Harry Potter, el niño que hizo magia

Imagen de Patapalo

Aunque la saga creada por J.K. Rowling se cerró hace unos meses, es ahora cuando sale por fin la traducción al castellano del último tomo de la misma: Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Una ocasión ideal para echar la vista atrás y rendir un humilde homenaje al niño mago.

Han sido unos cuantos años siguiendo la pista al niño mago, y la verdad es que ha merecido la pena. Y por muchos motivos. J.K. Rowling ha conseguido con esta saga derribar unos cuantos mitos para escándalo de mucha gente y regocijo de tantos otros. Decían que la literatura fantástica no recibía el trato que merecía, y Harry Potter consiguió copar no sólo prensa especializada, sino también la convencional y de numerosos países; decían que los niños no leen, y por una vez hicieron cola para comprarse un libro; decían que esto de la literatura eran habas contadas, y ahí tienes a esa escritora ya bien madura que consigue publicar su primera novela después de años y años de espera y triunfa hasta tal punto que todo parece posible. Sí, el éxito de Harry Potter es indiscutible, la magia está ahí, y como mucho se puede debatir sobre si la gloria es merecida o no, y creo que la mejor manera es dar un repaso a la larga trayectoria del personaje.

 

En un tiempo en el que las trilogías son la moneda común, una saga de siete libros preconcebida antes de la publicación del primero es un buen órdago. Es uno enorme si el escritor es, además, novel, y no es de extrañar, por lo tanto, que Rowling tardase tanto en colocar a Harry Potter. Ahora, a toro pasado, es fácil decir que el potencial del libro tal y cuál, y que la autora tenía las ideas claras, pero intentemos verlo paso a paso para darnos cuenta de la odisea que ha sido su camino.

 

Atención, SPOILERS. En los distintos apartados de los distintos libros se podrán encontrar algunos detalles de la trama, aunque intentaré que no sean muy específicos, porque lo bueno es descubrirlos leyendo los libros.

 

Harry Potter y la Piedra Filosofal. Una novela de fantasía y aventuras que seduce simplemente por la combinación de elementos clásicos. ¿Hay algo realmente nuevo en el conjunto? Pues, a simple vista, no. Eso sí, hay un montón de cosas que, bien puestas, hacen disfrutar a ese público soñador que somos los devotos de la fantasía. Los personajes, además, están bien perfilados, la prosa es efectiva, y aunque hay pasajes que no son del gusto de todo el mundo (a mí el tema de la familia adoptiva siempre me pareció un tostón difícilmente digerible), el resultado es más que bueno. El conjunto, a priori, resulta pues más que satisfactorio, y engancha para la siguiente entrega. Una buena novela de fantasía, con un escenario seductor y bien utilizado.

 

De la parte que no se da cuenta uno es de la que la autora va tejiendo tras la historia aparente, y que -se puede comprobar con una relectura- ya estaba en estas primeras páginas como testimonio fehaciente de que Rowling sabía a dónde nos llevaba.

 

Luego pasamos a Harry Potter y la Cámara Secreta, y el escenario infantil y eminentemente positivo va adquiriendo los tintes oscuros que se convertirían en la tónica habitual durante el resto de la saga. Los personajes siguen tomando cuerpo sin prisa pero sin pausa y, además, se establecen unas cuantas bases de la trama principal de la historia. El lector, de nuevo, sigue sin sospechar demasiado, y, además, teme que la saga se quede demasiado infantil. Rowling, sabia, sabe contener la historia para darle el espacio que merece, y no yerra. Algo realmente sorprendente en este mundo en el que prima explotar todo rápidamente, y donde la paciencia, más que una virtud, se considera una tontería.

 

Con Harry Potter y el prisionero de Azkaban entramos de lleno en lo que será, finalmente, el mundo del niño mago: un escenario en el que la gente ha sido cruelmente dividida por la ascensión del mal y donde la desconfianza y las medidas draconianas todavía imperan. Es el libro en el que, además, los personajes adultos se muestran por primera vez con todo su esplendor. Argumentalmente, su trama deja sin aliento: digna de la mejor novela de ciencia ficción, Rowling utiliza magia tan sugerente como la de viajar en el tiempo sin que por ello se resienta la coherencia del mundo creado. Un trabajo de relojería que pone de manifiesto algo que debería ser ley en la literatura juvenil y fantástica: que el que el público sea joven, o que la magia exista, no implica que todo vale. Terminado este libro, uno empieza a entrever que la saga va a dar mucho más de sí que el simple aparece problema / elimino problema. Hay unos cuantos detalles que asoman y que muestran que podría haber una conexión más global que el simple telón de fondo.

 

Con Harry Potter y el Cáliz de Fuego se crea un sentimiento ambivalente. Al principio uno cree que sus apreciaciones con el anterior libro son erróneas, pero al final se confirman con más fuerza de la que se hubiera querido suponer. Su crudeza sorprende, como también sorprende el tratamiento que se le da al protagonista: Potter es un adolescente insoportable. Sí, alguno se me tirará al cuello, pero creo que es la mayor genialidad de Rowling. La historia del elegido es tan vieja como la literatura fantástica, pero rara vez se explora psicológicamente al personaje central de un modo satisfactorio. ¿Cómo sería realmente un niño al que se le achaca el poder de haber salvado el mundo? Pues, sencillamente, un neurótico.

 

Harry Potter lo es. Obviamente es carismático, pues, como su padre, es un triunfador. Es bueno en deportes, pendenciero pero suficientemente listo como para salir bien parado en muchas asignaturas, impetuoso, temperamental, apuesto... tiene todos los vicios y virtudes para hacerse querer, y, sobre todo, está bien plasmado. Potter avasalla a su amigo Ron, eterno sufridor que, durante su adolescencia, también se rebota, como todo hijo de vecino. También abusa de la confianza con Hermione y tiene la natural visión egocéntrica del universo que tendría alguien que hubiera pasado por lo que él, con los conflictos y remordimientos propios que algo así suscitaría en una persona real. Y, caiga bien o mal, es comprensible. De hecho, más de uno habrá pensado justificarle leyendo lo que acabo de escribir.

Luego, además de mostrarnos un Potter de carne y hueso sin preocuparse de que su saga sea protagonizada por alguien de conducta intachable o por un héroe al uso, Rowling consigue también mostrar cómo el conflicto de la generación anterior trasluce en la actual, dando una dimensión muy rica a la comunidad de Hogwarts. El momento mágico es cuando uno se da cuenta de que los personajes tienen los suficientes matices para ser más o menos simpáticos a los distintos lectores, y no transmisores de sentimientos unívocos. La autora no sólo ha conseguido crear buenos protagonistas, sino que todo el reparto, incluyendo secundarios, tiene todo el peso que debe tener.

 

Establecidas estas bases, el desarrollo de Harry Potter y la Orden del Fénix viene rodado. Mucha gente lo considera de los peores libros de la saga, pero yo tengo la impresión más bien contraria: es el libro donde Potter lucha por su madurez y consigue dar rienda suelta a todo su -endiablado- carácter. El ambiente opresivo del refugio de la resistencia, los descubrimientos sobre la propia esencia del grupo, la creación del “Ejército de Dumbledore”, el final de relojero con el conflicto con el Ministerio y, finalmente, el fantástico enfrentamiento final en torno a la profecía (tan lamentablemente adaptado en la versión cinematográfica) hacen de este libro una maravilla.

 

Aunque la acción sigue centrándose en Potter, creo que esta novela es de las más corales. Los personajes secundarios dejan de serlo en buena medida, y sus intereses y avatares son tan fascinantes como los del protagonista por excelencia. El punto más sobresaliente, a mi parecer, es cuando Dumbledore hace ver a Harry que Neville encaja en la profecía tanto como él. ¿Cuál es el verdadero significado de ser el elegido? Rowling demuestra conocer bien los cánones de la fantasía, y tener el temple para retorcerlos de un modo adulto sin perder por ello un ápice de agilidad en la trama. Y, a pesar de todo lo que se entrevé, nada nos prepara para lo que se verá en el siguiente libro.

 

Harry Potter y el Príncipe Mestizo: el punto de inflexión de la saga. Rowling es tan buena jugadora que nos puede enseñar sus cartas sin que el hechizo se rompa con un libro de antelación. En este tomo también cae un personaje de peso, de mucho peso. ¿Mero alarde? ¿Ganas de rizar el rizo? En el momento el lector está tan sorprendido y apenado que casi se olvida de todo el viaje iniciático que supone la propia novela, para Potter y para el espectador de su mundo y sus conflictos.

 

En esta novela se revela que el protagónico rol de Potter, tan cacareado por los propios títulos de las novelas y por el ambiente reinante en su sociedad, no es tal. El que lleva la batuta es el que no debe ser nombrado, pero éste tampoco es que sea alguien intocable. Rowling pone de manifiesto algo que parecen olvidar en todas las sagas de fantasía, o al menos en las más mediocres: el equilibrio de poderes. ¿Qué hace que un señor del mal no destruya el mundo? De nuevo, todo un alarde de valor narrativo, y toda una lección sobre cómo construir un buen trasfondo con elementos clásicos.

 

Y, finalmente, Harry Potter y las Reliquias de la Muerte. Ya tenemos todos los elementos, ya tenemos el marco, y ya sabemos de qué va el conflicto. Se acabó la escuela. Es el momento de resolver las cosas. Una novela en la que se van encajando todas las piezas con una precisión milimétrica -un único detalle se le escapó a Rowling, tan nimio que ni merece la pena nombrarlo-, descubriendo que habíamos estado viendo tantos árboles que no reparábamos en el bosque que componían. Un desenlace trágico en el que se pone de relieve el auténtico realismo que impregnaba la saga de la autora. Quizás algo excesivo en su cúspide, pero ¿cómo no iba a serlo si consigue encajar siete libros de un modo no lineal?

 

Cuando terminé de leerme la saga, sólo podía pensar que era para quitarse el sombrero: bravo.

 

Se le juzgó como una advenediza, como alguien que no conocía de verdad el género y que se aprovechaba con refritos de la ignorancia popular, y con una impresionante saga de siete libros ha demostrado hasta qué punto sabía lo que hacía. Harry Potter es una lección magistral sobre el tópico del elegido, con muchas más vueltas de tuerca de las que parecería a simple vista. También lo es sobre la coherencia de los escenarios -donde lo único que chirría es esa especie de impermeabilidad entre muggles y humanos-. Pero, sobre todo, es una fantástica serie de novelas con las que sumergirse en la aventura más sugerente.

 

Harry Potter es, para mí, el niño que hizo magia, la prueba de que no todo está dicho, de que los niños de la generación digital sueñan con los libros tanto como los de la generación de las chapas, de que los autores desconocidos pueden arrollar en el anquilosado mundo editorial gracias a su calidad y su ilusión, de que literatura infantil no tiene por qué querer decir ingenua, de que no hacen falta grandes alardes para construir grandes libros. De que no lo sé todo. Y de que eso es una magnífica noticia.

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Omnio (no verificado)

Bastante sé sobre gente que señaló con burla a esta saga, de si infantil o burda. Todo prejuicios.

Esta saga revivó una ilusión perdida en la infancia, y un sentimiento de aventura y trepidancia como pocos.

Este análisis le hace grande justicia a los siete libros; muy bien Patapalo.

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yazelio
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Poblador desde: 29/01/2009
Puntos: 512

estoy bastante de acuerdo con lo que dices, esta aventura del niño mago, hechas pelicula, ha avivado la fantasía de los niños y por que no? también de los adultos...

"Elige una mujer de la cual puedas decir: Yo hubiera podido buscarla más bella pero no mejor"

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