Cólera
El alarido atravesó la corteza terrestre, cruzó montañas, avanzó entre capas de asfalto y penetró por las rendijas de la ventana.
Dejó de apretar la almohada, y miró aterrado a su víctima. Las fuerzas le fallaron. Sin duda, el chillido de venganza que escuchó, provenía de su mujer ahogada.
Me sobra la de almohada y también la de Sin duda, aunque en esta más bien cambiaría el orden de la frase.
El chillido de venganza que escuchó, sin duda, provenía de su mujer ahogada.
Princesa de barrio
La rosa blanca que la pinchó por primera vez, borró su belleza juvenil y la sumió en un profundo letargo. Desde entonces, su reino se volvió oscuro, y cedía entre lágrimas a besos de amor de caballeros infames que dejaban sus caballos en la cuadra al salir.
Me sobran las tres aunque la frase final quede un poco larga. En vez de cedía mejor cedió
Tú no eres el jefe
¡Cómeme!