EL HOMBRE INVISIBLE
No planchaba, no ponía la lavadora, no fregaba ni un vaso, no pasaba la escoba, no recogía a los niños, no limpiaba el polvo, no escuchaba, no veía la televisión sin quedarse dormido, no respiraba si no trabajaba. Así que un día, prácticamente, deje de verlo.
En El hombre invisible resulta interesante el juego de negaciones para ver al típico marido que desaparece porque ya ni falta hace. Me gusta, y el título también.
De El escondite me gusta ese final abierto. También la imagen del protagonista contando hasta cien, y los cuerpos por ahí. Me resulta muy visual.
Me gustan los dos pero me quedo con El Escondite, me llama más la historia.
El hombre invisible me ha dejado un poco frío. Me gusta cómo arranca y cómo coge velocidad con esa cadena de negaciones. El final, para mi gusto, termina abajo, cuando tendría que hacerlo arriba, rompiendo la monotonía con algo más vistoso que la simple conclusión de los hechos relatados a lo largo de las líneas.
De El escondite lo que más me atrae es el final, abierto y muy evocador. Pero tengo la sensación de estar perdiéndome algo. No sé si el protagonista es un simple espectador indolente, o si tiene algo más que ver con el crimen. La narración me parece que se puede pulir un poco más. Se me antoja demasiado largo sin una pausa mayor. La construcción de la primera parte de la oración (antes de la primera coma) me suena rara.
Voto por El hombre invisible.
En El hombre invisible creo que se podría acortar la cadencia de todo lo que no hacía en favor de un final un poco más punzante. La idea me gusta, pero me parece que sobran frases; se puede decir lo mismo con menos.
El Escondite es interesante. Intuyo que el narrador es el asesino, pero creo que necesitaría una vuelta más para redondear el texto.
Voto por El Escondite.
Tablas colega, eto me recuerda la partía dajedres que nos currábamo en el frenopático yo y el Esquiso...
Oche t, tu ties madera. ¿No etara buscando banda po un casuá?
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El escondite
No pensaba pasar más tardes buscándoles mientras ellos se dedicaban a sus jueguecitos de adultos, por eso, cuando aparecieron sus cuerpos y el inspector me pregunto acerca de lo que había visto u oído, le respondí que nada, que estuve apoyado contra el viejo roble, contando hasta cien.
Una buena dosis de locura paranoide.
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