Yo lo único que sé es que veía a Collin Farrell llorando una y otra vez, haciendo de Alejandro Magno una caricatura infame, y pronto sentí las lágrimas a punto de salirme de los ojos... pero de la rabia y de las ganas de ensartarle con un peplum por el cuello al susodicho actor y al director que había detrás de semejante despropósito cinematográfico e histórico.