El libro del cementerio

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de Neil Gaiman, que recibió el Carnegie Medal en el 2010, publicada por Roca Editorial

 

Para los amantes de la fantasía oscura, este libro es una pequeña joya. He disfrutado sobremanera con su lectura. Sumirse en el vívido universo que recrea en sus páginas es un raro placer. Gules, cementerios, niños criados por fantasmas, extrañas sociedades secretas de asesinos, criaturas de la noche con inesperados poderes... En las páginas de El libro del cementerio nos encontramos con todos estos elementos clásicos brillando con una fuerza nueva. Creo que el secreto es la habilidad con la que Gaiman hace encajar todas las piezas del rompecabezas.

Hablamos de una novela juvenil, que no pueril. La trama es relativamente lineal pero de una sorprendente riqueza. Las relaciones entre los personajes y cómo estas van conformando la historia son fascinantes. Estos, tanto protagonistas como secundarios, tienen carisma suficiente para quedarse grabados en la memoria. Uno termina envidiando la fuerza que rezuman de un modo natural, sin artificios ni grandes vueltas de tuerca. Por paradójico que resulte, tienen una madurez y una complejidad que llama la atención: no se limitan a ser notas de color (gris) en la historia, sino que crecen y evolucionan con la misma, cada uno a su ritmo.

El eje central de la novela, la muerte, no es tratado tampoco de un modo simplista, ni tan siquiera meramente estético (aunque El libro del cementerio sea una obra en la que la estética, la belleza, sea primordial). Las reflexiones implícitas son profundas y, al mismo tiempo, naturales, sencillas, y rezuman una melancolía de la que es difícil abstraerse. El pulso narrativo de Gaiman tiene algo de mágico: emociona, sorprende y asusta al lector aun a pesar de la inocencia relativa de la historia.

Gran parte de la fuerza de esta reside también en la prosa del autor. Desconozco cómo es la traducción de Roca, pero el original es fascinante (leí la edición de Bloomsbury del 2009, que incluye unas formidables ilustraciones de Chris Riddell). Gaiman juega con el lenguaje, con la estructura, con el modo de presentar la trama. Al mismo tiempo, lo hace sin complicar la lectura: os aseguro que yo no soy ningún experto en inglés, pero eso no me impidió disfrutar del lirismo y la belleza de sus frases. Demuestra con ello que no solo es un gran creador, sino un gran escritor.

En definitiva, una magnífica novela que, aunque aparentemente destinada al público juvenil, hará las delicias de todos los amantes de la fantasía oscura que no se resignan a tener que leer historias planas y estereotipadas. Apenas conocía la faceta de escritor de Gaiman, pero no tardaré en repetir.

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