Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos

Imagen de Patapalo

Reseña de la antología de Alberto García-Teresa publicada por Cana Negra

Esta antología que nos trae Amargord Ediciones en su colección Cana Negra tiene un curioso equilibrio narrativo que se inclina hacia la fábula y el retrato. Aunque hay algunos microrrelatos en los que esta característica es menos evidente, la gran mayoría tienen un componente social reivindicativo —no solo político, sino también filosófico— que, en apariencia, impulsa al autor a rehuir las elipsis y dejar todo bien atado.

Esto es algo que se acusa en el apartado formal, donde las conjunciones adversativas —los peros— rompen con frecuencia la armonía para apuntalar el concepto. La prosa, así, adquiere una cierta cualidad dislocada, casi un ritmo roto que frena los pies al lector y le obliga a encarar el microrrelato, su fondo. Las historias que componen Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos no reposan en el giro ingenioso o en la musicalidad de las frases, sino en las ideas subyacentes.

Aunque en algunos pasajes se da alas al poeta, a lo largo del libro convivimos con el Alberto García-Teresa narrador. El objetivo se adivina el mismo, pero los métodos empleados son muy distintos, así como los caminos que transita.

Los escenarios que se nos aparecen tienen un aire de distopía cruel, pero cuando se levanta el velo resultan de un realismo escalofriante. Si he encontrado un hilo conductor ha sido este: Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos no es terror lúdico, sino terror social, del que te hace mirar no ya tanto ese hipotético vecino inquietante, sino a ti mismo y al mundo que ya te rodea. La rutina, lo cotidiano, lo aceptado son los elementos puestos en cuestión aunque se aborden desde perspectivas propias de la fantasía oscura o la ficción apocalíptica.

El nivel general de la antología es alto. Se ve la solvencia del escritor en la escritura y, sobre todo, un carácter propio. Y hay algunos micros cuya factura es tan redonda que quedan tiempo rebotando en la memoria. No son los que más fuegos de artificio despliegan, sino los que más han ajustado, tal vez, su propuesta, hasta despojarla de todo lo superfluo. Como cierre, os dejo con un ejemplo:

Basurero en Bagdag

Los niños, que ahora juegan a corsarios cojos y piratas mancos, han encontrado entre la metralla una caja de música. Este rescoldo de vida es el tesoro que buscaban en su mapa.

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