GAL

Imagen de Jack Culebra

¿Una suerte de El informe pelícano español?

 

Por casualidad, hace unos días, caímos sobre esta película dirigida por Miguel Courtois en la que se nos cuenta, groso modo, la historia de los GAL a través de las investigaciones de dos periodistas, interpretados por José García y Natalia Verbeke, que reciben información de un confidente a través de la cual, poco a poco, van desentrañando la trama del grupo antiterrorista.

La película me resultó entretenida, quizás algo ligera en el desarrollo, con momentos muy buenos y en general bien llevada —aunque, lo reconozco, tengo mucha dificultad para conectar con las actuaciones de los actores españoles; solo me quedaría con el torrentero papel de Jordi Mollà—, pero si me he animado a escribir sobre ella es por el guión, por el planteamiento.

A medida que avanzaba el filme, tenía la impresión de estar viendo una transposición de un thriller americano a territorio nacional. No se trata de que me parezca increíble que una historia así pueda tener lugar en nuestro país —de hecho, sería una contradicción con la premisa de la película—, sino del modo en el que se plantea su narración.

¿Era necesario —me pregunto, por ejemplo— la relación de tensión amorosa entre los dos periodistas protagonistas? ¿Había que tirar de los escenarios clásicos de la escuela norteamericana —encuentro con el informador en el puerto, escena de acción (algo fallida, además), despachos de redacción, pasillos de tribunales, manifestación frente a los mismos...— para crear el ambiente de “investigación”? ¿Había que darle esas pintas al presidente del gobierno, enfocar así la rueda de prensa?

Francamente, tuve la impresión de que la película resultaba más creíble cuando se limitaba a los momentos más castizos. El problema es que cuando escribo estas líneas no dejo de acordarme de un reportaje sobre el FBI que vi hace poco en el cual los agentes —que eran gente real— parecían sacados de cualquier teleserie, lo que ejemplificaba ese mimetismo que hay entre la ficción y la realidad de un modo escalofriante porque a veces no sabemos en qué dirección va. ¿Se parecen los agentes del FBI de las series a los de la realidad o viceversa? ¿Quién inspira a quién?

¿Viven nuestros periodistas en un remedo de El informe pelícano cuando por fin salen de la rutina? Espero, al menos, que no lo hicieran ya en los años ochenta...

Cuando terminé de ver GAL no me sentí defraudado. De hecho, me ha sorprendido leer por la web que tuvo una acogida tan mala en su momento. Sin embargo, mentiría si dijera que me convenció del todo la película porque, a pesar de los escenarios, de la recreación histórica y de una narración que fluía bien, no conseguí quitarme la sensación de estar viendo algo de cartón piedra. De cartón piedra made in USA, además. Lo cual, en una película basada en hechos históricos, no deja de ser un problema.

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