Una alegre compañía de rufianes

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Hubiéramos, tal vez, deseado anunciar una aguerrida caterva de ratas portuarias, pero hay que reconocer que con este grupo de piratas nos dejaría embarcarnos hasta nuestra madre.

 

El primer paso antes de lanzarse a la aventura a lo largo de los siete mares, como es natural, es reclutar una tripulación adecuada. Ya en el año del estreno piratil, Playmobil ofrecía un primer pack de piratas bastante completo, algo típico en la época: nada menos que cuatro marineros para acompañar al inevitable capitán pirata.

Es verdad que viéndolos salta a la vista que estos lobos de mar debían de sentirse más cómodos buscando tesoros en soleadas islas remotas que saltando al abordaje cual sanguinarios tiburones sedientos de botín, pero tampoco hay que cachondearse demasiado: dentro de su lema de sacar partido a todo lo ya diseñado, la compañía había conseguido reclutar un grupo bastante creíble y, lo que es más importante, sugerente.

A mano izquierda, subido a la roca y desafiando a los elementos, teníamos a ¡un ex artista circense! No, no estoy de coña. En la caja 3512-A se nos presentaba nada menos que a una troupe de acróbatas. Fue el tema elegido para presentar una novedad mayúscula: el primer clic de otro color, negro para más señas. Como se aprecia en la foto, conservó el vestuario al completo antes de enrolarse como caballero de fortuna en los primeros tiempos de piratería en Playmobil.

Sinceramente, creo que el gorro rojo con el penacho y el collar de cuentas doradas encajan mejor en un pirata que en un acróbata, ya que los primeros, recordémoslo, gustaban de acicalarse con parte del botín que capturaban, uno de los motivos por los que lucían tantos anillos, pendientes y collares como las propias damas de la época. En cualquier caso, el pirata negro, a quien nosotros bautizamos como Nuba, todavía no sabemos muy bien por qué, se ha convertido en un clásico indiscutible de la colección. Desde luego, daba un toque de exotismo a la tripulación indispensable.

El pirata situado a mano derecha era también una interesante nota de color -aunque por aquellos tiempos las patas de palo no fueran tan apreciadas por la inestabilidad que suponían-. Nadie diría que su origen era todavía más oscuro que el de su compañero acróbata... El primer pañuelo en la cabeza venía, efectivamente, de una señora de la limpieza, en concreto de la caja 3315. Esto no impedía, en cualquier caso, que este fuera mi pirata preferido. Inspirado por un cómic que no consigo reencontrar por ningún cajón, lo bauticé Carmaux, nombre que, por lo visto, compartía con una ciudad francesa (supongo que el guionista del cómic también tiraba de soluciones socorridas para bautizar a sus personajes).

De algún modo, este tipo de clic se convirtió en el pirata de a pie, quizás porque los que llevan el tricornio, sombrero que ya habíamos visto en el marinero del tonel, tienen un aire más serio. El de rojo lleva nada menos que una vaina para la espada, lo que parece darle cierta categoría. Este era otro distintivo claro de piratería, aunque uno bastante frágil. Recuerdo que la mayor parte de las vainas terminaron siendo simples bandas cruzadas donde ya no se podía envainar nada... Supongo que parte de la culpa la tienen sus dimensiones, ya que asomaban cuando estaban sentados y, por lo tanto, ponían a prueba la paciencia de los niños (que no suele ser mucha).

El de verde, con ese cuello vuelto y esa increíble hacha para mantener su autoridad, recibía automáticamente el puesto de contramaestre, que no sabíamos muy bien qué quería decir, pero que sonaba muy piratil y muy importante. A nuestros ojos era como una especie de jefe subalterno, por supuesto muy fiero a pesar de la sempiterna sonrisa beatífica de todos los clics. La idea no dista mucho de la realidad, pues el contramaestre se encargaba de poner orden en las tripulaciones piratas, sobre todo en momentos clave, como el reparto del botín.

Desde luego, el arsenal que llevaban era impresionante: dos sables, un par de hachas (que no me han parecido nunca muy de la época, pero que nos parecían muy naturales y adecuadas), cinco pistolones y cinco cuchillos que se introducían con macabra facilidad por la juntura entre torso y piernas.

El material de la caja incluye, en general, todo los accesorios necesarios para ambientar: el altavoz, las rígidas banderas de señales que terminaba reconvertidas en hachas, el mapa del tesoro, las palas, las picas para acostar barcas (y que parecían algún tipo de lanza letal para los que habíamos visto poco mar), el inevitable cofre del tesoro con sus infernales monedas que siempre terminaban esparcidas y devoradas por el aspirador e, incluso, el barril con su cazo, que por algún misterioso motivo era de otro puro. Así, al menos, se podía meter dentro del cofre sin muchos remordimientos.

Sin lugar a dudas, era un pack magnífico para tener rápidamente una tripulación completa, que además se podía expandir si compartían con otros clics algo de vestuario o de accesorios. Fue de agradecer que al capitán pirata, de riguroso negro como su homólogo de la caja en solitario, le dejaran los dos pies. De este modo se podían combinar sin necesidad de la socorrida excusa de “son hermanos gemelos”. Extraña conexión la que nos hacía suponer vínculos familiares por compartir el color de la ropa...

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Gilles de Blaise
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Solo una nota: el nombre Carmaux creo que viene del nº95 de las Joyas Literarias Juveniles. El título es "El Corsario Negro"

 

La mentira puede recorrer el mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas.

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Tienes mi eterno agradecimiento: ahora me será más fácil encontrarlo. ¡Mil gracias!

Ho, ho, ho, and a bottle of rhum

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Gilles de Blaise
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Pura suerte, lo leí hace unos días, en formato cbr y luego coincidió que leí la entrada esta y recordé el nombre. Si quieres, ya dirás cómo te lo puedo hacer llegar.

 

La mentira puede recorrer el mundo antes de que la verdad tenga tiempo de ponerse las botas.

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Hombre, pues aún te lo agradezco más. Si no lo localizo por casa de mis padres, te envío un email, a ver si me lo puedes enviar. ¡Muchísimas gracias!

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