FALLAS GENÉTICAS

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Imagen de Juan Pablo Goñi Capurro
Juan Pablo Goñi...
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Poblador desde: 07/02/2015
Puntos: 40

Abandonó su silla, se sentó a horcajadas sobre mis piernas y me rodeó el cuello con sus brazos, para darme el beso más sonoro que recuerde. En la mejilla, Magdalena no gasta besos en la boca con sus amigos gays.

            Tenía doce horas para preparar mi bolso y partir con ella a las sierras. Por contrato, Magdalena podía tener consigo un asistente; esa sería la excusa para introducirme en el rodaje. Acepté, a pesar que no tenía idea de las labores de un asistente; soy gay, sí, pero no todos los gays sabemos de maquillaje o peinados. Soy gasista de profesión y cazador de vocación -hobby que me valió ser escogido para acompañarla. Aún así, era impensado llevar una escopeta, ¿cómo disimularla en el equipaje? Cargué una pistola de 9 mm, para dejarla tranquila, en tanto repasaba la extraña conversación que habíamos sostenido.            Según mi actriz favorita y amiga íntima Magdalena Ríos, Sol Eliaga, la más rutilante y requerida estrella joven del país, era una bruja. ¿Cómo no pensar que bromeaba? Sol era bella desde todos los ángulos, se acercaba sin prisas a los veinticinco años y poseía un encanto propio de las hadas, no de las brujas. Lejos de mí decirle todo eso a su competidora, bastó con expresar que no creía el rumor.

            Pasó entonces a contarme que hechizaba a los productores y a los directores para obtener los papeles que quería. Que todos en el medio lo sabían pero no se atrevían a confiarlo a la prensa por miedo a ser tratados de dementes o sufrir una revancha en forma de hechizo catastrófico. Seguí sin aceptarlo, para cualquier observador era la envidia la que motorizaba los rumores contra los triunfadores, aunque vale reconocer que jamás había oído uno de esa clase. Trató de convencerme dando nombres de gente que yo desconocía, atribuyendo a sortilegios provocados por Sol una serie de desgracias que les habían acontecido; cuando no conseguía un papel su venganza era temible. Y esta vez Magdalena tenía el rol que ella había pretendido sin éxito.

            Acepté acompañarla porque me asustó el temor que noté en sus ojos canela, aún sin creer en absoluto la historia. Las brujas eran viejas, feas, encorvadas, vestían harapos y viajaban en escobas; Sol era dulce a más no poder. ¿De dónde había sacado mi amiga sus cuentos?; supuse que habían bromeado con ella y se lo había tomado a pie juntillas. Y tenía pánico. Por más buena actriz que fuera, su miedo era real como la lluvia que comenzaba a caer desde los cielos de Buenos Aires, horas antes de la partida. Agregué un impermeable al equipaje. Con media hora de anticipación, chorreando agua sobre el felpudo de la puerta, me presenté ante el timbre de Magdalena, ignorando el tenor de las experiencias que viviría.

 

            Tras un viaje sin contratiempos, argumento que utilicé intentando disminuir la aprensión de mi amiga, nos instalamos en una habitación con dos camas. La luz se cortó a los pocos minutos de nuestra llegada, provocando que Magdalena se metiera vestida bajo la ducha, para abrazarme.

            -¡Te lo dije, te lo dije! Es una bruja que no nos va a permitir hacer la película.

            Arruinado el baño reparador que siempre me dedico tras un viaje largo, siete horas esta vez, la saqué de la bañera, la sequé y le expliqué que estábamos en Argentina, donde los cortes de luz son casi tan frecuentes como los embotellamientos. Casi la tenía convencida cuando un trueno resonó haciendo temblar las flacas paredes de la habitación; un haz de luz recorrió el cuarto como si estuviera buscándonos. Huelga describir los alaridos que dio y la forma en la que se aferró a mi cuerpo todavía desnudo -situación que todo hétero me envidiaría, pero que me resultó molesta y sofocante.

            El director planeaba utilizar la noche para realizar las primeras tomas; la falta de electricidad no era un problema, la filmación se abastecía con un grupo electrógeno. Pero la lluvia quizá lo fuera. Abrí la persiana para ver cuál era la intensidad de la tormenta y me golpeó en los ojos un sol tremendo, único ocupante del espacio celeste. Cerré las hojas de madera antes que Magdalena lo advirtiera, sin comprender lo sucedido. Las tormentas veraniegas son rápidas en formarse y desaparecer, pero el cielo no se cubre y se despeja en menos de diez minutos. Me dije que lo que creímos un trueno había sido un mueble pesado, moviéndose; y la centella, una linterna. Satisfecho con las repuestas a posibles planteos de Magdalena, le sonreí mientras se vestía.

            Dejó caer la toalla y quedó desnuda; enfrentó el espejo de la habitación y me dio la espalda. Poseía un cuerpo estupendo y una piel pálida con la firmeza del marfil. Disfrutaba contemplarla como se disfruta un cuadro o una sinfonía; era habitual que me pidiera que resaltara sus defectos, tarea imposible el noventa por ciento de las veces. Para mi fortuna, no me lo pidió esta vez, pese a que la película incluía desnudos. ¿Cómo le hubiera dicho que en su espalda, bajo los omóplatos, se había formado una serpiente, con escamas incluidas? Asustado, coloqué mi pistola en la cintura, debajo del pantalón y la camisa, en tanto ella se maquillaba.

            Una van nos trasladó hasta las colinas. Hacia arriba, piedra, pasto y algunos árboles aislados, difíciles de identificar. En el pie del cerro, en cambio, muchos eucaliptos. Junto a ellos, dos carpas blancas, amplias, con sillas y espejos; los camarines. Magdalena se ubicó cerca de la puerta, como si presintiera que huiríamos de allí. Noté sus manos trémulas. La escena a filmar incluía vestuario de época, una capa pesada -¿dije que se trataba de una película de brujas?- que evitó que mi amiga descubriera su espalda. Estaba fresco en esa zona alejada de la ciudad; se agregó un suéter ligero antes de colocarse la prenda que le acercó la vestuarista. Acabado el paso de la maquilladora, dejó su silla. Le apreté un instante la mano, me gratificó con una sonrisa.

            Ignorante de lo que sucedía en su espalda y sin haber reparado en el curioso fenómeno celeste, quizá porque abandonamos el hotel con el crepúsculo, Magdalena se reunió con el director, que observaba la colocación de los faroles. Me quedé en un segundo plano. Restaba un poco de claridad, se distinguían las estrellas más madrugadoras en el firmamento. Me distraje observando cómo cada operario hacía su parte, concentrados en su tarea; el ruido me tomó de sorpresa, me llegó junto con los gritos y el rumor de pasos corriendo. Alcé la vista; un eucaliptus con un tronco de grueso diámetro había caído sobre el acoplado que llevaba el generador. Luego vi el dorado cabello de Magdalena sobre mis ojos; la chica lloraba y repetía “te lo dije, te lo dije”. Por sobre sus hombros estudié la situación. El director, furioso, pateaba algunos artefactos; varios hombres se acercaban al tronco, que había caído como si una mano gigante lo hubiera arrancado de raíz para arrojarlo sobre el generador. Algunas mujeres se acomodaban las ropas. Controlé que no hubiera otro árbol a punto caer antes de conducir a Magdalena a su sitio en la carpa blanca. No habría filmación por esa noche.

            Comenzó a quitarse el vestuario sin aguardar la orden del director. Prisa que le valió correr sin tropezarse, como ocurrió con otros. A punto de eliminar el maquillaje del rostro, liberada de la capa y las curiosas botas que se había colocado para filmar, por el piso comenzó a correr agua. Esta vez no intenté consolarla, por el contrario, la tomé del brazo y corrí con ella hacia la van que nos había traído. El agua bajaba de la sierra y pronto fue un torrente que arrasó con las carpas y los equipos de luces, entre gritos y manotazos de actores y otros trabajadores. Subimos al vehículo. Tenía las llaves colocadas. Dos actores quisieron llegar pero tropezaron al correr con el pesado ropaje que aún tenían puesto. El agua se acercaba a la van y arranqué, estimulado por los gritos de Magdalena.

            Busqué alguien que pudiera rescatar pero no hallé; aceleré, tomé la huella y me alejé unos doscientos metros, antes de detenerme. Por el espejo no pude apreciar la situación. Descendí, pese a las protestas de mi amiga, y observé el sitio escogido para la filmación. La luna inmensa y llena era mi única iluminación; divisé las tiendas blancas muy lejos de su lugar original pero no conseguí determinar si el agua continuaba inundando el paraje o se había marchado, tan súbita como había llegado. Aproveché para crear una explicación para la rubia que temblaba en el asiento de acompañante, aunque mi imaginación estaba superada por tantos acontecimientos repentinos. De paso, corrí de lugar la pistola, que me molestaba. Para entonces, sabía que mi precaución había resultado inútil, de nada me servía la 9 milímetros.

            -No puedo ver, Magda, mejor nos volvemos al hotel y avisamos a las autoridades, ellos deben tener equipos de rescatistas, es habitual que los ríos serranos crezcan de golpe y se desborden.

            El enunciado funcionaba en Córdoba, donde las cumbres solían mantener nieve que se derretía y provocaba los torrentes. Ignoraba si pasaba lo mismo allí. Mi amiga estaba en silencio, con las piernas sobre el asiento, aferrándolas, mirando hacia adelante. Sin ver, intuí. Decidí callarme y busqué el camino de vuelta. La van carecía de GPS,  que seguí el camino de tierra considerando que me llevaría al asfalto, donde habría carteles que señalarían como dar con la ciudad.  Tres horas más tarde continuaba recorriendo huellas y senderos, sin haber avistado pavimento alguno. La luna permitía avanzar sin demasiados temores, pero apenas vi una luz encendida, cien metros a la derecha, decidí ir por ayuda.

            Se trataba de una casa pequeña, sobre la ladera de una sierra más escarpada y agreste que la escogida por el director. Hallé una tranquera y conduje hasta que el camino se terminó. El resto, a pie. Ninguna proeza, serían veinte metros, máximo. Magdalena lo convirtió en un tramo complicado; se negó a quedarse en el vehículo y se colgó de mi brazo, la subí como si fuera un peso muerto. Comprendí que el terror le impedía razonar y moverse con normalidad.

            A unos tres metros de la puerta, di varias palmadas. La luna estaba a espaldas de la casa y no distinguía bien el frente, sólo advertí la puerta y dos ventanas, una de ellas con la persiana a medio bajar, permitiendo el paso de la luz que viera desde el camino. Sin perros. Una voz de mujer respondió desde el interior.

            -¿Sí?

            -Por favor señora, somos de la capital y estamos perdidos, ¿nos podría ayudar a encontrar el camino de vuelta a Tandil?

            La mujer era pequeña, apenas si llegaba al metro y medio. Abrió. Pasé la mano por la espalda de Magdalena para acomodarla mejor y sostenerla contra mi flanco.

            -Sí que se han perdido, pasen.

            Me sorprendió mi amiga al avanzar sin temor hacia la puerta. La señora se corrió y nos dejó ingresar a una sala amplia, despojada, con un hogar muy grande. La luz provenía de un farol que pendía de una de las vigas del techo. Bajo el farol, una mesa de madera dura, rústica. Había sillas del mismo tenor, una alacena larga cubierta de frascos que parecían de especies, y finalmente, una mecedora junto al hogar, donde había una parrilla. Deduje que lo utilizaría de fogón. En el ambiente no había aparatos electrónicos, con excepción de una vieja radio Spica, a pilas. Magdalena se sentó junto a la cabecera, dejando la misma para la dueña de casa. Con pasos cortos, lo ocupó.

            -Nos pasó algo terrible, un árbol fue arrancado y cayó sobre el generador que usábamos para las luces de la filmación. Luego, un aluvión de agua se llevó las carpas, creo que somos los únicos sobrevivientes. La filmación está embrujada.

            Magdalena habló en compensación por su silencio del viaje. Traté de minimizar sus dichos pero no me lo permitió, insistió una y otra vez con su relato, bastante más extenso que el que transcribí. Incluso agregó cadáveres flotando, hecho que nunca vimos.

            -Por suerte pudimos escaparnos. Íbamos para el hotel pero ella no nos deja llegar, cambia los caminos para que no encontremos el correcto, nunca vamos a salir de acá.

            Era una interpretación que no esperaba, culpar a la supuesta bruja de mi incapacidad para orientarme me pareció un exabrupto. Quise intervenir pero la mujer me detuvo, muy interesada en el relato de Magdalena -que, como correspondía a buena actriz, estaba cargado de inflexiones. Me dediqué a observarla; tenía ojos pequeños, arrugas que caían sobre sus mejillas y sin embargo la frente era lisa. El cabello gris, recogido por la nuca. Vestía un batón, gastado. En el interior estaba cálido pese a que la noche se había vuelto casi fría. Dijo una sola palabra.

            -¿Ella?

            -Sol, Sol Eliaga, la famosa actriz. Es una bruja, una bruja que nos va a destruir porque quería mi papel en la película.

            -Basta Marga, vas a intranquilizar a la señora con tus cuentos, de ser así hubieras muerto vos y acá estás, viva.

            Magda me dirigió una mirada propia del personaje que interpretaba en la película por el momento frustrada. La mujer no me dedicó siquiera una mirada. Quizá mi intervención fue muy brusca, quería terminar con el cuento de brujas y obtener la información que nos permitiera llegar al hotel.

            -Sol, creo que la he oído nombrar, en la radio -señaló la Spica- Sí, dicen que es una chica muy bonita.

            -Bonita pero bruja.

            -Y ustedes quieren llegar a Tandil.

            Intervine, aprovechando la mención de nuestro objetivo.

            -Al Hotel Argentino, en el centro.

            Me miró por primera vez desde que comenzara la conversación.

            -¿El Hotel Argentino?

            -Sí.

            -Nunca van a  llegar.

            Magdalena se dejó caer sobre la mesa, hundida su cabeza entre los brazos.

            -Acaban de darlo por la radio, el Hotel Argentino se derrumbó hace veinte minutos, cayó todo, hasta los cimientos. No se sabe cuántos muertos hay.

            Veinte minutos, de haber dado con el camino en seguida, hubiéramos estado entre los muertos. Me estremecí y alargué una mano para tomar la de Magdalena. Noté sus convulsiones, lloraba en silencio.

            -Parece que se han metido con una bruja muy poderosa.

            Los nervios, el pánico, la revelación del destino al que habíamos escapado, me provocaron la necesidad de hacer un chiste. Y lo hice.

            -Muy poderosa pero con mala puntería. Nos quiso matar tres veces y falló.

            -Cuatro, contá la del rayo y la centella que se paseó por la habitación.

            Tras la frase, Magdalena volvió a esconder su cara. Ellas no rieron y yo tampoco. La mujer pareció pensar unos minutos, luego asintió.

            -Tiene razón joven, poderosa pero sin puntería. ¿Quién era así?

            Quedé helado mientras la mujer evocaba sus recuerdos. Mi mano quitó presión a la de Magdalena, que, extrañada, volvió a elevar su rostro. Mirándome, comprendió el sentido de la frase de la mujer.

            -¿Eliaga, dijiste?

            -Su nombre artístico, ella tiene un nombre polaco, Eliwa, eliwos…

            -¡La polaca, claro!

            La mujer se paró y abrió una puerta que conducía al interior. Me incliné hacia mi amiga.

            -¿Esta mujer es una bruja también?

            -Ojalá, así puede salvarnos.

            Cesó el diálogo, los pasos informaban el retorno de la mujer. ¿Magdalena, con su miedo patológico a la brujería, estaba cómoda con una que quizá lo fuera? La mujer traía un libro forrado en cuero, muy gastado, hojas de color amarillento.

            -Los genes, los genes. Los genes nos condenan, la polaca nunca aceptó su mala puntería y se la pasó perdiendo oportunidades, cuando era la más poderosa que conocí. Esta tiene que ser… ¿es joven?

            -Menos de veinticinco.

            -La nieta entonces. De la orden de Escluvus. Qué trabajo me han dado estas tontas, siempre quieren pasarse. Pero nunca una como la polaca.

            La mujer comenzó a leer, olvidándose de nosotros. Quedamos en silencio, tomados de ambas manos por sobre la mesa rugosa. La mujer dejó el libro, cerró los ojos y unió sus manos. Balbuceó palabras incomprensibles. La mesa comenzó a sacudirse, se elevaba del piso y  las patas se arqueaban en movimientos imposibles, como quisieran largarse. Los movimientos continuaron una y otra vez. Aterrados, con los dedos doliéndonos de tanto aferrarnos uno al otro, sentimos una bocanada de aire gélido que penetró en el recinto por la boca del hogar. Tras ello, una llamarada se encendió por sobre los cabellos de la señora, para pagarse segundos más tarde. La mesa cayó al suelo y cesó sus movimientos.

            -Ah, esta polaca es como la abuela. La madre no sé, porque nunca se pasó de viva, pero esta terminó su carrea de bruja. Las Escluvus tienen muchos poderes pero son la más fáciles de desarmar. Fíjense, mezclar los caminos y dejarlos justo frente a mi puerta. Para ir a Tandil, siga por donde venía, unos cien metros, doble a la izquierda y vaya derecho, va a dar con la ruta.

            Agradecimos, nos despedimos y partimos. Se me ocurrió encender la radio de la van, estaban todas las estaciones dedicadas al conmovedor derrumbe del hotel. Hallé el desvío indicado por la mujer, una pendiente en subida. Desde lo alto, con la ayuda de nuestro satélite lunar, descubrí que Sol no tenía tan mala puntería: el sendero que acabábamos de abandonar continuaba otros cien metros para quedar interrumpido sin aviso por un gigantesco cráter, cuyo fondo no pude divisar. Magdalena se me acercó, estremecida. Pasé una mano por su espalda; las escamas no estaban. Aceleré, di con el cemento y encaré directo a Buenos Aires.

            Pasé cinco años antes de volver a Tandil -mi pareja quería conocer la Piedra Movediza. Estuvimos cinco días recorriendo todo el partido, en auto, a caballo y haciendo  caminatas. La casa de la vieja no apareció en nuestro camino, así como Sol Eliaga no volvió a aparecer en los medios.

 

 

 

 

 

 

 

 

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Relato admitido a concurso.

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Hola de nuevo, Juan Pablo. Esta historia es más extensa y llena de acción. Enhorabuena por tu trabajo.

El ritmo es un poco forzado, incluso el equilibrio se desnivela al final de la historia dejándonos con ganas de saber qué pasó, pues dejas muchos cabos sueltos: la producción, la serpiente, los muertos, el destino de Sol, el futuro de Magdalena, quién era la bruja del camino… y sobre todo un enfrentamiento con Sol. El encuentro con la bruja del camino es un Deux Machina que deja al lector poco convencido.

Es una historia trepidante que te mantiene de bote en bote corriendo de aquí para allá, en tensión, pero no cumple con un desenlace y un clímax adecuado. Creo, y seguramente tenga razón pues a todos nos pasa lo mismo, que te quedaste atrapado en el límite de palabras. Una historia demasiado larga para tan poco texto. De todas formas es divertida y el personaje narrador está muy logrado.

Mi voto es para un relato que entra en la temática y que carece de un final adecuado al entramado de la historia.

★★☆☆☆

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Lord_Ruthven
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Poblador desde: 28/06/2013
Puntos: 929

Me gusta el enfoque que has dado al tema de la brujeria. El principio es prometedor aunque luego se desinfla un poco. No entiendo por qué el personaje más culino remarca su homosexualidad, no tiene ninguna influencia en la historia. La escena de la ducha me ha resultado liada...en un priemr momento el que está desnudo es él y acto seguido es ella... o me he saltado algo o no sé Y tampoco acabo de entenderlo de la serpiente en la espalda

 

Dos estrellas mailmail

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Relato entretenido, la gran parte de él bien escrito, salvo alguna frase mal estructurada

La idea general me ha gustado. Esa actriz temerosa de ser victima de los poderes de a quien le ha quitado el papel. Me parece una buena historia, incluso parece una buena trama para un relato sobre películas malditas.

Ahora bien, no entiendo porqué el protagonista saca una pistola de la nada. Y el final, con el encuentro en la casa de la otra bruja, me parece muy forzado y consigue sacarte por completo del relato. También estaría bien una explicación sobre la serpiente que aparece en la espalda de la protagonista

Arreglando estos fallos estoy seguro que podría quedar un relato muy bueno

2'5 estrellas

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

El estilo es muy bueno, ágil y seguro, pero la historia no me ha convencido. El planteamiento es interesante pero creo que el relato no termina de despegar, y se viene abajo definitivamente a partir de la visita a la casa de la anciana, con una resolución que he encontrado poco satisfactoria.

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JFB
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Poblador desde: 05/03/2012
Puntos: 125

Para mi gusto de lectura, un relato demasiado denso. No tanto como alguno que otro que me ha hecho abandonar a la mitad, eso sí. Este lo he terminado, pero me pierdo entre tanta descripción, entre tanto giro argumental, entre tanta información. Al final, no me entrero (nunca mejor dicho) de qué va la película.

El director, furioso, pateaba algunos artefactos; varios hombres se acercaban al tronco, que había caído como si una mano gigante lo hubiera arrancado de raíz para arrojarlo sobre el generador. Algunas mujeres se acomodaban las ropas. Controlé que no hubiera otro árbol a punto caer antes de conducir a Magdalena a su sitio en la carpa blanca. No habría filmación por esa noche.

 Construcciones extrañas como esta que he citado (¿a qué viene, justo en el momento en que acaba de caer un arbol, que algunas mujeres se acomodasen sus ropas? ¿qué nos importa eso?). Es que o bien no me da tiempo a asimilar tanto de golpe, o me encuentro frases que me sacan de la escena y me plantan no se donde.

Buen escritor, sin duda. Que me perdone, se lo ruego, pero yo sólo tolero los textos densos a Lovecraft.

Mi nota:2.5

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Buen ritmo en esa primera persona narrando, y buena mano escribiendo, no hay duda. Señalo a este particular un párrafo concreto lleno de cacofonías (situación, filmación, iluminación, explicación, imaginación, precaución). Yo también observo algo descompensada la estructura. lo que provoca un final algo abrupto.

La aparición de la bruja del camino y su rol importante en la historia se ve muy forzada y la construcción de la tensión me parece buena, con toda esa sucesión de catástrofes, pero le ha alcanzado el límite de palabras y se cierra algo precipitado.

 

2,5 estrellas

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Aparte esos fallos ya comentados, bien escrito, el final un poco abrupto, dejando cabos sueltos.

Tres estrellas y media:
***´

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Muy buenas maneras las que muestra el autor en este y el otro relato. La historia de Fallas genéticas (el título, en fin) promete pero al final, como dice Salino, se estropea al evitar el encuentro entre las dos mujeres que estaba pidiendo a gritos. 

3 estrellas

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

Un relato bien escrito, como el otro; aunque con alguna frase mal estructurada. Tiene una idea potente, llena de acción que comienzas planteando muy bien pero que a medida que avanza la historia todo se complica y se vuelve más difuso. Es evidente que le hace falta un buen repaso. Tampoco entiendo qué relevancia tiene en la historia que el protagonista sea homosexual. Ni siquiera parece que lo sea, al menos por cómo se fija en las mujeres, por ejemplo. En cualquier caso, salvado ciertas escenas, como la de la ducha, que no se comprenden bien, creo que el conjunto es bastante positivo pero sin destacar sobre los demás relatos.

★★☆☆☆

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

Un relato con una historia entretenida y varias escenas que suben el ritmo. Me ha gustado el comienzo, que despierta interés y muestra al narrador en primera persona, parte de su personalidad. No me gusta, sin embargo, que pasado ese principio, se limite más bien a narrar los hechos quitándole siempre importancia, sin implicarse demasiado en lo que ocurre. La parte en la cabaña de la mujer, cuando le habla de la polaca, tampoco me gusta. No me convence la forma de descubrir a la bruja actriz, la reacción de los personajes y lo que pasa después. Simplemente, una vez hecha la revelación, la "bruja mala", la que provoca todas las desgracias, desaparece.
2 estrellas

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Muy entretenido. Me gusta la idea de la brujería hereditaria, y esa especie de gremio brujeril en el que todas se conocen y son rivales o aliadas.

Coincido con los compañeros en varias cosas: exceso de detalles que no parecen llevar a ningún sitio, como el hincapié en la homosexualidad del protagonista, los toques de vestuario, que repentinamente se diga que la peli es de brujas, etc. Y también en la falta de un conflicto visible, que hubiera molado, entre la polaca y la bruja del bosque.

Pero en conjunto la trama me gusta, la veo diferente a la de la mayoría de relatos.

★★★☆☆

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

El relato arranca muy bien con ese tono de thriller policíaco, pero poco a poco la historia se va volviendo excesiva y termina por descarrilar. Creo que tiene un problema de escala, por un lado (más que una bruja, parece un semidios con los cráteres y demás), y por otro de enfoque: es demasiado conveniente que aparezca la otra bruja en el bosque y no ya solo resuelva toda la trama, sino que además la explique. Con ese encuentro te cargas toda la tensión argumental, me temo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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