La casa abandonada de Sam el muerto estaba en medio del bosque de Hollow Creek. Desde el exterior se veían las siluetas de los jóvenes bailando alrededor de la hoguera con la música a todo volumen.
Rocket sabía que su hermana cometía un error al acudir a la cita. Por lo general los Sparks no eran bienvenidos a las fiestas, todo lo contrario. Era extraño que hubieran insistido en invitarlos, pero Lithbel le había hecho prometer que pondría todo de su parte para divertirse.
A Rocket no se le daba bien confiar en la gente. Su padre los había abandonado antes de nacer y su madre... bueno, su madre también los había abandonado.
Nadie quería tratos con los Sparks. Tal vez fuera por lo alejados que vivían del pueblo o por el suicidio de su madre. Según los periódicos de hacía diecisiete años Aurora Sparks se había prendido fuego en el interior de la casa mientras sus hijos, con apenas unos meses de vida, dormían en la cuna. Él y su hermana habían sobrevivido a las llamas de puro milagro. A veces soñaba con el fuego, con pequeñas luciérnagas doradas que devoraban todo a su alrededor convirtiéndolo en ceniza.
Ahora Lithbel y él cuidaban la antigua granja de los Sparks en compañía de su abuela. Allí se sentía a salvo de las burlas sobre su madre, se refugiaba en la música, en su guitarra, en la soledad.
Lithbel se mezcló entre la gente buscando a Brandon, el cantante de los Crawlers. Él había insistido en que fueran a la fiesta para hablar sobre “negocios”. Ella era una chica delgada, de pelo cobrizo como su hermano. Siempre vestía de negro, cubriendo por completo las antiguas quemaduras que mordían su pálido cuerpo. No le gustaba sentir las miradas recorrer sus cicatrices, se sentía avergonzada.
—Hola, Brandon —dijo Lithbel—. ¿Cómo lo llevas?
—Hola, Lithbel. Ahora mismo estábamos hablando de ti. —El resto de los Crawlers rodeaban a Brandon—. Hemos escuchado la grabación que me diste el otro día y queríamos hacerte una propuesta. Ya sabes que dentro de una semana es el concurso de música en directo y creemos que podrías ser la voz que buscamos para los coros. ¿Qué piensas?
Lithbel se quedó sin habla. Llevaba meses ensayando con su hermano para grabar esa maqueta. Sabía que esa noche iba a ocurrir algo maravilloso. Normalmente su intuición nunca le engañaba, era como un cosquilleo entre los dedos que le alertaba de cambios en su vida, por eso convenció a Rocket para que la acompañara a la fiesta.
—Sería… ¡Joder! ¡Sería fantástico!
Todos sonrieron ante el arrebato de la chica.
—Bueno —dijo Brandon—, aún no hay nada seguro. Solo es una prueba. Pero… Verás, en la banda tenemos una tradición, es como una especie de novatada que tenemos que pasar todos antes de unirnos al grupo. Si estás dispuesta a pasarla no tendríamos dudas de que eres una de los nuestros.
Lithbel se sentía capaz de hacer casi cualquier cosa por ser admitida.
—Claro, dime de qué se trata.
Brandon la miró durante unos segundos antes de continuar.
—¿Fumarías de la pipa de un muerto? —la pregunta cogió por sorpresa a la joven, pero no quería mostrarse insegura ante los Crawlers. Era una oportunidad única y no podía desaprovecharla.
—Pues… de acuerdo. No creo que me vaya a matar, ¿no?
—No, claro que no —respondieron los Crawlers con entusiasmo.
La pipa pertenecía a Sam Burckley, el antiguo inquilino de la casa abandonada; un tipo conocido en el pueblo con el apodo de Sam el muerto. Hacía más de un año que Sam había fallecido a causa de una cirrosis hepática y el apodo se debía al hedor que destilaban sus tripas antes de morir.
Brandon y sus amigos se ocuparon de preparar “el sacrificio”. La noticia hizo que todos en la fiesta formaran un círculo alrededor de Lithbel, incluso Rocket mantuvo su promesa de guardar las apariencias y se unió al espectáculo.
Lithbel se colocó la boquilla de madera gastada y amarillenta entre los labios mientras Brandon acercaba su encendedor a la cazoleta. Algunas de las chicas, que miraban la escena con gesto de repulsión, no pudieron evitar taparse la boca. Lithbel aspiró varias caladas, tendría que aguantar la broma si quería acallar para siempre esas miradas. Sería una más. Separó la pipa de los labios y, sin poder contenerse, comenzó a toser.
El humo salió espeso de sus pulmones, de color blanco. Su sabor no se parecía en nada al del tabaco convencional; era repugnante.
—Veo que no te sienta bien el viejo Sparky —dijo Brandon señalando lo que parecía un montón de basura en el suelo—, el mejor amigo de Sam el muerto. Lo sacrificaron hace un mes quemando su cuerpo aquí mismo. —Sobre un rincón asomaban los huesos del perro cubiertos por una capa de pelos chamuscados y polvo blanco. Lithbel se sintió desnuda mientras todos participaban de la broma—. Nunca serás una de nosotros, Sparks. ¿En qué mundo vives? Tu lugar está entre esas cenizas, como tu madre.
Lithbel no pudo aguantar las nauseas. Dejó caer la pipa al suelo y salió corriendo hacia el exterior de la casa, donde vació el estómago de una arcada. A sus espaldas, como el rugir de una tormenta de ácido, el grupo de jóvenes de Hollow Creek reía a carcajadas perforando su alma.
***
El viento nocturno azotaba el trigo que crecía sin medida en la granja, hacía años que nadie se ocupaba de la cosecha. Rocket entró en la casa y subió las escaleras sin hacer ruido. En la habitación, Lithbel estaba sentada sobre la cama con los ojos enrojecidos por las lágrimas.
—¿Rocket, pero qué te ha pasado? —El joven tenía el rostro cubierto de moratones y la camisa le colgaba hecha girones debido a una pelea—. ¡Malditos cabrones! Debiste haber salido de la fiesta en cuanto me fui. Todo ha sido culpa mía, soy una inútil. Ojalá una plaga arrasara este maldito pueblo y acabara con todos de una puta vez.
Lithbel comenzó a llorar, Rocket se sentó a su lado y la abrazó con fuerza.
Tras la puerta de la habitación, después de unos minutos observando su abuela emergió de la penumbra del pasillo como un fantasma salido de otra época.
—Ellos os tienen miedo, hijos míos —dijo la anciana—. Lo mismo ocurrió con vuestra madre.
—Abuela, deberías estar acostada —dijo Rocket dirigiéndose hacia la puerta.
—Lo que digo es cierto, vuestra madre fue asesinada y no puedo dejar que ocurra lo mismo con vosotros.
—Eso no es verdad, Mamá se suicidó —dijo Lithbel mostrando las quemaduras de sus brazos—, y casi nos lleva al infierno con ella. Ella nos odiaba igual que todo el mundo en Hollow Creek. ¡Nos odian!
—Lithbel, la abuela no sabe lo que dice. A veces confunde las cosas. Vamos, Abuela. Tienes que descansar.
—¡No, suéltame! —exclamó la mujer mientras su nieto la cogía del brazo—. ¡No me trates como a una loca!
La anciana murmuró algo entre sus labios, una melodía entre susurros. De repente, el joven salió disparado del vano de la puerta hasta caer sobre la cama, sin apoyar los pies en el suelo.
—Sé que a veces confundo las cosas —dijo la anciana recuperando la compostura. Los mellizos la miraban con una mezcla de miedo y asombro, intentando comprender qué había sucedido—. Mi mente ya no es lo que era, e irá a peor. Ahora tenéis que escucharme. Vuestra madre no os odiaba, ella os protegió de las llamas. Su amor os salvó, ¿no lo entendéis? Hollow Creek es un nido de escorpiones y yo os he ocultado la verdad durante demasiado tiempo.
El resto de la noche trascurrió con el discurso de la anciana, una historia que parecía sacada de un cuento para niños pero contada con amargura.
Según su relato, todas las mujeres de la familia recibían el don de la magia. Lo llevaban en la sangre y se manifestaba cuando llegaban a la adolescencia, generación tras generación. Tal vez aquello parecía una locura, la mente senil de la anciana mezclaba retazos de realidad y fantasía. No obstante, tras curar las heridas de Rocket recitando unos versos, los mellizos no tenían duda de su veracidad.
La abuela les mostró un libro que había pertenecido desde siempre a los Sparks, el Libro de las Sombras lo había llamado. Entre sus páginas se describían los misterios de la familia, sacramentos que explicaban el ancestral miedo de los habitantes de Hollow Creek hacia ellos.
También la anciana les contó sobre su madre, lo que ocurrió en realidad en el incendio. Tras una epidemia de tos ferina, les reveló, muchos jóvenes del pueblo murieron por el contagio. La envidia y el rencor se cernieron sobre la casa de Aurora Sparks. Sus mellizos recién nacidos habían sobrevivido a la enfermedad y todos los vecinos de alrededor habían padecido la desgracia. Eso levantó sospechas. Al fin y al cabo, todos creían que las Sparks hacían tratos con el Diablo.
Una noche después de los funerales de cinco niños, unas figuras encapuchadas aparecieron frente a la casa de Aurora pidiendo justicia. Todo ocurrió rápidamente, como una pesadilla.
Cuando los bomberos llegaron alertados por el humo, les confesó la abuela entre lágrimas, solo pudieron rescatarlos a ellos. Su madre había muerto devorada por las llamas, pero antes de morir había usado el último aliento para proteger a sus hijos.
***
A la semana siguiente, el certamen de música en directo se celebró dentro del pabellón de deportes de Hollow Creek. La creciente multitud se desplegaba buscando sitio frente al escenario o haciendo cola en la improvisada barra que repartía cervezas y refrescos bajo el olor de las hamburguesas a la parrilla.
Los mellizos se mantuvieron al fondo de las gradas tras revisar el orden de los concursantes, habían sido los últimos en inscribirse y les tocaba actuar al final de las actuaciones; justo después de los Crawlers.
La humedad se condensaba sobre el cristal de las ventanas donde un cielo gris y cubierto por nubarrones amenazaba con tormenta. Por una vez en su vida los mellizos Sparks no querían ser aceptados, se sentían completos, dos mitades de una moneda. Ahora conocían la verdad sobre su pasado. Sabían que todos los vecinos de Hollow Creek habían ocultado a los asesinos de su madre, y eso los convertía de igual manera en culpables.
Lithbel revisó de nuevo el Libro de las Sombras. Según le había aconsejado su abuela tenía que ser muy cuidadosa con las palabras, un cambio en el orden o una falta de entonación harían que su plan se convirtiera en otro motivo de burla. Mientras repasaba las últimas páginas del manuscrito, algo llamó su atención: el nombre de su madre firmaba un breve poema escrito por su puño y letra.
—Escucha este verso —dijo Lithbel—, creo que lo escribió Mamá poco antes de morir:
La sangre es fuerte,
el vínculo nos une
más allá de la muerte.
Raíz, tronco y fruto.
Una nueva semilla
dará sombra con su luto.
Aurora Sparks
A pesar del estruendo de la música, Lithbel creyó escuchar la melodía de una nana en su cabeza y un olor a cenizas se manifestó en sus sentidos. Cuando volvió del espejismo, intentó leer el verso por segunda vez pero las palabras se habían evaporado como si nunca hubieran existido.
En el otro lado del edificio los grupos fueron tocando uno tras otro. El estadio estaba a rebosar de gente pues el que más y el que menos en Hollow Creek tenían alguna relación con los participantes.
Había pasado la tarde y el cielo encapotado traía ráfagas de aire frío que sacudían el techo metálico del estadio. Por fin les llegó el turno a los Crawlers, todos apostaban por el talento de Brandon y su banda como la gran revelación. La popularidad entre los más jóvenes arrancó un gran aplauso de bienvenida. Su música era contundente, moderna y fresca. Los dos primeros temas del repertorio sacudieron la pista de baile como un terremoto, sin ninguna duda los jueces tenían un vencedor a no ser que la desconocida pareja que quedaba por tocar los sorprendiera de manera inusitada.
Aprovechando la falta de atención, los mellizos Sparks se dirigieron hacia los bastidores. Después de la siguiente canción de los Crawlers les tocaría entrar a escena y preferían no tener que cruzarse con ellos antes de tiempo.
Rocket estaba nervioso. No le preocupaba el resultado del certamen, sabía que nadie ganaría ese estúpido concurso. Sacó la guitarra de su funda y miró con curiosidad el instrumento, sobre la madera su abuela había dibujado extraños símbolos que, según ella, servirían de catalizador para amplificar aún más el poder de la brujería. Él no entendía muy bien aquello, pero no hacía falta comprenderlo para sentir la energía que le erizaba el cabello.
Bajo los focos, Brandon anunció su último tema por el micrófono:
—Y por último, queremos dedicar este tema a Sparky. —Algunos jóvenes del público cacarearon entre risas—. Gracias por vuestro apoyo. Un, dos, tres y…
El frenético riff de la guitarra despertó una ola de aullidos.
—Tranquilo —dijo Lithbel—, esta será la última vez que ese hijo de puta se burle de nosotros.
—Tienes razón —dijo Rocket intentando contenerse—, esos malnacidos se han ganado a pulso disfrutar de nuestra música.
Con el último golpe de platillos de los Crawlers, el público restalló en aplausos. Ahora era el momento esperado por los Sparks. Antes de salir al escenario, los hermanos se abrazaron y susurraron una promesa bajo el nombre de su madre. El cielo se oscureció y el viento hizo temblar los tejados.
El foco de luz dio la bienvenida a los últimos participantes: Rocket y Lithbel Sparks. Poco a poco, tras la euforia de los Crawlers, la gente había comenzado a guardar silencio. Los mellizos prepararon su equipo y esperaron unos segundos antes de comenzar.
Rocket dio la entrada con un movimiento de cabeza, sus arpegios eléctricos sonaron como las notas de un órgano, un latido acompasado y tenebroso.
En ese preciso instante, la lluvia comenzó a caer con más furia. Un relámpago tronó a lo lejos iluminando las ventanas del edificio. Rocket sentía las ondas invisibles saliendo de su guitarra, trasmitiéndose por los altavoces: hilos invisibles que flotaban caprichosos más allá de esas cuatro paredes. El público los miraba sin ocultar su desprecio, como un estigma que no querían reconocer. Por un momento, Lithbel dudó ante las miradas burlonas que la acribillaban. Había mucho odio detrás de ellas.
Sentía el caudal de un río en la boca del estómago, golpeándola con fuerza. Su melena pelirroja se encrespaba debido a la estática contenida, sus nudillos se tensaron alrededor del micrófono. La garganta seca. Sudaba. Tenía que serenarse.
Tomo aliento y trago saliva.
En su interior escuchó de nuevo la familiar melodía del arrullo de cuna y el olor a chamusquina, sabía que eran parte de un recuerdo: el último recuerdo que tenía de su madre.
Sintió la magia emerger como un animal salvaje, flamígero, renacido de las cenizas y cantó las primeras estrofas:
Corazones negros tejen telarañas
en los rincones oscuros del alma.
El odio marchito despliega las alas
del rencor que anida en tus entrañas…
De nuevo estalló un relámpago, más cercano. El público fue cayendo en trance, hipnotizado bajo el hechizo de las palabras. La música los envolvía atrapándolos bajo el fluir de la magia. Levantaron sus cabezas y, aún conscientes de lo que estaba ocurriendo, perdieron por completo el control de su cuerpo. Algunos intentaron gritar, otros simplemente lloraron o balbucearon plegarias que morían en silencio sin poder articular la voz. Estaban atrapados por el poderoso sortilegio del Libro de las sombras.
La guitarra aceleró su ritmo, la tormenta había llegado.
Lithbel continuó con el cántico. Frente a ella, como un ejército de marionetas, los habitantes de Hollow Creek se mecían controlados por la etérea marea salida de los altavoces. Una semilla germinó en sus corazones, transformándolos. Una y otra vez, acompañada por la música de Rocket y el traqueteo de la tormenta, Lithbel continuó con los versos del manuscrito:
…el odio marchito desplegará sus alas,
del rencor que anida en tus entrañas.
¡Huid, huid a la tormenta!
¡Afiladas plumas, negras almas,
huid a la tormenta! ¡Acudid a su llamada!
La multitud sintió el desgarro, el crujir de sus costillas. Una forma extraña se abría paso desde el interior hasta sus gargantas. No podían respirar, aquello que trepaba buscando una salida los asfixiaba. Todos cayeron de rodillas con los ojos en órbita, desencajados, al unísono. El público se retorció en la agonía del dolor más intenso con una coreografía perfecta y embrujada.
—¡Malditos seáis todos! —gritó Lithbel poniendo punto y final al concierto—. ¡Ahora sabréis porqué sentís miedo en presencia de los Sparks!
Los picos oscuros asomaron de entre los labios cubiertos de sangre. Las aves, una a una, se abrieron paso entre las lenguas hinchadas y amoratadas hasta salir al exterior.
En pocos segundos, una bandada de cuervos negros como el odio sobrevolaban los cadáveres desmadejados, dejándolos huecos como cáscaras de huevo sobre la pista de baile. Sus graznidos saludaron a la bruja y la tormenta los llamó con el trueno.
De entre los edificios de Hollow Creek, allí donde la corriente mágica había llevado el encantamiento, otros cuervos se unieron a la gran masa que ensombrecía el cielo. Una nube oscura danzaba sobre los tejados de arcilla festejando la venganza.
Lithbel y Rocket por fin regresaron a casa bajo el coro de graznidos. Los relámpagos se alejaban y una suave brisa acariciaba sus rostros. Junto a su abuela esperaron las primeras luces del alba para irse lejos, muy lejos de allí, donde nadie hubiera escuchado hablar de los Sparks. Pero de mientras, en familia, disfrutaron del fúnebre canto de los pájaros al amanecer.
FIN
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