Mentes peligrosas

Imagen de Jack Culebra

Unas líneas sobre una película que en su día nos marcó mucho, y que ha envejecido muy bien (aun con sus toques folclóricos)

Si no hace mucho homenajeaba El club de los poetas muertos aventurando que tenía muchas papeletas para convertirse en un clásico, hoy dedicaré unas líneas a otra película de profesores -sí, son casi un subgénero- que si bien tiene menos posibilidades de conseguirlo, se resiste como gato panza arriba a envejecer. Se trata de Mentes peligrosas.

 

Pillé el principio por casualidad hace unos días, y no pude parar hasta verla entera. En esta ocasión, lo hice en versión original, con una impagable Michelle Pfeiffer hablando en español en algunos momentos del metraje, pero tampoco creo que sea lo que me ha empujado a escribir el artículo; no tengo la impresión de que, en este caso, haya nada censurable en el doblaje (incluso se echaba de menos ese mítico "he de mear"). Más bien me parece que fue el constatar que, a pesar del paso del tiempo, sigue siendo un filme de actualidad. Al menos en ciertos aspectos.

 

Estrenada en 1995, no es de extrañar que algunos elementos se hayan quedado anclados en el lado pintoresco de la historia. Los raperos, aun persistiendo quince años después, no tienen ya el mismo estilo, y los bailes de los adolescentes en el patio de recreo remiten más a El príncipe de Bel-Air que a la actualidad. Pero fuera de estos detalles, otras cosas siguen estando de rabiosa actualidad, y son precisamente las más preocupantes.

 

Las drogas, la violencia en las aulas, la lucha de los docentes para ganarse el respeto de los alumnos cuando el entorno social y familiar no dan un marco de esperanza o continuidad, el desencanto... Incluso dejando de lado las constantes humanas eternas -amores, odios, conflictos, etc.-, nos encontramos que las dinámicas sociales retratadas a mediados de los noventa por John N. Smith a partir de un guión de Ronald Bass (a partir de una novela de LouAnne Johnson, larga cadena que muestra que ya había habido tiempo para reflexionar sobre el tema) no han cambiado tanto. Quizás, de hecho, el mayor cambio sea que, en parte, empiezan a visitarnos de un modo más crudo a la Vieja Europa esos conflictos que creíamos propios de los Estados Unidos.

 

La discriminación y desconfianza ligada a la multiculturalidad mal desarrollada golpea en algunos momentos del metraje con la misma crudeza que llama ahora a nuestra puerta. Qué enorme tristeza cuando la profesora voluntariosa -aunque no infalible- es echada con cajas destempladas del barrio negro con aquello de "por qué no se encuentra a otros pobres a quienes salvar". Y cómo consigue realzar todos estos momentos de dura desesperanza la impresionante banda sonora (y toca mención especial al Gangsta's paradise de Coolio, todo un himno en su momento).

 

Un largometraje al que merece la pena dedicarle un visionado, sea para descubrirlo o para rememorarlo. Su ritmo no defrauda, y la ausencia de maniqueísmo en su desarrollo le da una riqueza sorprendente. Es cierto que, al centrarse en las vivencias de los personajes protagonistas, puede permitirse un cierre optimista dentro del negro panorama, pero evita caer en los simplismos, lo cual se agradece enormemente. Al mismo tiempo, desarrolla unos personajes tan entrañables que es difícil dejarlos perderse en la memoria. Un magnífico trabajo el de todo el reparto para una historia que hacía falta contar.

 

Llegue a clásico o termine sepultada por su lado más folclórico, Mentes peligrosas seguirá siendo, en cualquier caso, una película muy interesante dentro del elenco que nos brindaron los noventa.

 OcioZero · Condiciones de uso