Hotel de carretera

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La chica cerró con cuidado la puerta del coche.

—¿Qué te apuestas a que no?

—¿Mañana conduces tú? preguntó el chico.

—De acuerdo. Si pierdo conduzco yo.

El zumbido del luminoso de neón rojo al encenderse era más intenso a medida que se acercaban al edificio. La puerta estaba abierta. Para entrar sólo tuvieron que apartar un poco unas cortinas mugrosas con tiras de plástico. El interior no estaba muy iluminado. Un camarero acodado en la barra y un tipo que daba la espalda a la puerta, sentado en una mesa de terraza, miraban absortos el televisor. Parecía que pasaban un clásico en blanco y negro.

—Buenas noches saludó el chico.

El camarero de la barra apartó la vista del televisor y se le quedó mirando con un chupachús de la boca.

—¿Les quedan habitaciones?

No contestó y volvió a concentrarse en la película, como si delante de él no hubiera nadie.

—Perdonen a mi hermano.

Quien habló fue el tipo de de la mesa que se levantó, abrochándose los botones de la camisa. Estaba mal afeitado y, cuando se acercó, descubrieron que le olía el aliento.

—Le encantan esas viejas películas continuó.

—¿Podemos quedarnos a pasar la noche?

—Nos hemos perdido dijo la chica.

El tipo recorrió con la mirada a la chica. Comenzó por las sandalias. Después subió por sus piernas, atravesó el vestido corto de color negro, concentrándose en el escote, y después sonrió.

—Sí, sí. Claro. Un momento.

Se asomó por unas escaleras con barandilla de madera, justo al lado de la entrada y gritó:

—Fredo.

La chica agarró la muñeca del chico y tiró un par de veces hacia abajo.

—Mañana conduces tú susurra.

—¿Decía algo señorita? pregunta el tipo.

—No, no. Sólo era una apuesta.

—¿Qué clase de apuesta?

—Nada. Mi novio estaba convencido de que esto era un club.

—No, no, se equivoca. Esto sólo es un hotel de carretera.

—Bueno, ya sabe cómo son los chicos. Seguro que esperaba encontrar un montón de mujeres.

—Mujeres. No, por aquí hace mucho que no vienen mujeres.

Por las escaleras bajó ruidosamente un tipo muy alto y peludo, con las espaldas anchas y cargadas, que balanceaba los brazos al andar como un orangután.

—Mi hermano Fredo.

—Creo que me he dejado la chaqueta en el coche dijo la chica, tirando de la muñeca del chico.

—¿Quieres que vayamos a buscarla?

—No, no, no. Fredo.

El tipo indicó con un gesto de la mano y Fredo colocó delante de la puerta de salida.

—¿Dónde van?

—Hemos cambiado de idea y pensamos que es mejor que continuemos el viaje.

—Usted, si quiere, puede marcharse —dijo el tipo. Pero ella se queda.

—No, por favor dijo la chica.

—Hijo de…

El chico se acercó al tipo con el brazo levantado y el puño cerrado, pero antes de alcanzarlo sintió cómo le agarraban con fuerza por detrás y cómo le daban la vuelta. Perdió el conocimiento con el primer puñetazo de Fredo.

 

Despertó junto al coche. Se oían las cigarras. Aunque le dolía la cabeza, desde el suelo le pareció el mismo lugar donde había aparcado, pero el hotel de carretera parecía distinto. Se levantó y se acercó a la puerta. Tenía clavadas un par de tablas en forma de aspa. Buscó un sitio por el que asomarse. Los cristales estaban rotos, pero habían cegado las ventanas con maderas, seguramente para que nadie entrara. El chico se asomó por una de las rendijas. No quedaba apenas nada de la noche anterior. Sí, la barra permanecía en el mismo sitio, pero los estantes de las botellas estaban vacíos y, quizá, cubiertos de polvo. Algunas mesas estaban boca abajo o tumbadas de lado en el suelo. Gritó varias veces el nombre de su novia. Pero no contestó nadie.

Se acercó al coche, abrió la puerta del asiento de copiloto, buscó un paquete de tabaco en la guantera y se sentó en el suelo, apoyado en una rueda a fumar.

 

A los pocos segundos de comenzar su historia, al guardia civil dejó de interesarle y volvió junto al ventilador.

—Lo mejor que puede hacer es marcharse, amigo. Ese local lleva años cerrado dijo desde su mesa.

—Pero no es posible. Yo estuve anoche.

—Por favor, márchese si no quiere que le encierre hasta que se le pase el subidón de la mierda esa que se haya metido.

 

Ya había anochecido cuando aparcó de nuevo junto al hotel de carretera. Las luces de neón de color rojo parpadeaban igual que la noche anterior. Antes de salir del coche, respiró hondo.

La puerta del hotel permanecía abierta. Para entrar, sólo tuvo que volver a apartar la misma cortina mugrosa de tiras de plástico. El interior permanecía como lo recordaba, con el camarero acodado en la barra con su chupachús y el otro tipo de espaldas a la puerta, ambos absortos en la película del televisor. A pesar de la escasa iluminación, reconoció la figura que fumaba al fondo, sentada en una banqueta.

—Vámonos dijo.

—No. No puedo dijo la chica sin moverse de la banqueta.

Llevaba el mismo vestido negro corto y con escote de la noche anterior.

—Fredo gritó el tipo desde su mesa.

—Vámonos insistió el chico.

—Lo siento. Lo he intentado pero no puedo. Por favor, vete.

El chico se acercó a la barra, cogió una botella y la levantó por encima de su cabeza. El tipo se rió.

—Mira que eres estúpido. ¿Todavía no has comprendido que no puedes hacernos nada?

—No es para vosotros.

El chico golpeó la botella en la barra haciéndola estallar como una supernova. Después se agachó y recogió un cristal del suelo el pedazo que parecía más afilado y comenzó a hacerse cortes verticales en la muñeca.

—Fredo, baja, corre. Tenemos que echarlo fuera antes de que el estúpido se desangre.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Una historia sugerente, pero excesivamente expositiva a mi parecer. Creo que la enumeración de hechos no contribuye a crear la atmósfera de tensión y angustia que el escenario reclama, lo que hace que no termine de cuajar del todo como relato de terror. Se ve buena materia prima, pero creo que le falta una vuelta de tuerca.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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LCS
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Antes de nada, gracias por subir el relato y por ser sincero con tus opiniones. Todas las críticas me ayudan a aprender, a fijarme en lo que he hecho mal.

Dices que no termina de cuajar del todo como relato de terror. Tienes razón. Le falta atmósfera. El narrador apenas interviene. Una historia de terror no puede abusar tanto de los diálogos.

Pero es que tampoco sé si quería escribir un relato de terror.

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Nachob
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Coincido con Akhul en que la historia queda algo plana. Lo dialogos están conseguidos, son agiles, pero pierde algo de ritmo, sobre todo al final, donde la idea queda en mi opinión algo desdibujada.

Puede que requiriera algo más de desarrollo, tipo king, dando más datos sobre los personajes para que hubiera mayor empatización con ellos. Contando más cosas, para imbuirnos en la atmosfera. Que la historia nos rodee, y no simplemente pase...

PD.: "¿Como una supernova?" Vaya símil. Eso es estallar una botella y lo demás...

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LCS
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Poblador desde: 11/08/2009
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Ahora que leo el relato con un poco de distancia, veo lo que dices. Lo tendré en cuenta para cuando le de un repaso.

Gracias por los comentarios.

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