La Momia del Pantano

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Arenas
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“Si estuvieras vivo, padre, sabrías cuánta razón tuve”, musitó el negro Jeremías Cavalier y escupió orgulloso el tabaco que masticaba. Alrededor de la humilde cabaña donde había vivido desde siempre, crecía un amplio y verde campo de arroz que le había tomado más de veinte años en cultivar en aquel pantano de Luisiana. La luz del amanecer resplandecía sobre la ribera de juncos que contenía las verdes y espesas aguas de la marisma. Algunas garzas blancas cruzaban el cielo rosado y otras con sus picos afilados cazaban ranas escondidas bajo el lodo y las flores de loto. Entonces Jeremías empezó a cargar los costales de arroz desde el depósito hasta la amplia balsa amarrada en un tronco que sobresalía entre los juncos. Debía atravesar el pantano y buena parte de la cuenca para alcanzar el tramo rápido del Río Rojo y llegar al pueblo de Lafayette antes de mediodía y vender su cosecha. “No solo de patos vive el hombre, hermanito. También la tierra es riqueza”, pensó con el ceño fruncido y de repente lo sorprendió una corriente de frío inusual en aquella tierra pantanosa, de ardiente sol y nubes de mosquitos. Mojó de saliva su dedo y estiró el brazo para saber de dónde venia semejante helaje. “¿Estará lloviendo en el Misisipi?”, pensó antes de sentir en su cuello una gota helada y luego otras mil más. El negro Jeremías abrió de asombro sus enormes ojos blancos.
No diluviaba en esa región hace exactamente 23 años. Con gran esfuerzo regresó los cuatro costales de arroz al depósito para que el agua no pudriera el grano. Cuando al fin entró a su cabaña, estaba empapado y tiritando de frío. Ya no era un hombre joven como para ignorar los peligros de la fiebre y la malaria. Afuera de la cabaña la tempestad sacudía los árboles en las riberas y el agua burbujeaba con el impacto de las gotas. Adentro Jeremías se puso una cobija con arabescos franceses, heredada del pasado cajún de su difunto padre. Mientras se secaba sintió que le punzaba su cadena de donde colgaba un amuleto para la buena suerte: un cangrejo fosilizado y gris.
Cuando Jeremías contaba 10 años y su hermano menor René tenía 6, caminaban por la ribera detrás de los pasos su padre Joseph Cavalier, un fornido negro de raíces africanas y dialecto francés que terciaba una escopeta doble cañón. Buscaban garzas, patos o ibis para la cena y de repente su padre se agachó y hundió su largo brazo entre el lodo. Cuando lo sacó tenía en su mano un cangrejo de tamaño mediano y con las patas abiertas.
- ¿Está muerto, papá? – murmuró René quien era el más consentido.
- No hijo, algo mejor aún… está fosilizado – respondió Joseph con una sonrisa.
- ¿Qué es fosilizado? – preguntó Jeremías asombrado.
El caparazón rallado, las nudosas patas y las tenazas abiertas revestían una perfecta nitidez. Conservaba cada detalle del clásico cangrejo de pantano.
- ¿Qué no estás ya bastante grande para saber qué es eso, Jeremías? – lo reprendió Joseph.
- ¿Qué es fosilizado, papá? – insistió René.
- Hijo, fósil es algo que se ha petrificado por el frío y el ácido del pantano conservando su forma. ¡Esto es una verdadera rareza! Por eso es un amuleto de buena suerte… Nada muere para siempre en estos pantanos…
- Me encanta… - musitó Jeremías con los ojos clavados en el cangrejo.
Joseph sacó su cuchillo de caza, con cuidado abrió un agujero en el caparazón del cangrejo y con una liana lo atravesó formando un collar natural.
- Guárdalo para siempre y que los Dioses te protejan siempre. – y lo colgó al cuello de su hermano René.
- ¿Y para mí, padre? – protestó Jeremías.
- Tú eres grande, pronto serás el hombre de la casa y debes proteger a tu hermano.
Poseído por la amargura a sus cincuenta años, el viejo Jeremías cogió el amuleto del cangrejo y lo rompió entre sus manos. Sin importarle la terrible lluvia, salió de la cabaña, caminó hasta la orilla y lo arrojó a la turbulenta marisma que sobrepasaba
los juncos. “Adiós hermano, que te sea útil en tu nueva vida. Siempre fuiste el favorito de mi padre”, musitó antes de regresar. Esa noche bebió de largo dos botellas de ron mientras pasaba la tormenta. Cada relámpago aumentaba el croar de las ranas en el agua. Al amanecer el diluvio se había reducido a una ligera lluvia que brillaba con el sol. Jeremías abrió las ventanas para que el aire frío del pantano le disipara de la reseca. Pero cuando cruzó la puerta, otra cosa le cortó la borrachera de inmediato: en el umbral había un enorme pato muerto. Cuando se agachó temblando a recogerlo, no supo qué le asombraba más, si encontrar un pato cuando estaban extintos hace décadas en el pantano, o descubrir el enorme hueco en su pecho emplumado a causa de un disparo de escopeta. El hombre miró a sus alrededores y solo veía una lluvia de oro sobre la verde marisma. Agudizó su mirada para descubrir algo inusual tras los enormes árboles, pero no encontró nada más que algunos lagartos cazando libélulas y las ranas merodeando los huevos de las garzas. Cogió el pato muerto de las patas y lo arrojó al agua esperando que fuera la cena de algún habitante del pantano. “Maldito, ¿por qué no te mueres de una vez por todas?” Luego sacó del bolsillo un tabaco, lo prendió y lo fumó con furia soltando enormes bocanadas de humo.
Cuando su hermano René creció, se aficionó a la caza de patos, ibis y garzas en el pantano, tal como le gustaba a su padre Joseph. En cambio, el joven Jeremías se
dedicó a la plantación del arroz aprovechando el inmenso terreno baldío de musgo que rodeaba la cabaña.
- Padre, si sembramos todos, en pocos años podremos vender arroz en los mercados de Lafayette y la Florida… - mostrándole los primeros retoños.
- Sembrar es cosa de esclavos, soquete. Llevamos siglos sembrando algodón, azúcar y ahora tú arroz… Los hombres libres cazamos carne. ¡Debieras aprender algo de tu hermano menor! – repuso fastidiado el ya encanecido Joseph mientras terminaba su tabaco.
Cuando el viejo Jeremías dio la última fumada, mascó el amargo tabaco y lo escupió. “Yo tenía la maldita razón” y se entró a la cabaña para organizar las cuentas de los bultos de arroz que debía llevar y a revisar los fajos de dinero que guardaba en la alacena y constituían su mayor riqueza. Al cabo de unos instantes, la lluvia se tornó en una terrible tempestad que amenazaba con desbordar las aguas de la marisma. Para olvidar el incidente del pato, se bebió la última botella de ron y tuvo un muy extraño sueño. Jeremías soñó que en su campo habían plantados unos enormes costillares en donde se anudaban las plantas de arroz y sobrevolaban blancas mariposas. “Cultivas muerte para cosechar remordimiento”, lo saludó una voz desde el fondo del sueño. Despertó temblando y salió de la cabaña para constatar una terrible realidad: las verdes plantas parecían deshacerse en el aire. Una multitud de insectos de caparazón rojo devoraban su cosecha desde las hojas
hasta las raíces. Enloquecido manoteó, pegó alaridos y hasta blasfemó, pero al final terminó Jeremías llorando doblegado ante los designios de la naturaleza. Abrió el depósito y cargó en la balsa los últimos bultos de arroz. “La tierra es traicionera y toda raíz es una cadena. Aprende a cazar y serás siempre un hombre libre”, recordó las palabras de su padre Joseph antes de fallecer. Escupió con furia. “Maldito seas, padre. Nunca bendijiste mis esfuerzos. Sólo te gustaban los asquerosos pajarracos que cazaba René”.
Contra la corriente y el viento que provenían del corazón del Misisipi, el viejo Jeremías remó con todas sus fuerzas alejando la pesada balsa de la marisma para alcanzar las aguas más claras de la cuenca. Al cabo de una hora se encontró en los rápidos del Río Rojo y antes del atardecer estaba desembarcando en el rústico puerto de Lafayette.
- Abre tu mercancía, negro, para ver qué traes. – lo saludó Guillaume Aubriot, el blanco y obeso administrador del mercado local.
- Como siempre, mi señor, traigo arroz de la mejor calidad… – respondió orgulloso Jeremías.
- Ver para creer, negro… - le pasó un cuchillo para catar el arroz.
Cuando Jeremías abrió el costal quedó tan asombrado como el señor Aubriot: era una masa negra y fétida en donde se debatían unos extraños bichos rojos.
- ¿Esa es la mejor calidad? – arqueó las cejas el administrador.
- ¡No sé qué pudo pasar!, ¡es la primera vez que veo esto! – gritó Jeremías.
- Lárgate de aquí con tu peste y no vuelvas nunca más o te haré arrestar… - le advirtió mientras daba la vuelta.
Al cargar de regreso el último bulto, el apesadumbrado Jeremías descubrió en el fondo de la balsa un extraño objeto que le hizo temblar: era el amuleto del cangrejo fosilizado. Estaba tan remendado en sus patas con ramas y palitos que parecía más bien un nido seco. Temblando de asco lo cogió de una tenaza y lo arrojó lo más lejos que pudo. Para remar rápido y regresar pronto, arrojó el arroz en la orilla del Río Rojo. La lluvia había regresado y era probable que la tempestad lo alcanzara llegando a la cuenca. Solo recordaba una temporada tan fría y lluviosa hace más de veinte años…
Cuando finalmente el padre Joseph murió de viejo, lo único que tuvo para dejarles de herencia a sus hijos fue la humilde cabaña. A los meses, René que ya también era un hombre joven, le dijo a Jeremías su hermano mayor.
- Hermano, te propongo que vendamos la casa y cada uno siga su camino. Yo quiero cruzar el Misisipi y asentarme a vivir en Nueva Orleans.
- Pero no podemos vender la cabaña, René… ¡yo aquí tengo mi campo de arroz!… ¡sería perderlo todo!
- Ves, Jeremías, cuánta razón tenía padre al decir que la tierra era traicionera y la raíz encadena… Si fueras un hombre libre y un cazador como yo, podrías ir a donde quisieras y tendrías siempre fuente de alimento… Pero preferiste ser un campesino como nuestros antepasados esclavos… Igual venderemos la casa…
- Si vendemos la casa yo me quedo sin mi campo de arroz…
- Lo que cultivas es lo que cosechas, hermano… Ahí tienes tu tierra…
- Entonces enséñame a cazar.
A la mañana siguiente ambos se embarcaron en la balsa con un par de carabinas cargadas, una botella de ron y algunas cajas de tabacos. Inusualmente hacía frío, llovía y un manto de neblina cubría la marisma.
- Jeremías, hermano, tal vez hoy no sea el mejor día para cazar patos…
- ¿No qué eres tan experto? A un buen cazador no lo detiene la lluvia…
- Creo que lo único que vamos a cazar es un resfriado o una fiebre… pero que quede claro que quería enseñarte a cazar patos…
Continuaron remando en dirección a Honey Island donde a lo mejor podían encontrar más aves acuáticas silvestres, ya que la lluvia y la niebla habían aletargado a todas las que habitaban la cuenca del pantano.
Como lo había predicho el viejo Jeremías, la tempestad alcanzó su balsa al tocar las verdosas aguas de la cuenca. Entraba tanta agua en la balsa que no sabía si remar o sacarla a manotazos. “A maldita hora se me ocurrió ir a ese pueblo de tacaños…”, refunfuñaba mientras surcaba el pantano donde el agua se aposaba en las flores de loto. El parco horizonte resaltaba su cabaña de madera contra la arboleada sacudida por la tormenta. En algún punto el Misisipi se había desbordado y la marea cubría tanto los juncos que Jeremías tuvo que arrastrar la balsa y amarrarla en un pilote exterior del depósito. El olor rancio de la madera podrida se mezclaba con el dulce de los geranios y las bromelias que crecían entre la arboleda. Hasta su propio hogar se estaba cayendo a pedazos. Entró a la cabaña y cerró la puerta de un golpe. Si afuera diluviaba, adentro seguía lloviendo por las goteras que escurrían del techo de madera. Como un loco desesperado, Jeremías abrió las gavetas de sus desvencijados muebles para sacar y meter sus dólares y francos entre las botellas vacías de ron y así protegerlos de la lluvia. Cuando corrió la estufa para sacar algunos ahorros, le pareció que la humedad en la pared delineaba la forma de un oscuro cangrejo con sus pinzas abiertas. Pestañeó con fuerza para aclarar la mirada. Había anochecido y no paraba de llover. Para angustia de Jeremías, el agua empezaba a filtrarse por el suelo creando un largo charco al interior de la cabaña.
- ¡Dios mío, maldita sea!, ¿qué te he hecho yo para merecer esto? – gritó furioso mientras doblaba el último dólar.
Como si fuera una respuesta, escuchó un terrible golpe contra la puerta. Parecía que la marea hubiera traído consigo a un enorme tronco. Jeremías abrió los ojos blancos y se quedó mirando fijamente la puerta de su cabaña. El oleaje de la marea se había replegado unos metros. Y una vez más escuchó el terrible impacto del tronco empujando la puerta. Entonces el agua negra arrastró hasta el interior de la cabaña un cuerpo endurecido por el lodo y cubierto de raíces y pasto marino. Era el cuerpo momificado de René. Con las mismas ropas y la misma expresión con que estuvo el día en que salieron a cazar patos. Flotaba acostado sobre un charco en su cabaña destruida por la lluvia. Con espanto recordó Jeremías las palabras de su padre Joseph… “Nada muere para siempre en estos pantanos…” La luz carmesí de un relámpago le permitió ver cómo la momia abría sus secos labios en un largo bostezo. De su boca surgía un intenso chorro de millones y millones libélulas que iluminaban la cabaña como si fuera un blanco sol de medio día. Cegado por la luz, Jeremías se tapó los ojos con las manos y le pareció que la luz se tornaba naranja y luego roja.
Esa mañana, el canto de las garzas escondidas entre los árboles y la marisma anunciaron a los jóvenes René y Jeremías que estaban cerca de Honey Island.
- ¿Y entonces qué, Jeremías?, ¿vamos a bajar en esta isla a aprender a cazar? Aquí vas a cazar tantos patos que te harás un hombre de verdad.
- Yo no necesito matar un pato para ser un hombre de verdad, hermanito.
Algo iba a responder René cuando lo silenció un disparo de doble cañón en su pecho. Antes de caer de espaldas por la borda, Jeremías de un manotazo le arrancó el amuleto de la buena suerte. La estruendosa caída del cuerpo al agua contrastó con la delicadeza con que Jeremías se colgó el collar con el cangrejo gris. “Pronto serás el hombre de la casa y debes proteger a tu hermano”, recordó las palabras de su viejo padre.
- Ahora soy el hombre de la casa – dijo encendiendo un tabaco.
Hasta entonces, Jeremías no había sentido con tanta intensidad la profunda belleza de los pantanos y el graznido de los patos. El amplio cielo blanco se unía con el agua verde y espesa, como unos discretos labios que juran callar un secreto. Pero el agua es más traicionera que la tierra.
El viejo Jeremías, todavía cegado por la luz de las luciérnagas, se levantó para huir de la cabaña y como un ciego estiraba su mano para no caerse. De pronto sintió el contacto de otra mano tan fría como el lodo y áspera como un arenal. No tuvo tiempo de gritar cuando un enorme cuerpo helado lo abrazó por completo. La potente luz que emitía la boca de la momia hería sus ojos y quemaba su rostro. “Perdóname, hermano, perdóname… la tierra envenenó mi alma…”, rogó Jeremías sin poderse soltar de ese frío abrazo que cada vez se cerraba más como si fuera un ataúd hecho de lodo.
Al día siguiente, de la tempestad solo quedaba una débil lluvia. Las hojas de los anturios y las flores de loto estaban perladas con el rocío. Entonces dos jóvenes pescadores que rondaban por la zona, se acercaron a la cabaña del viejo Jeremías al verla casi sumergida en el agua. “¡Jeremías!, ¿está usted bien?”, entraron gritando cuando encontraron en el suelo a un negro e inflado cuerpo endurecido por el lodo y cubierto de raíces y pasto marino. Era la momia de un desconocido que tenía la boca tan abierta como un pozo de donde asomaban algunas luciérnagas.
- Dios santo, ¿qué es eso?
- No sé, pero mejor arrastrémoslo al pantano…
Cuando la arrastraron de los tobillos, la momia se despedazó dejando ver su terrible contenido. Adentro estaba el cuerpo congelado de Jeremías Cavalier.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Con lo de momia del pantano creía que sería literal y entonces tendríamos un pack de lo más completo con momias egipcias desde diversos ángulos, momias vivas, momias guanches, momias incas, momias naturales jaja pero no, ni por asomo no me imaginaba yo una en semejante lugar jeje

La historia de Caín y Abel con ambientación en el viejo Mississippi, original y bien llevada. Solo la afea un poco leves fallos ortotipográficos, algunos párrafos que deberían ser más divididos, repeticiones, al principio con verde, los ojos de Jeremías, al menos al final yo lo dejaría en "ojos muy abiertos" y no insistir tanto con el blanco... 

años cultivar (sin el en), hace exactamente (hacía), escopeta (de, falta) doble cañón, le disipara la resaca ( sin de), a sus alrededores (a su alrededor), un tabaco (un poco de tabaco?) (dijo, falta)- mostrándole, soquete (zoquete), Debieras (Deberías) aprender, y (se, sobra) entró en la cabaña, había(sin n) plantados, alfinal terminó Jeremías (al final Jeremías terminó), )No que eres) No es que eres tan, encendiendo un tabaco (su tabaco?) etc, y al final no sé congelado no se me hace, mejor sería petrificado.

Por ello, debo quitarle medio punto: Tres estrellas y media : ***´

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solharis
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 21906

Me ha gustado el relato por temática, historia y ambientación. El mundillo cajún me resulta atractivo y las descripciones son buenas. También me gusta el trasfondo bíblico y lo que es la historia en sí.

Algunos párrafos son un poco largos y hay un momento en el que se agradecería alguna señalización (un espaciado, por ejemplo) antes del flashback porque me despisté un poco antes de pillar que era el flashback. Le habría puesto otro título porque es inevitable pensar en el personaje de Alan Moore y no tiene nada que ver.

Pero vamos, que está bastante bien.

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

El título ya nos avanza la sorpresa, y al poco ya vemos cómo se perfila la sospecha de una historia tan vieja como la de Caín y Abel. No obstante, la ambientación del relato ha conseguido atraparme en sus lodos. El tema de rayas y comillas ya lo he comentado en tantos otros relatos. También he apreciado falta de comas en algún momento.

He tenido la sensación que la relación pasado-presente del relato podría estar mejor trabada.

Voy a puntuar el relato con 3,5 estrellas. Felicidades y gracias por compartirlo.

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Stendek
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Poblador desde: 27/05/2020
Puntos: 198

Buen relato, con una excelente ambientación. Algún despiste, como el hueco en el pecho del pato (en caza menor lo usual es disparar con perdigones). Y el último parrafo me pareció innecesario.

Bueno, le doy 3,5.

Un saludo

Javier

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Efepe
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Poblador desde: 28/05/2017
Puntos: 320

Buen relato, me has atrapado desde el principio y tiene alguna imagen muy potente, como la de los sacos de arroz corrompidos.

Hay alguna incongruencia, como que esté verde el campo de arroz que acaba de cosechar, o las ranas que rondan los huevos de garza.

Como comentan, hay bastantes faltas, sería conveniente un repasito.

El final no me lo esperaba así, si que me esperaba la momia del hermano, pero no que fuera una momia-caimán devoradora. Me ha gustado.

Mi puntuación es 3 estrellas.

EFePe

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Me ha gustado mucho la ambientación del relato, muy envolvente y bien construida para acoger la trama. Hay detalles muy interesantes en el desarrollo que, junto al tono clásico, me han hecho rememorar a Quiroga, Bierce, Poe... En ese sentido, me han encantado.

En la estructura tengo sensaciones divididas. Por un lado, creo que funciona bien en su planteamiento, como digo, clásico. Se adivina el crimen familiar y, en efecto, el final da solución al mismo. Sin embargo, no hay vuelta de tuerca, no hay sorpresa en realidad para el lector ya iniciado. Además, creo que en un momento dado se hace algo redundante, se prolonga sin demasiada necesidad. Quizás dando más cuerpo a esas descripciones tan sugerentes de las luciérnagas inundando la cabaña (ojo, que se te ha colado un libélulas) se solventaría.

En cuanto a la prosa, me ha parecido muy eficaz, pero necesita un revisión: hay algunas construcciones cuestionables y algunas erratas que, si bien no llegan a afear el texto, lo deslucen un poco.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Mzime
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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

Lo cierto es que, problemillas formales aparte, me ha gustado mucho el estilo poético del autor y el dibujo del carácter del protagonista del relato o del modo de vida de cada uno de los miembros de la familia. La resolución de la trama, con esa especie de Jonás en el vientre de la momia, ya tiene algún pero más de credibilidad para mi. No obstante, me parece un trabajo, en conjunto, meritorio y creo que merece, al menos, una valoración de 3,75. Por la prosa desarrollada en especial. 

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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mawser
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Poblador desde: 17/07/2009
Puntos: 253

Aún con sus resbalones ortográficos, me ha gustado mucho. Un relato envolvente, con una ambientación realmente trabajada y un final no por esperado menos impactante.

Le doy un 3,5.

https://www.facebook.com/La-Logia-del-Gato-304717446537583

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

Revisitar un mito bíblico es un recurso que me encanta, tanto para escribirlo como para leerlo y este Caín y Abel cajún no es una excepción.

Me gusta mucho el ritmo que has logrado, muy acorde con la ambientación. Y algunas escenas son realmente potentes, como esa nube de luciérnagas inundando de luz la cabaña (el efecto quedó un poco deslucido por equivocarte y poner libélulas, pero así y todo fue un momentazo) o la del arroz en el mercado

En contra juega la previsibilidad del relato. Quién más quién menos conoce el relato bíblico. Y tú lo sigues fielmente. Tampoco los personajes tienen mucha profundidad, son Caín y Abel tal cual.

Pero aún así lo considero un buen relato, con un tono sureño muy logrado.

Mi nota es 3'75.

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Buen relato, muy bien ambientado y en un lugar que yo por lo menos no lo relacionaría con las momias, lo cual es un acierto.

Hay un par de cosas que me han llamado la atención. Llamarlo "viejo Jeremías" cuando sólo tiene cincuenta años me parece un poco exagerado.

Otra cosa: en un momento dado Jeremías dice: "...siempre fuiste el favorito de mi padre". Dado que son hermanos creo que lo correcto habría sido decir "nuestro padre".

Y por último, me suena raro de lo "un tabaco", o fumas tabaco o fumas un cigarro, pero fumar un tabaco no lo he escuchado nunca. Claro que depende del país de origen del autor, a lo mejor allí es algo normal.

También me hubiera gustado algo más de claridad a la hora de separar hechos pasados de hechos presentes porque eso embrolla un poco la lectura.

A pesar de estas cosas, me ha gustado el tono y el ritmo del relato y aunque ya se veía venir qué era lo que había ocurrido entre los dos hermanos, el final me ha parecido muy potente. Igual que esa imagen de las libélulas (luciérnagas) saliendo de la boca de la momia.

Le doy 3,75 puntos.
 

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Stendek
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Poblador desde: 27/05/2020
Puntos: 198

Es frecuente emplear la palabra "tabaco", como sinónimo de cigarro o cigarro puro. El diccionario de la RAE así lo recoge, sin siquiera señalarlo como regionalismo de algún tipo. 

Respecto a si es adecuado que a un individuo de unos cincuenta años se le califique como anciano, eso depende mucho del marco histórico. Si la historia transcurre en el siglo XIX, o a principios del XX, en el ambiente descrito estaría mas que justificado llamarle viejo a Jeremias.

Un saludo, 

Javier

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Creo que el tema de "viejo Jeremías" tiene que ver también con el habla norteamericana. En los textos en inglés de Estados Unidos se econtraba mucho el epíteto "old Jeremyah" o como lo escriban. Hace poco me leí una novela corta de la época americana y el traductor tuvo que lidiar con algunas situaciones imposibles al respecto, porque en castellano, al menos en España, no veo que tengamos un equivalente.

La típica "good old John", ¿cómo demonios la traduces? Nadie diría el "buen viejo Juan" de un colega con el que tienes confianza, aunque fuera realmente viejo. Quizás "el bueno de Juan" o "mi buen Juan". Hay matices que son intraducibles, así que a mí me vale la solución intermedia.

A mí me gusta cuando lo encuentro en ambientaciones así porque retoma el sabor de la zona.

En cuanto a lo de tabaco, es cierto que está recogido tal cual por la RAE en su tercera acepción, pero confieso que en España no lo he visto utilizado así nunca.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Lo de tabaco me ha dejado K.O por que tampoco lo había visto nunca. Y lo de Viejo tal, siempre me pareció una expresión anglosajona común de tanto oírlo en pelis y leerlo en historias y creo que, en efecto, que además de referirse a alguien de verdad mayor, también tiene una connotación de amistad, compañerismo hacia alguien más mayor o experimentado... yo lo uso así al menos en ambientaciones estadounidenses o británicas en el siglo XIX o principios del XX (o anteriores), aparte de que como bien dice el autor del relato, en esos tiempos alguien de cincuenta equivalía a alguien de setenta actual XD

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Me ha gustado mucho el ambiente de relato, me he sentido trasladado a los pantanos del Misisipi. Me gusta mucho cómo se transmite el duro trabajo y el empeño en seguir sus propios pasos y separarse de la tradición familiar, la relación amor-odio que mantiene con su hogar, que también fue el de su padre. He de decir que no vi venir el final y, cuando se desveló, pensé que en realidad estaba a huevo, pero me sumergí tanto en la historia y me encariñé tanto con el viejo Jeremías que no intenté adivinar, solo me dejé llevar.

La historia la veo redonda, terror muy disfrutable con cierto aire a los clásicos, deja buen sabor de boca (al menos a mí). No cambiaría en nada la trama.

Me distrajo lo del cangrejo fosilizado (ni para bien ni para más, pero quiero comentarlo sin más) porque llegué a sospechar que era la momia del relato, pero no, vi que la momia se hace esperar. Satisfactorio. Se podría decir que al final el hermano podría haber sido una momia o un esqueleto o un fantasma, con idéntico resultado, pero en realidad ese argumento valdría para muchos otros relatos presentados.

Por seguir el hilo a anteriores comentarios, diré que también me llamo la atención lo de un tabaco, pero me gustó, me sonó o bien a regionalismo o a forma en desuso. Curioso que la RAE lo contemple. Sin embargo, no me fijé en lo de el viejo Jeremías. Como dicen, cincuenta años puede considerarse ser viejo. La vejez no va asociada solo a la edad; a veces llega un momento en que te haces viejo de repente, sin arrugas en la frente pero con ganas de morir. Pero en realidad a mí me sonó a expresión yanqui, afectuosa, coloquial. No sé, como digo, no me paré a pensar.

Si veo ciertas pegas en la escritura; suelo subrayar cosas que me llaman la atención para luego comentarlas y aquí tengo unas cuentas. Realmente no son cosas que se vean con una revisión ni estén necesariamente mal, solo ciertas construcciones gramaticales algo rebuscadas que entorpecen un poco la lectura, redundancias o palabras que no encajan.

Señalo:

Algunas garzas blancas cruzaban el cielo rosado y otras con sus picos afilados cazaban ranas escondidas bajo el lodo y las flores de loto.

El tipo de hipérbaton que queda algo feo en prosa para mí gusto, y esto puede ser personal. Lo normal habría sido y otras cazaban ranas escondidas bajo el lodo y las flores de loto con sus picos afilados. Y su el complemento directo es demasiado largo y se prefiere por tanto la escrita en el relato, al menos escribir con sus picos afilados entre comas.

También la tierra es riqueza”, pensó con el ceño fruncido y de repente lo sorprendió una corriente de frío inusual en aquella tierra pantanosa, de ardiente sol y nubes de mosquitos.

Son dos frases distintas que nada tienen que ver.

  • Pensar que la tierra es riqueza
  • Sorprenderse por el frío repentino

Por tanto, deberían ir separadas por un punto.

No diluviaba en esa región hace exactamente 23 años.

Creo que falta un desde. No diluviaba en esa región desde hace exactamente 23 años.

Jeremías abrió los ojos blancos

No lo entiendo bien… ¿Tenía los ojos totalmente blanco, sin iris ni pupila? ¿O los abrió tanto que se veía mucho blanco? No sé, no comprendo qué se quiere decir.

libélulas que iluminaban la cabaña

Salvo que existan especies de libélulas bioluminiscentes, creo que se pretendía escribir luciérnagas, idea reforzada por los párrafos finales. Que igual me equivoco y es algún tipo de libélula mágica o una alucinación, que puede ser.

 

Habría alguna redundancia que no subrayé y no recuerdo (creo que dos siempre en la misma frase…). Tendría que repasarse.

Por todo lo comentado (una ambientación y una historia geniales pero una escritura mejorable), concedo al relato 3 estrellas.

 

PD: No lo había pensado, pero estoy con Germinal: creo que el spoiler del título sería mejor evitarlo ;)

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