CIGARRO MOJADO (CF)

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mawser
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CIGARRO MOJADO
 
La luna llena le miró desde el cielo con un punto de indignado reproche. Julián, sintiéndose incapaz de sostenerle la mirada, la desvió disimuladamente y caminó hacia su vehículo. Antes de abrir la puerta echó un vistazo hacia atrás, justo a tiempo para ver el rostro de su esposa desaparecer tras una de las cortinas de la ventana. Se metió en el coche, agradeciendo el calor que la noche y su hogar le negaban, y se puso en marcha.
Llegó al establo tras media hora de carretera, cansado de escuchar intermitentemente en la radio cancioncillas pegadizas pasadas de moda junto con explicaciones imposibles sobre fenómenos extraordinarios. Aunque cualquier cosa era buena con tal de alejar de su pensamiento el reproche en la voz de Sofía. No podía dejar de pensar en su mujer, gritándole desde la cama de matrimonio mientras el recién nacido berreaba en la cuna. Ambas voces, la recriminatoria de su esposa y la ininteligible de su hijo, habían penetrado en su cerebro y se entremezclaban en un solo timbre.
Marcelo le esperaba en la puerta del establo, visiblemente nervioso y con la frente perlada en sudor. Julián abrió el maletero y sacó el maletín con el material quirúrgico, se puso una bata limpia y un par de guantes de látex y saludó a Marcelo con la cabeza. Caminó arrastrando los pies, imaginando a Sofía sosteniendo en los brazos a su pequeño, sintiéndose un poco menos culpable por haberles dejado solos por tercera noche consecutiva. ¿Acaso tenía él la culpa de ser el único veterinario de la zona? ¿Era premeditado que se hubieran puesto de parto tres caballos diferentes en mitad de la noche durante tres días seguidos? Miró al cielo, dispuesto a enfrentarse a la luna llena que poco menos de una hora antes le había clavado su pupila recriminatoria. Julián se sorprendió al verla en cuarto menguante, aunque no le prestó demasiada atención en aquel momento. Los ahogados chillidos del caballo distrajeron su curiosidad.
Julián salió del establo visiblemente agotado, lanzó el maletín a los asientos traseros de su coche y sacó la cajetilla de tabaco de la guantera. Mientras buscaba el mechero por los bolsillos de sus pantalones, Marcelo se despidió de él con una señal de su cabeza para desaparecer de inmediato dentro del establo. Julián se llevó un cigarro a la boca, aunque tuvo que escupirlo al notar su textura humedecida. Comprobó que todos los cigarrillos que había dentro de la caja estaban en idénticas condiciones. ¿Se le habían mojado en algún momento sin que él se hubiera percatado? Se apoyó meditabundo sobre la carrocería del coche, aunque tuvo que apartarse al sentir de nuevo la misma pringosa humedad sobre su piel. Pasó un dedo sobre el capó y luego observó detenidamente el residuo que se le había quedado pegado a la yema. Era transparente, aunque bastante espeso. Como una de las cremas que usaba Sofía para seguir aparentando una edad que ya no le correspondía. Julián descartó las lluvias, también el rocío. Aquella humedad que había empapado el coche no era limpia, sino viscosa como la baba de un caracol enfermo. Dio dos pasos al frente y se percató de que el suelo resbalaba. Luego miró al cielo y descubrió que la luna había desaparecido por completo. ¿Cómo era posible que se hubiera esfumado del cielo en menos de dos horas? ¿Quizás se trataba de un eclipse al que no le habían dado demasiada publicidad en los telediarios? Eso tenía sentido, por eso antes de entrar al establo le había sorprendido ver al satélite en cuarto menguante. Julián se dio por satisfecho con su propia explicación, aunque prefirió ignorar el motivo del extraño manto de viscosidad que le rodeaba. Entró en el coche, puso en marcha los motores y deseó estar de vuelta en su casa.
Julián apretó el volante, sintiendo que se le escurría al contacto con la sustancia pegajosa. Aceleró en cuanto llegó a la carretera principal, ansioso por ver al bebé y a Sofía, ansioso de llegar a un lugar limpio de residuos extrañamente húmedos. Ansioso de alcanzar una bendita normalidad. Una imagen apareció en mitad de su cerebro, nítida como si la estuviera viendo realmente. Era Sofía, con el ceño fruncido y la cara descompuesta en su enfado. Señalaba a su hijo, y le recriminaba una vez más haberles dejado solos en plena noche. Y el bebé, cubierto de aquella sustancia pegajosa, boqueaba intentando respirar.
Julián aceleró, ardiendo de culpa y preocupación. Decidió dejar a un lado sus tétricos pensamientos y puso la radio. Un zumbido estático le dio a entender que la emisión se había visto interrumpida. Mientras con una mano sujetaba con fuerza el volante, utilizó la otra para mover el dial de la radio. Nada. Estática allí donde la aguja se detuviera. Hasta que, por casualidad, una voz distorsionada se coló en el maremagno de ondas de radio castradas. Fue una conexión breve, de la que Julián solo pudo comprender dos palabras sueltas: “fin” y “agujero”. En aquel momento el coche frenó en seco sin que su conductor hubiera tocado nada que pudiera provocarlo.
Julián salió del vehículo dolorido en el hombro por la presión ejercida a causa del cinturón de seguridad. Se dejó caer en la carretera, ligeramente mareado. Una mueca de repulsión se impuso en su rostro al notar como se filtraba aquella extraña humedad a través de su propia ropa. Volvió a ponerse en pie de inmediato, asqueado por la sensación de suciedad que le invadía. Luego se metió en el coche y trató de arrancarlo de nuevo, aunque con nulo éxito. No había una explicación lógica para que el coche hubiera tomado la decisión de parar en seco en ese preciso momento. Ninguna. Y aún así lo había hecho.
“Fin”.
“Agujero”.
Solo dos palabras, las únicas que habían salido del altavoz de la radio antes de que su coche muriera. “Fin” y “agujero”.
En aquel momento Julián sintió por primera vez en la noche auténtico terror. Ni culpa, ni pena, ni dolor, ni inquietud. Auténtico y puro terror. La oscuridad le había envuelto por completo. Como si estuviera enterrado vivo. Dentro de un “agujero”. Miró al cielo haciendo acopio de todo el valor que ignoraba poseer. Las estrellas. Todas ellas. Habían desaparecido. Julián no pudo contenerse y gritó de pavor. ¿Qué había podido tragarse las estrellas? Sin duda alguna lo mismo que había engullido minutos atrás a la luna. ¿Y qué sería lo siguiente en devorar?
Julián corrió a oscuras por la carretera en dirección a su casa, sintiéndose incapacitado para saber con exactitud la distancia que le separaba de ella. Aún así siguió corriendo, corriendo y gritando. Sabía que la oscuridad eterna no tardaría en devorar el planeta, que aquellos momentos eran los últimos que iba a vivir y que el “fin” más absoluto estaba a punto de llegar para cerrar el telón con broche de oro. Aunque le dolían las piernas siguió acelerando, esperando llegar a su hogar y ver a su esposa e hijo por última vez. No es que temiera morir solo, más bien le aterraba la idea de que fueran Sofía y su bebé los que murieran en soledad. En soledad y a oscuras.
Siguió corriendo mientras la palabra “fin” se repetía una y otra vez en su mente. Como si cada vez que la dijera fuera a ser la última. Como si cada vez que pensara en la palabra fuera a ser el detonante del mismo. Fin. Fin. Fin.
 
Fin.

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Victor Mancha
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Puntos: 1798

Bienvenido/a, mawser.

Participas en la categoría de Ciencia Ficción.

Recuerda que si quieres optar al premio del público o a su selección debes votar al menos una vez (punto 9 de las bases).

En este hilo te pueden dejar comentarios todos los pobladores. Te animamos a que comentes los demás relatos presentados.

Si tienes alguna duda o sugerencia, acude al hilo de FAQ´S y en caso de que no encuentres respuesta puedes señalarla en el post correspondiente.

¡Suerte!

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Dulcinea2002
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Poblador desde: 28/06/2009
Puntos: 60

Me gustó mucho tu relato. Da escalofríos.

Gracias por comentar el mío.

Que camines rodeado de belleza.

Bendición de los indios navajos.

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Léolo
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Poblador desde: 09/05/2009
Puntos: 2054

Verdaderamente desasosegante, posee la textura de una pesadilla y se te adhiere a la piel como la mismísima baba pegajosa del relato. El más terrorífico de los cuentos de ciencia ficción.

Felicidades por ser finalista

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mawser
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Poblador desde: 17/07/2009
Puntos: 253

Me alegro que os gustara el relato, y que os pareciera terrorífico (más siendo de ciencia ficción). Gracias por leerlo!!

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Gilles de Blaise
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Poblador desde: 26/01/2009
Puntos: 272

Agobiante como pocos de los que he leído. No acabo de entender bien qué pasa, pero mi ignorancia no desmerece el resultado.

Enhorabuena.

La mentira puede recorrer el mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas.

http://historiasdeiramar.blogspot.com/

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