Spaceman

Imagen de Kaplan

Reseña de la obra de Brian Azzarello y Eduardo Risso publicada por ECC

Cuando dejas a Dizzy Cordova medio muerta en brazos de un agente Graves derrotado no sabes muy bien cómo sentirte. Ante ti ha acabado 100 Balas, una serie diferente a todo lo que había habido hasta el momento en Vertigo, realizada con brillantez por uno de los mejores equipos creativos del medio, Brian Azzarello y Eduardo Risso. El final de 100 Balas hay que saborearlo tras dejarlo reposar. Es un final a la altura del resto de la colección y confiere al título ese algo mítico y trágico que le faltaba para redondearlo del todo. Quizás Scalped haya sido mejor serie, la verdad es que no estamos seguros. Si la colección de Aaron y Guéra es un novelón negro sobre lo impredecible, 100 Balas era algo más etéreo, una estética, una instalación de ARCO sobre la fatalidad del destino manifiesto. Es difícil compararlas, más allá del vacío que dejaron tras su despedida.

Por eso, cuando en la ComicCon de Nueva York de 2011 se anunció que Azzarello y Risso volvían a trabajar juntos en un nuevo título, muchos nos caímos de culo. Nos levantamos y continuamos leyendo la noticia. La nueva serie se llamaría Spaceman y estaba protagonizada por un astronauta de aspecto simiesco engendrado en un laboratorio de un futuro postapocalíptico. Sí, volvimos a caernos de culo. En principio, esto tenía muy poco que ver con la lenta venganza de Graves y sus milicianos. Ahora, tras haber leído la miniserie, todo se entiende un poco mejor.

Spaceman cuenta cómo ese astronauta malvive años después de su periplo espacial en un mundo anegado por las aguas hasta que se convierte en el inesperado protector de una niña, hija de una pareja de estrellas, acechada por unos secuestradores. Visto así, es fácil vincular a la miniserie con una tradición que lo mismo toca el western (Valor de ley) que el género negro (Ese cobarde bastardo, León, el profesional). No sorprenderemos a nadie al decir que Spaceman resulta un trabajo mucho menos importante que 100 Balas, pero eso no quiere decir que estemos ante un trabajo fallido. Se nota que ambos autores han hecho lo que han querido: Risso sigue igual de inspirado que siempre y Azzarello presenta un mundo muy trabajado, demasiado incluso para una serie de solo nueve números. Ésa sea quizás la mayor pega que se le pueda reprochar a la serie, algo parecido a lo que comentábamos hace unos meses al hablar de la Pax Romana de Hickman: habiendo ideado algo así, ¿por qué quedarse en una mera caricia cuando se puede aprovechar muchísimo más?

Según cuentan, Azzarello presentó cuatro historias a los editores de Vertigo cuando terminó 100 Balas. La primera fue Spaceman. La segunda, quizás, sea ese Brother Lono que acaba de anunciarse y que transcurriría tras los hechos narrados en 100 Balas. Viendo este Spaceman y asumiendo que 100 Balas se fue para no volver, ojalá Azzarello hubiese presentado cincuenta historias nuevas a Vertigo y no solo cuatro. Hacen falta buenas ideas como esta resueltas con tanto tino.

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