Hasta que la muerte los separe

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Imagen de Juan Pablo Goñi Capurro
Juan Pablo Goñi...
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Poblador desde: 07/02/2015
Puntos: 40

La perdieron los celos. Harta de esas desapariciones envueltas en excusas vagas, lo siguió. Había establecido la frecuencia en que se repetían esas fugas, con una periodicidad que alimentó su desconfianza. La típica amante que tiene sólo ciertas noches libres, una mujer asada o con una profesión que le brindaba pocos días de descanso. En sus ausencias, el hombre no respondía mensajes ni posteaba siquiera una frase en las redes sociales desde que se ocultaba el sol hasta el mediodía siguiente. Argumentaba que dormía en sitios sin cobertura, sin entrar en detalles sobre esos sitios, como si fuera un espía de la CIA. Supuso lo obvio, desconectaba el celular para no cometer errores que lo dejaran en evidencia, sin perder el tiempo lucubrando sobre habitaciones en sótanos o instaladas a gran altura. Tampoco se refería a sus acciones en esos días, cuando retomaba el contacto; se limitaba a afirmar que había salido todo bien y que era demasiado monótono para hablar de eso. Digamos que, a su entender y el de su grupo de doce amigas íntimas, su novio completaba todos y cada uno de los indicadores de infidelidad que se exponían en las revistas femeninas. ¿Cómo seguir confiando en sus promesas y juramentos?

            Llegó el punto en que la incertidumbre la superó, impidiéndole concentrarse en su trabajo, negándole la reparación de un sueño reposado. Comprendió que no podía continuar en ese estado sin resentir su salud, física y mental.  Anticipando la fecha de la siguiente escapada, se preparó en secreto, sin siquiera comentar su plan a las compañeras de gimnasio. Aceptó como chica sumisa que esos días no se verían, dadas las inciertas ocupaciones a las que se refirió el hombre que se negaba a iniciar una vida en común. Dos años de relación, jurándose amor todas las noches, para apartarse por las mañanas y regresar a su vida sin ella, ¿qué sentido tenía? ¿Cuánto más precisaba para estar seguro de sus sentimientos? Una vez arguyó que, como viajante, debía dejarla sola por varios días y esa idea no la convencía, ¿y qué hacía cada vez que se tomaba esos días libres?, ¿le dejaba un suplente para que la cuide? Se guardó los reparos y lo despidió como quien despide a un soldado que va a la guerra, diciéndole que se cuidara, que no se olvidara de ella.

            Acabada la jornada de trabajo, en la cual recibió un par de mensajes cariñosos –era cariñoso, dulce, compañero, ¿por qué si no continuaría a su lado?–, en vez de dedicarse  a sus actividades habituales, se instaló en un bar desde el que divisaba el edificio donde moraba su novio. Como correspondía a una joven muy al tanto de su apariencia, escogió un vestuario adecuado para la misión secreta. Calzas y remera negra, manga larga, un gorro negro y gafas de sol; cargaba una mochila pequeña, negra también. La idea era obvia, disimular su presencia en las sombras nocturnas, en estos tiempos ya no extraña que la gente circule con gafas oscuras en plena noche. Comenzó su vigilancia al atardecer, poco después de las siete, pidiéndose un cortado, en una mesa junto a la vidriera. Soportó bien el período de espera, quizá porque no fue tan extenso.

            El galán abandonó el edificio cerca de las ocho, cuando el ocaso desplegaba sus colores detrás de los edificios, pintando las hojas de los árboles del parque en tonos rosados. Iba con ropa suelta, bermudas un tanto deshilachadas y camisa cuya tela había perdido el color original. La sorprendió. En parte porque era muy cuidadoso en el vestir, pero sobre todo porque ese atuendo desprolijo y ajado no se correspondía con el de un hombre que concurre a una cita romántica. La actitud misma distaba de la que esperaba; no vio en él buen humor o entusiasmo, ni siquiera la ansiedad con que se acude a ciertos encuentros. Por el contrario, su andar, sus hombros encorvados, eran propios de un hombre dirigiéndose a cumplir una obligación desagradable. Aún así, no la convenció. Disimula muy bien, se dijo, para no despertar sospechas entre sus vecinos; no era fontanero ni destapaba pozos sépticos ni cortaba el césped, únicos trabajos que se le ocurrieron adecuados a esos harapos que se había puesto encima. Pagó su consumo, guardó las gafas de sol en la mochila –no por disimulo sino porque había comenzado a ver poco– y marchó tras él, utilizando las sombras como escondite.

            La posibilidad de ser víctima de un seguimiento no estaba entre las previsiones del hombre; caminaba sin volver la cabeza, la vista al frente, con ritmo sostenido. Eludió las calles más transitadas, se acercó a la zona del basural en teoría desactivado pero en la realidad tan usado como antes de la construcción de la planta de tratamiento de residuos en las afueras de la ciudad. Ella dudó, se hablaba de extraños crímenes rituales en las cercanías, con desgarramiento de vísceras y amputaciones de miembros. Comentarios, los periodistas no se internaban en esas callejuelas malolientes, cuyos habitantes la mayoría de las veces no estaban siquiera registrados en los padrones. La zona se asemejaba a las poblaciones bombardeadas en una guerra, donde se adosaban construcciones en cartón y chapas a las paredes que habían resistido. El hombre se perdió tras una casa con media pared en pie, rodeada de escombros cuyo aspecto asustaba en la penumbra. Prefirió el riesgo a la duda y encaró resuelta por entre bloques de ladrillos y hierros retorcidos, cuidando no cortarse o doblarse los tobillos.

            Tras la pared, vio más herrumbre y mampostería caída, pero ningún rastro de su novio. En su mochila tenía varias cosas, pero no una linterna. Maldijo su equivocación. Era noche de luna llena pero las nubes impedían siquiera el reflejo de una sola estrella. Más allá de la pared en estado preocupante, observó una luz. Desde su lugar no podía distinguir la fuente que la producía. Vacilante luz. Apostó por un fuego o una lámpara a kerosene. Su curiosidad aumentó, ¿qué hacía su hombre en ese paraje desolado y peligroso, disfrazado de mendigo veraniego? Se dirigió a la luz, con lentitud, eludiendo puntas salientes y huecos que aparecían sin aviso. A punto de llegar, saltó desde el espacio oculto a sus ojos, una figura inconcebible. La silueta de un hombre muy peludo, hasta que llegaba a su cabeza, una gigantesca cabeza de lobo, los colmillos emergiendo de sus fauces abiertas, los ojos brillosos, un mar de baba colgando hasta su cuello. La bestia, sobre dos patas, estaba de perfil; la línea de cabellos largos continuaba en la espalda. Descubrió que el dorso acababa en una cola, larga. Una cola que de pronto se erizó, como un sabueso apuntando a la presa.

            Inmóvil, vio que el engendro se volvía hacia ella. Sólo advirtió un rasgo en su cara, además de los dientes blancos y afilados. Los ojos encendidos eran verdes. La bestia no rugió ni efectuó ningún amago. Dio un salto, clavó sus dientes en el cuello y le arrancó la cabeza, sin permitirle que tomara nota de otras particularidades. Después, rasgó su abdomen y comenzó a tomar de ahí su alimento. El cuerpo apareció  a la mañana siguiente, sin órganos internos; la cabeza, intacta, a pocos pasos. Esta vez, la policía no pudo ocultar el suceso, Magdalena era hija de un funcionario importante. La noticia atravesó el mismo océano, sin llegar sin embargo a un habitante que moraba a pocas cuadras de su domicilio.

            Seis días después de la muerte de Magdalena, sus padres encaraban la penosa tarea de limpiar el departamento. Una tarea lenta,  a cada paso surgía una disyuntiva, qué guardarse como recuerdo y qué donar a alguna institución de caridad. Sonó el timbre. Recibieron con alivio la interrupción, aunque las pausas no lograran más que prolongar su triste deber. Reconocieron al novio apenas abrieron. El joven acudía sonriente, con un ramo de rosas en alto. La madre no pudo reprimir el acceso de las lágrimas;  fue el padre quien le comunicó el funesto suceso. El muchacho enmudeció ante la noticia, dejó caer las rosas y abandonó corriendo el departamento. Los suegros no reaccionaron, incapaces de comprender la actitud del muchacho, hundidos como estaban en su propio dolor. Pero tampoco se sorprendieron mucho cuando al día siguiente la policía encontró al joven ahorcado en su habitación; “los chicos se querían mucho”, declararon a unos periodistas muy felices por la morbosa historia. 

 

 

 

 

 

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

Hay algunas erratas que aunque son pocas se hacen llamativas, como "asada" en lugar de "casada" o "lucubrando" en lugar de "elucubrando".

Aparte de esto, la historia es predecible en todo momento. Desde que se dice que hay un comportamiento sospechoso del novio ya pensamos que es un licántropo. Hubiera sido una buena oportunidad de ofrecer un giro que sorprendiese al lector y el relato fuera por otros derroteros, pero no. No hay tampoco tensión en la persecución que ella hace de él, pues pasa justo lo que esperamos.

Alguna frase como "esta vez la policía no pudo ocultar el suceso" me deja extrañado, ya que antes no se indicara que la policía sí lo hiciera.

En definitiva, es un texto bastante limpio pero que no ha logrado sorprenderme ni ofrece nada nuevo en las historias de hombres lobo.

2 estrellas

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Easton dijo:
"lucubrando" en lugar de "elucubrando".

Ojo con esto, que a mí me pasaba también: el verbo "lucubrar" existe también.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

Un relato correcto, con un planteamiento claro, un desarrollo bien expuesto y un desenlace lógico. Todo discurre por caminos conocidos y es ahí donde el relato pierde fuelle. Da la sensación de leer la misma vieja buena historia.
Que no es malo, pero avanzas buscando un giro, un resorte en la historia que nunca llega a saltar.

Eso si, see lee con agrado y deja un buen sabor de boca.

Nota: 3

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Easton
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Poblador desde: 06/11/2011
Puntos: 416

Patapalo dijo:

Easton dijo:
"lucubrando" en lugar de "elucubrando".

Ojo con esto, que a mí me pasaba también: el verbo "lucubrar" existe también.

Fallo mío entonces. smiley

Perdón por la corrección mal hecha y por el lado bueno, hoy es uno de esos días que no me acostaré sin saber algo nuevo.

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Hedrigall
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Poblador desde: 14/01/2011
Puntos: 1132

Formalmente el texto discurre bien, muy fluido.  He tenido problemas de credibilidad, en especial con la lógica confusa de las dudas que corroen a Magdalena; demasiadas vueltas, algunas sin sentido, para lo que se plantea como una clásica situación de infidelidad. 

La previsibilidad del argumento no se ha superado haciendo hincapié en otros aspectos. También creo que en un relato que te lleva de la mano desde el inicio (y muy bien) mediante la inmersión en los pensamientos de la protagonista, eliminar a ese personaje (y su punto de vista narrativo) y proseguir con la historia la deja, de alguna forma, coja.

Me ha parecido interesante la reacción posterior del novio, que no era consciente de su crimen; pero su desesperación no impacta como debería, porque apenas lo hemos conocido a través de los ojos de Magdalena, quién solo ha hecho hincapié, como es lógico, en su posible naturaleza infiel.

 

2 estrellas

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Ligeia
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Poblador desde: 03/12/2013
Puntos: 1152

Coincido con los anteriores, relato correcto, fluido, pero todo previsible, sin ningún giro o leve misterio. Buen y lógico final, pero, en efecto, no conocer alguna pincelada al menos del muchacho le resta fuerza. Tres estrellas:

***

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Easton dijo:

Patapalo dijo:

Easton dijo:
"lucubrando" en lugar de "elucubrando".

Ojo con esto, que a mí me pasaba también: el verbo "lucubrar" existe también.

Fallo mío entonces. smiley

Perdón por la corrección mal hecha y por el lado bueno, hoy es uno de esos días que no me acostaré sin saber algo nuevo.

Es algo normal, compañero, esto de la sobrecorrección. Lo descubrí cuando leía una edición de las "Leyendas" de Bécquer. Yo he metido la zarpa más que bien en unas cuantas ocasiones, me temo, pero es parte del aprendizaje, así que que nadie se corte con los comentarios por ello.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Mzime
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Poblador desde: 01/02/2016
Puntos: 352

Relato de trama sencilla y que no contiene más sorpresa que la relativa a su final. No obstante, aparte de algún dedazo  -mujer asada por casada- y alguna frase en exceso larga y sin pausas, está bien escrito, con un estilo muy de mi gusto. Lástima que le falle la historia en sí. Por mi parte, tiene una consideración de 3 estrellas, más por el estilo que otra cosa.

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Un relato que se lee fácil y bien, con ese fallo ya mencionado de la "mujer asada", que me ha hecho sonreír por lo cómico del mismo.

Como ya han comentado, es una historia que no deja lugar para las sorpresas y donde veo el final algo flojo y precipitado; apenas pasa nada entre la muerte de la chica y el final y la verdad es que me he quedado esperando que pasara algo más, que se desarrollara más la escena final del encuentro con los padres y también el desenlace.

Dos estrellas y tres cuartos.

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torpeyvago
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Poblador desde: 29/02/2016
Puntos: 1890

Salvo algún DDT gracioso [ya lo han comentado los comàñeros], la historia está correctamente contada. El problema que le veo es que tiene tintes de crónica objetiva, y que es terriblemente previsible. El título atractivo y bastante adecuado.

Mejoraría, según mis gustos personales, claro, si se ahondase en el personaje del novio, que creo que tiene muchas posibilidades, en el basurero no muerto que le da ambiente, en el porqué del silencio de los crímenes que allí se cometen. Incluso una forma «sonata» con los puntos de vista: él —lo horroroso de la transformación—, ella —viendo cómo él se transforma, así lo previsible se vuelve terrible—, él —descubriendo el asesinato involuntario—. También echaría emoción sobre la parte de la casquería en lugar de meramente describirla. Ya digo, son opiniones muy, muy personales.

Creo que es un relato con muchas posibilidades. Un dos y tres cuartos (2,75).

___________________________________________________________

En un lugar de La Mancha de cuyo nombre me acuerdo perfectamente...

https://historiasmalditas.wordpress.com/

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Bote
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Poblador desde: 12/11/2012
Puntos: 1477

De nuevo me veo ante un relato cuya aparente previsibilidad hace que centre la atención, esperando algún desenlace o vuelta de tuerca o algo. La historia te conduce hacia la licantropía del novio, evidente por el tema propuesto, te sigue llevando por ese camino y al final resulta que era eso. Sin más. El que la noticia de la muerte de la hija de alguien importante cruce el océano pero sin embargo no llegue hasta un hombre lobo que vive a pocas cuadras y que lleva seis días sin comunicarse con su amada no ayuda a hacer creíble ese desenlace.  En definitiva, una oportunidad de haber dado un buen chasco, de algún tipo, el que fuera, al lector, que no se ha aprovechado. Me quedo con el interés generado esperando un desenlace épico, que, bueno, se agradece.

3 estrellas

Mírame a los ojos...

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Olethros
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Poblador desde: 20/06/2015
Puntos: 352

En cuanto a la forma, un texto muy limpio. El "dedazo" de la "mujer asada" es un lapsus calami hasta gracioso.

En cuanto al estilo, aquí está el gran problema. Nada fluye de manera suave; tarda mucho en arrancar porque, como un gusano, se pliega sobre sí mismo para avanzar. La sintaxis tan monótona, aunque trate de ser florida, resulta aburrida. Necesita quitar "grasita" en el texto para que luzca más.

En cuanto al fondo, se acerca al concurso sin sorpresas de calado en su trama.

Mi calificación es 2,75 estrellas.

Gracias por compartirlo y suerte en el concurso.

Ceterum censeo Carthaginem esse delendam... ;oP

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MauricioPsy
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Poblador desde: 16/01/2017
Puntos: 96

Traté de leer el relato olvidandome que estabamos en un Polidori lobuno, si no tomo en cuenta en eso la duda queda, por lo menos para mi, hasta que menciona la luna llena.

Por defender un poco al novio he entendido, por lo dicho en el mismo relato, que este desaparecía por "días" que imagino son los seis que él no se ha enterado de nada. La chica murió el primer día de la transformación así que sí se me hace lógico su desconcierto. Lo que me falla es ese "control" que posee para no salir del vertedero pero que no tiene para devorar y mutilar cadaveres en ese sector.

Coincido que no logro identificarme ni con el novio ni con Magdalena, a quien por cierto encuentro nos revelan su nombre demasiado tarde del texto, sin alguna necesidad aparente (a menos que no me haya enterado de algo, que no sería la primera vez)

Coincido plenamente en lo mencionado del ritmo y la sorpresa. Algo falta.

Y bueno, extrañé el justificado en toda la pieza.

Y aunque ya lo han dicho muchas veces y me acusen de machista o algo... el mujer asada me ha hecho mucha gracia.

2.5 Lunillas. 

-"No está muerto lo que vive eternamente, y en extrañas eras hasta la muerte puede morir"-

H.P.Lovecraft.

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Angelito
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Poblador desde: 25/12/2013
Puntos: 263

Me parece que se abusa de las preguntas retóricas, quizá porque estás son muy buenas para incrustar ciertas ideas, pero van en detrimento del ritmo y son un recurso facilón. La trama está casi toda digerida.

El final me gustó, porque la sorpresa no es que el tipo sea un hombre lobo, lo que se ve venir desde la primera letra del título, la sorpresa es que el tipo se mata sin saber que es el asesino y nunca nadie lo va a saber. Justicia poética.

Muy bueno que haya un ligero tufo a novela negra, casi nada pero hay.

2,5 estrellas

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

No es una historia que sorprenda, pero está bien llevada. Solo pondría como pega el súbito cambio del punto de vista tras la muerte de Magdalena, de seguido y en mitad de un mismo párrafo. Creo que convendría introducir alguna separación más marcada.

Al previsible desenlace se le une conocer el destino del novio, y esto le añade un matiz romántico y trágico. Aun así, y sin ser mal cuento en absoluto, me sigue sabiendo a poco lo que me ofrece.

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

El final me ha confundido, pero entiendo que el muchacho regresa cuando ya ha pasado su "ciclo lunar" de seis días y descubre lo que ha ocurrido.

Una historia no tiene por qué ser rebuscada o complicada, pero debe transmitir "algo más", y a mí ese algo me ha faltado.

3 estrellas

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Una prosa muy cuidada y un desarrollo muy medido, quizás demasiado. Entiendo la elección del tono frío para crear un contraste con lo macabro de la historia, pero me da la impresión de que se arriesga a dejar frío al lector también.

Personalmente, he tenido un bache con la suspensión de la incredulidad cuando llegan al vertedero. Me parece ingenioso que la chica lo siga por las sospechas de infidelidad, pero, llegada ahí, creo que necesita un acicate extra que se debería haber introducido antes (deseo, en el fondo, de aventura, una preocupación por el novio, quizás sospechas de drogas...). El cierre circular, así mismo, me ha parecido muy conseguido, pero de nuevo se diluye en lo impersonal del foco narrativo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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