Savia joven

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salino
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Diego Novoa había tenido otra pesadilla. Desde la noche del viernes se levantaba en mitad de la oscuridad sobre la húmeda silueta de su cuerpo, asustado, sin recordar nada de lo que había soñado. El insomnio lo había acompañado desde el accidente de coche que había tenido en el camino comarcal, volviendo de casa de sus padres. Era ridículo pensar que podía tener algún tipo de hemorragia interna, apenas había recibido un golpe en la cabeza y no había sentido molestias al respecto en todo el fin de semana; excepto por las pesadillas. Tomó otra aspirina del cajón y fue al lavabo a beber un sorbo de agua.

Recorrió con los dedos la pequeña cicatriz de su frente mirándose en el espejo, la luz de la lámpara resaltaba las ojeras que le oscurecían el rostro. Se pasaría por el médico esa misma tarde sin falta pero no diría nada del accidente en el colegio, no quería tener problemas con la directora, y menos ahora que faltaba poco para las vacaciones.

Tenía los pies hinchados, aflojó los cordones de los zapatos y se pesó en la báscula: ochenta kilos. Sonrió. No había engordado, incluso había perdido algo de peso. Terminó de vestirse y llamó a la clínica para pedir cita, recordó que su coche estaría aún en el taller, así que pidió que le dieran número para la última hora de la tarde.

Mientras bajaba en el ascensor miró su reflejo demacrado por el cansancio. El fluorescente tembló con un eco eléctrico. En ese parpadeo Diego creyó ver por un segundo tres siluetas en el espejo. La imagen volvió a esfumarse. Había tenido la misma impresión el día anterior al salir de la ducha, tres figuras encorvadas, borrosas. Sabía que era un fragmento de la pesadilla, una imagen que se escurría hasta encarnarse en lo más profundo del inconsciente. El ascensor llegó a la planta baja.

Era lunes y amenazaba lluvia, los repartidores recorrían la ciudad aún en la penumbra del amanecer. Las nubes arañaban el horizonte dejando huellas torcidas y oleosas sobre los edificios. Desayunaría después de recoger a los niños, hoy le tocaba hacer el recorrido hasta la casa de los Barral, en As Quintáns,  y quería cambiar las gomas de los limpiaparabrisas antes de que le cogiera la tormenta. Los lunes la señora Barral no podía llevar a su hijo a la escuela y Diego recorría casi el doble de su trayecto diario para recogerlo. Llamó a un taxi.

El primer taxista que se acercó era extranjero, lo miró con desconfianza y, sin detenerse, aceleró dejando a Diego con la mano extendida sobre el borde de la acera. El segundo taxista era un hombre mayor, este sí se detuvo sin ni siquiera dar los buenos días.

En el interior del taxi, sobre el cristal protector que separaba la cabina de los pasajeros, Diego vio de nuevo el espejismo. Eran tres mujeres, de eso no cabía duda. Tres ancianas encorvadas que lo miraban con ojos lechosos, como cefalópodos ciegos bajo un turbio océano de sombras. Las tres mujeres se sacudían apoyadas una contra otra desafiando la anquilosada forma de sus cuerpos. Una lengua de hielo enfrió sus articulaciones desde la nuca. Necesitaba un café. Se arrebujó bajo el abrigo, mirando sus zapatos abultados, y cerró los ojos hasta llegar a la escuela.

Diego Novoa se ocupaba de recoger a los alumnos del Colegio Público Nuestra Señora de Gracia, llevaba diez años haciendo ese trabajo y tras sus espaldas habían viajado varias generaciones de niños de las aldeas más alejadas. El recorrido, entre los valles de la comarca meridional del Salnés, era una lucha perpetua contra el fuerte viento de la costa Atlántica y los caminos comarcales que atravesaban la umbrosa región. Normalmente le acompañaba un tutor o un profesor asignado por la directora, pero las bajas por gripe hacían difícil cubrir la plantilla en los meses de invierno. Llevaba un par de semanas haciendo el trayecto solo, bajo la autorización de los padres que se veían imposibilitados de llevar a sus hijos de otra manera.

El accidente que había tenido el viernes por la noche podía crear mella en la confianza depositada en el chófer, incluso darse de baja por el insomnio era un riesgo que no podía correr. Diego vivía solo en la ciudad, agradecido de la oportunidad de tener un trabajo alejado de la dura vida en la costa. Su padre, el señor Novoa, era demasiado mayor para dedicarse a otra cosa que no fuese el cuidado del pequeño huerto de atrás de la casa, en Ponte Arnelas. Su madre, por otro lado, era la que sacaba las castañas del fuego haciendo arreglos de costura para una tienda del centro. No podía perder el trabajo.

El pequeño autobús, aparcado dentro del garaje colindante al pabellón de gimnasia, estaba preparado para partir. El conductor repasó como cada mañana el recorrido de las paradas mientras, en la desierta sala de profesores, daba los últimos sorbos de café. Los pasillos de la escuela se encontraban silenciosos, vacíos del alboroto que en pocas horas sacudirían las aulas. Siempre había notado que en lugares donde la presencia de vida era constante, la ausencia de ella causaba la desagradable sensación de ser observado.

Tras hacer sus necesidades en el servicio del alumnado, Diego abrió el grifo del lavabo. El agua, a pesar de ser invierno, parecía templada en comparación con el insólito frío que se apoderaba de su cuerpo. Salpicó su rostro y se humedeció la nuca intentando ahuyentar ese halo de mal agüero que lo oprimía desde la última noche. La tormenta comenzaba a arreciar, no convenía ir con prisas. Cerró el grifo, el ruido de la cisterna al fondo del habitáculo enmudeció tras un susurro intermitente. Silencio. La luz pestañeó.

De nuevo se le apareció, en el espejo vio nítidamente a las tres mujeres de figura grotesca. Parecían irreales, como una película tras la pantalla, pero esta vez duró más tiempo. Se quedó magnetizado viendo como una de las viejas se acercaba hacia él sin traspasar el espejo. Sus ojos blanquecinos lo acechaban, ciegos, como lombrices bulbosas y serpentinas en el interior de una calavera. Las otras dos mujeres seguían observándolo desde fondo, al otro lado de una cortina de brumas. La más cercana aproximó sus labios hasta el límite del cristal que la apartaba y susurró una telaraña de palabras, atrapándolo como una mosca:

«Ojabhar Tutzha»

El mensaje, en un idioma desconocido para él, latió con un doloroso eco ascendente que le restalló en los tímpanos y le empujó a caer de rodillas, con las palmas de las manos taponándose los oídos. Algo dentro de él se desbordó. Un glacial recorrió sus venas. Rechinar de dientes.

Estaba aterrado, sin embargo sabía que las sombras del azogue eran irreales, retazos oníricos ocasionados por la falta de sueño o los primeros síntomas de la gripe. Una febril reminiscencia, pero el dolor era real.

Poco a poco, tumbado sobre el suelo, disminuyó el ensordecedor ruido. El confortable silencio lo arropó despertando de nuevo sus sentidos. Olía a desinfectante, las gotas de lluvia golpeaban la pequeña ventana de cristal esmerilado que daba al patio de recreo; todo volvía a la normalidad. Diego se levantó sin atreverse a mirar de nuevo al espejo. Se sentía abatido, quebrado, húmedo. Una mancha caliente y oscura le recorría la bragueta del pantalón resbalándole hasta la rodilla.

***

El fuerte viento de la costa sacudía el minibús cargado de niños. Solo faltaba llegar a As Quintáns, recoger al pequeño de los Barral e ir de vuelta al colegio antes de la hora de clase.

A pesar del contratiempo sufrido en los servicios, Diego Novoa no había fallado con el horario previsto. Ahora estaba convencido: seguramente las alucinaciones eran producto de una mala digestión o un ataque repentino de fiebre. En esos momentos el virus de la gripe debía de estar incubándose dentro de su cuerpo. Ese mes había sido implacable, los profesores y algunos alumnos se habían contagiado de igual manera. No era de extrañar que él, aun creyéndose ajeno al rudo clima de la costa, tuviera algunos síntomas de enfriamiento.

Tras una hora al volante se sentía mejor, aunque un poco avergonzado. En cuanto llegara al colegio hablaría con la directora y le pediría permiso para descansar un poco antes de llevar a los niños de vuelta a casa. Un par de horas en la cama, un buen desayuno y una aspirina era lo único que necesitaba para recuperarse.

El hogar de los Barral estaba a las afueras del pueblo. Una hermosa y vieja casa de piedra con un silo de doce pilares, rodeada de eucaliptos gigantes. El niño no se hizo esperar. La tormenta rugió arqueando los enormes árboles mientras el vehículo escolar ponía rumbo hacia la escuela, a través del bosque.

La tempestad cubrió con un manto velado y difuso la visibilidad de la carretera comarcal. Los embates del viento dibujaban pequeñas serpientes acuáticas bajo las ruedas del vehículo, sumergiéndose en la estela dejada a su camino. Un relámpago iluminó el bosque de robles y abedules, abriendo paso entre la umbría que se batía a ambos lados del trayecto. Diego aminoró un poco la velocidad. La foresta crecida por las lluvias y la oscuridad que cobijaba las nubes volvían el paisaje diferente, casi irreconocible para Diego a pesar de llevar tantos años recorriéndolo.

Mientras circulaba recordó lo que una vez le había dicho su padre: «Diguiño, el bosque está vivo. Todo es parte de un único ser, como las venas y los miembros de un cuerpo humano. Incluso nosotros, cuando estamos dentro de él, somos parte de ese organismo y a veces su propia enfermedad».

Diego sonrió, cuanta sabiduría recorría esas tierras. Leyendas y cuentos infantiles contenían más conocimiento que las materias dadas al otro lado de los pupitres. Él conocía muchas de esas historias y las compartía con sus jóvenes pasajeros en los primeros días de curso. Sin embargo había otras que eran demasiado escabrosas para los jóvenes. Demasiado terroríficas incluso para Diego.

La siguiente curva lo llevó a un túnel formado por ramas entrecruzadas en la cúpula, encendió la luz larga y las sombras se ensortijaron entre los troncos de la linde. Aquel trozo de vereda le era totalmente desconocido. Siguió adelante buscando alguna señal que le indicara su posición, pero tras varios kilómetros no encontró ningún indicio de recorrer el camino de vuelta a la escuela. Era imposible que se hubiera perdido en un desvío, llevaba tanto tiempo recorriendo el Salnés que lo hacía de forma automática. No podía perderse.

El asfalto de la calzada se transformó en tierra bajo las ruedas del minibús. Diego circulaba ahora por una vía cubierta de charcos y hondonadas que lo internaban más y más en el bosque. Nunca había pasado por allí. Giró el volante con suavidad y se detuvo en el arcén vedado de árboles. Los niños permanecían tranquilos, ajenos a la situación.

El conductor sacó su teléfono móvil e intentó conectar la señal del satélite de su GPS… Nada, ni siquiera tenía cobertura para llamar al colegio anunciando un posible retraso, no era de extrañar. Tendría que volver hasta As Quintáns y partir desde allí.

Maniobró hasta dar media vuelta. Algunos niños, todos demasiado jóvenes para sacar conclusiones, habían abandonado sus asientos y miraban con curiosidad hacia el exterior. Atento al retrovisor, Diego llamó la atención de aquellos que se habían levantado. Lo hizo sin elevar mucho la voz para no preocuparlos, pero a mitad del discurso la garganta se le quebró sin aliento. Una sombra encorvada se había deslizado entre los asientos del fondo, amenazadora. Algo se había agazapado más allá de la visión del espejo, una figura demasiado grande para ser la de un alumno. Detuvo de nuevo el vehículo.

Tras quitarse el cinturón de seguridad, el chófer recorrió el pasillo entre la fila de pasajeros, un tufo desagradable a animal muerto se le hizo presente a cada paso. Los niños, ahora cayados y sentados cada uno en su sitio, lo miraban esperando una reprimenda. Él siguió intentando mantener la calma.

Detrás de la última hilera había dos niñas, permanecían tranquilas con un cuaderno entre las manos y lápices de colores amontonados en el regazo. Allí no había nada más. Había sido otra alucinación o tal vez una rama había proyectado su sombra entre los cristales de las ventanas. Tenía que controlarse, todo aquello se le estaba yendo de las manos.

Antes de dar marcha atrás, algo en el interior del cuaderno llamó su atención: tres manchas negras dentro de un marco sobre el papel, y bajo las siluetas había una frase escrita en color rojo:

«OJABAR TUTZAH»

Diego Novoa cogió la libreta y miró de cerca las sangrantes palabras escritas con letras infantiles. El mensaje estaba allí, no era ningún espejismo. Las niñas sonrieron y una de ellas, con un gesto tan natural como espeluznante, se acercó el dedo índice a los labios. «Shhh…».

Diego se sintió caer en una montaña rusa, el vértigo le desprendió de las manos el cuaderno, que golpeó el suelo, y dio unos pasos hacia atrás, aturdido. Luego recorrió el pasillo a toda prisa y puso en marcha el motor. Tenía que encontrar el camino de vuelta.

***

La galería tejida por el bosque no tenía fin. Aunque había retornado sobre sus pasos, la carretera de tierra lo encerraba de nuevo en la tupida vegetación de la arboleda, cada vez más profunda y tenebrosa. Dio otra vuelta, y otra vuelta más, pero la ruta nunca era la misma. «El bosque está vivo —un escalofrío le trajo de nuevo las palabras de su padre—. Somos parte de él».

Los niños se hallaban en silencio, al cabo de una hora de viaje habían caído dormidos con las cabezas ladeadas o apoyadas sobre las mochilas. Todo era extraño. Intentó de nuevo buscar señal con el teléfono, sin detenerse. Las bandas de cobertura telefónica permanecían invisibles sobre la pantalla. La lluvia caía sin dar tregua iluminada por los faros.

De repente vio algo diferente en el paisaje, una luz tras la empalizada de abedules que se levantaba a su derecha; parecía una cabaña.

Detuvo el vehículo en el centro de la calzada, cortando el paso y con las luces de emergencia lanzando ráfagas intermitentes. Tras echar un último vistazo a los niños dormidos, el chófer bajó y cerró de nuevo la puerta con llave. A toda prisa atravesó el fangal bajo la tormenta.

La choza, junto a un pozo, estaba construida por piedras amontonadas en sus cimientos y troncos apilados formaban sus paredes. Era antigua. El tejado, un chamizo de agujas de pino y paja seca, dejó escapar una bandada de cuervos asustados por la llegada del intruso.

Diego se acercó a la puerta sin resuello. Llamó. Localizó a sus espaldas los faros encendidos del minibús, a un tiro de piedra. No quería perder de vista a los niños en ningún momento, era su trabajo. Si les ocurriera algo, Diego sería el único responsable.

La puerta se abrió con un quejido herrumbroso y el conductor volvió la vista al umbral. La figura que tenía delante le hizo perder por completo la razón. El olor a podredumbre salía a oleadas del interior de la cabaña, el bullir de un líquido espeso sobre el hogar ralentizó el tiempo atrapándolo en arenas movedizas.

—Has hecho bien tu trabajo —dijo la anciana mostrando sus dientes torcidos y angulosos—. Ahora podrás descansar, pasa y caliéntate. Pronto estará la comida preparada.

Diego alzó los brazos intentando protegerse de tal abominación. Delante de él, salida de su propia pesadilla, se hallaba una de las mujeres que había visto en las alucinaciones. Arrugada, marchita, cimbrada y de mirada nublada e impía. Con su torcida mano tanteaba el aire, ciega, pero su afilada nariz apuntaba hacia Diego con cada temblor que daba su cuerpo. No podía estar ocurriendo, nada encajaba en la cabeza del conductor.

—¡No! —gritó Diego esperando despertar sobre su cama.

Una serie de contradicciones le asolaron la mente: tenía que volver con los niños, el recuerdo del accidente en medio del bosque, el frío, el miedo, la pesadilla, los pobres niños, los gritos que venían desde el autobús, los gritos, los gritos de terror de los niños…

Diego aulló impotente, paralizado por la locura, se derrumbó sobre el suelo mientras las frías gotas de lluvia lo hundían en el fango.

—No te preocupes —dijo la anciana con tono amable—. Mis hermanas se harán cargo de los polluelos, en el pozo hay sitio para todos. Ven y caliéntate, —Diego se tapó los oídos, pero las palabras de la vieja seguían sonando tras el espejo— ya has hecho tu trabajo…

No, no, no, seguía repitiéndose.

Buscó bajo la lluvia algo que lo sacara de aquel mal sueño, algo que le confirmara que todo era una alucinación, que no estaba ocurriendo. Al otro lado de la cabaña, entre unos matojos, vislumbró un destello metálico, algo familiar. Oculto bajo los árboles estaba su coche: la rueda delantera estaba en una posición extraña, torcida. El capó, destrozado, formaba una uve cuyo ángulo apuntaba hacia el interior de la cabina. Los cristales dibujaban una tela de araña cubierta de sangre.

La vieja abandonó su refugio y anduvo hasta él con tranquilidad. La tormenta deshilachaba su blanca melena sobre los hombros.

—Dentro de unos días tu cuerpo se descompondrá si no tenemos cuidado—susurró sin mover los labios. Los gritos de los niños apenas se escuchaban ya, abatidos por el viento—. Los muertos no tienen conciencia y nosotras tenemos que alimentarnos. Levántate, yo me ocuparé de ti.

El cuerpo inerte de Diego Novoa se estremeció al sentir las garras de la bruja, raíces secas y deformes que lo rodearon con ternura. Los árboles también se estremecieron bajo la tormenta, como si todo fuera parte de un mismo organismo. Un ser oscuro y retorcido cuyo corazón palpitaba en lo más profundo del bosque.

 FIN

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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Relato admitido a concurso.

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Mikel
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Poblador desde: 06/02/2015
Puntos: 49

Este relato me provoca sentimientos enfrentados.

 

Muy bien escrito, con una prosa atractiva y con un final impactante aunque algo previsible, no se por qué le veo problemas de ritmo... Hay párrafos que leo con desapego, como mirándolo desde fuera, y otros que me abosorben y me arrastran a ese bosque por donde Diego anda perdido en el microbús. Supongo que se deberá a mi estado de ánimo, porque al releerlo, no puedo ver nada malo en esos párrafos que me indiquén por que no me atraen con la misma intensidad...

Lo único que no me gusta es el recurso de la "frase misteriosa"... Desde el REDRUM de King no ha vuelto a hacerme gracia...

 

Tres estrellas para un relato que funciona, tiene un puntito macabro delicioso, y cuyos ¿fallos? más evidentes pueden ser producto de mis prejuicios personales.

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Lord_Ruthven
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Poblador desde: 28/06/2013
Puntos: 929

Un buen relato. A mi juicio el principio un poco lento, le falta algo de tensión o le sobra un poco de extensión, pero puede ser una pareciación erronea por mi parte. EL giro final me gusta mucho. Le voy a dar tres estrellitas

mailmailmail

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Mikel, gracias por leer el relato y por tus comentarios. Supongo que esos prejuicios personales son un tema que no puedo solucionar, ya que no sé a qué se deben; pero me alegro que seas sincero con ello. Es un placer que encuentres delicioso el puntito macabro y que no lo veas un abuso, soy consciente de que no a todo el mundo le puede gustar. Un saludo.

Lord_Ruthven, muchas gracias también por esas apreciaciones. Esperaré a ver si a algún compañero le parece igual de laxo o sobrado de palabras para poner atención a tu crítica, pues puse mucha atención al equilibrio de las escenas álgidas para crear expectación, de veras que no esperaba que flaquease en ese sentido. Gracias por comentármelo, lo tendré en cuenta. Sobre todo me llena de alegría que te gustara el giro final, mi gran miedo era que no se entendiera.

 

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Uno de los relatos que más he disfrutado. Bien escrito, con un ritmo y una base de sucesos que enganchan al lector y no lo suelta hasta el final
A mi parecer, has traido el típico cuento de brujas al siglo xxi con muy buen hacer. Además, esas tres brujas me han llegado a dar miedo, y eso se agradece en un concurso como este

He estado muy pendiente del final, pues de él dependía subir o bajar la nota, y, aunque no has utilizado el recurso más original, creo que aciertas con la sorpresa, y lo cierras bien

5 estrellas.

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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Un dedazo, el diminutivo es Dieguiño y, silo me chirría , prefiero hórreo XD le veo demasiados pilares, eso sería el hórreo de un pazo o de una casa rica jaja

Bueno, excepto esos ciertos detallicos de la ambientación, bien escrito aunque yo también he notado ciertos altibajos en el tono. Las brujas me molan, son tres, como las de Macbeth.

Tres estrellas:

***

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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Un dedazo, el diminutivo es Dieguiño y, silo me chirría , prefiero hórreo XD le veo demasiados pilares, eso sería el hórreo de un pazo o de una casa rica jaja

Bueno, excepto esos ciertos detallicos de la ambientación, bien escrito aunque yo también he notado ciertos altibajos en el tono. Las brujas me molan, son tres, como las de Macbeth.

Tres estrellas:

***

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Poblador desde: 22/05/2012
Puntos: 347

Sanbes, muchas gracias por leerlo y por tus palabras. Saber que he causado miedo a un lector es un premio que me llena de satisfacción. Me alegro de que te haya gustado y que te haya mantenido enganchado.yes

Ligeia, gracias por esas anotaciones y por leer mi relato. Creo que hórreo sería un buen cambio, lo apunto. Me encantaría contar con alguien de la región para darle más matices al escenario, pero solo cuento con algunos viajes por la zona y creí recordar que por allá llamaban silo a estas construcciones. Gracias por corregirme.

Respecto a lo de Diguiño, lo puse queriendo. Creí que el padre podía llamar a su hijo como le diera la gana y, como ocurre en mi familia, acortaría el nombre de tanto usarlo… Pero tienes razón, el diminutivo sería Dieguiño; aunque no veo oportuno cambiarlo.

Respecto a los cambios de tono no sé a qué partes te refieres. Te agradecería que me señalases algún ejemplo o que me aportaras mejoras según tu criterio. Sería muy importante para mí saber dónde decae el tono y donde va demasiado rápido sin favorecer la narración. Soy consciente de que me queda mucho por aprender y lo mejor para ello es preguntar.

Por cierto, siempre que pienso en brujas veo a las de Macbeth. Gracias por la puntuación blush

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Ligeia
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Puntos: 1152

Ah, nunca había oído lo de silo pero a saber jajaja yo es que soy del interior de Galicia, no de la costa XD y lo del diminutivo pues también... por poder, pero aquí no acortamos los nombres sino que los empequeñecemos cariñosamente, Dieguiño, Betiña, Manoliño... lo leí a toda pastilla, pues estoy ocupada con varias redacciones y no quiero que me vuelvan a pasar cosas raras con el tiempo jaja pero si es así, voy a repasarlo y luego te lo indico tó ^^

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Poblador desde: 22/05/2012
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Ligeia dijo:

voy a repasarlo y luego te lo indico tó ^^

Muchas gracias, pero no te veas obligada si te resta mucho tiempo de otras cosas. Te estoy muy agradecido por tenerlo en cuentacool

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Ligeia
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Puntos: 1152

Pasa nada, no es obligación, sino un gusto ayudar aun colega :)

Bueno, pues había tenido una sensación más bien parecida a la de Mikel así a bote pronto, pero en esta segunda lectura ya no le notado nada especialmente raro XD y me ha gustado más, ahora le habría puesto un 3´5, pero ya no puede ser :(

Solo he encontrado un par de fallos: cuando lo del alboroto es en singular "sacudiría las aulas" y un "callados" (no cayados).

Ahora la ambientación y así: As Quintáns no suena muy allá, sería mejor que lo dejaras en Quintáns, nada más, o As Quintanas; el nombre del cole está bien pero podrías darle un aire más marinero cambiándolo por Señora del Carmen; cuando dice que en diez años ha llevado a "varias generaciones" de peques es una exageración, mejor dejarlo en "una generación", cuando dice lo de que presiente algo desde "la última noche" lo veo un pelín confuso, pondría "desde el viernes"o "desde el accidente". Al nombre extraño lo galleguizaría un poquillo (la j no existe en nuestro alfabeto) poniendo OXABAR y los abedules los sustituiría por pinos (es lo que más hay en la costa, pinos y eucaliptos) la cabaña (yo habría puesto pendello o casuca, en ese contexto tampoco acaba de cuadrarme esa palabra), de hecho, la pondría en un pinar y cuando describes el techo de paja poner que tenía encima (caídas) algunas agujas de pino... y al final, sustituiría cabina por habitáculo y para dar más fuerza a la imagen, escribiría "del habitáculo. Los cristales dibujaban por dentro una tela de araña".

Como ves nada grave, está muy bien, inquietante y las brujas chungas de verdad. Buen trabajo :D

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salino
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Poblador desde: 22/05/2012
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Gracias por las anotaciones, las tendré en cuenta. Creo que el texto ganaría mucho respetando la forma de nombrar ciertas cosas que tiene la región. es bastante neutro. Tal vez a alguien ajeno a la zona, como yo que soy del sur, le parezca forzado pero tendría su encanto.

Muy agradecido por tu tiempo yes

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A mandaryes

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A mandaryes

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Invierno
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Bien escrito, se nota el trabajo concienzudo, aunque se han escapado alguna erratilla y alguna coma. Poca cosa. Luego, y esto quizás es subjetivo, creo que en algunas partes se usan demasiados gerundios. Me gusta la ambientación, ese bosque, ese clima, e incluso creo que es muy acertada la idea central, así como la profesión del protagonista y su relación con el plan de las brujas. El final tiene un acertado punto tétrico, aunque no me entusiasman tanto los recursos elegidos para crear tensión desde el principio, no muy originales, incluyendo ese guiño a El resplandor, y creo que en algún momento el ritmo del relato se enlentece innecesariamente.

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Patapalo
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Un relato clásico de planteamiento y estructura pero que funciona muy bien. El final es espeluznante (más que la propia revelación, que se podía esperar) y juega muy bien con las piezas de los cuentos clásicos de brujas. La referencia al pozo me ha parecido particularmente acertada.

Como cosas a mejorar, un detalle tonto y seguramente subjetivo (me ha costado caer en la cuenta de que el protagonista es el conductor del autobús y no un profesor, lo que me ha mantenido muy despistado al principio) y un tema de estilo: las comas.

Creo que te las planteas como pausas en la lectura, sin más, y los signos de puntuación son los que establecen la jerarquía en las frases, los que indican cuál es la importancia relativa de cada sintagma. Esto hace que muchas frases resulten homogéneas en tu relato, casi monótonas, cuando deberían hacer precisamente lo contrario: marcar el acento sobre determinadas cosas.

Prueba a sustituir algunas por dos puntos, por puntos o por punto y coma y mira a ver si ves el cambio de énfasis, las concatenaciones lógicas.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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salino
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Gracias por los aportes, creo que son muy acertados: tengo que revisar esas comas y esos gerundios; de eso no me cabe duda. Me alegra que lo hayáis leído, a pesar de esa carrera de lectura que lleváis. blush

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Patapalo
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salino dijo:

Gracias por los aportes, creo que son muy acertados: tengo que revisar esas comas y esos gerundios; de eso no me cabe duda. Me alegra que lo hayáis leído, a pesar de esa carrera de lectura que lleváis. blush

Bueno, poco a poco, sin prisas. Si no estuviera algo febril y tuviera tantas otras cosas pendientes iría mucho más rápido.

Lo que sí adelanto ya es que este año el nivel está muy alto. Os lo habéis currado mucho, por lo que llevo leído, y no solo con los relatos: algunos estáis haciendo análisis que valen mucho. Solo por eso, creo que la convocatoria merece mucho la pena.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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L. G. Morgan
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Bueno, es lo segundo que leo tuyo y ya he sacado una conclusión: manejas la tensión, el suspense, y el ritmo de manera magistral. Creo que casi se me ha ido acelerando el corazón en el bosque XDD

Yo noto un antes y un después en el relato. Hasta el bosque, resulta a ratos confuso y no parece tan cuidado como tu otro relato o la segunda parte de este. Empieza diciendo lo de que se levanta en plena oscuridad de su silueta húmeda, y eso queda raro, supongo que te refieres a la silueta húmeda que ha dejado en la sábana, pero no es claro, no dices que la mira y ni siquiera recuerda lo que ha soñado. Luego va al cuarto de baño, se mira en el espejo... ¡y ya tiene los zapatos puestos! Y durante el viaje en taxi, yo también andaba pensando que sería un profe. Tanto ir y venir a casa de fulanito, y al cole, y vuelta a otro sitio... Creo que lo de que es chófer tendría que introducirse antes, y añadir por ejemplo que el microbús permanece aparcado en el cole.

Pero entonces llegamos al bosque... Y la magia se apodera del relato. Empieza uno a imaginar claramente a los niños, y la angustia del conductor. El paisaje se hace dueño de todo, ese bosque sombrío cuyo poder él conoce por las palabras de su padre. Y el final, con la cabaña y la bruja, que guía la mirada del lector, de los niños al pozo, al destello del coche entre los árboles, a la comprensión del horror. Por ello creo que sobra la explicación que da la bruja, ese incidir en que él está muerto y a los niños se los van a merendar, por si el lector no se ha dado cuenta. Aquí yo me arriesgaría, pero claro, son opiniones.

Me cuesta calificar el relato, así que creo que voy a tirar por el camino del medio: 3.5 estrellas

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salino
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En primer lugar, Morgan, muchas gracias por leerme y comentar tus opiniones. Es un placer contar con tus acertados aportes.

L. G. Morgan dijo:

Yo noto un antes y un después en el relato. Hasta el bosque, resulta a ratos confuso y no parece tan cuidado como tu otro relato o la segunda parte de este. 

Supongo que este es el arista que refrena el ritmo. Gracias por indicarlo. También entorpece el tema que comentáis sobre la duda que acompaña al principio del relato: la profesión del protagonista. Tal vez debería replantearme dejarlo más claro desde el principio y quitar las brumas que entorpecen al lector. 

Respecto a las clarificadoras últimas palabras de la bruja es un tema que no sé si sobran. Me molesta, como lector, que algo que debería quedar claro no se resuelve de manera directa, pues a veces la lectura no acompaña con la atención del momento. Así que suelo puntuar, de forma breve, este tipo de detalles. Tal vez resuene demasiado y debería hacerla de otra manera, pero supongo, y de esto nunca estoy seguro, que el lector puede dejar escapar a veces el giro por no remarcarlo una vez resuelto. No sé si son cosas mías...

Viniendo de tí, las palabras de elogio son muy valoradas y hacen merecer la pena el trabajo. no

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jane eyre
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El relato me ha parecido un tanto descompensado, comienza con un ritmo lento que contrasta con lo vertiginoso del final.

El estilo me ha parecido correcto y acorde con la historia y, aparte de esos niños "cayados" no he encontrado faltas gordas jjajajjajja

En cuanto a la trama, me ha parecido que se avanzaba en ella a trompicones, no sé si me explico, tan pronto lo vemos conduciendo un coche, como un autobús, como metido en una pesadilla. De hecho, el final es en el coche, por lo que no consigo entender si la parte del autobús y los niños es real y yo no la entiendo o imaginada y tampoco me he enterado >.<

Mi puntuación es de dos estrellas y media.

 

 

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jane eyre dijo:
tan pronto lo vemos conduciendo un coche, como un autobús, como metido en una pesadilla. De hecho, el final es en el coche, por lo que no consigo entender si la parte del autobús y los niños es real y yo no la entiendo o imaginada y tampoco me he enterado >.<

Gracias, Jane. Aunque parece que no te has enterado de nada, un gran problema por ambas partes. Jajajaja

Un abrazono

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A ver, me siento tooorrrpeee jajjajajjaj  Voy a soltar SPOILER bestia así que avisados están los lectores nuevos blush

 

 

 

 

Entiendo que el prota tiene un accidente y muere. Las brujas se valen de él (de su espíritu más bien) para que les lleve a casa el autobús lleno de niños cual repartidor de comida a domicilio. Hasta ahí bien, eso es lo que leo. Ahora bien, lo que no entiendo es el cómo. ¿las brujas pueden lanzar hechizos sobre alguien muerto? ¿Eso no entraría más en la nigromancia que en la brujería? heart

 

 

 

 

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jane eyre dijo:

A ver, me siento tooorrrpeee jajjajajjaj  Voy a soltar SPOILER bestia así que avisados están los lectores nuevos blush

Entiendo que el prota tiene un accidente y muere. Las brujas se valen de él (de su espíritu más bien) para que les lleve a casa el autobús lleno de niños cual repartidor de comida a domicilio. Hasta ahí bien, eso es lo que leo. Ahora bien, lo que no entiendo es el cómo. ¿las brujas pueden lanzar hechizos sobre alguien muerto? ¿Eso no entraría más en la nigromancia que en la brujería? heart

Exacto, más bien se valen de su cuerpo y espíritu.

La nigromancia, tal y como yo la entiendo, entra dentro de la magia negra. No la veo fuera del uso de las artes de las brujas más clásicas, además de poder cambiar retazos de la memoria o poder manipular los caminos dentro de un bosque.

Si no entiendes cómo unas brujas pueden lanzar hechizos sobre un cadáver supongo que es porque no he creado una buena ficción o porque mi relato no te ha condicionado a creer en la magia. Aunque tal vez sea buscarle tres pies al gato intentar explicar los poderes de unas brujas que comen niños en lo más profundo del bosque... Me baso en leyendas vudú y cuentos clásicos infantiles, creo que en estos cuentos tampoco se explica cómo una bruja puede volar en una escoba o cómo puede convertir la paja en oro, pero está en el arte del escritor/narrador hacerlo creíble. Tal vez no tenga esa virtud, qué le vamos a hacer. Intentaré mejorar.

Las llamo brujas en más de una ocasión pues, como las brujas clásicas de los cuentos, tienen poderes extraordinarios, viven en el bosque, tienen apariencia malvada y desagradable, son viejas, tienen la nariz ganchuda, ...encorbadas y comen niños.

Llamarlas directamente nigromantes sería echar por tierra el giro de la trama y solo nombraría una de sus virtudes. Creo que perdería la imágen física que me otorga la palabra bruja, además "bruja" es la que define mejor su condición malvada y caníbal. Pero igual puedo estar confundido. 

Respecto al otro comentario, ya que te respondí que no te habías enterado (pero lo dije con todo el cariño)...

tan pronto lo vemos conduciendo un coche, como un autobús, como metido en una pesadilla. De hecho, el final es en el coche, por lo que no consigo entender si la parte del autobús y los niños es real y yo no la entiendo

... te explico: mi personaje sí tuvo un accidente de coche, pero yo no he escrito que condujera ningún coche en mi texto; solo el minibús. Creo que puede ser un error de tu interpretación o una errata que se me ha escapado.

El final de la historia termina en la casa de las brujas, no en el coche como indicas; aunque sí logra ver su coche echo un destrozo al lado de la cabaña pues es necesario para cerrar la historia y creo que es una imagen que explica sin palabras todo lo ocurrido, pero igual también estoy confundido.

Lo de qué es real o pesadilla lo dejo a tu criterio, pues hasta aquí puedo esclarecer tus dudas, o sería como ese humorista que anda  explicando sus chistes...

Puede que sea real, puede que sea una pesadilla o tal vez ambas opciones es el peor de los resultados, y eso me encantaría.

Gracias de nuevo por tus críticas, aunque un golpecito en la espalda también se agradecesurprise; aunque solo sea por fraternidad.

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Claro, quizás ahí haya estado mi problema precisamente: la imagen de la bruja clásica que es la que has usado, para mí no tiene nada que ver con la del nigromante. No es que ambas no tengan en común las artes oscuras, es más bien como que yo los veo como dos criaturas diferentes y no he sabido ver la mezcla de identidades en una sola imagen. De hecho, en esta convocatoria ya ha habido otro relato con la figura del nigromante blush

salino dijo:

Gracias de nuevo por tus críticas, aunque un golpecito en la espalda también se agradecesurprise; aunque solo sea por fraternidad.

En ningún momento he dicho que sea un mal relato, siento si en algún momento te he dado esa impresión, no ha sido mi intención.

 

 

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jane eyre dijo:

Claro, quizás ahí haya estado mi problema precisamente: la imagen de la bruja clásica que es la que has usado, para mí no tiene nada que ver con la del nigromante. No es que ambas no tengan en común las artes oscuras, es más bien como que yo los veo como dos criaturas diferentes y no he sabido ver la mezcla de identidades en una sola imagen. De hecho, en esta convocatoria ya ha habido otro relato con la figura del nigromante blush

Por supuesto, cada uno tiene una imagen de estos arquetipos. Y para nada digo que sea "tú" problema, pues no hay problema alguno. Pero hay que ser conscientes que no es un punto en contra. Creo que son varios los relatos que han han tocado el tema de la nigromancia además del mío, pues cada uno otorga los poderes que ve oportuno a esos personajes mágicos. Incluso hay quien se fija más en la figura ajena a la magia que en dichos poderes... 

jane eyre dijo:

En ningún momento he dicho que sea un mal relato, siento si en algún momento te he dado esa impresión, no ha sido mi intención.

No te preocupes, soy muy realista cuando se trata de la calidad de mi escriturablush. Aún me queda mucho por trabajar, pero como te he comentado, también se admite acentuar cosas que te han gustado de cada compañero para recoger el feedback y animar a los participantes. Puede que este relato tenga muchos fallos, claro que soy consciente, pero si todos los puntos que comentas son sobre posibles errores o malas decisiones sobre la trama, uno se queda con la impresión de que ha hecho un "churro". Al fin y al cabo todos tenemos un corazoncito yes.

No te preocupes, entiendo que no fue tu intención. Pero lo aclaro porque soy muy transparente  y lo veo oportuno.

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Ya el año pasado avisé antes de comenzar a valorar y quizás este año debí repetirlo para que nadie se asustase (mea culpa). Soy consciente de que paso por alto lo bueno y solo señalo lo que a mi parecer podría mejorar. Lo hago así con todos y, simplemente, es porque a mí lo que me ha ayudado a escribir mejor es el que me señalen lo que hago mal.

Siento si te ha molestado mi manera de valorar, pero tomatelo como lo que es, una simple opinión personal.

 

 

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jane eyre dijo:

Ya el año pasado avisé antes de comenzar a valorar y quizás este año debí repetirlo para que nadie se asustase (mea culpa). Soy consciente de que paso por alto lo bueno y solo señalo lo que a mi parecer podría mejorar. Lo hago así con todos y, simplemente, es porque a mí lo que me ha ayudado a escribir mejor es el que me señalen lo que hago mal.

Siento si te ha molestado mi manera de valorar, pero tomatelo como lo que es, una simple opinión personal.

Desconocía el modus operandi de tus comentarios... me parecía extraño, pero ya te comento que no me a molestado. Cada uno es dueño de sus palabras. De hecho me sorprendió tu segundo comentario después de puntuar.

Te pido disculpas si mi tono te ha parecido molesto, todo lo contrario: intento mostrar respeto a tus opiniones y ver la parte positiva, no otra cosa.

Un saludono

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ES que eso también lo avisé, que si alguien comentaba sobre mi comentario, no tendria problema en aclarar lo que hiciera falta y en explayarme más que en la valoración sobre el aspecto que fuese necesario XDDD

Hala, todos disculpados jjajjajajjaj

 

 

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Hedrigall
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Esos lugares comunes desde los que se construye la tensión ( las imágenes en las superfícies reflectantes, el mensaje invertido) creo que pierden efectividad en su cometido debido a que son recursos manidos, ya vistos. La primera parte de la narración, hasta que va en busca de los niños, es bastante menos fluida que la segunda, que comento después. Creo que la falta de fluidez reside en ver repetidas hasta en tres ocasiones la misma escena de las visiones, descrita sugerentemente pero sin excesivas variaciones, y que Diego reaccione exactamente igual a las mismas, creyendo que son “retazos oníricos”. Se da la sensación de haber avanzado muy poco en la historia y haber gastado muchas palabras.

La segunda parte recuerda a un relato distinto. No solo en la forma, con más ritmo, que se percibe encaminada a un destino concreto, sino en el fondo; la aparición del bosque después de unas escenas iniciales que yo imagino en ambiente urbano. El bosque, como se ve al final, es un componente clave y aparece por primera vez a medio camino de la historia. No solo eso, sino que se introduce la también importante noción del bosque vivo a través del recuerdo de las palabras paternas. Quizá esto debería haberse apuntado más temprano; haciendo que Diego viva en las afueras para sumergirnos en ese ambiente rural desde el inicio. Creo que le iría muy bien al relato, porque la atmósfera de la segunda parte es muy buena.

Mi sensación de dislocación en cuanto a las dos partes del relato ha sido tal que he hecho el experimento de leer la segunda parte como si fuera un relato único. Quitando las referencias a las pesadillas y la gripe (y con la necesaria referencia al accidente de coche), observo que posee entidad propia, atmósfera envolvente y si se me apura, tensión construida con la escena de las niñas del fondo del autobús.

El final me ha parecido muy bueno y el último párrafo, mejor. La escritura me parece buena, con repuntes brillantes al detenerse en las apariciones que sufre el protagonista y en general en toda la segunda parte, de atmósfera realmente envolvente.

3 estrellas

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