Moulin Rouge: de la ucronía al clásico

Imagen de Jack Culebra

Trece años después ¿dónde queda el experimento de actualizar el escenario?

 

Moulin Rouge

Cuando vi Moulin Rouge hace ya más de una década, demonios, en un primer momento me sentí escandalizado por sus aires de videoclip acelerado y sus licencias, por llamarlas de algún modo, en la ambientación. ¡Blasfemia, escarnio, irreverencia! ¿De qué iba todo aquello? ¿Tan complicado era mostrar respeto a una era tan fascinante como el siglo XIX? Todavía algo adolescente, oír Nirvana en boca de enfebrecidos caballeros con sombrero de copa me suscitó una mezcla perturbadora de vergüenza ajena y perplejidad. No empezaba con buen pie, no.

Luego, a medida que avanzaba la película y mi ritmo cardíaco volvía a la normalidad, algo de la magia de la película comenzaba a calar en mí a pesar de la visión pop de la absenta —algo que, en aquel momento, me parecía inadmisible, por supuesto—. Y así hasta que irrumpieron esos versos de Kiss y, finalmente, me rendí a la evidencia: el desconcertante tono anacrónico era todo un acierto.

Moulin RougeSí, lo era, porque plantear al espectador contemporáneo el espíritu rompedor de la bohemia y la pasión acelerada de un vicio que, por época, identificábamos más con nuestros abuelos y bisabuelos —señores viejos y venerables en cualquier caso, con barba— que con alocados jóvenes, era una tarea que requería ingenio. Hacía falta un catalizador para que el puente entre dos siglos dispares, pero a la vez cercanos, funcionase. Y aquello era lo que habían conseguido con la peregrina banda sonora y, también, con ese tono fragmentario a caballo entre el vídeo musical y el spot publicitario noventero.

Había que aceptar barco como animal marino, al menos cuando se habla de hadas verdes.

Pero ¿en qué ha quedado todo eso trece años después? A Cobain parece que no lo terminamos de enterrar por mor de noticias absurdas periódicas, pero su presencia como icono generacional se ha mitigado bastante, y Madonna parece más que eclipsada por Lady Gaga. ¿Y Kylie Minogue? ¿Dónde está Kylie Minogue? O lo que es lo mismo, ¿qué pasa con toda esta actualización trece años después? ¿Qué pasa con la película ahora que los referentes contemporáneos ya no son tan contemporáneos?

La respuesta es nada: no pasa nada. Porque ese afán deliberado de anacronismo era también una puerta abierta a la inmortalidad del clásico, algo quizás más evidente en versiones como el tango de Roxanne. No es nada nuevo en los musicales, de hecho. Pensemos en Grease, en el Romeo y Julieta de barrio que es West Side Story.

Y el caso es que funciona. Hace unos días volvía a ver Moulin Rouge y constataba con cierta sorpresa no solo lo bien que ha envejecido, sino el impacto que causaba en los más pequeños de la casa, críos que no tenían absolutamente ninguna referencia musical ni prejuicio al respecto. Magia, en definitiva, que merece la pena redescubrir. Si te gustan los musicales, claro.

Moulin Rouge

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