De prestidigitadores y magos

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 O el Síndrome de Pablo de Tarso.

Hace no muchas noches, escuchando la radio mientras trataba de ganarme el jornal, me enteré de que un joven español había ganado ni más ni menos que una de las categorías del Campeonato Mundial de Magia celebrado en China. Ya a través de las ondas había escuchado hablar de dicho campeonato, o del de Europa, algo que al menos a mí me sonó curioso y que me trajo a la mente la figura de un hechicero veterano, curtido en mil batallas, que se pavoneaba orgulloso sobre los restos chamuscados, congelados, electrocutados o simplemente convertidos en alimañas, de sus oponentes. Después se le entregaría el Grimorio Supremo, la llave hacia la verdad última, y finalmente todos juntos, ganador, jurado, y resto de entidades presentes, se retirarían a sus dimensiones correspondientes para celebrar lo conseguido, lamerse las heridas o sencillamente esperar a que una nueva conjunción de astros señalara el inicio de un nuevo cónclave.

 

Ya fuera de bromas, la noticia me pareció interesante, más aún cuando se anunciaba que el mencionado mago estaría en directo para explicar de qué iba el concurso entre magos, su historia personal y, de paso, para realizar un par de trucos para deleite de los oyentes. El primer truco me lo perdí entre unas cosas y otras, pero de la entrevista sí que capté más, y de las palabras del taumaturgo hubo algo que no me gustó, cierta falta de explicitud que le hacía dejar en el aire si la magia a veces era magia de verdad o siempre era un simple truco; todo muy alejado de la sinceridad del perínclito Anthony Blake y su conocidísima frase: “Todo ha sido producto de su imaginación”. Después vino el segundo truco, que sería algo así: que todo el mundo piense en el mes que nació y le ponga su número correspondiente (enero=1, febrero=2, etcétera). Ahora yo empiezo a nombrar los meses a la inversa (diciembre, noviembre, etcétera) y si nombro el tuyo sumas uno y dejas de contar, y si nombro otro sumas uno y sigues contando hasta que llegue al tuyo, sumes uno, y dejes de contar. Por ejemplo, si tu mes es julio empiezas por el siete, y cuando yo diga diciembre sumas uno (ocho), cuando diga noviembre sumas otro (nueve), y así hasta llegar a julio en el que sumas el último (trece) y te plantas. Y ahí está el juego, que a todo el mundo le da trece la suma total. El truco me parece muy obvio; algo ocurrente, pero poco más. Ahora, igual que la mayoría de la gente entiendo yo que ve la obviedad implícita, supongo que también habrá personas que no la vean, que se maravillen, e incluso las habrá que piensen en magia y no en simple prestidigitación o ingenio, que para algo el propio mago se encargó de no dejarlo claro, para que no busques el truco.

 

¿Y ahora qué? ¿A qué viene lo anterior? Bueno, quizá a algo, quizá a nada, ya veremos. De momento propongo que cada uno traiga a su pensamiento el recuerdo de ese relato que, más allá de una forma bonita, trufada de destellos deslumbrantes, le dejó con esa sensación de ¿qué demonios me han contado? ¿Me lo han contado a mí? … ¿Han contado algo? También me gustaría que se evocara el recuerdo de Saulo de Tarso que, mientras iba camino de Damasco, fue cegado por un rayo de sol, un rayo parecido a esos destellos literarios que a veces ciegan. En su caso encontró la fe, hizo las oposiciones para santo (San Pablo) y terminó siendo precursor del spam. Esto sucede muchas veces, que los destellos ciegan, que la parafernalia del prestidigitador enturbia el raciocinio y no nos deja ver el truco tras la supuesta magia, y que mucha gente, tendente a la credulidad por desconocimiento, ansia de encontrar la fe, o simplemente afinidad de objetivos al querer ejercer el dudoso oficio de mago, encuentran la fe o señalan a la magia como fuente del misterio (magia verdadera, de la que vale). Pero… ¿qué pasa con el que ya ha visto la actuación muchas veces y ha terminado conociendo el truco? ¿Y qué pasa con el que miraba sobre el hombro del prestidigitador mientras inventaba el truco, o con el que recibió las confidencias del mirón y sabe que no es magia? ¿Qué pasa, en definitiva, con ese Saulo de Tarso que lleva unas gafas de sol hechas de lecturas previas, experiencia y conocimiento del proceso creativo tras la deslumbrante obra? Ese individuo, obtuso descreído, estará claramente en una encrucijada. Ante él se abrirán tres caminos: el de la aceptación por otorgamiento silencioso, dejando que el que quiera creer crea y que a él mismo lo sumen a la lista de deslumbrados ya que no abre la boca para negar; el del abogado del diablo que no sólo peca de falta de fe sino que intenta curar el “Síndrome de Pablo de Tarso” explicando el truco, enseñando las gafas de sol; y, por último, el que yo considero el camino de en medio, el que sigue aquel que ni denuncia el fraude, ni acata por silencio el anuncio de la magia presente, sino que simplemente niega haber visto la magia pero deja que cada uno haga el ejercicio de fe que le venga en gana.

 

Yo, en caso de encontrarme en tal encrucijada, seguramente optaría por el camino de en medio. Y no lo haría por rebeldía, Dios me libre en forma de rayo deslumbrante, porque entiendo que no es rebeldía el no comulgar con lo que sabes que son piedras de molino (sabes positivamente; no intuyes, no especulas, sino que tienes datos, “pruebas”). Tampoco lo haría por cobardía, pues entiendo que no es cobardía el dejar que cada uno crea lo que está inclinado (por una u otra razón) a creer. No, lo haría por respeto a mis principios, porque no creo en la “Teoría de la Infalibilidad del Autor”, aquella que dice que si no entiendes algo como lector es siempre culpa tuya y nunca del autor que, a diferencia del que ejerce cualquier otra disciplina no artística, nunca falla en sus experimentos; la misma que pregona que no es agravante el que una obra se escriba en un rato, entre distracciones, a la hora de minusvalorarla frente a otras que tomaron mucho más tiempo y desvelo porque el autor, aparte de experimentar, de jugar con elementos que quizá no domine del todo al no ser un Cortázar, se preocupó de que el mensaje fuera entendible, valorable. Es el camino que tomaría, sin duda, porque no creo que al autor le ayude en su evolución un coro de deslumbrados que le hagan creerse el nuevo Harry Potter, soltando magia a golpe de varita, ni tampoco a ese otro autor que, en competencia con el prestidigitador con ínfulas de mago, vea su obra colocada detrás de la otra no por lo que es, sino por lo que quizá sea (aunque en realidad y con conocimiento de causa se sepa que no es).

 

En definitiva, señoras y señores, gente con paciencia que ha llegado hasta aquí con la vacua ilusión de que encontraría por el camino algo más que simple palabrería, lo que yo quiero decir es que creo en la prestidigitación y el mentalismo declarados, aquellos confiesan que todo es un truco y aceptan que lo desenmascaren, que su propuesta puede ser fallida, a diferencia del aprendiz de mago que, si le descubres el truco, si lo ves como una propuesta fallida, te tachará de incrédulo recalcitrante, de reaccionario, pues no has querido aceptar como magia lo que no es tal. Señores y señoras, si Saulo de Tarso hubiera llevado las gafas de sol adecuadas no se habría visto deslumbrado, no hubiera creído encontrar la fe, y los pobres romanos, corintios, gálatas, efesios, filipenses, colosenses, tesalonicenses, Timoteo, Tito y Filemón, no se hubieran visto agobiados por tanta epístola cansina.

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Patapalo
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Pues yo me he debido perder un poco con los pases, porque no veo el quid. Más allá de la reflexión sobre que lo que a unos lectores les toca, a otros les deja frío (cosa que experimenté muy nítidamente hace poco al leer el relato ganador de un concurso y constatar, sorprendido, que había leído una historia no muy distinta un año antes en Historias Asombrosas) y tu reafirmación sobre que falibilidad del autor, no veo a dónde nos querías llevar al final del artículo.

Tengo la impresión de que la cosa va por donde el resquemor de que el mago no dejara claro si era magia o no, pero tampoco estoy seguro al 100%. ¿Hablamos de la honestidad de autor/lectores o sólo de cómo unos ven rayos de luz donde otros ven inspiración divina?

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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weiss
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Maese Canijo habla sobre la Fe, sobre la fe en el arte, en lo sublime, prodigioso y trascendental del arte. Como siempre que se trata de arte -de literatura, en este caso-, nos movemos en terreno poco consistente, relativo, impreciso. Hay sin embargo una serie de elementos objetivos que pueden servirnos para evaluar lo "sublime" o "prodigioso" de un texto: la correcta redacción, fidelidad con el entorno histórico y sociológico, una definición de motivaciones, causas y consecuencias de los personajes que otorguen verosimilitud a la narración... En materia de gustos no se puede argumentar mucho ni a favor ni en contra, pero a propósito de muchos elementos esenciales de un escrito, sí. Canijo habla -según entiendo- de la fascinación que cierta literatura despierta en según qué lectores. El que asume la genialidad del autor cuando no es capaz de comprender lo que ha leído, cuando los elementos objetivamente evaluables contradicen la entusiasta acogida dentro del grupo al que pertenece o al que quiere pertenecer -léase "élite" cultural (válido concepto tanto a nivel de premio Nobel como a nivel de foro internáutico para adolescentes)-, cuando honestamente y para sí mismo piensa "mmm... no lo pillo, pero todos dicen que es formidable, luego será cierto", ese lector está realizando un acto de fe. Y sobre la fe, ya dijo algo cierto famoso personaje: "el que quiera ver, verá". Aunque ahí no haya nada.

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Bueno, supongo que es cosa mía, que me hice la picha un lío mientras escribía esto, o que nunca supe a dónde quería ir a parar. Si te perdiste con los pases es que yo no los di bien, eso está claro. Lo que yo quería decir son varias cosas, que todos somos prestidigitadores, pero algunos con pretensión de magos,  y que muchas veces los prestidigitadores sin doblez yerran, se les descubre el truco, y se les abuchea; a los otros ni se les busca, y es muy posible que alguno de ellos hiciera los pases igual de mal, aunque los trucos fueran diferentes. También quise decir que hay que ser honestos, claro, desde un lado no tildando de incrédulos y reaccionarios a los que no creen en la magia, y desde el otro ni negando por que sí, ni tampoco señalando magia donde no hemos visto nada. Que a veces algo nos deslumbra y lo tomamos por oro, y que lo mismo hay que ponerle un poco más de empeño en saber si es oro para ponerlo a buen recaudo, o para soltarlo si es plomo bañado. Que algunas veces uno consigue colarse detrás de la tramoya, y depués se tiene que echar las manos a la cara cuando oye afirmaciones sobre la maravilla oculta tras ella, porque ha visto que allí sólo había parches, cuerdas y tablas apolilladas. Que en la prudencia, por supuesto, está la virtud, pero que igual de equivocada puede ser la imprudencia por negación iletrada que la imprudencia por adhesión crédula. Que la apertura de miras y la fe no son lo mismo, ni tienen por qué parecerlo. En fin, todo eso, pero entre que eran muchas cosas, y que intentaba acordarme del primer truco por fragmentos que sí escuché, me hice la picha un lío y al final lo que me salió fue esto, jeje.

 

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Bueno, yo voy más a lo que dices en ese momento, no a lo que piensas. Y quizá también es una pequeña pataleta porque que me da la impresión de que está peor visto criticar que aceptar. No porque pretenda que la claridad sea ventaja, sino porque me choca que con ciertas actitudes la oscuridad sí lo sea.

 

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Sí, algo así, aunque no tiene que ser cosa de que se quiera pertenecer a un grupo o simplemente quedar bien, sino que a veces noto corrientes en esa dirección y me parece que muchas personas de dejan llevar, tanto en detrimento de los que se basan en lo más evaluable, como de los otros, que terminan mezclándose con lo fallido y provocando una lógica reacción negativa hacia todos.

 

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Gracias por las aclaraciones, compañero. También puede ser que ayer lo leí con el cansancio acumulado, y es que hay veces que uno no está tampoco para los textos que le caen entre manos.

Grosso modo, coincido con tu exposición, pero como eterno romántico me encanta deslumbrarme por la tramoya (sobre todo si está apolillada :-) y supongo que eso también es lo que me convierte en un lector que saca más jugo, quizás donde no lo hay, a determinados libros. Supongo que sí, que el tema es muy extenso y que podríamos matizar durante un buen rato.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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No, no, este es truco de prestidigitador, no de mago, si se ve, se ve; si no es que he fallado. Es lo que pasa, que cuando se juega con elementos comunes se valora y punto, cuando no, se concede un beneficio de la duda que no tiene el prestidigitador raso.

 

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Bueno pues como ya sabeis soy más bien clasicote, aunque he de confesar que comienza a atraerme eso de cambiar un poco el registro, intentar dar un enfoque nuevo a los textos, darle una nueva visión, (un poco lo que intenté con "El insomne", darle un rollo más eliptico, en el que la historia se vaya dejando entrever de fondo).
Por lo que, digamos que no estoy encontra de abrir se nuevos campos de narración, siempre y cuando se respete la coherencia o incluso cuando la incoherencia esté justificada en la historia. Y por supuesto, cuando el lector acabe con la sensación de que hay una historia, tal vez algo velada o ligeramente desordenada o criptica, pero que se encajar y al final quedemos con la sensación de que no es una paja mental escrita a vuelapluma. Algo que parece estar en boga, no sé si porque hay quien necesita ser "original", "diferente" o no es capaz de contar una buena historia al uso. ALgo que, al igual que freir un huevo, no es facil, y todo el mundo cree saber.

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Canijo
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Sí, lo de experimenter es interesante, hay que ir probando cosas y tal, como aquello que dijo Guy en el hilo del Entierros, eso de ir hilando metáforas a partir de una idea, alejándose cada vez más de la idea original pero manteniendo el referente. Ahora, después lo que hace falta es ser honestos desde los dos lados de la lectura para ver si el experimento salió bien, si hay conexión con el público y demás.

 

Columna cortesía de Sevilla Escribe: http://sevillaescribe.blogspot.com/

 

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