La muerte negra: El triunfo de los no-muertos

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de Házael G. publicada por Dolmen en su Línea Z

 

Aunque no soy muy aficionado a la literatura zombi, me sentí de inmediato atraído por la propuesta de esta novela. Mezclar la epidemia de peste negra con el fenómeno de las plagas zombis me parecía un punto de partida idóneo para contar una buena historia. El resultado, no obstante, no ha sido lo que hubiera deseado, aunque, tal vez, sí lo que hubiera debido esperar, sobre todo si hubiera sabido que esta novela ha sido concebida directamente para seguir el tirón Z (al menos en apariencia).

En honor a la verdad, hay que decir que la prosa de Házael G., a pesar de ser esta su ópera prima, es bastante solvente. El texto viene limpio, no tiene vicios cargantes y, a grandes rasgos, aun sin desarrollar un sello propio, conduce la historia con buena mano. Solo en algunos puntos menos aparentes -estructura de la narración, pequeños líos con el tratamiento de cortesía, el modo de introducir la documentación histórica, por poner algunos ejemplos- se percibe, o he tenido yo la impresión, que el autor no tiene tantas tablas como hubiera sido deseable.

No es que nada de esto dinamite la novela, pero, a mi parecer, la va lastrando el conjunto y contribuye a que las perspectivas se vean defraudadas. Ni siquiera con el sugerente escenario elegido consiguió, en mi caso, engancharme lo suficiente. A este respecto, me temo, fue decisivo también el asunto zombi. Voy a intentar explicarme.

Obviamente, cuando emprendí la lectura de La muerte negra: El triunfo de los no-muertos, contaba con leer sobre zombis. Es más: tenía ganas de leer sobre zombis. Pero no así, en cualquier caso. En lugar de encontrarme con el zombi integrado en la plaga, tuve la impresión de estar frente a una novela en la que se habla de la Peste Negra y que, en paralelo, es salpicada de escenas zombi. Estas, además, se presentan de un modo repetitivo, como si siguieran un planteamiento de relato que funciona como excusa para presentar un nuevo escenario (en la novela se viaja mucho). Entre que estos incisos, que sirven de excusa para momentos gore que me ha resultado poco imaginativos y carentes de tensión, me rompían el ritmo de lectura y que no conecté con el protagonista que sirve de hilo conductor de la historia, al final terminé totalmente desinteresado por el cierre de la narración.

Es posible que para los lectores que busquen disfrutar de la estética zombi y de unos cuantos pasajes aderezados con la misma encuentren en la novela una lectura entretenida. En mi caso, quizás porque esperaba algo más, La muerte negra: El triunfo de los no-muertos se queda como un libro heterogéneo en el que las anécdotas, que abundan, quizás demasiado, no terminan de dar cuerpo a una narración sólida. A mi parecer, a la novela le ha faltado un punto de cocción para que formase un todo más consistente y no, por el contrario, un mosaico de incisos históricos y escenas grotescas.

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