En la orilla de mareas extrañas

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Juan F. Valdivia
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El Señor de Poniente aullaba de rabia mientras se perdía niebla adentro, arrastrado por las mareas que la esfera había desatado. Bosse escuchaba horrorizado cómo aquella voz, tan llena de ira como de frustración, se diluía más allá del muro evanescente. Pocos instantes después no quedaba el menor rastro ni de bruma, ni de mareas ni de demonio, sólo el infinito Mar de Hierba.

Bosse no acababa de creérselo: había sobrevivido al encuentro con uno de los espectros más poderosos y temidos de la llanura. Historias semejantes se suelen narrar al amor de una fogata, rodeado de niños incrédulos y asustados, como una leyenda más. Ahora él formaba parte viva de esa leyenda.

–Bendita Astarte –todavía sostenía en la mano la pequeña canica de cristal que la Magnabruja le había dado. Cuando la sacó del jubón resplandecía cegadora; ahora en su interior apenas titilaba una chispa moribunda. Convocar la marea para expulsar al demonio parecía haber agotado su Voluntad, e incluso había agrietado su superficie–. Sí que ha funcionado.

No podía perder tiempo. Con el guardián vencido ya nada se interponía entre él y su destino, Dol–­Gabbar, La Montaña De Una Sola Cara. Por una vez los sabios habían coincidido con Astarte asegurando que en algún lugar de esa montaña encontraría a una anciana terrible y sabia. Ella podría entregarle el ungüento que sanara al Rey.

Bosse guardó la esfera en el jubón y arreó a Shara, su yegua. La montaña se elevaba ante ellos. El atardecer la iluminaba de lleno prendiéndola con tonos ígneos.

La niebla mágica había dejado un aire licuado y denso. Los sonidos llegaban pastosos. Las pezuñas de Shara producían chapoteos incongruentes al pisar la feltra, la omnipresente alfombra de hierba. Como buen habitante de las llanuras, Bosse temía el agua. Ahogarse estaba entre sus mayores pesadilla. Aquella humedad, semejante a estar sumergido, se le hacía insoportable.

–Debe tratarse de un efecto secundario provocado por las mareas de la esfera –murmuró–. Pasará.

Tratando de centrarse en su misión recordó las palabras de Astarte:

–Antes de ascender la montaña ríndela pleitesía. Da una vuelta completa en torno a ella sin perder de vista nunca su ladera. Que su habitante compruebe que no sólo posees la Voluntad que ha vencido al guardián, sino también la prudencia del comedido.

El sol languidecía. Bosse deseaba poder ascender antes de que anocheciera, así que espoleó a Shara iniciando una ruta que rodeara la base de la montaña. El animal bufó reticente.

–Calma, Shara. Calma –dijo acariciando el cuello del animal. Notó las crines empapadas. Si esa humedad no desaparecía podía afectar a la yegua–. Olvida las mareas y al demonio que han engullido: ya han pasado. No habrá más magia. Tranquila, mi chica.

El animal, como si le entendiera, dejó de resistirse y trotó obediente.

El guerrero avanzaba sin perder de vista la ladera. Desde aquella posición la montaña no se diferenciaba de cualquier otra de las que salpicaban el Mar de Hierba. La pendiente estaba cubierta en casi su totalidad por pastos. El, el viento crepuscular típico de las llanuras, dibujaba ondas en la feltra pendiente abajo, ondas que a la luz del atardecer recordaban ríos de sangre. Cerca de la cumbre había un coágulo oscuro y compacto: un bosque. Parecía una herida. De su corazón emergía un conjunto de agujas y edificios ruinosos que daban la impresión armas clavadas en la montaña. El origen de la sangre.

Jinete y montura continuaron dando el rodeo. El sol pasó de darles de espalda a hacerlo por el costado izquierdo. Bosse no perdía de vista la ladera. Del bosque empalado seguían fluyendo ríos rojizos, los pastos cimbreados por el viento. Pero la luz incidía en un ángulo distinto. Antes golpeaba de lleno al bosque y las ruinas arrancando sombras diminutas que apenas ascendían por la ladera; ahora llegaba lateral, conjurando manchas oscuras y horizontales que se arrastraban hacia la derecha. Bosse no lo comprendía: salvo por las sombras nada había cambiado en la ladera. Parecía que la montaña le mantenía la mirada, que giraba desafiante.

Bosse siguió rodeándola.

Se acercaron a la zona de sombra. La mole del promontorio eclipsaba el sol cavando un enorme pozo de oscuridad. Sin embargo el bosque y sus ruinas seguían presidiendo la ladera. Sólo había cambiado la forma de las sombras: ahora lo cubrían todo excepto las copas de los árboles y los pináculos quebrados de los edificios.

La montaña se interpuso entre Shara, Bosse y el sol. Al sumergirse en la negrura la pesadilla se apoderó del guerrero: allí dentro la sensación de humedad se volvía aplastante. A duras penas pudo reprimir un gritó.

–Salgamos de aquí, Shara. Corre. ¡Corre hacia la luz!

No necesitó espolear a la yegua para que ésta se lanzase al galope: ella misma parecía ansiosa de escapar de la sombra.

Bosse recordaba las palabras de la bruja. Pese a que la ladera se había convertido en un borrón de tinta no se atrevió a desviar la mirada.

Al emerger de una sombra montura y jinete resoplaron aliviados. Bosse sonrió al reconocer el paisaje. Los mismos pastos, el mismo bosque con sus ruinas… todo en idéntica posición a como lo viera la primera vez. Escalofriante e incomprensible, pero preferible a esa oscuridad acuosa.

–Maldito Yogthotl: ¡es verdad! ¡La montaña tiene una sola cara! Completemos la vuelta y subamos, Shara. Busquemos a esa anciana.

***

Bosse había peinado toda la zona despejada de ladera. Buscó en la falda inferior signos de fuego o de alguna cabaña. Recorrió las alturas esperando hallar alguna gruta o recoveco capaces de servir de refugio. Incluso ascendió a la cima pelada y azotada por el viento, husmeando entre las rocas desnudas y pulidas por la intemperie. Todo en vano: ni rastro de la anciana.

Sólo quedaban dos zonas que explorar: por un lado el grumo de oscuridad del bosque y las ruinas que albergaba; por otro las brumas que, a izquierda y derecha, flanqueaban la ladera. Se dirigió hacia ellas. Al acercarse la sensación de humedad se intensificó, opresiva, untuosa. Se parecía demasiado al efecto de las mareas de la esfera que se tragaron al Señor de Poniente. ¿Estaba la montaña sometida a mareas mágicas? Pero, aparte de la humedad, esa bruma hacía que su cuerpo se revolviera. Más aún, si intenta de mirar a su interior le entraba dolor de cabeza. Incluso Shara se mostraba inquieta: el animal cabeceaba intentando alejarse.

La montaña poseía una sola ladera, y si había algo más allá lo ocultaba celosa.

Bosse retrocedió y se dirigió al bosque.

No se había adentrado más allá de la tercera hilera de troncos cuando la luz rojiza del sol desapareció. Las copas tejían una urdimbre tan densa que el resplandor del atardecer no la podía atravesar. Bajo aquella cúpula la sensación de humedad se volvía aplastante, sólida, aunque no le ahogaba tanto como en la sombra de la montaña. Bosse tragó saliva, deseando salir de ahí lo más rápido posible. Sólo pensaba en su misión:

–Debo encontrarla. No puedo fallar.

Se topó con la primera pared sin quererlo. El musgo y los líquenes cubrían los sillares que, para horror de Bosse, rezumaban. Un entramado de lianas recorría el muro. Parecían venas varicosas dándole a la roca cierto aspecto incongruente, orgánico. Alzó la mirada pero el techo del bosque no le permitió distinguir hasta dónde se elevaba el edificio. Optó por seguir pared pero, asqueado por la humedad, manteniendo una distancia prudencial del mismo.

Al doblar una esquina Bosse se encontró al borde de un claro. Más allá se desplegaba un laberinto de ruinas con el Tarane aullando entre ellas. Guio a Shara por una avenida desierta. Muchos de los edificios, aun en estado ruinoso, superaran en altura a la cúpula del bosque. Desde la llanura las ruinas poseían un aspecto imponente, pero no tan descomunal. Ahora, caminando entre ellas daban la sensación de que estar sobredimensionadas. Sabía que no tenía sentido, pero a Bosse le daba la impresión de que habían aumentado en tamaño y número. Por un instante creyó que había encontrado Mabarse, la mítica ciudad eterna e ilimitada.

Nada de cuanto veía le tranquilizaba.

–Sagrado Mar de Hierba, no me hagas sucumbir en tus mareas ­–murmuró llevándose la mano al jubón y buscando la esfera de Voluntad. La canica todavía conservaba un calor tibio y agradable–. Confió en que todavía albergues poder suficiente para protegerme igual que hiciste con el Señor de Poniente.

»Y que alejes de mí esta humedad –apostilló.

Sin soltar la esfera arreó a Shara.

–¡Anciana! ¡Dama sabia! ¿Dónde estás?

La única respuesta provino del Tarane que aullaba al atravesar las ruinas.

***

–¡Caballero! ¡Auxilio, mi señor!

La voz sorprendió tanto a Bosse que creyó que sus sentidos le engañaban. La humedad  no había remitido un ápice, pero una cosa era que apenas pudiera soportarla y otra que empezara a imaginarse voces.

–Socorro. ¿Puede ayudarme, caballero?

El guerrero tiró de las riendas, aunque Shara ya se había detenido. Bosse se volvió hacia el origen de la voz. Una chica surgía corriendo de un callejón encajonado entre dos edificios. Un pequeño macizo de arbustos crecía en la bocacalle haciéndola poco menos que invisible: a ojos del guerrero la muchacha apareció de la nada. Al llegar ante el caballo la muchacha se detuvo, toda ella sollozos e hipidos. No destacaba por su altura y tendía más a robusta que a delgada. Se cubría con un vestido humilde carente del mejor adorno o dibujo.

–Señor, señor –logró decir con voz ahogada–. ¿Podría ayudarme?

La muchacha se mantenía a cierta distancia. Se la veía aterraba y agotada. Pese a la oscuridad Bosse adivinó unos ojos hinchados y enrojecidos.

–Tranquilízate, chiquilla. Dime. ¿Qué te pasa? ¿Quién eres? Y, por todos los dioses, ¿cómo has llegado a aquí?

La muchacha tomó aire y respondió:

–Me llamo Nora, mi señor. Vivo en una pequeña villa al otro lado de la montaña.

–¿Cómo? ¿Al otro lado de la montaña? Es imposible, loca. No hay ‘otro lado’. Estamos en Dol–­Gabbar, La Montaña De Una Sola Cara.

–¿Dol–­Gabbar? No, mi señor. Esta montaña se llama Vernoria, la Brumosa. Y le digo que vivo en la vertiente de Naciente…

La chica retrocedió para mirar con más detenimiento a Bosse. De improviso descubrió las enormes alforjas de viaje de Shara. Profiriendo un chillido saltó hacia atrás.

–Por favor, caballero. ¡No me encierre en su saco! Usted también no. Haré todo lo que me diga, pero ¡no quiero volver al saco!

–Tranquila, muchacha… Nora. Tranquila –Bosse calló. Se dio cuenta de que estaba hablando a la chica con el mismo tono que usaba con su yegua. Desmontó con lentitud, evitando sobresaltarla, y se acercó a ella. Alzaba las manos enseñando las palmas vacías–. No sé de qué saco me hablas, pero te aseguro de que no voy a hacerte nada malo. Cuéntame lo que ha pasado.

–Ellos… ellos… –la chica se aspiró los mocos­– entraron en mi cabaña. Era de noche. Ayer… ¿Ayer? No estoy segura. Les noté tan aterrados como yo. Me sacaron de la cama, me metieron en ese saco y… ¡me arrojaron a la niebla! Me perdí y acabé aquí.

Su voz se había convertido en un gañido. Bosse apoyó una mano sobre el hombro de la chica.

–Vale. Eso ya acabó. Estoy contigo. Nada malo te va a pasar. Pero ¿cómo llegaste aquí? Yo he tenido que esquivar al más terrible guardián que hubiera imaginado: el Señor de Poniente. Y eso sólo para llegar a la falda de esta montaña.

­–Jamás he oído hablar de ese guardián, caballero. No he bajado a las llanuras en toda mi vida. Ya le he dicho que vivo en esta montaña, pero al otro lado.

­–¡Chiquilla, lo que dices no tiene sentido!

–Pero es la verdad –­­y de nuevo se puso a llorar–. Yo sólo quiero volver a mi casa, a mi cama. Que esta pesadilla acabe.

Bosse empezaba a desesperar. En ese paraje no había aldea alguna: lo había explorado todo, hasta donde llegaba la niebla y su abismo mareante. La muchacha debía haber perdido el juicio. Y lo peor: el tiempo pasaba. Su rey agonizaba muy lejos de allí y en él recaía la misión de encontrar la medicina y regresar.

Pero ella insistía en que vivía cerca de allí…

–Dices que tu aldea está al otro lado de esta ladera.

–Sí, mi señor.

–¿Has oído hablar de una anciana? Tiene fama de temible, tan aterradora como sabia.

Ante aquellas palabras la joven dejó de llorar, se irguió y buscó los ojos de Bosse. La oscuridad no le permitió leer bien aquel rostro rubicundo, pero por un instante creó intuir suspicacia mezclada con sorpresa.

–No poder ser. ¿Una mujer llena de poder y sabiduría, tan temida por su gente como odiada?

–Sí. Supongo que sí, que se trata de ella. ¡Llévame ante su presencia!

–Bien, lo haré pero… ¿no me auxiliará? ¿No me ayudará a llegar sana y salva a mi casa? Tengo miedo de los hombres que me secuestraron vuelvan a intentarlo.

–No te preocupes. Tú enséñame dónde puedo encontrar a la anciana y yo te llevaré de vuelta a tu casa.

La noche se estaba volviendo más oscura y húmeda por momentos. La luz de las estrellas caía refractada y débil, como si evitara aquella montaña hechizada. En esa negrura creciente Bosse apenas pudo entrever el rostro de la chica cuando ésta habló.

–Deberemos atravesar la bruma. Y para ello necesitaremos un poder especial. Una Voluntad.

–¿Y eso? ¿Por qué? Da igual, yo pose… –Bosse no acabó la frase. Retrocedió llevándose la mano a la espada–. ¿Cómo sabes que tengo una Voluntad?

–Simple deducción, mi señor. Insiste en que ha superado terribles guardianes para llegar a una montaña que, según dice, roza lo mágico; una montaña que sin embargo para mí no tiene nada de misterioso. Todo eso implica que la realidad está mutando: está actuando una Voluntad. Y esta niebla que nos rodea esta noche sin duda tiene algo especial.

»Acepto, mi señor –prosiguió la chica–. Confío en su fuerza. Le llevaré ante esa mujer. Y usted a mi casa.

»Sígame.

Y sin esperar la reacción de Bosse la chica se perdió tras los mismos arbustos de los que había surgido.

***

Un acantilado de niebla se alzaba ante ellos. Perpendicular, compacto. Bosse notaba una quemazón en los ojos, el estómago le bailaba como si estuviera rodando pendiente abajo. Y luego la humedad: le aplastaba, enfermándole tanto o más que la aberrante pared de bruma.

–Ese no puede ser el camino, Nora.

–Pero lo es. Debemos atravesar la niebla, mi señor. Si quiere llegar a Ella debe seguirme.

Por segunda vez la joven avanzó sin esperar al guerrero. Las dudas y el temor le gritaban a Bosse que debía negarse, salir de ahí. Pero si no seguía a la chica ¿cómo encontraría a la anciana? La muchacha era su única pista. Y el rey agonizaba. Necesitaba ese ungüento.

Debía seguir. Y hacerlo ya para no perderla.

–¿Mi señor?

La voz emergió de la niebla. Bosse azuzó a Shara, pero el animal rehusó moverse.

–Venga, preciosa. No tengas miedo –dijo sacudiendo las riendas. La yegua reculó.

–Caballero…

–Voy. Ya voy.

Bosse descabalgó, cogió el jubón y acarició el hocico de su compañera.

–No te vayas muy lejos ­–le murmuró al animal. Las lágrimas ardían en sus ojos–. Volveré en nada.

El animal cabeceó nervioso al ver cómo el guerrero giraba y se adentraba en la bruma.

–Señor…

–¡Voy!

La niebla se pagaba untuosa a su cara, a sus manos, a su coraza. Densa, líquida. Le empujaba, le arrastraba. Como una marea. Bosse recordó el horror de su encuentro con el Señor.

–Bosse.

Debía seguir. Creía que la cabeza le iba a estallar y notaba una presión casi insoportable en el estómago. Le costaba reprimir los vómitos.

–Esto me está mareando. Me está matando.

–Por aquí, Bosse. No temas. Usa la Voluntad. Ella te guiará y protegerá.

Bosse buscó en su jubón la esfera y la extrajo. La canica resplandeció con un brillo imperfecto de cristal fracturado. Notó cierto alivio.

–No sé si aguantará, Nora.

–Lo hará. Tranquilo. Bien. Así. Perfecto.

»Ya estamos.

La niebla se había vuelto tan densa que podía cortarse con un cuchillo. Bosse no veía a la chica. Apenas intuía su gruesa silueta, una masa más oscura dentro de la bruma.

–¿Ya estamos? ¿Dónde?

–Ante Ella.

–­Pero aquí sólo estamos tú y…

La silueta alargó un brazo hacia Bosse.

–Yo he cumplido, ahora tú debes hacer lo mismo. Dame tu voluntad.

El guerrero protegió la canica.

–Nunca, bruja.

La muchacha avanzó hacia Bosse hasta quedar tan cerca que la bruma apenas distorsionaba sus rasgos. El guerrero podía contemplar sus ojos: centelleaban dotados de luz propia. De Voluntad.

–¿Quién te ha dicho que quiero esa migaja? Quiero tú Voluntad. Con ella podré romper este muro y volver a mi aldea. Y vengarme. Y aprender. Y envejecer. Esos pueblerinos decían que yo, ¡yo!, era una amenaza. “El oráculo ve que te convertirás en una aberración, tan poderosa como malvada”, eso repetían sin cesar. Yo, que nunca les hice daño alguno. Yo, que sólo usaba mi magia en pactos con criaturas ajenas a nuestro plano, tan inofensivas como inertes.

»Pero me han secuestrado, insultado y apaleado. Me han humillado. Pagarán. Poco me importa si me convierto en eso que temen, en eso que tú también vaticinas.

»Para completar mi venganza necesito llegar al otro lado. Necesito Poder. Tu Voluntad.

El aire, denso como agua, ahogaba a Bosse. Le arrastraba, le debilitaba.

–Soy sabia pero todavía no me temen. Envejeceré. Soy quien buscas, pero en un tiempo equivocado. Has surcado mareas extrañas, mareas que te han arrojado a una orilla errónea.

»Aunque eso da igual.

Bosse –el guerrero, el héroe– intentó revolverse, romper la presa líquida que le aplastaba. Una presa que reventó sus pulmones, inundando su cuerpo, anegando su alma. La marea convocada por Nora le arrancó la Voluntad.

La bruja, sonriente, atravesó la niebla.

Juan F. Valdivia.

Fuerza de mascarón: el mar, una tormenta, una cacería… y horror.

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Juan F. Valdivia
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Hola a todos.

Soy nuevo aquí, como ya adivinaréis. De hecho ésta es mi tercera entrada en la web. Bastante me ha costado publicar el cuento, que no sé qué pasaba pero me daba todo el tiempo un error de captcha. Pero al final, sin saber cómo, se ha solucionado.

Guay.

Espero que el relato os guste. La brujería no entra para nada dentro de lo que suelo escribir, así que no os cebéis mucho con él ;)

Juan F. Valdivia.

Fuerza de mascarón: el mar, una tormenta, una cacería… y horror.

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En la orilla de mareas extrañas

La idea de este relato es original; parece un capítulo sacado de un libro de aventuras, aunque obviamente de esos donde ganan los malos. El problema que le veo a su lectura es que resulta demasiado descriptivo, ojo: entiendo que la belleza de muchas historias radica precisamente en eso, pero en este caso se me antoja un poco pesada, primero porque lo que narra no contribuye a enriquecer el texto, sino que vuelve una y otra vez sobre algo que se podía contar exactamente igual con menos palabras, y segundo porque existen muchas repeticiones durante todo el texto: humedad, bruma, montaña, ladera, anciana etc. Creo que es algo que se hubiera podido corregir con una revisión más pausada del relato, seguramente habría ganado en pulcritud y hubiera evitado algunas erratas que he encontrado en su lectura: falta de un "de" en "...la impresión de armas clavadas", un "era" en "toda ella era sollozos e hipidos", un "de" en" debía de ha poner perdido el juicio"; así como alguna tilde que se ha quedado atrás, y alguna frase mal construida: " No poder ser"; y el hecho de que los diálogos pasen de pronto a comillas. 
Como digo es una historia bonita que podría crecer con un buen repaso. 

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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Juan F. Valdivia dijo:
Bastante me ha costado publicar el cuento, que no sé qué pasaba pero me daba todo el tiempo un error de captcha. Pero al final, sin saber cómo, se ha solucionado.

Tenemos que encontrar una alternativa a los captchas. El problema es que a día de hoy no podemos prescindir de ellos porque tenemos cientos de bots llamando diariamente a nuestra puerta. Siento las molestias.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Este relato parece sacado del capítulo de una novela de fantasía. Creo que hay más detrás de esta historia, y por supuesto, que no acaba aquí.

Me gusta mucho cómo acaba, pues coge toda la soltura y ritmo que le falta al principio. Y es que el principio y la mitad del relato está tan plagado de detalles que conocemos más las brumas y la humedad que todo lo envuelve que al propio personaje. De hecho, casi cada vez que da dos pasos nos describes aquello que ve. Ya sean las sombras proyectadas por las montañas o el interior de ésta o el viento.

Esto se solventa una vez que conoce a la chica, donde, como ya he dicho, se hace todo mucho más interesante, y no detienes el viaje del protagonista para volvernos a describir algo.

Tambien hay alfunas frases mal constuidas o con algún fallo. Como:

"El, el viento crepuscular típico de las llanuras, dibujaba ondas en la fetra..."

"De su corazón emergía un conjunto de de agujas y edificios ruinosos que daban la impresión armas clavadas en la montaña"

"Más aún, si intenta de mirar a su interior le entraba dolor de cabeza"

Por lo general está bien escrito, así que me temo que es más un descuido que la falta de un buen repaso.

De haber sido un poco más original, le habría dado más puntuación.

Mi puntuación es de 2 estrellas.

 

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Juan F. Valdivia
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Hola a todos.

En primer lugar gracias por los comentarios.

Me fastidia horrores el saber que sigue habiendo faltas: es algo que me pasa siempre, por más vueltas que le doy a los cuentos. De tantas veces que repaso, leo y releo el texto, construyo, reorganizo y reconstruyo las frases, me sucede que mi cerebro entra en algo similar a piloto automático y no veo algunos fallos. Aunque (y que conste que esto no es ni de lejos una defensa) algunas de las expresiones están así adrede, como por ejemplo ‘toda ella sollozos e hipidos’ y ‘La muchacha debía haber perdido el juicio’.

Lo de las reiteraciones, como en el caso de la humedad, también está puesto a posta. Cuando escribo fantasía o terror me gusta elaborar los cuentos lo más visuales, descriptivos y atmosféricos que pueda. Envolventes y, cuando hace falta, opresivos. Vamos, que uno de mis autores de cabecera es Ramsey Campbell. Cuando leo no me gustan los textos ‘demasiado rápidos’; prefiero un cuento que se no tenga miedo a detenerse en tejer ambientes antes que otro que se limite sólo narrar ‘hizo, corrió, saltó, dijo’. No sé si me explico. Por si acaso os suena, un ejemplo de esa manera de escribir lo tenéis en un cuento que leído hace poco: ‘Calcuta, el señor de los nervios’, de Poppy Z. Brite. Posee una acción casi nula, pero describe un escenario y un ambiente que me parecen tan intensos, opresivos y amenazantes como magistrales. Y con eso ya me basta.

Me hace gracia, dicho con todo el respeto del mundo angel, que los dos comentarios coincidan en preferir la parte dialogada a la anterior, más descriptiva. En mi opinión esa parte final es la más floja, más en plan ‘hizo, corrió, saltó, dijo’, en la que no pude seguir añadiendo detalles acuosos y asfixiantes para el protagonista (menos aun plasmar de manera efectiva su nerviosismo y desasosiego). Tampoco había sitio para mucho más debido a la limitación de palabras. Si hubiera dispuesto de un par de miles de palabras más… hubiera quedado mucho mejor plasmada la presencia aplastante de ese ambiente húmedo, anormal para las llanuras, y la manera en que afectaba a la mentalidad ‘de secano’ del protagonista. Y de paso le desarrollaría, sí.

Pero claro, se trata de gustos personales plasmados en mi manera de escribir. Y no todo el mundo debe coincidir en ello.

Inciso: los diálogos no es que ‘pasen de pronto a comillas’, sino que el texto discursivo iniciado con un guion ‘–’ continúa tras el punto y aparte con unas comillas ‘»’. Nada más.

Lo dicho, muchas gracias por los comentarios smiley Me los apunto para una próxima mejora del cuento. Ya sin límite de palabras cool

Un saludo.

Juan F. Valdivia.

Fuerza de mascarón: el mar, una tormenta, una cacería… y horror.

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L. G. Morgan
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A mí también me ha dado la sensación de una parte de algo mayor. Y sin embargo creo que el final cambia bastante esa percepción, dejando una historia bien cerrada y completa en sí misma. Pero, se intuye que podría haber mucho más, que Bosse no tiene por qué acabar aquí, que se perdería grandes aventuras XD Me ha gustado mucho el género escogido (que yo no me esperaba, tal vez porque tenía otras referencias en mi cabeza) y el escenario y los nombres.

Por otra parte, coincido en lo que dices de la ambientación, yo le concedo gran importancia. La primera parte me ha gustado mucho por ello. No obstante, opino como los compañeros respecto a algunos detalles. Teniendo en cuenta que esto es un relato, limitado a 3000 palabras, me resulta excesivo tanto hincapié en la única ladera, las sombras cambiantes y la humedad en aumento. No es una cuestión de descripciones, es más bien del peso que adquieren esos aspectos (un poco desproporcionado) sobre el conjunto.

Sobre erratillas, he encontrado algún infinitivo que no venía a cuento, algún que sobrante y construcciones del tipo: "Más aún, si intenta de mirar a su interior le entraba dolor de cabeza", que deberías corregir como "Más aún, si intentaba mirar en su interior le entraba dolor de cabeza".

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L. G. Morgan
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Me olvidaba:

★★★☆☆

 

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El relato como cuento es original y está bien; parte de elementos fantásticos y un entorno casi onírico y misterioso. Ahora, me he perdido varias veces debido a las numerosas repeticiones que haces sobre la descripción del paisaje, y en más de una ocasión me ha costado seguir el hilo de la historia. Coincido con mis compañeros en que aparenta proceder de una trama mucho más compleja y que la extensión máxima de palabras se le queda muy justa. Sin embargo, además de una revisión de erratas, creo que le hacía falta algo de reposo para poder limar todas esas reiteraciones que no aportan nada y así aprovechar el margen que quede para profundizar más en el tema principal. ¿Me explico?

Me parece muy valiente que te atrevas a escribir un relato sobre brujería cuando dices que este no es tu estilo, y para ser el primero está bastante bien. Pero según el criterio que me he marcado, no sería justa si te diera más de 2 estrellas

★★☆☆☆

Un saludo y bienvenido al foro :)

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Sanbes
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Juan F. Valdivia dijo:

Hola a todos.

En primer lugar gracias por los comentarios.

Me fastidia horrores el saber que sigue habiendo faltas: es algo que me pasa siempre, por más vueltas que le doy a los cuentos. De tantas veces que repaso, leo y releo el texto, construyo, reorganizo y reconstruyo las frases, me sucede que mi cerebro entra en algo similar a piloto automático y no veo algunos fallos. Aunque (y que conste que esto no es ni de lejos una defensa) algunas de las expresiones están así adrede, como por ejemplo ‘toda ella sollozos e hipidos’ y ‘La muchacha debía haber perdido el juicio’.

Lo de las reiteraciones, como en el caso de la humedad, también está puesto a posta. Cuando escribo fantasía o terror me gusta elaborar los cuentos lo más visuales, descriptivos y atmosféricos que pueda. Envolventes y, cuando hace falta, opresivos. Vamos, que uno de mis autores de cabecera es Ramsey Campbell. Cuando leo no me gustan los textos ‘demasiado rápidos’; prefiero un cuento que se no tenga miedo a detenerse en tejer ambientes antes que otro que se limite sólo narrar ‘hizo, corrió, saltó, dijo’. No sé si me explico. Por si acaso os suena, un ejemplo de esa manera de escribir lo tenéis en un cuento que leído hace poco: ‘Calcuta, el señor de los nervios’, de Poppy Z. Brite. Posee una acción casi nula, pero describe un escenario y un ambiente que me parecen tan intensos, opresivos y amenazantes como magistrales. Y con eso ya me basta.

Me hace gracia, dicho con todo el respeto del mundo angel, que los dos comentarios coincidan en preferir la parte dialogada a la anterior, más descriptiva. En mi opinión esa parte final es la más floja, más en plan ‘hizo, corrió, saltó, dijo’, en la que no pude seguir añadiendo detalles acuosos y asfixiantes para el protagonista (menos aun plasmar de manera efectiva su nerviosismo y desasosiego). Tampoco había sitio para mucho más debido a la limitación de palabras. Si hubiera dispuesto de un par de miles de palabras más… hubiera quedado mucho mejor plasmada la presencia aplastante de ese ambiente húmedo, anormal para las llanuras, y la manera en que afectaba a la mentalidad ‘de secano’ del protagonista. Y de paso le desarrollaría, sí.

Pero claro, se trata de gustos personales plasmados en mi manera de escribir. Y no todo el mundo debe coincidir en ello.

Inciso: los diálogos no es que ‘pasen de pronto a comillas’, sino que el texto discursivo iniciado con un guion ‘–’ continúa tras el punto y aparte con unas comillas ‘»’. Nada más.

Lo dicho, muchas gracias por los comentarios smiley Me los apunto para una próxima mejora del cuento. Ya sin límite de palabras cool

Un saludo.

Ante todo, bienvenido ;)

Me alegro que te lo tomes bien. Este es el truco para mejorar. Aunque a veces cuesta un poco digerir un mal comentario. Lo mejor es, una vez en frio, estudiarlo con calma y llegar a la conclusión de si el lector tiene razón o consideras lo contrario. Como tú dices, para gustos colores, lo que a mí no me gusta a otro le encanta. Lo bueno de este concurso es que al final tendrás bastantes opiniones. Si todos, o la mayoría concidimos en lo mismo, entonces es hora de plantearselo seriamente.

Lo de las faltas te entiendo perfectamente, y te aseguro que aquí vas a mejorar mucho en ese aspecto. El año pasado yo envíe un relato sin acentos en los sí afirmativos, los guiones de dialogos cortos, más faltas y luego un poco de faltas adicionales. Y gracias a los comentarios hoy escribo mucho mejor en este sentido. Claro que siempre se cuela alguna. Pero que le vamos a hacer.

Yo tengo Influencia, de Ramsey Campbell. Confieso que no pude leermelo entero. No me enganchaba. Aunque algún día volveré a darle una oportunidad.

Lo dicho, bienvenido por aquí y suerte con el concurso.

 

 

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Me encanta este relato. Me chifla el Señor de Poniente, el ondulante Mar de Hierba, el extraño viento Tarane, Dol–­Gabbar, La Montaña De Una Sola Cara, Mabarse, la mítica ciudad eterna e ilimitada. Pese a las numerosas erratas, me gusta mucho cómo está escrito. Pero parece que cerca del final el autor se ha topado con un muro peor que el de la niebla, el de un inoportuno límite de palabras. Y aunque se las ha arreglado para concluir de un modo muy ingenioso, Bosse, como dice Morgan, no puede terminar así. Aparte de eso, quedan muchas cosas por tratar, por ejemplo qué pasó con Shara, que parece, o eso pensé yo, haber sido convertida en yegua por obra de un encantamiento, y sobre todo hay que hablar largo y tendido y dedicar páginas y páginas a describir esa pegajosa, untuosa, intratable humedad. Es broma, pero solo a medias. A mí no me importa que me cuenten lo mismo cincuenta veces si es con buenas palabras, como es el caso, la verdad es que no me di cuenta de que se insistía tanto en ello.

3,5 estrellas

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Lord_Ruthven
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Poblador desde: 28/06/2013
Puntos: 929

Debo decir que en el caso de este "juez" la temática no juega a favor del autor; no soy un buen lector de fantasía. No obstante el apostar por esete género me parece adecuado e incluso un acierto. El relato en sí tiene una trama original y un desenlace sorprendente. No obstante he de decir que me ha costado mucho seguir la historia, hay veces que me pierdo. Y eso es un problema grave, porque si de algo trata la narrativa es de narrar, de contar historias.Creo que alargando el relato, pasando mejor de una escena otra y dibujando algo mejor los personajes ganaría bastante.

2 estrellas

enlightenedenlightened

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

A ver, de este relato me estaba encantado la narrativa. Creo que está muy bien escrito y tiene frases que crean imágenes muy buenas.

Sin embargo, al llegar al final como que se me ha desinflado. No sé, me ha dado la sensación de que ha habido demasiado adorno para como acaba, como si al ajustarse al desenlace solo tuviera fuerza la última parte y todo lo demás sobrase.

En lo formal, además de dedazos y unos cuantos "de" de sobra, hay un laísmo (ríndela pleitesía), un ahí que debería ser allí y alguna frase rara que necesita pulido: “ Más aún, si intenta de mirar a su interior le entraba dolor de cabeza”.

Es la votación que más me ha costado porque me debato entre el peso del tema, cómo está llevada la historia y lo que me ha gustado el estilo narrativo.

Mi puntuación es 3 estrellas

 

 

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Hola, Juan. Menudo relato, creo que se ve encorsetado pero tiene una prosa novelesca de altura.

Más que a Campbell, me recordó a Tim Powers, aunque puede ser por el título.

El género usado es bien llevado: en su prosa, sus descripciones, su fantasía y el mundo que lo rodea; sobre todo aquello que solo nombras y que el lector construye en su imaginación alentado por esos nombres fantásticos que riegan tu relato. Buen trabajo.

El tema propuesto no concierne a la trama, aunque la mueve y viste a uno de los personajes: la bruja. La historia es una norma en los cuentos clásicos rusos tratado con prosa novelesca, yo lo veo así.

Coincido en los comentarios de los compañeros, no añadiría nada más. Recalco que todos los comentarios son excelentes y que deberías plantearte si revisas de nuevo el trabajo. Solo recalco que le falta extensión ya que está desproporcionado en sus partes. El desenlace es abrupto y tan diferente que salta a la vista el problema de la extensión. Pero eso ya lo sabes.

Coincido en tu comentario al decir que con unas miles de palabras más hubiera quedado genial, pero no las hay. Tal vez deberías haber guardado la obra para más tarde. Yo la veo bien trabajada hasta ese punto en el que comentamos todos.

Creo que el problema es, además de un límite de palabras más extendido, el estilo de prosa que usas. Como ya he dicho es muy novelesco, pausado. Te recreas demasiado en el escenario y en las descripciones, que es un gustazo para algunos lectores como yo, pero que solo se puede uno permitir cuando no tiene un corsé que lo limite. Por ello y por dejarme sin saber qué pasa en el verdadero final de la historia (sí, creo que la historia real sigue hasta cerrar todos los cabos como la montura, el rey, la bruja y el destino del protagonista) solo puedo puntuarlo con:

★★☆☆☆

Es una lástima ya que se nota tu talante de escritor y está muy por encima de esta puntuación. Se nota en el estilo, lo mantienes con naturalidad, recreas esa presión de la bruma y consigues mantener al lector pegado a la página tan solo con descripciones, eso es una cosa maravillosa. Gracias por compartir tu trabajo.

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

El relato está escrito con un estilo cuidado a pesar de las erratas tipográficas. La descripción de la Montaña, cuando es rodeada a caballo, es uno de sus puntos fuertes, pero la historia se alarga en demasía para mi gusto hasta el encuentro con Nora. Las descripciones son cuidadas pero abundantes (repito: para mi gusto) y las referencias al pasado del héroe (su búsqueda de un remedio para el Rey) y a ese concepto mágico de la Voluntad es cierto que nos sitúan en perspectiva, pero se revelan inútiles de cara a un desenlace que introduce esa idea de la transgresión temporal causada por mareas mágicas.

Es un buen relato de aventuras que posee poca consistencia argumental, en el sentido de que el origen y las motivaciones del protagonista tienen poca relación respecto al desenlace. No me he podido quitar de encima la sensación de leer una historia incompleta.

Aún así se consigue que esa montaña de una sola cara sea memorable y que los elementos fantásticos (esa misma montaña, la idea final de la trasgresión temporal) sean muy sugerentes. Agradabilísima lectura y genial ambientación (un poco extensiva, de nuevo, para mi gusto) que esconden una historia que sabe a poco, que me deja a medias.  

 

3 estrellas.

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JFB
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Poblador desde: 05/03/2012
Puntos: 125

Creo que es un relato bien escrito, y da la sensación de ser sólo una parte, una ventana a un mundo mucho mayor que quizá deba desarrollarse más. Yo no estaré ahí para leer su continuación, pero le animo a seguir por esa via porque mimbres hay, y lectores seguro no le faltan. La fantasía no es para mí (salvo unas pocas excepciones), pues tengo el defecto de pensar que de las mismas ideas de siempre se obtienen diferentes resultados con tan sólo inventar nombres y cambiar adjetivos. Y de nuevo la brujería como factor testimonial. Sea como fuere, unas cosas con otras, y porque me perdí a media historia y ya no recordaba de qué iba la cosa...

Mi nota: 2.5

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Esos todos fallos ortotipográficos y sintácticos ya comentados entorpecen un tanto la lectura, pero aun así me ha gustado mucho la fabulosa ambientación, aunque ese final también a mí me ha resultado un tanto desinflado:

Tres estrellas y media:

***´

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

“Más aún, si intenta de mirar a su interior le entraba dolor de cabeza. “
“Optó por seguir pared pero
“Muchos de los edificios, aun en estado ruinoso, superaran en altura a la cúpula del bosque. ”
“Ahora, caminando entre ellas daban la sensación de que estar sobredimensionadas. ”
No poder ser. ”
“La niebla se pagaba untuosa”

Señalo algunas erratas porque son  más de una o dos, y se llegan a hacer notorias. Pero nada que una revisión más pueda solucionar ;-)
El relato me ha gustado mucho. Me encantan las historias de espada y brujería. Que el viento tenga un nombre, al igual que los monstruos y las montañas, le dan solidez al mundo en el que se desarrolla todo. Parece que se nos muestra sólo una parte de las aventuras de Bosse, y la verdad es que tras leer quedan ganas de más.
Cuando la niña acepta ayudarlo, se nota que hay algo turbio detrás, que va a hacerle alguna jugarreta al héroe. Es demasiado evidente, en mi opinión.
La ambientación me ha gustado, pero quizás en un relato de esta extensión, debería haber sido algo menor.
La verdad es que me deja muy buen sabor de boca.
3,5 estrellas.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Lo primero, tienes muy buen pulso narrativo: a pesar de las erratas (que hay un buen puñado, demonios), la prosa fluye muy bien y, sobre todo, perfila muy bien el escenario, algo indispensable en la fantasía épica. Me ha parecido un trasfondo fascinante, lleno de posibilidades. Bravo.

Por el contrario, no tengo muy claro que sea propiamente un relato de brujas, al menos no con la perspectiva que has elegido. Está claro que la parte más interesante es la de la propia bruja, pero todo el foco narrativo está en el otro lado (el rey, el héroe, etc.). Sería casi como considerar que la historia de Perseo es de brujas, no sé si me explico.

En cualquier caso, un placer leer el relato.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Fantasía épica narrada con intensidad, pero con frecuentes errores que se habrían evitado con una buena revisión extra, y me temo que falto de ritmo, algo descompensado en cuanto a descripción y acción. Ni el caballero en busca del Macguffin (por decirlo así), ni la bruja son excesivamente originales o sorprenden, y lo mismo ocurre con su inevitable confrontación. Sí me llama la atención esa Voluntad, esa forma de poder que se describe levemente, pero cuyo interés se diluye en un relato que me ha sabido a poco.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Juan F. Valdivia dijo:
Cuando leo no me gustan los textos ‘demasiado rápidos’; prefiero un cuento que se no tenga miedo a detenerse en tejer ambientes antes que otro que se limite sólo narrar ‘hizo, corrió, saltó, dijo’. No sé si me explico.

 

Me ha encantado esto. Creo que lo usaré si tengo que describirle a alguien cuál es mi estilo; yo soy de los de "hizo, corrió, saltó, dijo" no

Enrevesado, directo, recargado, ágil... hay muchas formas de escribir, igual que hay muchas formas de pensar o de sentir. Para mí todas pueden ser válidas. Eso sí, luego hay que saber utilizarlas bien y sacarles partido.

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Uriel
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Poblador desde: 21/11/2014
Puntos: 76

Uriel dijo:

En la orilla de mareas extrañas

La idea de este relato es original; parece un capítulo sacado de un libro de aventuras, aunque obviamente de esos donde ganan los malos. El problema que le veo a su lectura es que resulta demasiado descriptivo, ojo: entiendo que la belleza de muchas historias radica precisamente en eso, pero en este caso se me antoja un poco pesada, primero porque lo que narra no contribuye a enriquecer el texto, sino que vuelve una y otra vez sobre algo que se podía contar exactamente igual con menos palabras, y segundo porque existen muchas repeticiones durante todo el texto: humedad, bruma, montaña, ladera, anciana etc. Creo que es algo que se hubiera podido corregir con una revisión más pausada del relato, seguramente habría ganado en pulcritud y hubiera evitado algunas erratas que he encontrado en su lectura: falta de un "de" en "...la impresión de armas clavadas", un "era" en "toda ella era sollozos e hipidos", un "de" en" debía de ha poner perdido el juicio"; así como alguna tilde que se ha quedado atrás, y alguna frase mal construida: " No poder ser"; y el hecho de que los diálogos pasen de pronto a comillas. 
Como digo es una historia bonita que podría crecer con un buen repaso. 

2 estrellas

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