Para este primer reto tendremos que meternos en la piel de un novato y contar su primera vez. Vale cualquier enfoque, cualquier género y la persona narrativa también irá al gusto.
El máximo de palabras permitidas es 250 y para complicar un pelín el asunto, en la narración debe aparecer un objeto azul.
Los textos se podrán colgar hasta el día 15. El 16 comenzarán las votaciones (todo participante está obligado a votar y comentar) y el día 30 se procederá al recuento de votos.
Recordad que el relato ganador aparecerá en la portada de la web
¡¡¡A escribir!!!!
Pues quería esperar a que alguien diera el primer paso y así, revisar mi escrito y dejarlo perfecto, pero que coño.
Que no se diga que el novato no le hecha redaños. El tiburón tiene un par de aletas y tira palante con lo que sea. Ahí lo dejo, como carnaza para que lo podáis masticar y degustar.
Perfección
Aún invoco esa primera vez hace ya tantos años. Nervioso e impresionable, no acertaba a introducirla correctamente y mis caricias eran bruscas y destempladas. Mi torpe inexperiencia hacía que todo acabara en un santiamén. No es que necesitara ayuda para alcanzar el clímax, tampoco la pedía, pero no conseguía extasiarme. Me gustaba, sí, disfrutaba con ello, aunque hiciera un daño excesivo a mis amadas y lo que al final adornaba su rostro no fuera precisamente una sonrisa cómplice. Era desapacible e insípido, porque yo no podía ralentizar mi frenesí, tal era mi estado de excitación, sin embargo, me embargaba en un total y sumo enajenamiento; un arrebato que me arrastraba a la demencia.
Ahora, pasado tanto tiempo, las cosas han cambiado. Sé dónde y cómo acariciarlas, estrujando, oprimiendo o rozando según el sitio que roce o el grado de alteración que demuestren mientras les susurro amorosas palabras. Me relajo en el trance, alargándolo, saboreándolo, sumergiéndome en el éxtasis que nos produce a ambos. Conozco y exploro sus cuerpos, haciéndolas temblar con mis pesquisas, y ahora son ellas las que me piden que acabe pronto. Ya sé exactamente por dónde penetrar y me embriago en el momento de hacerlo, apretando más o menos según ellas me reclamen. Es algo sublime.
La cuchilla, complaciente, corta lo que le pido y, cuanto más dolor hay en sus gritos, más placer irrumpe en mi mente. Cuando acabo, siempre sonríen, mi fiel navaja de cachas azules se ocupa de ello.