Amor de madre

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El violinista
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–¡Alice, vuelve!

Se me cortó la respiración al ver a mi hermana salir por la puerta detrás de su pelota. Me sentí como un tonto por haber chutado sin medir mis fuerzas. Apenas había acabado de decir su nombre cuando mi madre pasó por mi lado como una exhalación, cogió a Alice por el brazo y la introdujo de nuevo en casa. Me mantuve quieto, petrificado, mientras veía cómo las dos se encerraban en la habitación de castigo. Luego vinieron los gritos y los llantos.

Después de cenar en absoluto silencio, mamá me dio la orden de sacar a Ali de su cautiverio. La habitación era un rincón oscuro que se había construido en el extremo de la buhardilla, sin muebles ni nada que pudiera servir de entretenimiento, y sin ninguna ventana al exterior. Cuando se cerraba la puerta, aquel lugar se convertía en algo tenebroso. La encontré recostada contra una pared, hecha un ovillo. Tenía el rostro lleno de hematomas, y la nariz aún le sangraba un poco. No dejaba de sollozar. Me acerqué y la abracé. No estaba temblando. Por desgracia, aquella sala no suponía una novedad para ella. Había perdido el miedo a la oscuridad.

–Alice –le dije–, lo siento; fue culpa mía. No tendrías que haberlo hecho. Sabes cómo se pone mamá cuando salimos a la calle.

–Pero la pelota…

–Mamá la hubiera cogido si se lo hubiéramos dicho. Nos habría regañado, pero solo eso.

Ali me miró con ojos tristes.

–¿Podemos dormir juntos esta noche? –me preguntó con una ligera sonrisa en la boca.

–Claro que sí –contesté, y entonces rio feliz, como si su rostro amoratado no fuese algo importante. Mientras la abrazaba, no dejaba de pensar que era una niña muy valiente. Tenía solo cuatro años, pero se enfrentaba a nuestra dura vida con mucha más energía que yo con mis diez.

Vivíamos junto con mi madre, en una pequeña granja en las afueras de Kansas. Estábamos apartados de todo, excepto de algunas granjas como la nuestra que se desperdigaban a cientos de metros unas de otras. Nuestra madre solía ser más afectiva, pero últimamente vivía obsesionada. Con la desaparición de mi padre, se convirtió en una mujer taciturna, oscura, con el miedo instalado en sus ojos. Un día, cuando Ali dormía, mamá y yo estábamos en silencio frente a la chimenea. Ella empezó a hablar, aunque enseguida me di cuenta de que lo hacía más para sí misma que para mí.

–Está ahí fuera –balbuceaba–. Atenta, expectante. Espera a que me despiste para apartaros de mi lado. Pero no lo permitiré. No os llevará.

Entonces me acerqué a ella y la toqué ligeramente. Se giró hacía mí con la cara transformada por el odio. Me aterrorizó.

–Mamá…–dije, con voz temblorosa.

Ella mutó su rostro, sonrío, y me sentó en sus rodillas. Comenzó a hablarme con dulzura.

–Gregory, tienes diez años. Tu hermana aún es demasiado pequeña, y saber la verdad nublaría sus sueños; pero tú ya eres un hombrecito, y necesito tu ayuda para poder soportar la carga de vuestra protección. Hijo mío, ¿conoces la granja que está al norte? ¿La del gran nogal?

–Sí –contesté. Y era cierto que sabía a cual se refería, aunque hacía tiempo que no salía de casa. Supuse que la recordaba de aquellos días felices en los que mi padre todavía estaba con nosotros, y Alice y yo corríamos sin preocupación a través de los campos.

–En ella vive una bruja –dijo mamá súbitamente.

Temblé.

–¡Una bruja! ¡Una adoradora de Satán! –mi madre empezó a alterarse–. Una mujer que no mostraría ningún escrúpulo en alimentarse con vuestra carne y jugar con vuestros huesos. No puede saber que vivís aquí, o vendrá a por vosotros, ¿me entiendes? Ella sedujo a tu padre y lo apartó de nuestro hogar. Maldito estúpido. Y ahora querrá acabar el trabajo. Prométeme que no saldréis nunca de casa. ¡Nunca!

Y desde aquella conversación, Alice y yo no volvimos a poner un pie en el exterior, hasta esa tarde en la que la pequeña decidió salir a buscar su pelota. Un ligero estremecimiento me trajo de vuelta a la realidad. Ali se había quedado dormida en mis brazos y empezaba a hacer mucho frío en la habitación. La llevé hacía mi dormitorio, la tumbé en la cama y la arropé. Me acerqué a la ventana y observé la noche, que se dejaba bañar por una enorme luna llena. Hubo un tiempo en el que salía con mis amigos a correr por el lago en noches claras como aquella. Sin miedos, sin nada que nos perturbase. En ese momento aquellos recuerdos me parecían tremendamente lejanos, casi como si formasen parte de otra vida.

Un pequeño movimiento en el maizal llamó mi atención. Observé atentamente y me estremecí. Entre los campos, impasible al frío y la oscuridad, una mujer miraba fijamente a través de mi ventana. Me giré aterrado y comencé a gritar llamando a mi madre, aunque tapé mi boca al recordar que Alice dormía en mi habitación. Luego, todo ocurrió muy rápido. Oí un arañazo en el cristal, y, cuando me volví, un gato negro me estaba contemplando desde el otro lado. Durante unos segundos permanecí estático, absolutamente paralizado. De repente arrugó el hocico y emitió un bufido. Me asusté y caí de espaldas sobre el suelo. El gato desapareció, y unos instantes después, cruzando la luna, pude ver algo que atravesaba el cielo. Parecía una persona sobre una escoba.

No sé cuánto rato pasó hasta que escuché a mi madre subir las escaleras a toda velocidad. Abrió la puerta espantada. Se calmó un poco cuando nos vio a mi hermana y a mí en la habitación.

Me abrazó y le expliqué todo con voz temblorosa: la mujer en el maizal, el gato, la escoba cruzando el cielo…

Se puso muy seria, me llevó a la cama, me arropó junto a Ali y bajó la persiana.

–Ahora ya ha pasado–me dijo, mientras fijaba su vista en la ventana. Parecía querer atravesar con los ojos las toscas maderas que la cubrían.

 

Al día siguiente, mientras desayunábamos, ni yo ni mamá dijimos una sola palabra de lo ocurrido el día anterior. No queríamos espantar a Ali. Mi hermana, por su lado, se mantenía en silencio y apenas se atrevía a probar bocado. Desde que mi madre se convirtió en un amasijo de nervios, parecía vivir en su propio mundo.

Algunos instantes después, cuando la pequeña abandonó la cocina, mamá empezó a hablarme:

–Gregory, ¿cómo era la mujer que viste ayer?

–No lo sé, no pude verla con claridad. Solo sé que iba vestida de negro; como si quisiera esconderse en la noche. Pero ayer había luna llena. Quizás no contaba con ello.

–O quizás sí –repuso–. Escucha, hijo, ahora necesito que te concentres al máximo para contestarme: ¿Crees que ella te vio?

–No sé si me vio, pero estaba mirando fijamente a la ventana, de eso estoy convencido.

–Este lugar ya no es seguro. Sabe que estáis aquí. Debemos irnos inmediatamente. Ve a buscar a tu hermana y preparaos. Partimos ahora mismo.

Subí las escaleras hacia la habitación de Ali en un estado de excitación febril. La bruja nos había encontrado.

La encontré jugando con sus muñecos preferidos. Representaban a una familia feliz: un padre, una madre, un niño y una niña. Éramos nosotros, cuando aún éramos cuatro.

–Pequeña, coge tus cosas y prepárate. Debemos huir de casa.

–No nos podemos ir –contestó ella, sin dejar de jugar con sus muñecos–; papá me ha dicho que no salgamos bajo ningún concepto.

–Pa… ¿papá?

–Sí. Me ha dicho que tú me dirías que tendríamos que irnos, y que yo no debía hacerte caso.

–¿Pero cuándo te dijo eso, Ali?

Me miró como si no entendiese mi pregunta:

–Hace unos minutos –contestó, con el tono del que está diciendo una obviedad.

Me encontré súbitamente mal. Nuestra vida recluida, el miedo y los golpes, habían afectado el sentido de la realidad de mi hermana.

–Pequeña, papá se fue. No ha podido hablar contigo…

–Papá no se ha ido. Siempre ha estado aquí. Yo hablo con él cada día.

–Verás –repuse apesadumbrado–, puede que tú creas verlo y hablar con él, pero es imposible.

Ali se giró hacía mí con la nariz arrugada. Era su forma de expresar que estaba enfadada.

–¡Eres tonto y nunca me crees! ¡Yo veo a papá! Ven conmigo, si no me piensas que miento.

Salió por la ventana, y se deslizó a través de las cañerías del agua. Le hubiese gritado que tuviera cuidado, pero estaba claro que aquella no era la primera vez que lo hacía. La seguí y giramos por la parte de atrás de la granja. Estábamos en una zona en la que el maíz casi tocaba con las paredes, por lo que era imposible que mamá nos viera. Ali empezó a gatear y avanzó por un pequeño hueco que se abría entre el maíz, y por el que apenas pasaría un gato. Yo tuve que arrastrarme por el suelo para seguirla. En aquellos momentos, solo podía pensar en cómo explicaría mis manchas de barro. Unos minutos después, llegamos a una puerta que estaba escondida entre la maleza. No estaba cerrada, y Ali la abrió sin mucho esfuerzo. Unas escaleras avanzaban hacía lo que parecía un sótano. Las bajamos y llegamos a una sala oscura. Un hedor inaguantable inundaba todo el lugar; era una mezcla de humedad y putrefacción. Las paredes estaban cubiertas por estanterías llenas de botes con extraños líquidos dentro, plantas que no había visto antes y unos macabros muñecos. Ali avanzaba como si nada de aquello existiese. No dejaba de asombrarme lo valiente que podía llegar a ser. Caminamos a través de un pasillo en el que me vi obligado a agacharme; Alice podía entrar de pie. Cuando salimos de aquel recodo, y volví a alzarme, vomité. Fue una reacción instantánea al ver a mi hermana abrazando a un cuerpo en estado de putrefacción que estaba sujeto con unos grilletes a la pared.

–¡Alice, apártate de ahí! –grité.

–No digas tonterías, Mike. Es papá.

Un escalofrío recorrió mi espalda. ¿Mike? Ese nombre… Sí… ¡Era el mío! ¡Yo me llamaba así! ¿Entonces…?

Un chillido me sacó de mis pensamientos. Un gato negro, el mismo que vi aquella vez en mi ventana, se abalanzó hacia mi rostro, arañándome la cara. Caí al suelo, y entonces me pareció verlo crecer y crecer hasta convertirse en un monstruo más grande que mi hermanita. Se giró y se lanzó hacía ella. Luego todo ocurrió muy rápido. De alguna forma que no llegué a entender, el cuerpo de mi padre se derrumbó sobre el gato, aplastándolo contra el suelo. Los grilletes se quedaron en su lugar, como si fuesen un adorno en la pared. Y entonces, lo escuché con absoluta claridad.

Corred. Os espera en la puerta.

Era la voz de papá. Pero era imposible. Él había desaparecido. O estaba muerto. ¡No podía ser aquel cuerpo!

Noté un pequeño tirón en la manga. Ali me miraba con cara espantada.

–Vamos, Mike. Papá ha dicho que corramos. Él nunca se equivoca. ¡Tenemos que correr!

Salimos en dirección a la puerta, arrastrándonos por el pasillo y atravesando la habitación de los brebajes. Antes de subir por las escaleras, me giré, y vi cómo el cuerpo de mi padre se ladeaba. Empezaba a ceder ante aquel monstruo.

Subimos a toda velocidad, buscando a mamá, pero nos detuvimos en seco al salir al exterior. Frente a nosotros, con una sonrisa radiante, estaba aquella extraña que vi frente a mi ventana. La bruja venía a buscarnos. Me quedé petrificado. Ni siquiera fui capaz de reaccionar cuando Alice salió corriendo en dirección a ella.

–¡Mami! –gritó–. ¡Mike, es mami!

La mujer me miró dulcemente.

–Mi pequeño Michael...

Escucharla fue como volver a despertar. De repente todo apareció frente a mí como una revelación…

Era una noche de luna llena y había salido con los chicos a contar historias de miedo al lago. Mi hermana me había seguido sin darme cuenta, y me enfadé mucho cuando la encontré husmeando detrás de los arbustos. Corrí tras ella y le regañé, le dije que se fuera para casa, pero como siempre, no me hizo caso. Ella quería escuchar una de nuestras historias. Al final cedí. Creí que si escuchaba una, se espantaría tanto que no volvería a venir. Cuando salimos de las matas, el espectáculo que vimos fue dantesco. El lago estaba teñido de sangre, y mis amigos estaban descuartizados. En un rincón, comiéndose un brazo entre espasmos y risas diabólicas, estaba la señora Perkins. Alguna vez había escuchado a mamá y papá hablar de ella. Contaban extrañas historias de brujería, que siempre acababan desechando entre risas. Cuando nos vio a mi hermana y a mí, se deslizó hacía nosotros como un rayo, sin rozar el suelo, con la cara desencajada en una mueca de odio. No sé qué fue, posiblemente el rostro de Ali, totalmente libre de miedo cuando la vio venir, la que hizo que se detuviera en seco. En sus ojos pareció nacer un ligero brillo de ternura. Entonces sacó un frasco, uno igual a aquellos que acababa de ver en las estanterías del sótano, y me lo hizo beber. A mi hermana, simplemente, la abrazó. “Mis pequeños Gregory y Alice”, fue lo último que le escuché decir. Lo que vino después eran recuerdos entre brumas. Imágenes confusas en las que mi hermana y yo atravesábamos los campos a través del cielo, subidos en una escoba, en las que mi padre nos seguía destrozando el maizal, arrasándolo todo a su paso como si fuese de hierro; recuerdos que me situaban durmiendo en una habitación que, poco a poco, se fue convirtiendo en familiar; como mi nuevo nombre, como mi nueva vida.

Y ahora, aquello se erguía en una pesadilla. Frente a mí estaba mamá. Mi verdadera madre. Corrí a abrazarla, y nos juntamos los tres entre risas y llantos. Ella empezó a hablar:

–Os había buscado por todas partes. No había un agujero, un río, una cueva, que no hubiese comprobado palmo a palmo. Casi había perdido la esperanza… Entonces vi a Helen correr tras aquella pelota. Sabía que os tenía ella. Lo sabía. Todo el tiempo me decía que eran solo supersticiones, pero estaba tan equivocada ¡Maldita bruja! Luego osé adentrarme en su parcela. Me vestí de negro para que ella no me detectase, pero tenía que arriesgarme a hacerlo en esta noche clara. Necesitaba que me vieras. Y ahí estabas tú, Michael, frente a la ventana. Ya no había ninguna duda. Entonces, absorta en mi alegría, ella apareció. Se abalanzó encima de mí convertida en gato, pero poco a poco fue creciendo hasta convertirse en aquella bruja. Conseguí huir, espantada al verla sobrevolar el cielo buscándome. Llegué a casa, desesperada. Tenía que venir por vosotros inmediatamente, no podía esperar a que llegase ayuda. Pero ahora que ese demonio había perdido su secreto, sabía que intentaría huir. No sabía qué hacer, no sabía cómo actuar. Entonces….–mamá sonrió–; en fin, es una tontería.

–Entonces papá te dijo que vinieras, ¿verdad? –le dije, acabando su frase.

Me miró con los ojos muy abiertos.

–Sí. Pero vuestro padre desapareció. Fue como si lo escuchara sin verlo. ¿Cómo…?

–Hizo que Helen y yo bajáramos para atraerla al sótano. Y luego la retuvo mientras huíamos. Mamá, papá está muerto. Pero aún está aquí.

Nuestra madre empezó a balbucear unas palabras, cuando unos gritos que parecían provenir del infierno la detuvieron. La señora Perkins aparecía por la puerta del sótano, con la cara llena de pelos de gato. Estaba en mitad de una transformación.

–¡Son míos! –gritó–. ¡Devuélveme a mis hijos!

Se lanzó sobre nosotros, pero apenas fue capaz de moverse. Una mano, demacrada, a la que le faltaban dos dedos, la cogía de un hombro. Era papá. La abrazó por detrás y se agarró a ella con piernas y brazos. La bruja lanzaba conjuros de magia negra sin parar, pero no conseguía desprenderse de él. Entonces me alcanzó un fuerte olor a combustible, y me di cuenta de que mi padre estaba empapado. Me miró, y en su rostro, más similar a una calavera que a una cara, creí distinguir una ligera sonrisa.

Ahora.

No le vi abrir los labios, pero lo escuché como si me lo hubiese gritado al oído. Miré mi mano llevado por un impulso, y sobre mis dedos había una cerilla que antes no estaba allí. Observé a papá por un segundo, batallando por nuestras vidas más allá de su muerte, y no dudé. Encendí la cerilla y la lancé.

 

La tía Mary no entendió casi nada de lo que mamá le explicó, pero nos dijo que podíamos quedarnos a vivir con ella todo el tiempo que quisiéramos. Cuando el avión atravesó nuestra antigua granja, Helen me tocó un brazo y señaló a través de la ventana.

–Mira, es papá –dijo.

Yo observé el cielo. Aquella nube negra que tenía la forma de un hombre y una mujer forcejeando, se había convertido en una curiosidad mundial. Permanecía estática, inmune a las corrientes del aire. Solo nosotros tres sabíamos la verdad. Cogí a mi hermana de la mano y sonreí.

–Sí, Helen, es papá. Y seguirá luchando eternamente.

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Belagile
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Poblador desde: 09/12/2013
Puntos: 829

Hola, Violinista. "Bienvenido al foro" o "bonita máscara", lo que prefieras xD

El relato me ha gustado, está bien escrito y consigues mantener cierta tensión desde el principio. Aunque debo confesar que el final lo veía venir. Lo haces demasiado evidente y eso se debe a que en un momento de la narración dejas de mostrar la información con cuentagotas (como hacías en el planteamiento) y tu relato se convierte en el resumen de una historia mejor estructurada. No me gusta el final, lo veo muy aglomerado y no da tiempo a visualizar las imágenes antes de entender la historia. No me gusta tampoco el papel del padre-fantasma porque no he entendido muy bien cómo consigue detener a la bruja si él está muerto. Creo que la historia es buena y original, pero podría haber estado muchísimo mejor si hubieras seguido en la línea del misterio y dejar a un lado la explicación.

Le doy ★★★☆☆

Giny Valrís
LoscuentosdeVaho

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Me ha gustado mucho este relato. Podría ser perfectamente un clásico cuento de brujas. Tiene brujería, bruja y una buena sorpresa que hace que la explicación dada en la revelación del niño sea imprescindible y no resulte forzada.

Lo malo, el clímax. Usas un deus ex machina como una catedral al otorgarle al niño una cerilla y encima, oh, que casualidad, su padre está empapado de gasolina.

Sólo por esto pierde el punto final

Le doy 4 puntos.

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LoboHombre
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Poblador desde: 11/12/2014
Puntos: 24

De los que llevo leídos, éste es el relato que más ha conseguido meterme en la historia; pero mi interés fue decreciendo a medida que avanzaba. Quizá el inicio tenga más capacidad de enganche que el nudo.

 Vamos al tajo:

–Mamá…–dije, con voz temblorosa. ¿Es necesaria la coma antes del verbo de dicción?

–Sí –contesté. Y era cierto que sabía a cual se refería, aunque hacía tiempo que no salía de casa. Al ser una interrogativa indirecta, lleva acento. Cuidado, que estas cosas no las caza el word.

La llevé hacía mi dormitorio, la tumbé en la cama y la arropé. Ese «hacía» es del verbo hacer, en estos casos debes usar la preposición.

En ese momento aquellos recuerdos me parecían tremendamente lejanos, casi como si formasen parte de otra vida. Antes de «aquellos» usaría una coma para señalar el hipérbato.

–O quizás sí –repuso–. Escucha, hijo, ahora necesito que te concentres al máximo para contestarme: ¿Crees que ella te vio? Después de esos dos puntos, no es necesario empezar con mayúscula.

–¡Eres tonto y nunca me crees! ¡Yo veo a papá! Ven conmigo, si no me piensas que miento. No es necesaria la coma antes del «si» condicional. Y creo que el «me» sobra, ¿no?

llegamos a una puerta que estaba escondida entre la maleza. No estaba cerrada, y Ali la abrió sin mucho esfuerzo[…]Las paredes estaban cubiertas por estanterías llenas de botes con extraños líquidos dentro, plantas que no había visto antes y unos macabros muñecos. Ali avanzaba como si nada de aquello… Hay bastantes redundancias. Intenta evitarlas.

Se giró y se lanzó hacía ella. Lo mismo de antes.

Buen relato, colega. 3 estrellas para ti. 

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L. G. Morgan
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Poblador desde: 02/08/2010
Puntos: 2674

Fantástica ambientación la de este relato. Las primeras escenas, la niña castigada, su hermano protector, la madre loca... Son geniales.

La trama también me gusta mucho, muy logradas esas vueltas de tuerca. El problema creo que se produce a causa de la limitación de espacio. Una vez que los niños se encuentran en el sótano con el padre (todo el cobertizo, sótano y pócimas en los estantes escalofriantes de verdad, una gozada) y empiezan a explicarse las cosas queda todo demasiado amontonado. No es que se pudiera haber hecho de otra forma, debido a lo que he dicho del espacio. Pero así lo veo forzado, esta historia pide más extensión. Y, por otra parte, y debido a lo mismo; la desaparición del padre no "casa" bien en el argumento. La madre ha buscado a los niños por todas partes, vive angustiada por su desaparición, pero, ¿el padre desaparece y ella solo dice: Ah, cómo es posible, si se había ido?

★★★☆☆

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Bestia insana
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Poblador desde: 02/05/2013
Puntos: 1928

Este relato tiene el encanto de los pocos años que le echo al autor (si me apuráis, hasta ha nacido ya en este siglo). Pero igual me equivoco y tiene muchos más. En ese caso el Violinista ha conseguido meterse en la cabeza de un niño y pensar y escribir como un niño, lo que tiene mérito. El principio está muy bien hecho, en ningún momento adivinamos la verdad, y eso que la reacción de la madre, el cuarto de castigo deberían habernos hecho sospechar. Luego tiene cosas realmente divertidas: la bruja que aparece con la cara llena de pelos de gato, el padre que se agarra a ella con piernas y brazos, la nube negra que tiene la forma de un hombre y una mujer forcejeando, y se ha convertido en una curiosidad mundial. Es este desparpajo lo que le da toda la gracia a un relato que podría parecer que tendría que haber acabado mucho antes del final, cuando se descubre que la bruja es la madre. En cuanto a la forma, se repiten las frases simples, lo que, unido a la desfachatez de las imágenes y recursos como el de la cerilla que aparece por arte de magia, produce precisamente la sensación de estar oyendo a un niño contar una historia a toda pastilla.

3 estrellas

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Lord_Ruthven
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Poblador desde: 28/06/2013
Puntos: 929

Me ha gustado el relato.

En el aspecto formal está frase me ha chocado mucho: "–¡Eres tonto y nunca me crees! ¡Yo veo a papá! Ven conmigo, si no me piensas que miento."  No acaba de estar bien construida. Aparte de ello alguna tilde por ahí baila, pero no soy demasiado purista con esas cosas a todos nos pasa en mayor o menor medida y siempre es más fácil ver esos errores en textos ajenos que en los propios.

Hay algún párrafo en el que el niño me parece demasiado adulto...

"Vivíamos junto con mi madre, en una pequeña granja en las afueras de Kansas. Estábamos apartados de todo, excepto de algunas granjas como la nuestra que se desperdigaban a cientos de metros unas de otras. Nuestra madre solía ser más afectiva, pero últimamente vivía obsesionada. Con la desaparición de mi padre, se convirtió en una mujer taciturna, oscura,(...)" no creo que un niño de diez años use palabras como taciturna o afectiva. El recursos de usar al protagonista como narrador es buena idea, pero a veces es fácil olvidar la voz del personaje y adoptar la propia o una semejante a si usásemos un narrador diferente. Creo que en ese párrafo además de repite la palabra granja en dos oraciones seguidas. Queda algo cacofónico.

Además el final es precipitado y no aclara bien algunas cosas como por qué él padre está muerto y no muerto. (Sí, se sobreentiende un conjuro de la bruja...pero debería de poder dominar a su conjurado)

Le daría mejor nota, pero el final no me ha convencido... dudando entre dos y tres me temo que van a ser dos

enlightenedenlightened

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Uriel
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Poblador desde: 21/11/2014
Puntos: 76

Amor de madre

Esto es, en esencia, una verdadera historia de brujas. Ha sido como leer una versión de Hansel y Gretel con los ojos del miedo. Me ha resultado entretenida, trepidante,  y muy bien escrita  porque consigue situarte en la escena desde el primer momento.  El tono encaja perfectamente con la edad del protagonista y hay momentos en los que la empatía se vuelve angustia según vas leyendo. El suspense se mantiene hasta el final y presenta algunos giros que vuelven la historia aún más inquietante, la mujer da más miedo como Madre que como bruja. Me hubiera gustado que el final del relato se hubiera estirado un poco, pero claro para eso hubieran hecho falta unas mil palabras más, y supongo que no era posible. 

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Hola, Violinista. Como otros ya han comentado, es una buena historia de brujas. Me encanta que los personajes sean niños y que el narrador sea el que menos sabe de la verdad de los dos.

El planteamiento, con esa habitación de castigo, te deja enganchado desde el principio y mantiene un buen ritmo, el cual luego se disuelve y se llena de explicaciones perdiendo la tensión hasta un desenlace algo abrupto.

Las faltas indicadas por LoboHombre son muy acertadas, pero no hacen que yo puntúe menos tu relato. Lo que sí resta puntos es el Deux ex Machina de la cerilla y el combustible, o la mágica forma del padre de volver de entre los muertos y la telepatía. Tal vez hubiera sido mejor mantenerlo vivo esos últimos instantes y que la cerilla la prendiera la hermana, ya que había hablado con el cautivo. Otro punto en contra, además de volver de los muertos, es la cualidad de conocer el futuro. ¿Cómo sabe el padre todas esas cosas si no puede salir del sótano?

Unas cuantas preguntas bailan después de leer el relato y son cabos sueltos. Es una fabulosa historia, pero desmadejada:

-¿Por qué Alicia no le ha contado nada a su hermano antes?

-¿Por qué la policía no busca a los niños y al padre después de los amigos asesinados en el lago?

-¿Por qué la bruja no se ha comido a esos dos niños y a los demás sí?

-…

Me gusta la trama, el giro y esa escena final de la nube. He estado enganchado a la lectura y he disfrutado, vaya que sí.

Tal vez necesites más tiempo para cuajar la historia y pulir la voz del narrador (yo también me di cuenta de esas frases ajenas a un niño de diez años que te han comentado más arriba). Gracias por compartir.

Buff, qué difícil es para mí ponerte puntuación...

★★★☆☆

 

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

A ver, de este relato me ha gustado todo menos el final.

La acción está bien dosificada y el misterio suspendido a lo largo de la historia está bien contrapuesto al giro. Sin embargo, el final, el que todo acabe tan bien no me ha gustado tanto, me ha dejado un sabor de boca como descafeinado. Si hubiese tenido un pelín de mala leche me hubiese parecido redondo. No sé, la madre teniendo que elegir salvar solo a uno de los crios, o una escena con la familia muriendo junto al padre podrido, todos encadenados mientras la bruja volvía a buscar a otra familia... Me ha faltado ese toque macabro al final que pusiese el broche de oro.

Mi puntuación es de 4 estrellas

 

 

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

La historia resulta ingeniosa, no cabe duda, y en general se va desenvolviendo bien, revelando las incógnitas en su momento.

Hay algunas inconsistencias: la supuesta bruja (de una granja vecina) había seducido al padre, pero sin embargo no sabe donde viven la madre y sus hijos, hasta el punto de afirmar con sorpresa que les ha encontrado. El padre está muerto, pero no me queda claro cómo ni cuando, ni en general su papel en la historia del secuestro. Por eso su papel como rescatador es sospechosamente conveniente, ese deus ex machina que ya se ha mencionado.

La narración en primera persona resulta exhaustiva, pendiente de de reflejar todos y cada uno de los movimientos y estados de ánimo. Eso ralentiza la lectura. También me da la impresión de que la historia podría haberse contado con muchísimas menos palabras; en especial hacia el desenlace, cuando se desvela la sorpresa y parece que hay necesidad de dejarlo todo bien atado con un exceso de explicaciones.

Como puntos fuertes me quedo con su inicio, directo y cautivador, y las imágenes del sótano y las nubes; esta última marca un final memorable.

 

2 estrellas

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

La historia me ha parecido deslavazada, con incoherencias grandes ya comentadas por Salino y Hedrigall y la ambientación y tono tampoco me han convencido. Sí, claro, se supone que lo cuenta en niño, pero usa, en efecto, palabras demasiado rebuscadas para resultar eso creíble... se podría haber arreglado con un apunte inicial de que es un el relato de un adulto, contando un terrible episodio de su niñez.

Dos estrellas:

**

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

La historia me ha parecido deslavazada, con incoherencias grandes ya comentadas por Salino y Hedrigall y la ambientación y tono tampoco me han convencido. Sí, claro, se supone que lo cuenta en niño, pero usa, en efecto, palabras demasiado rebuscadas para resultar eso creíble... se podría haber arreglado con un apunte inicial de que es un el relato de un adulto, contando un terrible episodio de su niñez.

Dos estrellas:

**

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

Me gusta bastante el comienzo, con la imagen de esa madre un tanto perturbada, intentando proteger a sus hijos. Me gusta también la historia en sí, el giro que da y su resolución. El juego de cromos entre madre y bruja, que primero es una, pero resulta ser otra, es genial.

En los "peros" (o "peeeero", que diría la compañera jane eyre) pondría la resolución de algunas escenas. Por ejemplo, cuando el padre es espíritu y zombi a la vez, cuando el cuerop está lleno de gasolina porque sí, sin más explicación, o que el padre se enfrente a la bruja con un cuerop semidescompuesto (parece que el padre todo lo puede y es la resolución a cualquier problema)

3 estrellas

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Patapalo
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Puntos: 208859

Demonios, un relato con mucho potencial pero que necesita algo de reorganización. La historia en sí me parece perfecta, y hay momentos muy buenos, pero tienes unos cuantos flecos que habría que acomodar. El padre, por ejemplo, (re)aparece de un modo un poco brusco. Bastaría con que la niña dejara caer que habla con él de vez en cuando y que su hermano no la cree (algo que podría enfurecer a la "madre"). Luego, el reencuentro con la madre no es el momento para dar explicaciones detalladas: deberías centrarte más en la emotividad; bastaría con que balbuceara cuatro cosas. Sobre la masacre de los amigos, creo que es innecesaria y que podrías cambiarla por un único amigo desaparecido, ¿no? Así se explicaría por qué no está todo el condado en pie de guerra. Era un buen momento para hilar el pasado del niño y el punto de ruptura (ese viaje al lago se puede convertir en una travesura en casa de la bruja). Tampoco está muy claro por qué el niño se cree la historia de la bruja pero le parece inconcebible que su padre desaparecido hable con su hermana.

En cualquier caso, aunque todos estos flecos se ven, lo cierto es que la prosa te pilla tanto que a mí, por lo menos, no me ha frenado en la lectura: me lo he pasado muy bien con el relato y creo que tiene potencial para ser algo grande.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Invierno
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Un relato al que se le notan la energía y las ganas del escritor que hay detrás. Habría preferido que se hubiera hecho más hincapié en esa tensión que se ha creado al principio, muy conseguida, por cierto, y que se hubiera jugado más con la duda de quién era la bruja realmente, en lugar de saltar a un flashback demasiado explicativo para mi gusto y luego acción pura muy visual pero poco sorprendente. Hay elementos que me rechinan, como ese símbolo en forma de nube del final, la aparición de la cerilla o lo confuso que es que la madre se vistiese de negro en la noche de luna llena porque quería que la viesen pero a la vez que no, que lastran una buena idea y un buen planteamiento inicial.

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JFB
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Regu-bueno. Empieza bien, aunque sin sorpresas notables, hasta la revelación de la bruja. Entonces yo pensé: ¡Caray! ¿Por qué no se mudan a otro lado, en vez de vivir permanentemente aconjogados? Vale. Impaciente que es uno. Lo que ocurre es que luego todo parece precipitarse, se aprecian incoherencias, se echa mano de elementos que vienen al pelo, como caídos del cielo, aparecen nuevos personajes y ya me pierdo, confuso, entre tanto giro argumental. Tal vez sea la manera de contarlo, o querer introducir demasiadas cosas, o más simple aún, que yo no haya sabido encontrale el punto a la historia. Y sin embargo... hay una bruja, es muy, muy jodía, y hay escobas voladoras... Bien.

Mi nota: 3

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LadyEngel
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Puntos: 34

He de confesar que me ha tenido angustiada y expectante. Bien escrito. Pero coincido con los demás en que el final estropea un relato bien pensado y trabajado. Resulta evidente y pierde la gloriosa fuerza y misterio en que te sumerge desde el principio. Aún así mi enhorabuena. 

★★★☆☆

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Antártica
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Shhhh

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Uriel
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Uriel dijo:

Amor de madre

Esto es, en esencia, una verdadera historia de brujas. Ha sido como leer una versión de Hansel y Gretel con los ojos del miedo. Me ha resultado entretenida, trepidante,  y muy bien escrita  porque consigue situarte en la escena desde el primer momento.  El tono encaja perfectamente con la edad del protagonista y hay momentos en los que la empatía se vuelve angustia según vas leyendo. El suspense se mantiene hasta el final y presenta algunos giros que vuelven la historia aún más inquietante, la mujer da más miedo como Madre que como bruja. Me hubiera gustado que el final del relato se hubiera estirado un poco, pero claro para eso hubieran hecho falta unas mil palabras más, y supongo que no era posible. 

4 estrellas

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