Escribir un poema

 Estimado Señor Sócates: antes que nada debo decirle que sí me apetece mucho leer su poema, pero no he podido introducirme en su enlace. Las dos veces que lo intenté, mi ordenador se colapsó. Sí, colapso absoluto, kaput, tuve que reiniciar dos veces el ordenador (la primera vez estaba escuchando una sinfonía de Haydn en Radio Clásica de la web de rtve.es, y ya no pude escucharla más, con lo que me gusta Haydn!). Nunca me había ocurrido, algún problema grave tendrá ese página web de nanoediciones. Ya no quiero intentarlo una tercera vez, pero sí me interesa leer su poema sobre el doble romántico: las primeras lecturas dejan una huella indeleble en nuestro inconsciente, verdad, señor Sócrates?

     No insista, señor mío, no leeré ni una palabra de De Prada. Yo tengo unos principios muy sólidos, quizás mencionar a Groucho Marx ocasionó que se me malinterpretara, pero no, no voy a leer ni una palabra más de ese fundamentalista católico llamado Juan Manuel de Prada. Porque es un fundamentalista católico, se lo digo yo, que leí varios de sus artículos en el ABC, en el que varias veces se refería al reinado de Nuestro Señor Jesúcristo (yo prefiríría creer que el avatar de dios fue Calígula, antes que ese carpintero de tres por un cuarto), y según me han dicho ahora, De Prada está trabajando en un programa de Interfachonomía, y todos sabemos que el dueño de esa televisora es un miembro del Opus Dei, y muy amigo del señor Roucco-Varela. No, señor mío, nada de fundamentalismos cristianos, nada de eso, soy alérgico a esos señores. No insista, me da igual si la novela de De Prada es una obra maestra, yo tengo mis principios irrenunciables.

    Me podrá usted reprochar que soy estrecho de miras porque no leo esa novela de De Prada, pero mire usted, señor, yo sí he leído a cristianos muy ortodoxos como Unamuno, como Kierkegaard, como Chesterton, pero lo del señor De Prada se pasa de castaño oscuro. Para mí lo más importante es que la obra literaria sea buena, lo demás no me importa, soy apolítico y he leído a todos los escritores de todo el espectro político, desde los fascistas como Celine y D'Annunzio, hasta anarquistas como Sánchez Dragó. Pero fundamentalistas cristianos a mí, no, fascistas cristianos, NO. Pero no es una manía ni una fobia contra los cristianos, tengo mis razones, unas razones muy poderosas que han provocado mi rechazo absoluto al cristianismo. Se las explicaré cuando usted quiera.

     Pero cambiemos de tema, hablemas de asuntos más amables, por ejemplo, el debate en los Apocalípticos y los Integrados: Yo estoy más cercano a los Apocalípticos, aunque no soy tradicionalista, ni mucho menos, y usted ya me conoce un poco, o debería conocerme un poco, por más que use máscaras para decir la verdad (como dijo Oscar Wilde). Ahora bien, no crea usted que yo desdeño a la cultura popular sin haberla leído, escuchado, etcétera. Nada más alejado de la realidad, sí conozco bastante la cultura popular, pero la verdad es que considero que hay muy pocas obras que valen la pena en toda la producción popular del siglo pasado. No me gusta el cine, pero confieso que cuando era joven iba mucho al cine, pero cuando crecí un poco, qué quiere usted, achaques de la edad, me hice más exigente cada vez. Y el problema del cine es que ves una película buena por veinte o treinta malas (y quizás me quedé corto) y lo cierto es que ya me daba pereza entrar a una sala de cine para salir de ella a mitad de la película, así que preferí cortar por lo sano, y no ver más cine. Que tal vez me esté perdiendo algunas películas buenas, pues sí, tal vez, pero una cosa es segura: ya no me fastidia ver cincuenta películas malas. Las cosas como son. 

    Yo creo que sí hay obras 'rescatables' en la cultura popular, como 'Mafalda', por ejemplo. Pero son las menos, son muy escasas. El problema, creo yo, es que ya no hay tanto amor al Arte como había en épocas pretéritas, ya no hay una cultura del esfuerzo, de la disciplina, en el arte, tan amplia y contundente como había en las épocas pretéritas. Y para muestra un botón: hace unos años vi una entrevista con el señor McCartney, el cual estaba promocionando un disco de música 'clásica' que el señor Beatle compuso... con un ordenador. Y cuando el entrevistador le preguntó al señor Beatle por qué había usado el ordenador para componer, el señor Bealte, sin ningún empacho, respondió que no sabía leer una partitura de Mozart o de Beethoven... Yo me quedé atónito, estupefacto. Cómo es posible que uno de los mejores 'músicos' del siglo veinte, llamado 'genio' por muchos, no sepa leer una partitura? Madre mía, madre mía, madre mía. No hay amor al Arte, señor, ahora hay amor al dinero, amor al confort, amor a cualquier cosa menos amor al Arte, como sí existía antaño. Hogaño, muy poca gente siente un amor por el Arte tan grande como para quemarse las pestañas leyendo partituras de Vivaldi (como hacía Bach, que al final de su vida, casi perdió su vista, porque leía partituras de Vivaldi hasta altas horas de la noche, a la luz de la vela). Ya no hay tanto amor por el Arte, como para hacer cualquier sacrificio por aprender a escribir, a componer, aun cuando, uno lo sabe, será muy difícil obtener fama y fortuna. Ya no hay amor al Arte, sino amor al dinero, al capitalismo, al confort, y estos tres son enemigos acérrimos del Arte. Y los resultados están ahí, no sólo de aquellos quienes crean al arte, sino de los que lo escuchan, lo leen, etcétera. Se exige poco a los artistas, y los artistas prefieren no esforzarse, no sacrificarse por amor al Arte. Hacia dónde va el mundo, Dionisios, hacia dónde va?

Me alegra que le haya gustado la frase de la cabecera de Mis otras realidades, si le he servido de inspiración ya he aportado algo a este debate   Agradezco su felicitación porque su conjetura era acertada: todo el contenido escrito de mis blogs es de mi autoría. Eso sí, me temo que hubiese disfrutado más con el paseo entre mis Retazos , porque intuyo que el lado más lírico de mis letras sería más de su agrado.

Y ahora, inspiración por inspiración

Las mentiras colgarán de los labios ensuciadas de palabras.

El más mínimo parpadeo derrumbará las máscaras que  denuncian lo mirado.

El pensamiento se liberará escapándose entre unos dedos cerrados.

... Y al final, sólo quedará el poema.

 Ah, se me olvidaba darle las gracias, señorita Jane Eyre por vuestro bello poema que os ha inspirado el mío. Y el último verso de vuestro poema también me ha inspirado a escribir prosa poética (aunque el señor Sócrates dirá que yo no escribo poemas, sino aforismos). Este es mi poema en prosa:

   Y al final sólo quedó el poema, el último poema, escondido en un mundo de caos e insultos, y el último poema se fue desangrando de suspiros y de anhelos, y el aliento y lás lágrimas se le escapaban por todos los poros. La Alegría y el Silencio se acongojaron del último poema, ya moribundo; era el último poema que moría sin caricias ni miradas. Al morir el último poema, sólo quedó la oscuridad. 

 Natasha: gracias a ti por invitarme a tu blog, guapa. Me daré mis paseos de cuando en cuando para leer tus poemas. 

Ahora bien, aquí se ha tocado un tema que me parece muy interesante: cómo corregir un poema. Yo creo que es una labor muy difícil, que también requiere de oficio, de tiempo, dedicación, de años de experiencia. Escribir poemas es una tarea muy complicada, pero corregirlo, a mi modo de ver las cosas, es mucho más complicado. Y se requiere también de mucho oficio, tal vez más, para saber corregir un poema propio. Considero que más que un libro sobre cómo escribir un poema, se debería escribir uno sobre cómo corregir un poema. Y para ello, pienso yo (no sé si tal libro exista), se debería utilizar ejemplos de grandes poetas que corregían sus poemas, y cómo los corregían. Yo tuve un profesor de Literatura hace muchos años que nos presentaba en clases facsímiles de poemas manuscritos de algunos grandes poetas. Lo curioso del caso es que no revisábamos el poema en sí, sino las correciones del autor que estaban impresas en dichos facsímiles (no sé si alguno de vosotros ha visto uno de esos facsímiles), y más que analizar en clases si el poema era bueno o no, lo que analizábamos eran las correcciones realizadas por el autor. Lo que pretendía nuestro profesor era fomentar la autocrítica. Nos repetía hasta el cansancio que también los grandes poetas se equivocaban muchas veces, pero que corregían sus errores. Yo considero, a día de hoy, que más que correcciones, lo que se trata es de atinar a expresar de la manera más fidedigna ese sentimiento que nos inspiró el poema (como dice la señorita Natasha). 

Ahora bien, yo tenía el problema de que mi autocrítica era feroz, y que al día siguiente de escribir un poema, casi siempre lo echaba al cesto de la basura. Tengo ese problema, que soy muy autocrítico, pero con el tiempo he aprendido a ser un poco más indulgente conmigo mismo. Por ejemplo, ayer mismo escribí aquí 'al vuelo' un poema, pero hoy lo revisé y la verdad es que no me gustó, tuve ganas de borrarlo totalmente. Pero como digo, creo que he aprendido a ser menos impulsivo, analizar un poema varias veces más. Después de analizar mi propio poema varias veces, creo que habría que quitarle algunas palabras, quizás poner otras, pero creo que no es tan malo como para tirarlo al retrete (cosa que hacía en mi adolescencia cuando al día siguiente no me gustaba un poema escrito la noche anterior). Corregir también es un arte. Yo considero que se debe analizar un poema al día siguiente, dos días más, cuando mucho (en el caso de una novela, creo que sí es conveniente dejarla reposar por lo menos un mes). Considero que la poesía debe revisarse al día siguiente, por la razón que nos dice la señorita Natasha: para que el sentimiento que lo inspiró esté todavía reciente, ya no a flor de piel, pero todavía queden brasas de aquellos fuegos. Y precisamente, creo yo, lo que debe hacerse es corregir el poema si éste no nos evoca, a nosotros mismos, ese sentimiento que lo inspiró. La cuestión es, precisamente, que el poema logre evocarnos ese sentimiento cuando lo leamos meses después (por lo menos a nosotros). Para mí, la corrección consiste en darse cuenta de si hemos sabido reflejar en negro sobre blanco ese sentimiento que nos ha inspirado. Pero eso sólo se aprende con la práctica, escribiendo mucho y corrigiendo mucho, digo yo.

Para hasta aquí dejo mi soliloquio (para que no me regañe la señorita Jane Eyre), y me gustaría saber qué opináis al respecto. Un saludo. 

Voy a llevarle también la contraria en lo de la corrección (seguro que ya se lo esperaba) porque tampoco creo que haya que hacer distinciones. En ambos casos es necesario que el autor tome distancia, si no la corrección se hace imposible por estar el texto (o el poema) tan interiorizado que hay errores que pasan desapercibidos por mucho que se relea en caliente. Bien sabe quien me conozca que soy la primera que tiene problemas de impaciencia con el tiempo de reposo pero creo que todo el que haya escrito algo y después se lo hayan corregido, ojos ajenos, sabe de qué clase de errores estoy hablando.