(T) NOIR

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varona
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Poblador desde: 08/09/2010
Puntos: 12

Levanto la cabeza de debajo de la toalla, después de haber estado un tiempo prudencial aspirando vapores medicinales que consigan aliviar este catarro que se ha estancado en mi pecho durante semanas. Miro a mi alrededor, observando con desidia las paredes negras de mi habitación y las cuatro puertas que hay en cada una de ellas. Viejas puertas que han aparecido de la nada y sin que me plantee demasiado su existencia. Al menos allí  no estaban cuando hundí mi cabeza en la oxidada cacerola donde se cocían las hojas de no sé qué árbol. Es más, cuando veo que un rayo de luz sale de la cerradura de una de ellas, me levanto de la silla desvencijada en la que me he sentado y muevo mi enjuto y desnudo cuerpo hacia allí, pegando el ojo en el frío hierro. Miro. Observo. Veo una habitación que no conozco y en la que nunca antes he estado. Una mujer en la frontera de los cuarenta, de roja melena y piel blanquecina, entra en la estancia restallando los tacones de sus zapatos contra el suelo. Se la ve cansada, abatida, después de lo que supongo ha sido una dura jornada de trabajo. Oscuras sombras se dibujan debajo de sus ojos, aunque eso no le hace perder un ápice de la belleza que atesora. Mi corazón bombea a toda velocidad, como un motor desbocado, al ver que comienza a desnudarse, a quitarse ese traje-chaqueta negro que dibuja sus formas aunque no las potencie. Cuando se queda en ropa interior, la erección que emerge en mi entrepierna duele tanto que creo que mi pene va a estallar de un momento a otro, y cuando esa ropa interior se desliza suave por el aire hasta caer al suelo, no puedo reprimir un gemido que ahogo como puedo entre mis manos. La mujer se acuesta desnuda en la cama y apaga la luz, quedando mi visión totalmente a oscuras. Me siento en el suelo, temblando de pies a cabeza, atónito y excitado ante lo que mi ojo ha contemplado. Hacía tiempo que no veía un cuerpo femenino desnudo, y menos de tal belleza y cuasi perfección, pues incluso los detalles más imperfectos, consigo apreciarlos y excitarme con ellos. Por eso, cuando un nuevo rayo de luz emerge de la cerradura de la puerta situada a mi izquierda, arrastro mis rodillas por el oscuro y sucio linóleo tan deprisa como mis piernas me lo permiten, sin apenas sentir la abrasión que me produce el roce de mi piel contra el suelo. Abro bien el ojo, rebotando en el la claridad que despide el otro lado, y observo en silencio. La misma habitación, la misma mujer, esta vez sentada en la cama y con un vestido distinto al anterior, pero de tonalidades igual de grises. Recoge su pelo en una cola de caballo que cae lacea por su espalda. Mi boca se seca al instante. La mujer parece estar llorando, aunque reprime sus lágrimas como puede. Suspira y se levanta de la cama secándose las escasas lágrimas que han escapado de sus expresivos ojos. Abre el armario y comienza de nuevo a desnudarse, colocando cuidadosamente cada cosa en su sitio, mientras muestra su cuerpo, blanquecino y tentador, sin saber que alguien la observa. Es como una muñeca de porcelana, frágil, en la que el color de su cabello contrasta con la palidez de su piel. Veo esos pechos de medida perfecta, cuyos pezones se elevan por el frío de su desnudez; ese pubis rojizo como una hoguera en la que me gustaría arder por siempre jamás. Y paseo la lengua por mis labios cortados sin ser consciente de ello. La mujer se mete en la cama, apaga la luz y escucho de nuevo los suspiros y llantos que en mitad de la oscuridad ya no puede reprimir. Otra vez me quedo con un calor abrasante quemando mis venas transparentes y haciendo hervir mis entrañas. Toda imagen que tengo en mi mente es el recuerdo de su cuerpo, su rostro. Entonces, un nuevo hilo de luz sale de la tercera puerta, y no es necesario decir que me vuelvo a dejar las rodillas en el suelo, sin importarme, sin darle mayor importancia, sin dolor, y con el corazón y los pulmones a punto de salir por mi boca. Pego mi ojo irritado en la cerradura. Veo, observo, y apenas me muevo. Y esta vez la escena es totalmente distinta. La mujer está acostada en la cama, durmiendo, supongo, descansando al menos, cuando entra un hombre cuyo rostro no consigo adivinar, pues es como si estuviese difuminado, como si sus rasgos se hubiesen borrado o mi ojo no fuese capaz de verlos, distinguirlos. El hombre se acerca lentamente a la cama, procurando no hacer ruido, mientras su mano empuña un cuchillo de cocina de punta redondeada. Tiemblo ante lo que veo. Me temo lo peor. Entonces, el hombre tapa la boca de la mujer en un movimiento rápido y violento, lo que hace que ésta se despierte asustada, presa del pánico, sin saber qué está ocurriendo, y cuando es consciente de la situación, recibe la primera puñalada en el pecho, haciendo que la sangre roja emerja de un cuerpo que he deseado hasta hace unos segundos. Me aparto de la puerta aterrado, llevándome la mano a la boca, ahogando un alarido que envenena mi garganta. Me levanto del suelo y pese a mi desnudez y una erección que ha bajado casi de inmediato, intento abrir la puerta sin conseguirlo, dando fuertes golpes a la madera, castigando mis pies contra ella, sin obtener ningún resultado positivo. Me dirijo entonces a la cuarta puerta, la cual se abre de inmediato, y corro a través de pasillos oscuros en los que a punto estoy de dejarme el rostro contra las paredes por la escasa visibilidad que hay. Veo una luz al fondo y me desplazo tan deprisa como puedo hacia ella. Cuando traspaso el umbral que da directamente a la habitación de la mujer, la luz se incrusta en mi cuerpo. La sangre del suelo, de la que no me percato en un primer momento, hace que resbale de tal forma que caigo al suelo en un estruendoso y violento golpe, dejando mi cuerpo desnudo maltrecho y totalmente manchado de sustancia roja pegajosa. No puedo hacer otra cosa que gritar aterrado, asqueado ante la visión de una habitación cubierta de sangre y un cuerpo, el de la mujer, apenas reconocible por la violencia con la que el hombre se ha ensañado en él. Me levanto como puedo, sin poder evitar resbalar un par de veces más y caer de nuevo al suelo. Y cuando me quiero dar cuenta, observo, con el miedo pinchando en el centro mismo de mi sistema nervioso, cómo alguien me observa a través de la cerradura de la puerta. El ojo desaparece en el mismo momento en el que se da cuenta de que ha sido pillado. Me acerco a la puerta, con el cuerpo temblando, con la mente en blanco, sin saber, sin comprender, y tiro del picaporte, abriéndola de par en par, encontrándome de frente a un policía que me apunta directamente a la cabeza con su arma. Afuera llueve, mientras una multitud curiosa se agolpa para observar mejor qué ha pasado. Levanto los brazos al salir y notar que la lluvia golpea mi cuerpo desnudo, limpiando mi piel ensangrentada, enfriando la fiebre que me atenaza. Entonces, el policía me tira al suelo y coloca uno de sus pies en mi espalda, sin dejar de apuntarme y dispuesto a disparar en cualquier momento, ante cualquier movimiento. Cierro los ojos y apoyo la cabeza en el pavimento mojado, no comprendiendo nada, no sabiendo nada.

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

Bienvenido/a, Varona

Participas en la categoría de TERROR.

Recuerda que si quieres optar al premio del público o a su selección debes votar al menos una vez (punto 9 de las bases).

En este hilo te pueden dejar comentarios todos los pobladores. Te animamos a que comentes los demás relatos presentados.

Si tienes alguna duda o sugerencia, acude al hilo de FAQ´S y en caso de que no encuentres respuesta puedes señalarla en el post correspondiente.

¡Suerte!

 

 

 

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troyana1
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Poblador desde: 15/09/2010
Puntos: 4

Me ha gustado el tema que trastas, me recuerda, por el argumento, a una novela ganadora del premio Nadal. De lo que no estoy tan segura es de que esté bien encajado como relato de terror, pues tiene muchos elementos fantásticos que me hacen dudar. Por cierto, una pequeña cuestión que me parece una "errata": donde dices que hay cuatro puertas en cada una de las paredes (4X4=16) creo que has querido decir que había una puerta en cada una de las paredes, o eso me parece a mí.

Por lo demás me ha parecido bien escrito y con un buen tema bien llevado.

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Pigmalion
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Poblador desde: 15/09/2010
Puntos: 59

Bueno, aunque noto abundancia de adjetivos calificativos y repetición de muchas palabras. algo confuso en algunos tramos.

Pigmalion

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Leny
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Poblador desde: 15/09/2010
Puntos: 90

 Interesante...

Aunque coincido con Pigmalion sobre el exceso de adjetivación. Por otra parte es como un larguísimo párrafo...quizás, algunos puntos aparte lo beneficiarían. Harían más cómoda y menos densa la lectura.

Te dejo un saludo!

 

 

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varona
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Poblador desde: 08/09/2010
Puntos: 12

Troyana 1: No, no lo metería como un relato de terror al uso (vease vampiros, monstruos, fantasmas o asesinos). Es más un paranoía mental de alguien que tal vez hizo algo en un pasado. Desconozco el libro al que te refieres, así que si hay semejanzas entre uno y otro no ha sido adrede. Simple coincidencia. Con respecto a las puertas, sin duda una errata. Debí haberlo revisado antes.

Pigmalión y Leny, puede que tengais razón en el exceso de adjetivización. Es un relato que escribí hace muchos años y uno adolece de ciertos ticks que intenta quitarse de encima a través del tiempo. Es el único que tengo que podría acoplarse al tema fantástico y de terror (?) En cuanto a lo confuso que puede resultar el texto, aunque parezca mentira, intenté que fuera así. El cerebro humano es lo más terrorífico y confuso que hay. No he querido meter ningún texto que tengo escrito sin signos de puntuación y un larguisimo parrafo sin principio ni fin.

Muchas gracias a todos por perder el tiempo leyéndome

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