Lucifer. Libro 2

Imagen de Kaplan

La serie de Mike Carey encuentra por fin su hueco a base de calidad

 

“El arco argumental Seis cartas sobre la mesa fue un error y, si tuviera que escribirlo de nuevo, lo haría de una forma totalmente diferente. Creo que inconscientemente estaba imitando a Neil... Y bastante mal, por cierto”. En el epílogo de este segundo volumen recopilatorio de Lucifer, David Fernández rescata esta cita de Mike Carey acerca de los peligrosos comienzos de esta serie, que ya comentamos en nuestra anterior reseña. Sin duda, lo mejor que Carey pudo hacer fue desprenderse de todo lo que le señalaba como un clon de Gaiman y lanzarse a contar algo diferente y con voz propia.

Esto ya empezó a ocurrir en el anterior tomo, en la saga La casa de la sala sin ventanales, pero es en este segundo volumen cuando todo empieza a tomar forma de verdad. Sin abandonar el terreno metafísico de Gaiman (algo imposible dada la naturaleza de la serie), Carey se sitúa ahora más cercano al Morrison más literario (recordemos la saga Arcadia de Los Invisibles) y va ofreciendo historias a cada cual mejor.

El arco Niños y monstruos comienza con un estupendo relato corto, en el que una joven caldea condenada a una inmortalidad muy poco envidiable (vive su particular día de la marmota en el que aborta cada mañana) se somete en la actualidad a un exorcismo que acabe con su maldición. Lucifer se aprovechará más tarde de la situación, cuando un ejército celestial caiga sobre la Tierra para acabar con él.

En Tríptico da comienzo el plan de Lucifer: el Ángel Caído ha conseguido escapar del plan maestro trazado por Dios y ahora pretende ser su competencia dando origen a una Creación paralela en la que el único mandato será que no haya mandatos.

Finalmente, Devaneo con el condenado, el último y más sugerente arco del tomo, se centra en las intrigas palaciegas que se viven en un Infierno en el que Lucifer hace tiempo que no aparece.

En una decena de números, Carey consiguió levantar el vuelo de lo que parecía un título del -más rutinario- montón y convertirlo en algo inteligente, denso, sólido y carismático. Ya no se apoya en jeribeques gaimanianos de segunda ni Lucifer es un remedo de Constantine. De hecho, la importancia de Estrella del Alba en este volumen es más bien tangencial, dejando la mayor parte del peso en los secundarios, algo consecuente, además, con su intención de convertirse en un Dios 2.0.

Si no quedaste muy convencido con el primer tomo recopilatorio de Lucifer publicado por ECC, prueba con el segundo y, ahora sí, caerás rendido.

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