Post de Autor: De Absinthe Rouge

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Absinthe Rouge
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Este es el primer relato que escribí en mi vida, lo publicó en 2004 la revista digital dedicada a la literatura y cine de fantasía y ciencia ficción llamada Tumba Abierta. Ese mismo año, si no recuerdo mal, apareció también en el suplemento cultural de un periódico de acá, el Diario de avisos.

 

INSOMNIO

 

-No debo dormir -se repetía-.
   
    De que aquellos ojos profundos de mirada insostenible lo estaban esperando en el vacío de sus sueños, se encontraba convencido. Y esto le provocaba un sentimiento de terrible angustia.

    Incluso a él, que entendía la venganza como propia de los espíritus excelentes, la tortura a la que estaba siendo sometido se le antojaba como la más cruel y desmedida de cuantas puedan ser imaginadas.

    Prefería contemplar la descarnada Luna, como ojo demoníaco entre la negrura envolvente del abismo enlutado, y su palidez inmaculada cuya blancura es más siniestra que las tinieblas de lo subterráneo, a abandonarse a merced del sueño.

    Muchos y muy lánguidos fueron los gemidos de las entrañas del alma que esta inquietud le arrancó, llegando a ensordecer el susurro de la soledad, asfixiando los versos de la elegía que el silencio entona. Y muchas fueron las noches que pasó sin dormir intentando entregarse a repasar viejas páginas roídas sobre historias olvidadas.

    Pero grande era la pena que cubría su pensar. Sentía como sobre su cráneo descansaba el peso de toda una existencia.

    Si se le hubiese preguntado, con toda seguridad hubiese respondido que esa mirada no era humana. Que se trataba más bien de negras agujas que se enterraban en las más hondas profundidades de su voluntad. O quizá más probablemente, de un espejo entre llamas que arrancaba las imágenes más mezquinas  de su ser.

    Con toda seguridad hubiese respondido que esa mirada era propia de una forma de vida mucho más antigua y poderosa. Que ya era remota cuando el mundo aun era joven.

    -Ella estará allí. Aguarda su momento -se decía-.

    Y tras perder la cuenta de sus días de vigilia, haciendo ya horas que se le hubo extraviado en los laberintos de su consciencia la razón, la cadena de alaridos que vociferó fue tan atroz que más no lo habría sido si el abismo se hubiese abierto para liberar la angustia de los condenados. El clamor de lamentos solo fue sofocado para proferir con aterrador tono “¡Vete, vete!” mientras, dando vueltas, sacudía manotazos a su alrededor de modo, en apariencia, arbitrario.

    A causa de su doliente estado, en un dinamismo marcado con un amargor y una distorsión mayores aun que los que el mármol eternizase en Laocoonte, se le tornó la expresión.

    No encontrando manera alguna de aplacar la inclemente ansiedad que le mortificaba, se puso a beber hasta que la embriaguez le hubo derribado al suelo. Finalmente, y poco antes de quedarse dormido, balbuceó para sí mismo: “¡Que no haya tiniebla!”.

    Su mirada se ahogó, fue a morir a los párpados de la aurora de otro mundo. Sintió, con un sentir obscuro y abismático, como se hundía en esos ojos negros hasta la entraña que tanto temía. Nada, muerte y vacío, era todo lo que acababa por ser reflejo de aquellas negras pupilas. Se tornaba en abismo todo lo que aquellos ojos contemplaban.

    Saboreó amargamente su alma en la boca. Solo caída hubo después, violenta y profunda, con un caer veloz y prolongado que parecía no tener final.

    Fue encontrado al par de días completamente aplastado contra el suelo, en igual forma a la que se encuentra a los que caen desde inmensas alturas. Entre cuerpo putrefacto pleno de morbidez y desecho desgarrado que hubiese hecho las veces de canapé para una gran rapaz, era su cadáver. Su olor era el del vaho sangriento de mil fúnebres festines.

Acabose de redactar este devaneo el 9 de octubre de 2003, víspera del cumpleaños de Akina, de la que espero no pueda librarse nunca mi sombra.

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FAGLAND
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Me ha gustado el relato, más basado en la ambientación que la acción y con un toque poético.

Sólo me ha parecido ver un error ortográfico: la tilde del cómo en "Sentía como sobre su cráneo" y una frase un poco rara pero que puede estar bien "Pero grande era la pena que cubría su pensar".

Para ser el primero que escribiste, es una pasada.

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Absinthe Rouge
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Valoro mucho el comentario. Gracias por pasarte, compañero. Menos mal que mi vida ha estado plagada de amores, desamores, encuentros, desencuentros, alegrías, tristezas, aventuras, desventuras, descubrimientos y pérdidas, porque en realidad no soy el mejor creando personajes o situaciones. Así hago trampa con la ficción y se lo plagio a la vida.

    Me costó algún tiempo que no todo sonase a poesía. Viviendo en Canarias, con tanta palmera, tanta playa, tanta chica, tanto sol, más en los tiempos de instituto, es difícil aplicarse a escribir prosa árida y de una justa terrorífica desnudez como la de la estepa rusa, aunque uno lea a Tolstoi o a Dostoievski en ratos libres.

    El “como”, tengo entendido que, como término llano aunque acabado en vocal que es, sólo se acentúa cuando, en la frase, se interroga. Como en “no sé cómo agradecerle tantos favores”. Gracias.

    Acabo de escribir para el concurso de microrrelatos, lo dejo aquí: De entre los cuerpos decrépitos, se alzó una mujer. No de hermosos rizos castaños, sino con sierpes, extraño y hórrido hilo de sus cabellos, alas membranosas que se levantarían en vuelo y ojos inyectados en sangre, colmillos tan afilados como las tijeras de la Moira que corta los hilos.

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Absinthe Rouge
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LOS MISTERIOS DEL HUMO FRIO

 

 

 

Capítulo I

 

 

Mi nombre es José Montero. No me conoces, pero toda mi vida he sabido que deberías conocerme. Que haría algo, o que me diferenciaría en algo, sería alguien, que me conocerías, y lo sabrías.

    Era domingo por la mañana. Ayer trasnoché. Quizá, como muchos, no me hubiese despertado hasta la previa del partido. Me sonó el teléfono móvil desde la mesilla de noche que se encuentra a la derecha de mi cama, bueno, de la cama de la habitación que ocupaba. Abrí el ojo izquierdo, tras coger el móvil, para leer el mensaje que había recibido a través de WhatsApp, un programa de mensajería instantánea. Era Ginger.

    -Bon día.

    Pensé durante una fracción de segundo si contestar. Aun estaba lo suficientemente dormido. ¡Qué diablos! Me apetecía hablar con ella, si se le puede llamar así o, si no hablar, al menos, intercambiar unas cuantas palabras con ella. ¿Qué mejor forma de comenzar el día? Aunque, a decir verdad, aún ni siquiera asomaba claridad por la ventana de la habitación.

    -Buenos días. Pero acá es una hora menos, malvada.

    -Yo me voy ahora a la camita, muy sola.

    -¡Uf! Yo no te puedo acompañar, nana.

    Nos separaba un desierto de más arena que palmeras. Nos separaba un vuelo de avión. Un océano, tan grande como, ahora, desde aquí, se me presentan las oscuras mareas del tiempo.

    -¿Porque estás a una hora menos? Es una pena. Eres cómodo como almohada, Patrick.

    Ella me llamaba Patrick. Siempre lo había hecho. No tenía nada que ver con ningún antiguo amante, simplemente le gustaba poder referirse a mí como nadie más lo hiciera, y se había acostumbrado a ello. Puede que quizá todavía continúe haciéndolo, si es que aún me nombra. Desde donde ahora estoy, no puedo saberlo.

    Me dejé adormilar un momento por el sueño, como acurrucado por los brazos de la muerte. Patrick se dejó adormilar un momento por el sueño, ¿cuántas veces más, en mi vida, volvería a escuchar ese nombre que tanto me gustaba escuchar? ¿Y qué no haría por volver a sentirme parte de esta vida? Pronto volví a mirar la pantalla, recobré la consciencia. Mis pestañas se habían mantenido cerradas un poco más de lo que esperaba.

    -Ya no me quieres nada, no me haces caso.

    -Acabo de contestarte, mientras dormía. De hecho juraría que había sido parte del sueño.

    -Me alegro de que me hables en sueños.

    -Ya estás en mis sueños.

    Ya estás en mis sueños, había escrito. No necesitas permiso, añadió mi cabeza.

    Nos conocimos en Madrid, hace cinco años. A las siete de la mañana del día siguiente, ella tenía ya un mensaje mío en el móvil. "Ginger, soy yo. No me quería ir de la ciudad sin escuchar tu voz, demasiado hermosa para dejarla pasar de largo".

    Un amigo mío, poeta este, como Rilke, con el que guardaba un asombroso parecido, siempre decía que hay a quienes no nos hace falta componer versos para ser poetas. Y es que, ahora sé, el hombre es una bestia escasamente superior a las demás, sólo gracias al arte nos diferenciamos de estas. Lo único capaz de transformar la nausea en este corto espacio de tiempo que son nuestras breves vidas es el arte. El arte de vivir. La pasión.

Domingo, 1 de julio de 2012
Absinthe Rouge

 

 

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