CF Símbolo de símbolos

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yosu
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Símbolo de símbolos

Siempre quise ser uno de ellos, siempre quise ser un superhéroe. Los recuerdo desde que no era más que un crío y siempre quise ser como ellos.

Eran muy diferentes a aquellos de los que hablaba mi padre, sobre los que leía en los comics. Mucho mejores, mucho mejores que Marvel o DC.

Yo quería ser como los que salvaban vidas a la vuelta de la esquina, no en América. Quería ser como los que veía sobrevolando el tejado de mi casa, no de un rascacielos. Quería ser como aquellos de los que hablaban las vecinas en el súper, no como esos de los que sólo se hablaba en los foros de Internet o en las tiendas de comics. Quería ser un héroe de verdad, como los que veía en la calle casi a diario.

En aquel entonces, la abuela sonreía y me decía que yo ya tenía, al menos, una habilidad especial: era capaz de darme mil golpes sin apenas hacerme daño. No entendía por qué, si era así, siempre acudía gritando cuando me veía en el parque dándome un tortazo de verdad. Y lo descubrí el día que bajaba una cuesta a toda pastilla en bici y, frenando todavía no sé cómo, me rompí un brazo. Fue entonces cuando, llevándome una enorme decepción, descubrí que esa habilidad no era infalible y que se iba perdiendo con el tiempo. Y lo que es peor, que yo no tenía su exclusiva, sino que era innata en todos los niños de España. Un par de años después, cuando nació mi hermanito, logré corroborar mi teoría de que, si esa habilidad se debilitaba con los años, debía de ser más fuerte en los recién nacidos. Sin embargo, no logré entender de qué le sirve a un aburrido bebé el don de la invulnerabilidad.

Al ir pasando los años con acontecimientos de este tipo, mi padre se sentía cada vez más preocupado por mí y no dejaba de tratar de aficionarme a sus comics y a la lectura en lugar de a la televisión y los telediarios. Su intención era la de acercarme a estos para que me alejase de los reales. Pero, ¿cómo podría lograrlo? Si los suyos eran papel y tinta, y 3D cuando a Universal o Paramount le venían bien, mientras los míos eran siempre reales y actuaban en mi ciudad casi a diario...

No, la cosa no funcionó. Así que me hice mayor y estudié una carrera de periodismo fuera de casa para poder seguir mejor las hazañas de mis héroes...

Hasta que se jubilaron. El día que nunca me planteé que pudiese llegar me sorprendió apareciendo tras la épica batalla final contra el primer villano de “película” que tuvo el valor –o la estupidez- de irrumpir en España.

Su nombre era Malvagio, de donde las autoridades españolas dedujeron que debía de ser italiano -lo que supuso el único avance hacia su detención-, y sorprendió a todo el mundo enviando un video a TVE anunciando sus malvadas intenciones aderezadas con el anuncio de sus habilidades especiales: inteligencia, memoria y capacidad de persuasión sobrehumanas y telepatía; según dijo, debido a un grave accidente sufrido en un laboratorio de investigación. Toda España sobreentendió, además, que las deformidades que ocultaba tras su máscara derivaban de ese mismo fatal accidente.

Mientras Gobierno y Oposición discutían qué hacer para capturarlo y de dónde sacar fondos para, al menos, intentarlo yo estaba totalmente seguro de que mis héroes se encargarían de él en menos que cantase un gallo. Y, en parte, mi fe se vio recompensada. Digo en parte, sí, porque Malvagio desapareció del mapa tras una serie de épicas batallas por las calles de Madrid y por media Sierra. Pero si digo en parte es porque, entre los cuatro, tardaron casi tres meses en acabar con Malvagio. Fue la primera misión a la que se enfrentaron que tardaron más de un día o dos en solucionar. Y, una vez lo hubieron logrado, llegó el fatal anuncio.

Yo ya era adulto cuando esto sucedió, pero no pude evitar enfadarme y encapricharme como un niño pequeño cuando se le acaba la moneda en el cochecito del centro comercial. No es justo, me repetía, no es en absoluto justo. Pero quiénes se creen que son para abandonarnos de este modo.

Y no podía evitar comparar el anuncio de mis héroes con el de Malvagio, tres meses después. Porque Malvagio se decía dispuesto a acabar con los Héroes de España y, aún después de su propia derrota, su promesa acabó haciéndose realidad. No podía evitar pensar que mis héroes habían fracasado, que me habían traicionado. “Es la primera vez que se enfrentan a una misión de la misma envergadura a las que vivían los héroes de papel de mi padre en cada número”, me decía, “y el único modo en que se les ocurre celebrarlo es ¡jubilándose!”

Pasó incluso un año antes de que lograse perdonarlos y entender sus motivos. Al fin y al cabo, llevaban luchando contra el Mal más tiempo del que yo lo hacía con la Vida, mucho más. Sin embargo, durante mucho los olvidé. La última temporada de la larga serie había terminado.

ENTREVISTADOR: ¿Cómo se siente por haber ganado el Premio Nacional?

YO: Orgulloso, por supuesto. ¿Cómo voy a estar? Es una recompensa enorme para mi trabajo y una motivación aún mayor para seguir adelante en mi carrera.

ENTREVISTADOR: Los Héroes de España desaparecieron hace ahora veinte años, y todo el mundo los recuerda de un modo u otro, pero nadie como usted. Su artículo aborda el tema de su desaparición de un modo diferente. Dígame, ¿de dónde surgió la idea que lo motivó a escribirlo?

Es curioso, pero no supe qué responder. No sé qué parte de mí se removió una noche en la que me desvelé sintiendo un inmenso dolor en el pecho que me trajo a la memoria a los héroes de mi infancia. ¿Qué fue lo que me motivó a bajar todos mis archivos del desván? ¿Qué me hizo echar la puerta fuera para investigar qué había sido de ellos? Ni siquiera recuerdo qué fue lo que le dije a aquel periodista para sacarme la pregunta de encima. Tendré que esperar a que cuelguen la entrevista en la web para poder leerlo.

Pero no es eso lo que ahora me corroe las entrañas, sino lo que descubrí investigando al documentarme para ese artículo. Repasando la enorme cantidad de información que había recopilado desde niño, descubrí un montón de cosas nuevas. Y cada vez que descubría algo me quedaba alucinado porque, en realidad, no era nada nuevo. Era información amarilleada por el tiempo y ajada por el uso, que siempre había estado conmigo, que había leído y releído mil veces, que me esperaba en el desván. Supongo que, al verla ahora con nuevos ojos, me mostraba cosas que no había podido –o sabido- ver cuando era niño. Y partiendo de mi colección de archivos infantiles, la investigación me llevó hasta ellos. Así que, al fin, logré dar con los cinco. Yo, solo yo, sé qué fue de los Héroes de España y de su archienemigo, Malvagio.

Siempre creí que cuando los encontrase frente a mí me volvería loco y les estrecharía la mano y los abrazaría y les haría miles de preguntas y les pediría miles de historias y... Pero ahora que ya los he encontrado, aunque lamento decirlo, me siento avergonzado...

Allí estaban todos, los cinco sentados alrededor de una misma mesa, incluido Malvagio, mirándose unos a otros o mirando al vacío, sin hablar, sin decir nada en absoluto.

Al principio creí que se estaban comunicando telepáticamente, pues era la única habilidad que los cinco compartían, pero no tardé en percatarme de que no era así. Me senté cerca de ellos, mirándolos, y ninguno reaccionó.

Una enfermera me preguntó de repente si yo era de la familia. Como me había sentado al lado de Electrum, deduje que lo decía por él. Lo miré, sin respuesta por su parte, y respondí que  a la enfermera que sí, a lo que Electrum siguió sin reaccionar.

La enfermera se marchó dejándome solo con ellos, mientras yo rememoraba al antiguo Electrum. Era mi favorito por sus tres habilidades especiales: regeneración de tejidos, sentidos aumentados y, sobre todo, electroquinesis. ¡Podía controlar campos eléctricos con sus propias manos y manipular la electricidad como le apeteciese!

No pude evitar que una lágrima luchase por salir cuando recordé la última vez que lo vi utilizando esta habilidad. Había estado lloviendo sin parar durante todo el día, y los cuatro habían estado luchando con todas sus fuerzas contra Malvagio y sus infames artilugios. Uno de ellos, el Superpuño, había sido diseñado pensando especialmente en Fortis ya que, además de superagilidad, tenía la habilidad de la superfuerza. Con él Malvagio podía absorber la fuerza de los ataques de Fortis y devolvérsela reforzada. Y, desde el interior de un edificio, le asestó tal puñetazo, que Fortis cayó en el asfalto de la calle dejando un enorme boquete en el suelo.

Recuerdo una imagen especialmente. Electrum, con ambas manos a escasos centímetros de su pecho, enviándole fuertes descargas eléctricas; y Deductio, cuyas habilidades eran el poder de la deducción, el mimetismo muscular y la tecnopatía, aprovechando esta última para canalizar la energía producida por Electrum directamente a su apagado corazón, tratando de insuflarle vida, tratando de revivirlo.

Y Mnesia, cuyas habilidades eran tan sólo mentales –recuperación mental y amnepatía- estaba tumbada junto a él con una mano en su frente, llorando desconsolada al no percibir señal alguna de vida. Sus lágrimas corrían por sus mejillas desde las brillantes estrellas que eran sus dos ojos y caían hirviendo y evaporándose antes incluso de entrar en contacto con el rostro de su amigo, perdiéndose sin que él alcanzase a sentirlas.

Hoy, de nuevo ante ellos, no puedo evitar recordar aquella imagen de dolor y derrota.

Electrum nada puede hacer ante las arrugas que deforman su cara, a pesar de que podía regenerar tejidos corporales. Y nada puede hacer ante su ceguera a pesar de que disfrutaba de sentidos aumentados.

Las habilidades de la recuperación mental y la amnepatía ya de nada le sirven a Mnesia. Podía manipular las mentes para implantar o borrar recuerdos, o para recuperar los perdidos pero, ¿cómo va a hacerlo más si no puede manipular siquiera la suya? ¿De qué le sirve ya, si es a su propia mente a la que se le escapan los recuerdos?

Y, más allá, Fortis y Malvagio. Fortis ya sin fuerza ni agilidad, y Malvagio, con la memoria totalmente vacía. Y la persuasión... ¿qué ha sido de la persuasión de Malvagio? ¿Quién le hace caso ahora? ¿Dónde está siquiera su familia? Ya nadie lo tiene en cuenta...

Pero ahí están, frente a frente, mirándose fijamente. Quisiera creer que se recuerdan, que todavía conservan la telequinesia, y que la están utilizando ahora mismo, que viven su vida en sus mentes, en su interior, quisiera creerlo... Pero no es así. Se miran, pero no se observan. Balbucean, pero ya no hablan. Ya no lucharán más.

Y, sobre la mesa, una partida de ajedrez. Todas las piezas están ajadas y destrozadas, jugando su última partida. Y los dos reyes, todos los reyes, en jaque mate.

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Caroline
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Poblador desde: 24/09/2010
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Me gustó... tiene mucha nostalgia y un toque de humor.

Saludos cordiales.

"And the sign of humanity is burning tonight... I can't escape from this ritual silence... Humanity's burning tonight"
 

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  Bienvenido/a, yosu

Participas en la categoría de Ciencia Ficción

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Carontex
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Poblador desde: 22/09/2010
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Tu universo paralelo hispano , lleno de heroes patrios de andar por casa es divertido y genial , un respiro entre tanto relato antiutópico. Me lo pasé en grande y como escribe la compañera , la neblina de nostalgia lo hace encantador , estos Watchmen españoles merecen un comic.

Saludos y suerte!.

www.telefonica.net/web2/carontexx

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yosu
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Poblador desde: 19/06/2009
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Ya me has pillado.

La verdad es que el parecido con los Watchmen salta a la vista, ¿no? Me basé remotamente en ellos. Aunque mi idea era terminar dando esa idea de que los héroes no son tan remotos como los de papel.

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