El retiro

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Ligeia
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                                            El retiro

 

Aquella mañana se había despertado con una sensación extraña, como a la expectativa, no sabía de qué. Y ahora, mientras trascurrían los últimos minutos de la tarde, continuaba pegada a él, incomodándole. Desconocer su origen era lo que más le molestaba. Hundido en la butaca, se descubrió incapaz de concentrarse en la lectura vespertina en la cual, como de costumbre, solía enfrascarse hasta el momento de la cena.

Se enderezó y dejó el periódico sin abrir sobre los otros, inclinándose sobre la pequeña mesa baja de estilo chinesco que ocupaba junto con el sillón su rincón favorito, allí, al fondo de la salita. Era parte del botín que se habían repartido del expolio. Volvió a rememorar aquellos montones y sonrió al sentir de nuevo el cosquilleo en las manos al revolver en ellos, encontrando joyas, prendas, mientras fotos, cartas y documentos quemados iluminaban el reparto. Estaba orgulloso de que hasta entonces no le hubiera incordiado ningún remordimiento, solo seguía órdenes y era lícito aprovecharse de las pertenencias de aquellos subhumanos que las dejaban abandonadas.

Empezaba a temer que esta sensación acechante fuera el inicio de cambios al respecto, de estar ablandándose con la vejez. Pero todas aquellas caras pálidas y famélicas de sus recuerdos continuaban sin despertarle emoción alguna.

La mesita era un mueble que se había llevado del palacete cercano al campo de exterminio. El superior había huido ya y él, fascinado desde hacía tiempo con sus dragones tallados, decidió cogerla y meterla en el coche. Pesaba más de lo que suponía, mas no la abandonó en su odisea. Miró hacia la ventana a su derecha. Comenzaba a oscurecer. Echaba de menos los largos atardeceres europeos, la lluvia e incluso últimamente el ciclo de las estaciones, un tanto harto del verano eterno de estas latitudes. Tal vez empezaba a invadirle la nostalgia. Federico quería volver a ser Fiedrich.

Oyó los pasos que se acercaban, el tintineo de la porcelana antes de abrir con el codo la puerta solo entornada.

­­–Su café, señor.

Samuel era su única compañía en el mundo desde hacía un año, cuando sustituyó a la difunta ama de llaves, Lucía. Su servicio había hecho su vida especialmente cómoda y rutinaria. Aquel mayordomo era la eficiencia en persona, apenas tenía que sacar a colación el haber estudiado el oficio en una escuela inglesa, porque saltaba a la vista. Al igual que él, era un solterón sin familiares cercanos en apariencia, totalmente centrado en su trabajo y sin vida más allá de él. El señor atendía su librería abierta en la planta baja y continuaba con la lectura en sus momentos de asueto y el sirviente hacía los recados y mantenía la casa impoluta, la ropa limpia y la despensa llena. Le perdonaba su único defecto, ese nombre de pila, tan judío.

Mientras removía el café, una repentina punzada se le clavó en el estómago. El sorbo que pensaba tomar no habría podido entrar en un órgano tan contraído. A continuación, un temblor en las piernas.

–¿Se encuentra bien, señor?

–No lo sé, creo que sí.

Al intentar dejar la taza sobre la mesilla, un espasmo en la mano desparramó el líquido caliente, salpicando los periódicos.

–Espere, yo lo limpio. ¿Quiere que llame al doctor?

–No, no hace falta, Samuel. Tengo un poco de frío, será la edad. El café bien caliente me sentará bien. Puedes irte.

El mayordomo recogió lo papeles mojados, pasó el paño secando y tras una leve inclinación, abandonó el cuarto con los restos del estropicio entre las manos.

Entonces se vio invadido por una repentina suspicacia, como si la venda acabara de caer de sus ojos. En su magín, la eficiencia se transformó en servilismo y la pulcritud en interés. Era probable que Samuel esperara heredar. Y a lo peor, se estaba cansando de esperar. Alejó el platillo, la taza y la cucharilla y el trozo de pastel de manzana, tan apetitoso como siempre, dispuesto a no probar bocado, sintiéndose víctima de un envenenamiento progresivo y taimadamente calculado.

¿Pero de verdad podría ser tan buen actor y capaz de hacer daño a quien se comportaba bien con él y le proporcionaba el sustento? ¿Y si no era más que una idea absurda, contra un hombre honesto que solo cumplía con su deber y era trabajador? ¿Por qué se filtraba y ensañaba con su cerebro semejante idea? Se arrellanó en el sofá mullido, lleno de inquietud.

La oscuridad había crecido en la habitación, pero los pajarillos todavía cantaban en los arboles de la avenida. El péndulo del reloj del pasillo continuaba marcando su compás. Nunca lo habían visitado fantasmas y no se arrepentía de lo que había hecho tres décadas atrás, en su otra vida, que aquí todos desconocían. Para ellos era un anciano librero de origen germánico que había llegado a la capital en la adolescencia y después se había retirado a esta pequeña ciudad de provincias. Lo decía con convicción, así que esperaba que nadie sospechara que todavía escondía en la maleta debajo de la cama su antiguo uniforme, como así era. ¿Por qué entonces este desasosiego?

Las yemas de sus largos dedos casi arácnidos, que todavía conservaban la flexibilidad adquirida durante las lecciones de piano en la infancia y adolescencia, allá al otro lado del océano, en las vetustas tierras de montañas boscosas donde su hermano mayor era ahora el barón, frotaron la frente un poco más amplia que entonces, como deseando borrar los pensamientos que se dibujaban debajo.

Samuel regresaba por el pasillo ¿O no era él? Aunque le pareciera haber oído un movimiento, nadie entró. Se inclinó otra vez hacia la mesilla y encendió la lámpara. La luz brotó de debajo de la tulipa de tela beige, alumbrando un círculo que solo abarcaba la mesa baja y el sofá. El café se había entibiado. Echó una ojeada a la estantería que ocupaba la pared a su izquierda, valorando cada lomo. Sería mejor continuar con la lectura para ver si poco a poco se aposentaba la paz en su interior, mientras daba buena cuenta del rico apfelstrudel casero. La abuela de Teresita, la dueña de la panadería y pastelería del barrio, era alemana y ella trabajaba con muchas recetas familiares. No todo era tan fácil, estaba desesperado por probar una verdadera cerveza, una que no pareciera una meada.

Algo pesado se acercaba por el rellano. La sensación de extrañeza volvió a agudizarse, y no pudo más que compararla con la del ratón intuyendo la presencia del gato. No era Samuel. Pero fue él quien se asomó al umbral. Al mirarse a los ojos, el conocimiento aterrizó entre ellos con solidez afirmativa, tras haber revoloteado por encima en forma de crípticas dudas y corazonadas. Eran dos impostores.

—¿Quién eres?

—Ya lo sabes, Samuel, tu mayordomo. Esa es la verdad.

—Pero quieres algo.

—No es por el presente, sino por tus actos pasados.

Esto le desconcertó un instante, hasta que la idea rumiada de un acto asesino desencadenado por la codicia quedó descartada al comprender a qué se referían tales palabras.

—¿Cómo lo has sabido?

—El herr no ha disimulado nada sus orígenes —observó haciendo burla exagerada de su tono habitual, para regresar al momento a su nueva entonación de igual a igual — Pero la confirmación me ha llegado al encontrar la maleta debajo de la cama, con el uniforme. Bien doblado, cuidado. Todavía lo miras con orgullo.

—¿Qué quieres? Podemos convenir que el silencio es oro.

—No, viejo nazi, por buenos que sean tus ahorros, nada puede pagar la sangre que has derramado excepto la tuya misma.

Hizo amago de levantarse, dispuesto a contestar al insulto, mascullando cada sílaba cargándola de indisimulado desprecio:

—Ju-dí-o.

—Sí, lo soy. Mi padre era rabino, como mi abuelo. Ellos murieron, como mi madre y hermanos. A mí pudieron esconderme buenas almas caritativas, un matrimonio de gentiles, aun a riesgo de ser descubiertos y perecer también.

Volvió a caer sentado sobre el sofá, al perder el equilibrio debido al temblor en el suelo producido por un golpe en el pasillo. Había algo allí, una masa oscura y pesada, detrás del hombre, que le aclaró:

—Es mi mano ejecutora. Un golem.

—Eso no es más que una leyenda.

—Entre los judíos de Praga era una realidad. Un secreto entre ciertos expertos en la Cábala, rabinos y eruditos, trasmitido de padres a hijos. Sí, lo has comprendido. Mi abuelo  había nacido allí. Yo siempre fui su ojito derecho. Y aunque apenas era un niño, me contó el secreto a mí y no a mi padre. Entonces llegasteis vosotros, la guerra y el fin.

Se apartó para dejar paso al más extraño engendro que hubiera podido imaginar. Parecía una roca viviente, tallada para adoptar una burda forma antropomorfa, solo un poco más alta que el hombre pero el doble de ancha. La cara solo era insinuada por una elevación central que sugería la nariz con dos hundimientos flanqueando su parte superior más estrecha, remedando ojos. Encima, en lo que sería la frente, había escritas cuatro letras, en el odioso e incomprensible alfabeto hebraico.

—Todo depende de la forma dada a la arcilla y yo no soy un buen alfarero— le explicó— Pero lo importante está aquí – se señaló la sien con el índice— porque repercute aquí — y entonces la mano izquierda se levantó apuntando hacia la cabeza del deforme maniquí.

—Un autómata a tus órdenes, entonces, que percibe tus pensamientos…

—Exacto. Y te informo que nada lo detiene hasta cumplir el objetivo, porque nada puede dañarlo, ni el fuego, ni el agua, ni las balas.

Poco a poco, había vuelto a erguirse frente a la amenaza.

—Ya, no se puede quitar la vida a lo que no la tiene.

—Has vuelto a acertar, viejo. Por culpa de los de tu calaña, de sus actos y los tuyos, me he convertido en un ángel exterminador y esta — sus ojos se desviaron un instante hacia el golem — es mi espada de fuego. Tú eres el cuarto ya sobre el que recae el castigo. Solo vivo para ello. Os busco, os sigo, si es necesario me gano vuestra confianza… y he de admitir, viejo, que de los cuatro, tú has sido el menos pusilánime.

Sin amilanarse, confirmando la apreciación, se impulsó hacia un lado, dirigiéndose al paragüero de bronce. El golem entonces avanzó dos pasos y de una patada apartó la mesita baja, con tan sorprendente fuerza que casi voló en trayectoria rasante hasta estrellarse al otro lado de la habitación. Allí entre los bastones de paseo escondía su vieja fusta. Esquivó a la mole que daba media vuelta hacia él, blandiéndola con el propósito de descargar su furia sobre la verdadera amenaza. Samuel sintió el aire en la cara cuando pasó zumbando a escasos milímetros de su piel, salvándose casi de milagro del impacto con un retroceso del tronco. Perdió el equilibrio, reculó señalando al enemigo. Mientras el sentenciado volvía levantar la fusta para el siguiente trallazo, el golem proyectó hacia él su brazo tosco y la manaza de cuatro dedos se cerró alrededor de su cuello.

Las suyas, caído el látigo, intentaron apartarla, tirando, arañando, pero solo removía la superficie blanda que se amoldaba a cada fricción. Una oposición inútil contra una masa inamovible. Samuel pensó que tenía que dejar de moverse, morir. Entonces el golem apretó el agarre y el viejo boqueó y sacudió las piernas un rato hasta que la lucha cesó, el cuerpo quedó exangüe y el rostro color tiza mirando al techo con la boca entreabierta. Samuel asintió y el golem soltó a su víctima, que cayó de bruces al suelo como un saco vacío.

El sirviente se acercó a su creación y, sacando su pañuelo blanco del bolsillo, borró de la palabra EMET, verdad, escrita en su frente la primera letra. Quedó así visible tan solo MET, muerte. La arcilla fresca pegada a la tela se secó al instante, vuelta polvillo rojizo. Las tablas del suelo de madera retumbaron al chocar las rodillas terrosas contra él.

Toda la superficie del títere abatido perdía ductilidad y frescura a ojos vista. Ahora inmóvil, la gran masa se secó como si hubiera sido metida de repente en un horno al rojo. Luego empezó a desmenuzarse por su propio peso. Samuel se arrodilló junto al cadáver y el montón de arcilla mágica, sobre la que trazó unos pases de manos misteriosos. Como si los temiera, la materia empezó a encoger y a encoger, comprimiéndose hasta terminar convertida en una bola grande compacta, que tuvo que sujetar con ambas manos cuando la alzó. Esto le sorprendía siempre, porque no lo aparentaba; era tan pesada que apenas la podía levantar. Le susurró la palabra muda, sin pronunciar ningún sonido y el gran peso se esfumó. La bola se volvió tan ligera como inflada solo con aire.

Regresaría a la habitación para guardarla en su caja. Después arrastraría el cuerpo del asesino hasta el fondo de la escalera. De nuevo, simularía un desafortunado accidente. Una caída fatal por las escaleras.

Luego viajaría más al sur. Al Brasil, donde había rumores de que se escondía Josef Mengele.

 

 

 

 

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Patapalo
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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Un relato entretenido y bien ajustado a la convocatoria. Me ha gustado particularmente la descripción del viejo nazi oculto en el exilio, me ha parecido muy palpable, muy convincente. El resto del relato, aunque bien ejecutado, me parece que ha brillado un poco menos, salvo el proceso de desintegración del gólem, donde, de nuevo, me ha seducido mucho la descripción.

El retrato de Samuel, por el contrario, se me ha quedado algo desdibujado. Entiendo que la perspectiva pasa a través de Friedrich, pero al final le resta demasiado protagonismo. Me hubiera gustado saber más de él, que no se quedara en el vengador estándar.

Luego, estructuralmente tengo la impresión de que el relato bascula demasiado hacia el futuro, dejando como un episodio o un prólogo toda la narración, lo que le resta valor en la impresión que me ha quedado como lector. No porque esté mal escrito, porque fluye muy bien y las descripciones son muy vívidas, sino porque parece que nos indicas que la auténtica historia va a venir después, con Mengele (y no la podemos ver) y no has desarrollado lo suficiente el pasado del vengador. No sé si me explico.

Creo que hubiera ganado en fuerza el conjunto si el foco estuviera en Friedrich o hubiera ganado más peso Samuel.

En cualquier caso, sigue siendo un buen relato con cuya lectura he disfrutado. Espero leerte alguno más esta convocatoria.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Danduay
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Puntos: 256

Como decía en el “Rincón del alfalero cabalista”, me resulta muy difícil comentar y valorar, así que voy a intentar hacerlo de forma más sistemática, a ver si así va mejor. Este será el primer relato. Me da la impresión de que las puntuaciones van a ser más bajas que las anteriores; qué se le va a hacer, no puedo releer todos los trabajos anteriores y volverlos a puntuar, lo siento.

Bueno, a la tarea.

La adecuación al tema me parece correcta, el gólem aparece de modo explícito y tiene un papel destacado en la historia, además de deambular por ahí un poco, “como de fondo”, por decirlo de alguna forma.

El tono fosco está algo más diluido, me parece; pero la buena ambientación y un cierto aire deprimente le dan al conjunto un halo opresivo más que adecuado.

Respecto a la forma, la ortogramática está cuidada, aunque pondría dos pegas. Por un lado, quizá hay algunas frases en las que se aporta demasiada información y quedan algo largas, con demasiadas oraciones subordinadas; aunque quizá le vayan bien al ritmo pausado del relato, no lo sé. Por otra parte, algunos diálogos me resultan demasiado informativos. Quiero decir que me recuerdan un poco demasiado a esos finales en los que el malo explica al bueno qué ha pasado y por qué, antes de vengarse de él. Quizá el relato, en general, “dice” más que mostrar y eso pasa factura. En lo positivo, como decía, buena ambientación y descripciones detallistas: casi se puede mascar el aire del gabinete donde transcurre la acción, diría.

La historia quizá es lo más flojo, a mi modo de ver. No hay demasiada tensión narrativa, quizá porque la verdadera fuerza de este relato está en la su atmósfera. No veo el argumento demasiado original, puede que se buscara una historia “canónica” más que dar nuevos giros o vueltas de tuerca, no lo sé.

Así pues, puntuación total: le daría 1 estrella por su adecuación al tema; 0,75 por fosquedad; 0,75 por la forma; 0,5 por el fondo; y 0,5 “extra” por la ambientación. En total, 3,5. Puede parecer un poco baja respecto a las otras que he dado, como digo es por el nuevo sistema, lo siento. En cualquier caso, he disfrutado de la lectura, sobre todo del ambiente el que transcurre la historia que, como digo, casi se puede mascar... y sabe a barro .

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Muchas gracias por vuestras valoraciones, Patapalo y Danduay, me alegro que en general os haya gustado.

Pata, has acertado en las apreciaciones sobre los personajes, pero es algo que creo me suele pasar aquí, no quiero incidir demasiado porque tengo tendencia en irme por los cerros de Úbeda y me entra miedito de pasarme, y no soy tampoco muy de podar jaja es curioso lo del detalle final, pues es un efecto que no esperaba pudiera producirse, más bien era un un simple detalle irónico, un toque de justicia poética, habláis del humor y a mí es lo que me pasa, lo uso mal XD

Danduay, sí, es atmosférico, opresivo y canónico. No me da la mente para más. Estoy empezando a remontar despues de una horrible crisis creativa, y acabo de darme cuenta que cuando la depresión es gorda, los relatos me salen así XD pero Pata me ha echado el guante, es bueno que te pinchen, así que aunque no era la intención, a ver si me saliera otro más, como con más aire para respirar... entre el barro jojo

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Las circunstancias mandan y los estados de ánimo impregnan todo. Ánimo con el siguiente, que me parece que te podría hacer bien sacarlo. A mí, por lo menos, me suele funcionar.

 

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Danduay
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Poblador desde: 07/05/2020
Puntos: 256

De nada; ánimo pues, lo importante es seguir hacia delante. "El apetito se abre comiendo", suele decirse. ¿No? Pues los baches (los barrizales) escribiendo :)

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Sehh ^^

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

Es un relato correcto, pero me ha quedado la impresión de que solo eso, sin pasar de lo correcto. No me ha sorprendido la trama en nigún momento, ni le veo una atmósfera fosca señalable. Igual es solo percepción mía, pero el ritmo está descompensado: como que la primera parte me sobra porque prácticamente todo lo que cuenta se vuelve a contar en el diálogo, y como que el descubrimiento de los roles es demasiado plano para mi gusto, cuando se podía haber montado una escena potente con ese uniforme de por medio.

 

Mi puntuación: 2´5 estrellas.

 

 

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

 

Me parece genial que este Polidori te haya sacado del "dique seco" creativo y espero ue tarde o temprano (mejor temprano) estés en plena forma. 

El relato tiene una factura impecable, bien medida la prosa, cuidada y contenida. La historia también es buena, bien hilada y creible, la atmósfera fosca y envolvente. Pero le falla la emoción, no me llega.Lo mismo es cosa mia, pero no noto el odio viceral de Samuel o el desprecio del viejo nazi.

Aun así, el relato funciona y como está tan bien escrito, se lleva un 3,5.

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Otro relato más donde los protagonista son nazis y gólems. No comento esto como algo negativo, pues pienso que un mismo tema se puede tratar desde puntos de vista muy diferentes, originales e interesantes.

Aquí nos encontramos con la venganza de un judío contra un viejo nazi escondido en algún lugar de América. Muy bien descrito el anciano nazi en su retiro y ese aire decadente, por cierto. Se me ha hecho muy creíble y hasta lo he podido "ver".

Hay una cosa que me ha chocado un poco y es el escondite de la maleta. Si la escondía bajo la cama, me parece que Samuel, siendo el sirviente encargado de la limpieza, la habría descubierto desde el principio y lo lógico sería haberla escondido en un lugar más seguro. Según el relato da la impresión de que la descubre poco antes del final.

Me ha gustado especialmente la descripción del proceso de desintegración del gólem. Muy bueno e imaginativo.

La historia está muy bien escrita y, a pesar de que no hay sorpresas (tampoco es que crea que las necesite), me ha resultado entretenido y he disfrutado con su lectura.

Le doy 3,75 estrellas.

 

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Efepe
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Poblador desde: 28/05/2017
Puntos: 320

Relato correcto y bien llevado, pero quizás un poco falto de originalidad.

Mucho ánimo.

Mi puntuación es un 3,13.

EFePe

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
Puntos: 1048

Este es uno de los relatos en los que más me ha costado explicar la pega que veo. A ver cómo me queda…

Me gusta mucho el arranque, muy cuidado y bien escrito. Disfruto mucho de los detalles que enriquecen la personalidad del protagonista (que para mí es claramente Fiedrich, digo... Federico) y construyen un buen contexto para la historia. Suelo ser algo maniático con el desequilibro en los relatos, pero, en este caso, no me pareció que la introducción fuera demasiado larga por lo disfrutable que resulta.

Cuando Samuel se desenmascara, el relato pierde fuerza. Después de todo, dada la naturaleza del certamen, parece evidente desde el primer momento que va a ser el antagonista de Federico, ¿es necesario entonces que nos cuente su plan? Nosotros, lectores, ya lo intuimos y Federico, el nazi, evidentemente va a morir. ¿Qué aporta ese diálogo entre los personajes? Se puede comprender que Samuel desee regodearse y disfrutar su venganza, pero el diálogo se alarga demasiado, hasta el punto de conversar sobre la naturaleza del golem y sus características. Creo que habría sido positivo reducir este intercambio de información al mínimo y pasar a la acción, presuponiendo que el lector va a intuir la motivación de Samuel y el funcionamiento del arma ejecutora.

El final me resulta satisfactorio porque explica de dónde diablos ha salido el golem, dónde lo tenía escondido. Quizás, en exceso fantástico, porque dota al ritual asociado al golem de un poder mágico superior ―el cambio de dimensiones de la materia―, pero no me parece problemático una vez se asume que cuando entra en juego la magia, la regla es que no hay reglas.

En definitiva, una introducción sublime que deriva en un nudo poco satisfactorio y un final aceptable. Asigno al relato 3 estrellas.

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
Puntos: 6785

Estamos ante un buen relato. Bien escrito, de corte clásico y que se lee muy bien. La pega es que funcionaría mucho mejor fuera del certámen. Gran parte del peso del relato recae en descubrir que es un judío con un gólem que va vengándose de los nazis. Al estar dentro de un certámen cuyo protagonista es el gólem pierde esa magia que tendría si el lector no lo intuyera ya casi desde el principio. Me recuerda en cierta manera al relato La mina de Morgan, si bien El retiro es un relato más escénico.  Y bueno, ese referencia a Mengele, yo la difuminaría un poco más. Intentaría que no fuera tan explícita y que el protagonista lo dedujera de una conversación, de la fotografía de un periódico. No sé.

Mi puntuación tres estrellas y media. ***1/2

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

Al principio este relato se me ha hecho bola. No sé si son las construcciones rarunas en los primeros párrafos o qué. Un ejemplo: “Volvió a rememorar aquellos montones y sonrió al sentir de nuevo el cosquilleo en las manos al revolver en ellos, encontrando joyas, prendas, mientras fotos, cartas y documentos quemados iluminaban el reparto.”

En cuanto a la historia, me ha parecido que se explicita demasiado en todo momento y que sigue esa autovía de justicia/venganza sin que haya nada especialmente rompedor, o que me toque algo la fibra como lector, no sé si me explico.

Voy a darle 2,5 estrellas. Gracias por compartirlo.

P.D.: Al leer el título he pensado que podría estar ambientado en un parque de Madrid. También es cierto que venía de leer un relato humorístico y tenía las neuronas alocadas.

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Ozymandias
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Poblador desde: 27/04/2020
Puntos: 79

Pues me ha dejado frío, la verdad. Creo que los personajes y situaciones son demasiado genéricos. Todos conocemos el Holocausto y las fechorías de los nazis pero en un relato con este tema y que además no apuesta por la sorpresa o por el estilo, es grave que los personajes sean tan impersonales.

Pero como no quiero parecer yo también genérico pondré un ejemplo de lo que quiero decir. Hablemos de esaesa "pequeña mesa baja de estilo chinesco" que aparece al principio. Aparte de que "mesita de estilo chinesco" sonaría más natural, podrías haber explicado que estaba en la recepción de la consulta del doctor judío que siempre atendía a Friedrich. Cuando Friedrich esperaba, sentía rabia por que un perro judío pudiese permitirse esos lujos y él, un buen alemán de pura cepa, no. Ahora Friedrich está muy contento de que el judío haya acabado en algún campo de concentración y la mesa sea suya. Y contando todo esto Friedrich ya no es un nazi más sino que rompes la indiferencia del lector. Otro tanto se podría hacer con Samuel.

Lo más destacable es el final del gólem, como han señalado antes.

Mi nota es 2'75.

And on the pedestal these words appear:

My name is Ozymandias, king of kings:

Look on my works, ye Mighty, and despair!

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torpeyvago
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Poblador desde: 29/02/2016
Puntos: 1890

Jubilación anticipada forzosa.

De nuevo, «Odessa» o «Marathon man».

Lo +

Lo clásico del mito, aun con toques medianamente modernos. El «empaquetado» del gólem. El ritmo de la historia. La limpieza del texto.

Lo -

Muy personalmente, alguna coma ausente, como en «secando y tras una leve inclinación, abandonó» o en «Y a lo peor, se estaba cansando». Cierta exceso de conjunciones —defecto muy mío y, por tanto, algo también muy subjetivo— en el final del párrafo «Samuel era su única...».

Aunque el ritmo global me parece bueno, no deja de tener ciertos baches. El final explicado, tipo revista «Creepy» [tras leer comentarios, veo que no soy el único]. El título, sin dejar de ser adecuado, tampoco es llamativo.

Algo que me llama la atención, y que quizá sea un poco offtopic, es la clasificación de historias en atemporales y, ¿cómo llamarlas? ¿ubicadas temporalmente? Esta historia me parece de éstas últimas —y eso no es necesariamente malo—; creo que habría tenido un gran éxito a finales de los setenta. Pero ahora mismo la veo poco original. Ojo, no por ello es poco interesante, muy al revés, soy insaciable lector de relatos de la guerra fría, por ejemplo, escritos en cualquier momento.

En definitiva, un relato entretenido y bien escrito. Vayan para él:

★★★

Estadísticas

Palabras : 2176
Matrices : 12.644
Caracteres : 10.510
Letras : 10.162
Párrafos : 51
Sílabas : 4452
Frases : 142
Szigriszt1993: 64
Perspicuidad : Normal

___________________________________________________________

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Un relato muy entretenido que he leído con gusto.

Sí que echo en falta alguna apuesta más personal que lo hiciera destacar. Por ejemplo, cuando al principio habla de los muebles de la estancia y los expolios de los que proceden, parece que eso vaya a ser más relevante que servir solo de descripción de la estancia (aunque la ambientación que se consigue así es fantástica y ya eso es un punto). No sé, es tan precisa esa parte que lleva a pensar que tendrá un lugar destacado en el desenlace. Con tus conocimientos sobre muebles y arquitectura de distintas épocas podrías usarlos para que tengan una función mágica señando o delatando al culpable, por ejemplo. Que los tesoros que arrebató el viejo fueran de algún modo su condena.

Por otro lado, la parte del Gólem me gusta mucho. Es uno canónico pero con sus propias variantes, especialmente en cuanto a su destrucción.

En resumen, buen relato que podría subir de nivel con que le añadieras algo más tuyo que lo haga especial.

3,5 estrellas

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Bien conseguida la atmósfera desde buen principio, intercalando las percepciones ocasionales con el discurso interno que mete al lector en antecedentes. La narración no deja clara varias veces quién realiza la acción, en especial justo después de que Samuel habla. Hay veces en que la acción la protagoniza él justo al terminar su diálogo y no es necesario especificarlo («Se apartó para dejar paso al más extraño engendro que hubiera podido imaginar»), hay otras que son protagonizadas por Federico y el narrador debería señalarlo porque de inicio creemos que las lleva a cabo Samuel, que acaba de hablar. («Volvió a caer sentado sobre el sofá»). Se soluciona con facilidad introduciendo el nombre («Federico volvió a caer sentado sobre el sofá»).

Dos detalles que me han gustado mucho: la reacción de Federico silabeando  «Ju-dí-o», (aunque me hubiera gustado más si antes no se hubiera señalado que se decía con desprecio; la forma en que el autor lo escribe (Ju-dí-o) expresa fantásticamente por sí solo el desprecio con que lo dice, sin necesidad de apuntarlo), y la forma en que se explica el mecanismo de control de la criatura (aunque, de nuevo, me hubiera gustado más que en el siguiente diálogo Federico no lo volviera a explicar en voz alta («Un autómata a tus órdenes») porque no hay necesidad).

Siendo tiquismiquis, me extraña algo que este cazador de nazis haya tardado un año entero en confirmar que Federico es Fiedrich, más todavía si lo único que tenía que hacer era abrir la maleta bajo la cama.

Buen relato, de corte simple y efectivo.

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Hekizade
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Poblador desde: 22/05/2021
Puntos: 64

Relato entretenido y bien narrado. Algunas expresiones, para mi gusto, sobran: "...que todavía escondía en la maleta debajo de la cama su antiguo uniforme, como así era". Estaba ya implícito y se pierde un poco el efecto, pero vamos, es muy subjetivo. La historia del viejo nazi que se refugia en Latinoamérica y finalmente es encontrado por un agente encubierto del Mosad no es quizás tan original pero está bien lograda. Los diálogos, por otro lado, me han parecido brillantes. En conjunto un 3,5. 

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Tony Kanapes
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Poblador desde: 08/12/2015
Puntos: 173

Buenas, Ligeia.

Me pasa como a muchos que han comentado, arrancas muy en lo alto y de forma muy visual, me daba la impresión de estar metido en una habitacion atestada de cacharros que, como una urraca, el nazi ha ido acumulando.

Luego entra Samuel y, de golpe, las suspicacias y un dialogo que me resulta redundante ya que me había quedado todo muy claro en el primer tercio. Suena a justificación para lo que viene después.

La muerte del Nazi y el método de recogida del Golem vuelven a hacer subir el relato.

Irregular pero con hallazgos. Felicidades por el relato y gracias por compartir.

3 estrellas.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Una historia de venganza (suelen molar) efectiva y disfrutable que sin embargo deja la sensación de ser más un prólogo que un relato cerrado. Sobre todo por esa descripción final del proceso de “recogida” del material golémico, y ese anuncio del nombre del próximo objetivo. Vamos, el relato termina justo cuando más había llamado mi atención. El nazi era un ser despreciable y sigue siendo un ser despreciable décadas después. Bien. Su muerte es satisfactoria pero tampoco me emociona demasiado. Quizás sería interesante que sí que hubiera mostrado remordimiento, se presentaría ahí cierto conflicto para Samuel. Si no eso, al menos “algo” que le de más color al personaje de Samuel, que lo defina más. Más allá de las habilidades que manifiesta, se me queda algo plano.

3 estrellas.

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Gracias a todos por las valoraciones, puntuaciones y análisis :D

He caído en todo lo que ya se ha comentado por ahí, de que lo tienes tan en la mente que se te pasan cosas que luego sí que eran cruciales. Las prisas del Polidori XD el dialogo es redundante a propósito, en la realidad suelen serlo y a veces se me da por dejarlos así, sin pulir, para dar más veracidad... la maleta con el uniforme no es que esté literalmente y a huevo bajo la cama, el viejo hizo bricolaje y hay un par de tablas sueltas jeje

Hekizade, Samuel no es un agente encubierto, sino un lobo solitario, un hombre cuya vida terminó realmente de muchacho en la guerra, como la de Fiedrich, y una vez asimiló el trauma de haber perdido a su familia y su mundo, aprovecha su conocimiento secreto para buscar y cargarse a los culpables, solo vive para eso, los busca, los estudia, traza planes para acercarse, trama la manera de eliminarlos sin que nada apunte a él, todo sin prisa, está a lo que está, en cierto modo, le ha pillado el truco y disfruta como asesino en serie casi más en tejer la trampa en torno a la víctima ignorante que en darle pasaporte rapidito... Fiedrich también se ha quedado en cierto modo estancado, rodeado por sus recuerdos, sus trofeos, sus "tesoros" expoliados, también mintiendo para afuera y estancado para adentro.

Germinal, soy fatal para los títulos... pero era El retiro, no El Retiro XD

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Stendek
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Poblador desde: 27/05/2020
Puntos: 198

Un relato correcto, muy bien escrito. Que no sea muy original me parece un tropiezo menor.
Le doy cuatro estrellas

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