Santiago volvió a hacer el amor con una mujer después de un año de sequía absoluta, y se sintió el tipo más afortunado del mundo al cumplir un sueño madurado en la adolescencia. Durante toda la tarde estuvo pensando en el porqué de aquella situación, el motivo por el que a cada deseo cumplido (¿Realmente eran deseos realizados por un meteoro candente? ¿Era eso posible? ¿O es que estaba volviéndose loco de remate?) le acompañaba un desastre mortal en algún lugar variable del mundo. ¿A que se debía aquella extraña y dolorosa dualidad? ¿Acaso para mantener el siempre delicado equilibrio universal? ¿Una cosa buena por una cosa mala? Desde luego Santiago asumía su parte de culpa como elemento desestabilizador de la armonía del universo. Si el no hubiera pedido un deseo jamás habría muerto nadie en aquellas catástrofes derivadas. Pero si la estrella fugaz, o el destino, o llámale como quieras, no le hubiera concedido ese deseo, el equilibrio nunca se habría quebrado y las cosas seguirían su curso. Santiago ni se habría enterado de que el mundo entero podía resquebrajarse a su favor. La culpa, por lo tanto, era de los meteoros. De su maldita y tentadora incandescencia. Lo que Santiago tenía claro era que no podía volver a tentar a la suerte con sus deseos nocivos lanzados al aire, por mucho que a él le beneficiaran. Por mucho que le gustara aquella sensación tan parecida al poder. Imposible. Nunca más. Por la noche volvió a colgarse del telescopio y se sintió incapaz de rechazar el tentador refulgir de las estrellas fugaces.

 

Para cuando llegó el día 5 de enero, las cosas habían cambiado un poco en el planeta. Ataques por doquier, amenazas entre países aliados, guerras abiertas en demasiados frentes. La sensación de peligro era constante, se podía respirar en las calles como la suciedad de una rata de alcantarilla medio muerta. Todo parecía cogido con alfileres, como en el precario equilibro de un castillo de naipes construido sobre ascuas. Esperando la brusquedad de una fina corriente de aire para desmoronarse en infinidad de escombros.

Para entonces Santiago había cambiado de residencia, podía permitírselo con los nuevos y sorprendentes fondos a los que tenía acceso. Aquel palacete no estaba mal, aunque el jardín con setos en formas variadas era demasiado costoso de mantener. Alguien llamó a la puerta y su criada (que ejercía a su vez de amante eventual) la abrió con cuidado. Tras unos segundos, volvió a cerrarla sin dar un mísero portazo.

-¿Quién era?- preguntó Santiago desde la comodidad de una cama con dosel.

La criada caminó despacio hasta su jefe, le tendió un paquete demasiado fino y se dirigió nuevamente a la cocina donde le esperaban un montón de cacharros por fregar.

Santiago rasgó el paquete hasta romper la envoltura de papel, alegre al ver la portada del nuevo ‘Anuario de las Estrellas’. Un cielo oscuro punteado de infinitas y brillantes estrellas, como ojos vibrantes en un mar de desolación, le daba la bienvenida desde la primera hoja. Un lugar común al que regresar de vez en cuando, aunque el mundo entero estallara en pedazos de discordia. Santiago abrió la revista y miró los sucesos celestes más importantes de ese mes de enero. En seguida rompió en carcajadas. Solo había llegado a leer una frase, aunque desde luego era la cosa más graciosa que había leído en mucho tiempo. ‘Leónidas: 10 de enero, lluvia de estrellas’. Luego volvió a dormirse con la sonrisa muriendo en sus labios.

 

 

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 Bienvenido/a, mawser

Participas en la categoría de Ciencia Ficción

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Es un relato muy bien narrado. Y la historia desde luego es bastante buena. Felicidades.

Divagaciones de una filóloga zombie

http://divagacionesdeunafilologa.blogspot.com/

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Bastante bien escrito, aunque la frase "La mañana siguiente Santiago despertó con la noticia de un terremoto en todas las cadenas de televisión" suena confusa. Por lo demás, bien redactado, pequeños detalles. Una cosa más: Encajaría más en la categoría "Fantasía".

Felicitaciones

Pigmalion

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Gracias por los comentarios! Respecto a la categoría elegida (CF en vez de fantasía), supongo que depende del punto de vista de cada uno. Es algo muy subjetivo. Yo desde luego lo escribí como ciencia ficción...

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A mí también me ha gustado, en especial un par de detalles de humor (o qué así me lo han parecido) como cuando se siente James Stewart y luego un pervertido, o cuando ve la pierna ensangrentada en las noticias y se prepara lasaña, muy gráfico.

Como pequeña pega le pondría que algún parrafo es muy largo, a mi me gusta más que se dividan con esa longitud. También me parece de fantasía, pero eso es subjetivo. La idea es un poco increíble, no es que no me guste; el final está muy bien.

 

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¡Hola a todos!
Me gustaría que emitan su opinión acerca de “La Rebelión de los Grises”, mi relato de ciencia—ficción. Es importante para mí. Pueden leerlo en
http://www.ociozero.com/foro/17727/cf-la-rebelion-de-los-grises
¡Gracias y mucha suerte en el concurso!
 

Pigmalion

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Jecholls
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Es un texto muy interesante, quizá lo más interesante que llevo leído por aquí de momento (lo cual es una buena noticia). El deseo que corrompe como tema clásico en literatura sin duda da a hablar de muchas cosas. Al terminar su relato pienso en Dorian Gray, por ejemplo, o en Hyde. Lo conduce además de una forma original, a través de esa idea del karma como responsable de la armonía en el mundo, en este caso un karma inverso: cuando consigues algo positivo, en cualquier otro lugar del mundo sucederá algo negativo, como una oposición de binomios. Y esto nos conduce a la teoría del caos, el efecto mariposa y todo eso. Me gusta mucho, porque es una concepción que tengo bien formada ya del mundo, aunque en su relato lo marque como algo fatalista, quizá indirectamente más como una crítica al ser humano que, arrastrado por su infinita capacidad de desear y ser feliz, le importa bien poco las consecuencias que pueda traer esto. Independientemente de esto, lo que sí tengo claro es que todo lo que hacemos va variando el mundo y eso no es algo malo, solamente la consecuencia lógica de las cosas y el movimiento. El cuento está muy bien escrito y la verdad es que su lectura se me ha hecho muy agradable, así que enhorabuena al autor.

Un saludo.

www.obliviamare.es

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Gracias por las críticas!!

Fagland, me alegro que te gustara, y que aprecieras ciertos guiños y ciertas gotas de humor negro a lo largo del relato. Esa era la idea.

Darthz, tu crítica me alegró el día. La verdad es que el tema del relato es algo sobre lo que había dado muchas vueltas, y lo quería enfocar desde el punto de vista del egoísmo humano. No es que el relato sea fatalista, es que mi forma de ver el mundo (y nuestra sociedad) lo es. Eso sí, aderezado con algo de humor negro, que creo que siempre es necesario e incluso reconfortante.

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VICTORP
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Tu relato me ha gustado bastante, por un pequeño detalle…el parecido entre lo que cuentas y la teoría del caos, de sistemas dinámicos.  Esa teoría casi incognoscible que une todo cuanto existe y esa inexorable relación entre los deseos (abstractos) y los hechos (concretos), digo, para los que eventualmente no creemos en el mundo sutil de los pensamientos y anhelos.  Aunque, esperaba más al final, pero creo que eso es parte del enganche.  Saludos.

La vida es lo que nos deja el tiempo...

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Pues el final lo tenía pensado desde el principio, no creo que pudiera terminar de otro modo. En todo caso gracias por leerlo, y me alegro que te gustara.

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