Llevo varios días escribiendo la historia de un cazador llamado Krá, una especie de gato de con 3 pares de patas inteligente, que vive en los 3 mundos (3 planetas con un montón de lunas muy cercanos entre si llenos de especies inteligentes de todo tipo) trabajando para el
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Gran Dominio Industrial, un grupo de empresas gigantescas propiedad de diversas especies bastante desagradables por un motivo u otro, porque son los que más pagan. A ver que os parece, sinceramente aun no sé muy bien por donde llevar la historia llegado a un punto (al punto al que se refiere eso de extinción).
Sed duros, crueles.
Capitulo 1
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Se decía, muy bajito en los niveles inferiores de las ciudades factoría, que los dishanko no tenían corazón, era cierto, no lo necesitaban ya que tenían dos bolsas de gas que movían la poca sangre que circulaba por sus cuerpos. Eran todo cerebro, estomago, tentáculos y boca, por eso dominaban y exprimían Sindech.
Krá había visto un par de dishanko por dentro, al menos la mayor parte y sabía que el interior correspondía con el exterior, las cabezas bulbosas de aquellos feos calamares eran perfectas para guardar el loj que masticaba ya que conservaban bien la humedad. Pero siempre tenía sus bolsas bien ocultas bajo el abrigo, no quería vérselas con un pelotón de yusatroj ejecutándolo por la espalda.
El muy honorable y riquísimo presidente Bòkol, propietario del 20% de la superficie de Sindech y de los derechos de explotación de 35 especies, estaba delante suyo asegurándose de no pagarle ni una concha xyf de más, y si eso unas de menos, por la enésima captura de su vástago que completaba en secreto aquel año, vivía de eso y no sé quejaba, era fácil.
“Por todos los garrudos…”
Tenía ganas de mascar la hierba, se maldijo por no cambiar la bolsa otra vez, y de rascarse el cuello con las patas traseras. Llevaba de pié casi una hora como un idiota delante de un tentáculo que parasitaba un cuerpo clonado, no odiaba trabajar para los dishanko porque le pagaban bien.
-Sí, creo que están las 4000 conchas que hablamos. Si, sin duda.
Hacía una semana eran 5000 pero ya había previsto aquello así que lo ignoró, de todos modos luego dejaría unos cuantos pelos urticantes en el suelo del despacho. Recogió las bolsas con 4 de sus garras, pesaban bastante.
-Muy agradecido noble señor, si me necesita de nuevo ya sabe, adiós.
No esperó una respuesta porque nunca la había, dejó caer cien folículos de color índigo y saltó por el tubo que lo estornutrasportó hasta el despacho de la secretaría de aquel tarado, quien volvió a mandarle a mamar cuernos de tuzwe por décima vez.
-Tú misma linda. Nos vemos en dos semanas o así cuando traiga de nuevo al hijo de tu jefe.
“Qué vergüenza para Bókol, un dishank vegetariano como hijo”
Arrugó el morro por la contaminación, el humo era tan negro en los barrios ricos que respirarlo era como si le metiesen dedos por la nariz, dedos muy asquerosos. Notó como le subía una arcada, y luego las patadas en el culo que le propinó un tomba recubierto de vómitos púrpuras, la segunda imagen más patética de los 3 planetas después de un yusatro sin sus bracitos de mentira. Ni se molestó en pedir perdón.
Colinaspera no estaba mal, a diez kilómetros de la barriada factoría más cercana y traspasando la corteza del umbral de la pobreza no había ninguna raza del Gran Dominio Industrial, solo la pobre escoria que tuvo la suerte, es una forma de hablar, de evolucionar antes de las planta triturenvasadoras para trabajar en ellas. Las casas tenían forma de huevos, las calles eran tubos llenos de vendedores, gente, letreros y gorilas de antro, que no eran gente ni mucho menos. Nada más bajarse de la avistra Krá se quitó el abrigo y se irguió sobre sus dos patas traseras dejando al aire y similares un cuerpo de 2 metros lleno de pelo urticante. Eso sí, dejando cubiertas sus partes, estaba vilidizado.
Entró y se bañó en ruidos y olores.
-¡Morrosh freshcosh de mushorsh!
-¡Algas de nidijrol! Criadas en cadáveres como hacía mi abuela!
-¡Nunca verás tantos pechos en una sola hembra como en el kozanar de Murto el Fecundo!
-¡Armas hechas a mano! ¡Triturabolsas! ¡Lanzaquigs! ¡Artesanía señores, pura artesanía!
Criaturas de toda forma, origen y color eran estafados en las puestos, jugaban pegados a los muros de las casas a doce juegos distintos inventándose las reglas, pillos de dos metros robaban a ancianitas de 4 cuyas glándulas de veneno llevaban secas toda una vida pero con lenguas estranguladoras, pero nadie molestaba a Krá, le conocían y acercarse a él picaba mucho.
Entró en Doce jarras dobles, su madriguera, poniéndose el abrigo antes de sentarse en su sillón, el dueño siempre le echaba la bronca cuando dejaba pelos y los clientes se le quejaban rascándose. Y no convenía a nadie mosquear a un herbívoro trompetudo de media tonelada recubierto de rocas, pinchos y que despachaba graslak artesanal.
-Vaya Krá, has vuelto pronto, aun no he terminado de limpiar el estropicio que montaste.
-Calla Diodur, toma 500 conchas y relaja la trompa, no me culpes si los desnaturalizados que vienen de donde Murto no respetan a sus mayores. Siento que aun queden cachos de caparazón en la pared, de verdad, pero hay cosas por las que no paso ni dormido.
-Lo que quieras, claro que si ¿un graslak bien ancho?
-Paso, prefiero un filete, me da igual de que sea… tu guarda la babosa en el hielo. Y abre el ojo de arriba, por favor.
Desde Sindech solo se veían 2 de los satélites naturales del planeta, Workai, un pantano lleno de mosquitroeikes que vivían de exportar el zumo de antepasados, y Q’up, con sus 3 continentes recubiertos de hielo e inhóspito, un asco, no había nada para el cazador, salvo trillones y trillones de nieve del mismo color que su pelo, yayehis armados con cachos de hielo, bichejos peludos de mal carácter y peor sabor…y las ciudades montesas de su gente.
A veces miraba aquel cacho de hielo gigante y rezaba a los demonios para que siguiese fuera de la atención de gente como Bókol. Pero era solo cuestión de tiempo tener cachos de Q’up en el vaso enfriando un graslak.