La cruz de Aldara

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Lord_Ruthven
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La cruz de Aldara

 

El sol cae tras un extenso bosque de encinas, más allá del Manzanares. Por los huecos de la celosía se cuelan los últimos rayos color arrebol, dibujando un incendio de luz en las paredes de la alcoba. Mientras, otro incendio se dibuja en las retinas del caballero. En sus últimos delirios de fiebre recuerda; recuerda el incendio de aquella aldea, el ruido de los cascos de los caballos contra las rocas, los golpes de las espadas contra su yelmo y sobre todo un beso; el último beso que le dio Aldara, su esposa, antes de partir hacia las Navas. Nunca pensó que al volver ella no estaría, que morirá junto a su hijo al dar a luz. Y como único recuerdo una pequeña cruz de plata. Una cruz que en ese momento cuelga de su cuello y que agarra con fuerza en su puño, el cual reposa sobre la espadaña carmesí de su hábito de la Orden de Santiago. Finalmente el puño se relaja, sin por ello soltar la pequeña cruz. Entre los labios del soldado se escapa el último aliento de su pecho.

***

El incendio se refleja en los ojos de Pablo Ramírez. Ante él arden en la hoguera brazos, piernas y torsos destrozados. Un hoguera cara, refinada; Villanueva, Berruguete, Salvador Carmona. Palos ardiendo, muñecos, que Pablo miraba con odio y ahora ve arder con indiferencia. Tras la hoguera uno de sus compañeros orina en el altar mayor. Otros cuantos embalan en cajas candelabros, cálices y patenas. Una parte irá a financiar la guerra, otra para los gastos de la checa, y la mayor parte se perderá por el camino. Una leve palmada en la espalda le saca del ensimismamiento que le produce el fuego.

 —¡Pablo! ¡Mira lo que tengo! —exclama eufórico Eulogio agitando unos legajos en su mano—. La lista de los miembros de la cofradía de la Virgen de que no sé qué mierda. ¡Unos cuantos fachas más que van a visitar la tapia del cementerio!

Pablo sonríe y se abraza con Eulogio; está siendo un gran día para la revolución.

 —Vamos a hacernos una foto con los despojos, para celebrarlo —le anima Eulogio.

Pablo se sitúa con varios compañeros a los lados y delante los “despojos”. Los cuerpos de algunos beatos o monjas que acaban de sacar de las tumbas, ¿para qué? Porque sí y punto. Se ajusta el chapiri de la FAI y sonríe mirando a cámara. Tras el posado el grupo se aleja a terminar de expoliar el templo. Pablo se retrasa unos segundos para encender un cigarrillo. Contempla con sorna el cadáver de su lado, un hábito blanco, con una cruz rara y descolorida en el pecho. Es sorprenderte lo bien que se conserva el cabrón —piensa— tiene toda la piel, está intacto, simplemente está seco como un limón viejo. Sonríe mientras mira el cuerpo de aquel beato meaplias con desprecio. Al hacerlo algo llama su atención; una cadenita cuelga de su cuello. Pablo se la arranca sin contemplaciones: una cruz. Seguro que es antigua. Probablemente pueda cambiarla en el rastro por un par de paquetes de tabaco y algo de aguardiente.

***

Pablo debería permanecer en la planta baja, con Tobías y Eulogio, dormitando para darle luego el relevo a los compañeros que montan guardia en la puerta. Pero está en el sótano, visitando el improvisado calabozo que han construido en el almacén de aquella vieja sastrería. Le gusta observar a los presos, asustarles un poco. Mira con curiosidad a través de la reja; hay siete personas. Dos jóvenes falangistas que se dedicaban a hacer paqueos están apoyados en la pared de la derecha, mirando con vacuidad el muro de la izquierda. A Pablo le gustaría saber qué piensan. Si son un poco listos saben que les espera una paliza o algo peor para hacerles cantar y luego un pelotón de fusilamiento. No les envidia, ninguno de los presos iba a tener suerte, pero esos dos hijos de puta lo iban a pasar muy mal.

Sentada en un pequeño jergón la viuda de un teniente muerto en Anual, envuelta en su toquilla negra, consuela maternalmente a dos jóvenes que no paran de sollozar. Dos novicias a las que, al juzgar por el hábito rasgado, probablemente habían violado esa misma tarde. En otro rincón un anciano acusado de monárquico y el dueño de unos ultramarinos, al parecer votantes de la CEDA, miran alrededor, asustados. Pablo también los mira; conoce al de los ultramarinos. Alguna vez le había fiado a su madre. Se encoge de hombros y enciende un cigarrillo. Esa gente le trae sin cuidado, les pegarían una paliza para sacarles algo de información y los fusilarían tuviesen o no algo que ver con el golpe de estado, se metieran o no en política. No iba a andarse con sentimentalismos. La revolución exige muertos. Hoy les tocaba a esos, mañana con suerte a los del PCE y los del POUM. Además, Pablo se siente bien. Siempre había sido nada, un chico obrero de familia obrera. Ahora, por una vez, es alguien: un miliciano. La gente le mira con miedo o admiración. Se siente poderoso, siente la fuerza que da un fusil y el placer de poder matar sin preocuparse de justicia o moral, sencillamente dejando salir años de rabia contra el mundo y el sistema. No iba permitir que sentimentalismos, remedos de una sociedad burguesa, le quitasen todo eso.

El reloj de la Puerta del Sol, en un pequeño espasmo mecánico, avanza su minutero. Las dos agujas se juntan enhiestas, firmes, como los brazos de los milicianos que puño en alto resguardan el Manzanares; son las doce en punto de la noche. Madrid duerme, temerosa de los obuses de los sublevados y de las pasadas de los Heinkel 45, asustada por lo registros y las sacas de los milicianos, angustiada por un hambre que no entiende de colores y que cabalga apocalíptica desde Tetuán a La Latina. Y en esa hora de magia y muerte algo cruje en los restos de la iglesia de San Luis; Los párpados apergaminados de la polvorienta momia de un caballero de Santiago se abren. Don Beltrán lleva lentamente su mano huesuda hasta su pecho, haciendo crepitar sus tendones. La cruz no está, la cruz de su amada Aldara ha sido robada. Siente ira, una ira como no ha sentido nunca. Han profanado su descanso, le han robado y humillado. Han hurtado el último recuerdo de su gran amor. La furia mueve sus huesos y calienta su cuerpo. Mira a alrededor y observa el templo destrozado, las tumbas profanadas. Su fe se inflama; ni los sarracenos de Miramamolín se hubieran atrevido a semejante blasfemia. Avanza de forma instintiva hacia los restos derribados de una pila de agua bendita. Queda algo de líquido que bebe con fruición y un atemorizado respeto. Nota como el agua se multiplica por mil, como hidrata sus órganos y rejuvenece su piel; como su cuerpo vuelve a su ser. Con los últimos restos de humedad de sus labios moja sus dedos y hace la señal de la cruz. Mirando al derribado sagrario se arrodilla y da gracias a Dios por haberle permitido la resurrección de su carne antes del día de Juicio. Como siempre ha hecho vengará su honor y las ofensas contra Dios.

Beltrán sale a la calle y respira hondo dejando que el aire fresco inunde sus pulmones. Mira cuanto le rodea. Aquello debe ser Madrid, ahí estaba dispuesto su entierro pero no reconoce lo que ve. Le parece un paisaje casi mágico. Altas casa de tres e incluso cuatro plantas, las calles adoquinadas a dos alturas y cada veinte pasos faroles iluminando la noche. Camina de frente, siguiendo una estrecha calle. Sabe dónde está su cruz, la siente, y va siguiendo su rastro girando a izquierda y derecha por aquel laberinto de callejuelas. Poco a poco reconoce la ciudad, no las casas, pero sí los requiebros de las calles y los rincones. Camina despacio por esa ciudad muda. Poco a poco avanza hasta llegar a una calle ancha, bien iluminada y desierta. Una calle con rayas pintadas en el suelo y edificios enormes y bellos que Beltrán contempla atónito. Dos carros sin caballos, una furgoneta de la Junta del Tesoro Nacional y su escolta policial, recorren las calles. Beltrán se sorprende pero no se deja asustar por aquellos ingenios extraños. No ha tenido nunca miedo en vida y no puede tenerlo quien ya está muerto. Cruza la calle y sigue su búsqueda, caminando hacia su cruz, hacia el último recuerdo de Aldara.

***

Ernesto y Pedro hacen guardia en la puerta de la checa. Ambos fuman, quemando el tabaco y la noche; vigilantes a cualquier fascista o quintacolumnista que, rompiendo el toque de queda, acerque la nariz por allí. Ernesto habla, le gusta que le oigan y sobre todo le gusta oírse. Ha leído algún libro y varios pasquines y es un anarquista convencido. Instruye a Pedro en la necesidad de la revolución mientras cita vehemente a Proudhon y sueña con un paraíso terrenal de hombres libres, amor libre y una tierra generosa que, no estando exprimida por la avaricia de reyes o burgueses, permita vivir con el mínimo trabajo posible. Pedro asiente y de vez en cuando exclama un ¡qué gran verdad camarada! o un ¡qué bonito será camarada! Pero a Pedro todo aquello le trae sin cuidado. A él no le interesa la política; la guerra y la revolución le parecen locuras. Pero Pedro no es tonto; sabe que cuando empiezan a repartir fusiles el mundo se divide en dos: los que los empuñan y los que son apuntados con ellos. Así que en cuanto cayó el Cuartel de la Montaña en manos de los milicianos, y varios oficiales empezaron a caer por las ventanas, Pedro fue a casa de su primo, militante de la CNT, y le soltó un cuento sobre que siempre había sido anarquista de corazón pero que nunca lo había exteriorizado por no disgustar a su madre y que era tiempo de tomar partido. Y su primo, incrédulo pero forzado por los lazos familiares, le procuró un carnet de la CNT y consiguió que le dejaran en Madrid, lejos de las trincheras, en la retaguardia, donde no hacía falta mucho valor ni compromiso, solo pocos escrúpulos y saber obedecer. Así trascurría la noche para ambos, Ernesto hablando y Pedro asintiendo cuando les sorprendió algo inesperado: por la calle avanzaba una figura con el manto de la Orden de Santiago. A pesar de haber sido disuelta los antiguos nobles conservaban sus hábitos, negándose a reconocer el fin de su estamento. Pero éste era particularmente extraño. Aguzaron la vista y comprobaron que aquel hombre no solo llevaba el manto, sino también una cota de malla cubriéndole la cabeza.

— ¿Y este fascista gilipollas? —Masculla Ernesto— ¡Eh! ¡Alto! Ven acá con las manos arriba. —Ordena llevándose la carabina Destroyer al hombro, apuntándole. Pedro coge su arma y apunta también al desconocido.

Beltrán examina a aquellos hombres. Son jóvenes, fuertes, pero no son guerreros. No sabe que son esos cacharros que tienen en el hombro, pero intuye que son un tipo arma. Beltrán sigue caminado hacia ellos, impasible. Ernesto está nervioso, hay algo en ese tipo le asusta. El andar, el aspecto; no es un señorito vestido de mamarracho. Duda, pero aun así aprieta el gatillo. No es el primero al que mata y no será el último; eso es una jodida guerra. La bala impacta a Beltrán en el pecho, le traviesa. Pero no sangra, ni siente dolor. Con un ademán su mano surca el aire. Como si provocase una brisa invisible, un huracán, Ernesto sale volando varios metros y aterriza con las costillas sobre los adoquines de granito. Gime y grita más de miedo que de dolor. Pedro, con una cálida humedad bajándole por la entrepierna, tira la carabina y corre despavorido. Al ruido del disparo Pablo y Tobías han acudido a la puerta, mientras, Eulogio se aposta con el Máuser en un ventana.

Pablo se torna lívido; sabe quién es ese hombre, ese despojo irreconocible. Y sabe qué quiere. Asustado grita: ¡Fuego! ¡Fuego joder! mientras dispara y amartilla una y otra vez el cerrojo de su fusil. Los compañeros también disparan, incluso Ernesto intenta renqueante alcanzar su carabina. Beltrán avanza ignorando las balas que golpean su pecho. Apenas les tiene a dos metros cuando Pablo, aterrorizado, se repliega al interior de la checa. Sus compañeros intentan una salva más, pero no hay tiempo. Beltrán estira el brazo y coge del cuello a Tobías, cerrando sus dedos con una fuerza sobrehumana, destrozándole las vértebras como quién que rompe un terrón de barro seco. Entra al edificio y, a su derecha, Eulogio le mira asustado; no hay tiempo para recargar. Saca una bayoneta del cinturón y se abalanza contra el caballero. Beltrán sonríe divertido, echándose a un lado y dejando al joven fallar el blanco. ¡Pretender matarle a él con un puñal! No lo habían conseguido los mejores guerreros almohades y pretendía conseguirlo aquel tipo que no sabía ni agarrar el cuchillo. Beltrán le deja acometer varias veces, jugando con Eulogio, haciendo que sus cuchilladas se perdieran en el aire y se desgastase la fuerza de aquel brazo impetuoso y torpe. Pero Beltrán se cansa de bromas; esa vez no se mueve. El cuchillo del fulano le traviesa el manto y el estómago. Beltrán abre los ojos y la boca en una mueca de agonía. El miliciano, aliviado y crecido aprieta más aún la bayoneta, intentando clavarla incluso más allá de la guarda. Pero entonces, de la boca de Beltrán surge una carcajada y en sus ojos brilla la ironía. De un empellón lanza a Eulogio contra la pared de enfrente, choca con ella y cae al suelo. Beltrán arranca con fuerza el cuchillo de su estómago, un cuchillo limpio, sin sangre, y lo lanza impetuoso contra el pecho del miliciano, donde se hunde hasta el mango.

Un sonido hace volver a la realidad a Beltrán; un lejano reloj da la dos. No se le permitía estar mucho tiempo en el mundo de los vivos; antes del amanecer su cuerpo momificado volverá a desecarse y su alma lo abandonará para volver al Reino Eterno. Beltrán siente la cruz y a su ladrón; están en el sótano. Baja las escaleras; frente a él, un escritorio volcado sirve de parapeto a Pablo. Éste grita firme al verle.

 —¡Alto! —dijo apuntando con una pistola a las celdas— Como te acerques me cargo a las monjas y a los falangistas. Los prisioneros, estuvieran entre los amenazados o no, retroceden asustados. Uno de los falangistas, esperanzado, suelta un ¡Arriba España! que hace que Pablo lo mire de reojo, irritado.

 —Dame la cruz —dice tranquilo y firme Beltrán

 —¡No sé de qué hablas!

 —Lo sabes. Tú profanaste mi tumba y la casa de Dios. Tú me robaste del cuello una cruz. Tú, que robas a un cadáver y te escondes tras una mesa no eres caballero, ni siquiera villano. No eres hombre sino ave de rapiña. ¡Entregame la cruz! —exclama Beltrán estirando la mano.

Pablo amartilla la pistola y apunta directo a las novicias.

 —¡Me cargo a las putas monjas!

Beltrán mira hacia dónde apunta Pablo y ve a dos jóvenes hermanas asustadas. No reconoce el hábito de la orden, pero son religiosas cristianas, sin duda.

 —¿Quién eres tú que tratas así a religiosos y templos? Dime, maldito mudéjar, ¿no temes a Dios y sus profetas? ¿Acaso, infiel, no es Cristo un profeta para ti?

 —¿Qué dices de infiel ni leches? Yo soy ateo. No creo en Dios. ¡Ni Dios, ni Patria ni Ley! A mí no me vengas con gilipolleces. Lárgate o mato a esas zorras.

Beltrán le mira horrorizado. Aquel hombre no es ya un infiel o un pagano, es peor que un demonio, pues hasta los demonios creen en Dios.

—Te lo digo por experiencia; te equivocas. Baja tu arma, dame la cruz y conviértete.  Te va algo más que la vida en ello.

 —¡Atrás!

Beltrán observa los ojos de Pablo. Sabe por la mirada cuando alguien va a atacar y cuando no. Eran muchos años entreviendo una mirada igual a través del yelmo del adversario, justo antes de que lanzase una estocada. Y es una mirada universal, fueses castellano, aragonés o agareno. Con tan solo su voluntad una enorme fuerza golpea la mano derecha de Pablo, haciéndole soltar la pistola y gritar de dolor. Beltrán salta la mesa con la agilidad de un corzo y se pone a los pies de Pablo. Éste intenta agarrar la pistola, pero el arma sale volando en dirección contraria. Beltrán se agacha y con firmeza saca la cruz del bolsillo de la camisa del miliciano. Tras contemplarla por un segundo, tras dejar que memorias de siglos atrás inundasen su mente, besa la cruz, se santigua y la cuelga de su cuello.

Mira a Pablo con fijeza.

 —Mereces ser juzgado por Aquél de quien reniegas. Y yo te llevaré ante él. Pero soy caballero de la Orden de Santiago y he de darle una oportunidad a tu alma.

El brazo de Beltrán se estira en un rápido ademán, atravesando el pecho de Pablo, rompiendo su esternón como si fuese de papel. El puño del caballero se cierra en torno al corazón de Pablo y lo arranca sin inmutarse. Pablo lo mira atónito, demasiado asombrado para tan siquiera gritar. La sangre roja empapa su camisa mientras todo se vuelve negro; rojo y negro anarquista para los últimos instantes de aquel miliciano.

***

Amanece, el sol penetra por las quebradas ventanas de la Iglesia de San Miguel. En la nave todo son ruinas de odio. Tan solo un sarcófago, parece intacto. Uno viejo, blanco, con la espadaña de Santiago grabada en la tapa y desgastada por el tiempo. Oculto bajo el suelo, en el altar de la cripta que los milicianos olvidaron profanar, un corazón reposa como ofrenda de expiación, desecándose por el calor, convirtiéndose en un trozo de carne momificada.

 

 

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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Buen relato, con una ambientación muy lograda (y hasta cierto punto, arriesgada). Le pongo dos pegas:

1- Me parece que las cartas se destaparon demasiado neonatalmente cuando se presenta la resurrección de la momia.A partir de ahí, ya no hay sorpresa que valga.

2- Un caballero de la orden de Santiago de la epoca de las Navas de Tolosa seguro no hablaría así. No digo que hubiera que hacer una investigación filológica, pero al menos se debiera procurar que sonara mas arcaizante: "Mereceis ser juzgado por aquel de quien renegais".

Igual, felicitaciones. 3,75

Un saludete

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Patapalo
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Aunque globalmente me parece que el relato funciona bien, tengo la impresión de que tiene unas cuantas aristas que han hecho que no termine de conectar con él. Principalmente, creo que es un tema de ritmo y relacionado con el personaje central.

Por un lado, tenemos que el centro de la historia es un caballero medieval que vuelve como en las historias de Bécquer, para reclamar venganza, pero me resulta un poco plano como personaje. Vale, es por amor, por su amada, pero... creo que se podría haber profundizado un poco más en el mismo, darle más cuerpo (o alma). Me ha parecido un poco desaprovechado sobre todo porque había ocasiones que se prestaban a ello. Después de todo, él ha conocido el horror de la guerra en una época en la que se destripaba a la gente a mano. Dado que el horror de la guerra es el tema central del relato, se podría haber buscado una mayor profundidad por ahí.

Luego, y esto sin duda es una cuestión de imaginario, el escenario me ha descolocado. No en el sentido de que no sea plausible, sino que no he conectado con él quizás por falta de referencias. Primero, porque el caballero no me lo imaginaba enterrado en Madrid. Sí, ya existía en la Edad Media, pero me esperaba que el hombre estuviera enterrado más para el norte, hacia, no sé, Toledo o algo así.

Que los milicianos anarquistas sean los protagonistas de las tropelías funciona bien para lanzar la venganza por sacrilegio, pero me han chocado dos elementos: lo de que solo hiciera falta obedecer (si por algo se han caracterizado los anarquistas, es por su dificultad con la disciplina y las órdenes) y que entrar en la CNT fuera la elección para correr menos riesgos en la guerra. Igual es por desconocimiento de la situación en Madrid, pero creía que otras organizaciones daban mayor sensación de solidez. Igual acentuando el tema de que tirara de lo que le podía ofrecer el primo... Tampoco tengo la impresión de que los anarquistas pidieran credenciales a nadie. A diferencia del PC, la estructura no era, en principio, (tan) jerárquica. Lo del POUM también me ha sorprendido; lo hubiera imaginado más en Barcelona. Pero, como digo, todo esto puede tener que ver con mi falta de conocimiento.

Sobre el ritmo, creo que va ligado a lo anterior. No he terminado de ver a los protagonistas. Al final, uno va perfilándose mejor, pero terminan siendo carne de cañón para que se los carguen. Quizás hubiera bastado con que quedaran más en las sombras y dejar más espacio para lo que ve e interpreta el caballero resucitado. Podría quedar más vago en cuanto a detalles históricos pero más potente narrativamente. Me ha chocado que se resuelta tan rápido su vuelta a una ciudad moderna. Aunque el trazado de algunas calles del Madrid del siglo XX fuera el mismo que de la ciudad medieval, la arquitectura, los coches, las tiendas, las farolas, la ropa, todo, demonios, sería tan distinto... Me falta esa perspectiva, creo.

Luego, el final, final, con la amenaza a las monjas y la declaración de ateísmo sí que me ha parecido bien hilado. Quizás hubiera evitado verbalizar, en plan que simplemente el caballero pensara en el horror de renegar incluso de Dios. Ese contraste tragicómico es potente. Y la imagen final, del negro y rojo, me ha gustado mucho.

Igual es que me pilla un poco cansado. De ahí también el tochazo (disculpa). Me lo releeré porque hay elementos que me gustan (en particular, la venganza becqueriana), pero hay otros que no me terminan de encajar.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Ligeia
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Buen relato, conseguida ambientación. Pobre Beltrán, que lenguaje tan abyecto han tenido que escuchar sus orejas jaja eso sí, necesita un repasín ortotipográfico por que se te han escapado cosillas como traviesa en lugar de atraviesa un par de veces, meaplias en lugar de meapilas, al juzgar por a juzgar, "No iba permitir" por "no iba a permitir" "Mira a alrededor" por "Mira alrededor" día de Juicio por día del Juicio, tipo arma en lugar de tipo de arma, "ese tipo le asusta" por "ese tipo que le asusta", sigue caminado por sigue caminando "un ventana" por "una ventana" "quien que rompe" por "quien rompe", da la dos por da las dos, "para tan siquiera gritar" por "para ni tan siquiera gritar"...

Lo de que sea de la época de las Navas y reconozca Madrid no acabo de verlo, por que leñes, entonces debían ser tres casitas perdidas en pleno campo jajaja y el cambio es muy brutal al enorme, industrializado y mecanizado Madrid de 1936 aunque que lo guía esa intuición que le ata al crucifijo lo suaviza.

Cuatro estrellas: ****

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Germinal
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El guerracivilismo se me antoja cansino, una cuestión de gusto personal, y no digo que no sea original el punto de partida, ya que no recuerdo haber leído ningún relato previo en los Polidori que se ambientara en este escenario. La sensación que me deja el texto, no obstante, es que carga sobre las salvajadas de la guerra de un único bando todo el peso del relato, hecho que por momentos se me antoja tendencioso, y que el caballero resucitado en mitad de Madrid, creo no ser el único al que le chirría, es un tanto accesorio pese a que debería ser el protagonista.

Voy a puntuar el relato con 3,5 estrellas. Felicidades y gracias por compartirlo.

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Bio Jesus
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Creo que partes de una premisa interesante pero fallas en alguna decisiones.

La primera es la elección de escenario . En la época de las Navas nuestro Madrid era poco relevante, mejor hubiera colocado a Beltrán en un pueblo de la zona de León-Palencia. Perfectamente creible como cuna del noble caballero y zona minera con solera anarcosindicalista en el 36, con grupos muy beligerantes como la UHP.  Si no quieres renunciar  a Madrid, desplaza a Beltran al siglo XVI. Aun sería perfectamente creible y Madrid ya tenía aires más reconocibles.  por ejmplo la zona de la calle Torija, donde estaba la Sede de la Inquisición y también donde se localizó una de las checas más importantes de la capital (aunque si lo de la CNT era una checa o las checas eran exclusivas del PCE es asunto de debate).

Los personajes tampoco me parecen muy acertados. Lo retratar peor  a un bando u otro que dice Germinal, es elección tuya y  la respeto. Criminales los hubo a patadas, para nuestra desgracia. Me quejo de lo arquetípicos que son. Cada uno en su papel, cumpliendo su función y nada más: Pablo, el charrán, Ernesto, el idealista, Eulogio, el brutote, los falangistas y sus bravatas... poca profundidad. Pero es que Beltrán, tampoco tiene mucho fondo.

Lo bueno, que lo hay, es que has pergeado un relato sólido, de excelente factura técnica (¡qué envidia!), que se lee fácil y que deja ese regusto a folletín del bueno o a románticismo tardío muy agradable

Mi nota es  3,5.

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Lord_Ruthven
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Buenos días.

Veo que la elección de Madrid le ha resultado a todo el mundo extraña y me gustaría explicar el porqué.

A mí me gusta ambientar mis historias en España. En mi pais, mi cultura. No veo necesidad de que una autor español o francés o italiano tengan que ambientar sus historias en Estados Unidos o en la Inglaterra victoriana. (Respeto a quién lo haga, por supuesto.) Y además la historia de la literatura de terror es una historia de literatura anglosajoma; bien por ellos. Pero me gustaria ver algun día nacer con fuerza un terror español o hispano. Y para eso considero que hemos de beber de lo propio. 

Asi pues mi cuento iba a estar ambientado en España sí o sí. Pero el tema no se presta mucho; no vamos sobrados de momias por estos lares. Me documenté algo y vi que existian unos interesantes ejemplos de momias en Canarias, las momias guanches. Intenté darle vueltas a una historia sobre una jóven arqueologa que encuentra una momia en el fondo de una gruta en el Teide. Pero no acababa de verlo. Me parecia algo manido, era cambiar Egipto por Canarias, y tampoco era fácil. No conozco nada de la cultura guanche.

El caso es que en Twitter me tope con una foto que llamó mi atención de forma pasmosa. Era la foto de la momia de Carlos I, profanada durante la guerra civil. Supongo que me sorprendieron dos cosas: Por un lado que Carlos I estuviera momificado, no sé si era una momificación natural o hecha por alguién. Por otro el hecho de la exhumanción de tumbas, que por lo que investigué fue algo relativamente común en el bando republicano. Y era, es, algo que no entiendo. Puedo comprender que alguien tenga algo en contra del cura de su pueblo o que piense que la religión es mala para la sociedad. Incluso puedo llegar a entender (que no compartir) una ira iconoclasta llevado por el calor del momento. Pero profanar la tumba de alguien que lleva decadas o siglos muerto, alguien que no te ha hecho nada, me parece incomprensible. Y queria sondear en ello, intentar entederlo de alguna manera. Asi que desde ese momento de sorpresa tuitera tuve claro que sería una hisotria de momias profanadas en la guerra civil (a pesar de lo tediosa y manida que me parece la guerra civil como escenario para cualquier libro o pelicula patria). 

Asi que quedaba elegir el escenario. Aunque hubo persecución religiosa en el bando nacional (algun cura nacionalista no lo pasó muy bien y durante la dictadura más de dos eclesiasticos pasaron por la carcel de "curas rojos" en Zamora) la mayor parte de está tropelia, en especial a lo que profanar tumbas se refiere, tuvo lugar en la zona republicana. Asi que necesitaba un lugar que hubiera estado en bando republicano y hubera sufrido lo que se conoció como el "terror rojo" Y Madrid era una ciudad perfecta; habia estado en bando republicano toda guerra, soy madrileño (y la cabra tira al monte), y habia leido hacia un par de años "Madrid de corte a checa" con lo que al menos desde una perspectiva literaria el ambiente de aquellos años no me era del todo ignoto. Sé que justo la tercera parte de esa novela suele tacharse de tendeciosa, pero no puedo obviar que tiene mucho de autobiografico para su autor. La vida para alquien a quién la guerra le pilla en un territorio controlado por lo que no son de su cuerda politica no es facil.

Asi que por ello Madrid. La ciudad tambien habia existido en la edad media; una villa mediana con jurisdicción sobre aldeas como Vallecas, Getafe, Chamartín etc. Es una ciudad con una historia medieval como puedo serlo Segovia o Toledo, aunque en nuestro imaginario colectivo nos pueda costar verlo. Pero sincerametne creo que es solo eso; un tema de imaginario colectivo. La realidad es que el Madrid medieval, con sus murallas y su alcazar sobre el Manzanares existió. Y por ello no me parecio raro que el caballero identificase calles. Los edificio varían, desde luego, pero los trazados de las calles son algo bastante estable. No es raro que calles actuales discurran sobre calles árabes o romanas.

Solo queria aclarar eso, pero ya que estoy comento alguno de los comentarios recibidos.

  • El personaje de la momia es plano: Pues sí, es posible que tengais razón. Lo siento, a mí tres mil palabras me dan o para crear ambientación historica o para crear personajes profundos, las dos cosas no llego. Supongo que alguien con más talento u oficio lo hubiera hecho mejor. La verdad es que tampoco pensé que una momia tuviera que tener muchas profundidad... Es una momia, es como un zombi...
  • Se ma ha dicho que es algo tendencioso. No lo creo, o por lo menos no ha sido mi intención. Como contraste a la quema de la iglesia me esforcé en meter con calzador una furgoneta del tesoro nacional. Hubo una importante destrucción de patrimonio, pero tambien grandes esfuerzos para su protección, y creí importante resaltar esto último. Tambien me aseguro de acusar a los falangistas presos de hacer "paqueos", una especie de practicas improvisadas de francotirador. Esos paqueos se dieron en Madrid, como se dieron la detenciones arbitrarias de gente acusada de cosas absurdas o irrelevantes (como el dueño del ultrmarinos de mi cuento). Las guerras no son precisamente escenarios racionales. En este caso el relato transcurria en Madrid y tocaba hablar de checas, si hubiera estado ambientada en zona nacional pues hubiera tocado hablar, por ejemplo, de la matanza de Badajoz.

Y finalmente agradecer todas las valoracioens, en especial a Ligea por ayudarme a ver los errores ortotipográficos. Es algo que me cuesta horrores ver en mis propios textos por más veces que los repase.

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Ligeia
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Es díficil pensar en Madrid antes de los Austrias ciertamente, pero claro que ahí estaba que se lo digan a San Isidro Labrador jeje no recordaba que Carlos V hubiera sido embalsamado, pero sí sé que en el Renacimiento y Barroco algunos soberanos sí lo fueron, le llamaban "a la italiana" siendo un caso famoso el rey francés Enrique IV que cuando las tumbas de los soberanos galos fueron profanadas durante la Revolución Francesa para tirarlos a una fosa común pues resultó que estaban así de fetén y lo colocaron a la vista, cuando todo pasó y el nuevo Borbón ordenó volver a colocar en sepulcros a sus antepasados, resultó que a Enrique le faltaba la cabeza. Apareció en un desván más de cien años después y el último propietario decidió verificar que era de verdad la de él. Pues lo era, análisis de ADN incluido comparándolo con el de Luis Alfonso de Borbón.

Y sí, en iglesias y conventos han aparecido momias naturales medievales, renacentistas, barrocas, dieciochescas, decimonónicas, que se conservaron por el especial ambiente que se creó en el sepulcro. De hecho, se sabe mucho del tejido y prendas de la época por que algunas todavía conservaban ropajes.

Los leves errores no son raros, pecata minuta, y si tienes prisa, ni te cuento, mira que repasé y se me colaron un par XD

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Curro
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Ligeia dijo:

Es díficil pensar en Madrid antes de los Austrias ciertamente, pero claro que ahí estaba que se lo digan a San Isidro Labrador jeje no recordaba que Carlos V hubiera sido embalsamado, pero sí sé que en el Renacimiento y Barroco algunos soberanos sí lo fueron, le llamaban "a la italiana" siendo un caso famoso el rey francés Enrique IV que cuando las tumbas de los soberanos galos fueron profanadas durante la Revolución Francesa para tirarlos a una fosa común pues resultó que estaban así de fetén y lo colocaron a la vista, cuando todo pasó y el nuevo Borbón ordenó volver a colocar en sepulcros a sus antepasados, resultó que a Enrique le faltaba la cabeza. Apareció en un desván más de cien años después y el último propietario decidió verificar que era de verdad la de él. Pues lo era, análisis de ADN incluido comparándolo con el de Luis Alfonso de Borbón.

Y sí, en iglesias y conventos han aparecido momias naturales medievales, renacentistas, barrocas, dieciochescas, decimonónicas, que se conservaron por el especial ambiente que se creó en el sepulcro. De hecho, se sabe mucho del tejido y prendas de la época por que algunas todavía conservaban ropajes.

Los leves errores no son raros, pecata minuta, y si tienes prisa, ni te cuento, mira que repasé y se me colaron un par XD


Y por qué no has escrito sobre eso, maldita sea. Es un temazo.

Gran defensa, Lord. Estoy muy de acuerdo con los argumentos. Comentaré el relato en cuanto saque tiempo, que ya tengo notas manuscritas sobre el mismo.

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Ligeia
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Curro dijo:
Ligeia dijo:

Es díficil pensar en Madrid antes de los Austrias ciertamente, pero claro que ahí estaba que se lo digan a San Isidro Labrador jeje no recordaba que Carlos V hubiera sido embalsamado, pero sí sé que en el Renacimiento y Barroco algunos soberanos sí lo fueron, le llamaban "a la italiana" siendo un caso famoso el rey francés Enrique IV que cuando las tumbas de los soberanos galos fueron profanadas durante la Revolución Francesa para tirarlos a una fosa común pues resultó que estaban así de fetén y lo colocaron a la vista, cuando todo pasó y el nuevo Borbón ordenó volver a colocar en sepulcros a sus antepasados, resultó que a Enrique le faltaba la cabeza. Apareció en un desván más de cien años después y el último propietario decidió verificar que era de verdad la de él. Pues lo era, análisis de ADN incluido comparándolo con el de Luis Alfonso de Borbón.

Y sí, en iglesias y conventos han aparecido momias naturales medievales, renacentistas, barrocas, dieciochescas, decimonónicas, que se conservaron por el especial ambiente que se creó en el sepulcro. De hecho, se sabe mucho del tejido y prendas de la época por que algunas todavía conservaban ropajes.

Los leves errores no son raros, pecata minuta, y si tienes prisa, ni te cuento, mira que repasé y se me colaron un par XD

Y por qué no has escrito sobre eso, maldita sea.

Es un temazo. Gran defensa, Lord. Estoy muy de acuerdo con los argumentos.

jajajaja pues anda que las de los pantanos, esas sí son flipantes, busca Hombre de Tollund y admira el careto de un tío que lleva muerto 2400 años y estas eran la mayoría sacrificios humanos además, que nuestros antepasados celtas y germanos eran brutitos cortadores de cabezas.

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Mzime
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Relato entretenido y escrito de forma funcional y solvente, en el que si algo destaca para mi, claro, es el esfuerzo de contextualización histórica. La combinación del siglo XIII con el Madrid de la Guerra Civil también me ha gustado. De hecho, es un acierto, puesto que las milicias concejiles de Madrid estuvieron, precisamente, en la batalla de Las Navas con la primera carga. De hecho, sus banderas en retirada casi provocan el desastre pues fueron confundidas con las del señor de Vizcaya que lideraba la vanguardia. También el ambiente de la retaguardia republicana, la represión de uno de los bandos y los conflictos internos son un buen elemento, aunque traído de forma sencilla.
La trama en sí también es sencilla: venganza y recuperación, pero, en buena medida funciona si subes a nivel el dial del sentido de la maravilla durante la lectura. Quizá el armaggedon final podría haberse resumido un tanto y habría funcionado, en mi opinión, mejor.

Por mi parte, le adjudico una valoración de 3,50 estrellas.

No obstante, y si a Lord_Ruthven le parece bien y está interesado en una mejor contextualización histórica, yo le llamaría la atención sobre estas cuestiones:

La espada de gules sí que era, antes de la cruz de Santiago, el emblema de la orden militar de Santiago. Espadaña es un elemento arquitectónico no relacionado con la orden militar, yo creo.
Lo de la cota de malla de cabeza suena raro. Es cierto que un miliciano del XX no tiene por qué saber como se llama esa pieza del arnés caballeresco, pero si el "capuchón" de sortijas de hierro es cerrado, se llama almófar y si es abierto, camal, pero para un miliciano "capucha o capuchón de anillas" ya valdría. 
Por otra parte, creo que la iglesia más adecuada para tu historia es San Andrés, medieval quemada en el 1936, y no San Miguel que fue reconstuida en el barroco y debió de conservar poca cosa de la época que buscas.

 

 

"Si quieres llegar rápido camina solo, pero si quieres llegar lejos camina acompañado", (proverbio masái)..

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Lord_Ruthven
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Cuanta erudicióncrying!! Es flipante esto que cuentas. Yo de mayor quiero saber la mitad que Ligeia!

 

Ligeia dijo:

Es díficil pensar en Madrid antes de los Austrias ciertamente, pero claro que ahí estaba que se lo digan a San Isidro Labrador jeje no recordaba que Carlos V hubiera sido embalsamado, pero sí sé que en el Renacimiento y Barroco algunos soberanos sí lo fueron, le llamaban "a la italiana" siendo un caso famoso el rey francés Enrique IV que cuando las tumbas de los soberanos galos fueron profanadas durante la Revolución Francesa para tirarlos a una fosa común pues resultó que estaban así de fetén y lo colocaron a la vista, cuando todo pasó y el nuevo Borbón ordenó volver a colocar en sepulcros a sus antepasados, resultó que a Enrique le faltaba la cabeza. Apareció en un desván más de cien años después y el último propietario decidió verificar que era de verdad la de él. Pues lo era, análisis de ADN incluido comparándolo con el de Luis Alfonso de Borbón.

Y sí, en iglesias y conventos han aparecido momias naturales medievales, renacentistas, barrocas, dieciochescas, decimonónicas, que se conservaron por el especial ambiente que se creó en el sepulcro. De hecho, se sabe mucho del tejido y prendas de la época por que algunas todavía conservaban ropajes.

Los leves errores no son raros, pecata minuta, y si tienes prisa, ni te cuento, mira que repasé y se me colaron un par XD

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Lord_Ruthven
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Mzime dijo:

No obstante, y si a Lord_Ruthven le parece bien y está interesado en una mejor contextualización histórica, yo le llamaría la atención sobre estas cuestiones:

La espada de gules sí que era, antes de la cruz de Santiago, el emblema de la orden militar de Santiago. Espadaña es un elemento arquitectónico no relacionado con la orden militar, yo creo.
Lo de la cota de malla de cabeza suena raro. Es cierto que un miliciano del XX no tiene por qué saber como se llama esa pieza del arnés caballeresco, pero si el "capuchón" de sortijas de hierro es cerrado, se llama almófar y si es abierto, camal, pero para un miliciano "capucha o capuchón de anillas" ya valdría. 
Por otra parte, creo que la iglesia más adecuada para tu historia es San Andrés, medieval quemada en el 1936, y no San Miguel que fue reconstuida en el barroco y debió de conservar poca cosa de la época que buscas.

Gracias por el apunte. Leñe, es verdad. Lo de espadaña es imperdonable. Con lo que me gustaba a mí historia del artedevil

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Germinal
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Pido disculpas si he podido molestar con mi opinión sobre el texto, es la sensación que me transmitió y así lo intenté trasladar con palabras más o menos acertadas. Estoy muy de acuerdo en algunas apreciaciones como encontrar una voz propia en el género en nuestra lengua común, ya sea en el castellano de aquí o el que se habla al cruzar el charco, cosas que, por otro lado, han reivindicado escritoras como Pilar Pedraza sin ir más lejos. En otros aspectos, no estoy de acuerdo. Creo que la autolimitación geográfica no beneficia al crecimiento como escritor, pues uno trata de imponerse retos, ya sea escribiendo un relato en la época victoriana o una aventura futurista en el corazón de japón, pero es una opción personal y como tal es respetable.

Sin duda, queramos o no, estamos sometidos a las influencias culturales extranjeras, sea música, cine o literatura, pero esto no tiene por qué tener una connotación negativa. Por poner un ejemplo: sin la influencia del rock no tendríamos Extremoduro. Y qué demonios, estamos escribiendo en el Polidori, Lord Ruthven no

 

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Ligeia
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Lord_Ruthven dijo:

Cuanta erudicióncrying!! Es flipante esto que cuentas. Yo de mayor quiero saber la mitad que Ligeia!

Y lo que me callo para no ser cansina jajajaja nah no es tan extraño si eres un ratón de biblioteca desde los ocho años XD

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Dr. Ziyo
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He leído los comentarios y debo decir una cosa: como yo no soy un erudito del tema, disfruto más del relato que vosotros. no

Estoy a favor de la verosimilitud de las historias que contamos, pero si me tengo que poner a investigr en internet cada dato histórico que sale en este relato (o en otros), no daría abasto... y eso, como digo, no me dejaría disfrutar de la historia.

Cosas que he visto: al principio del relato se repite la palabra incendio hasta cuatro veces en muy pocas líneas. Podrías haber usado sinónimos para solventarlo.

También algunas palabras desaparecidas, como en este párrafo, y que yo te he escrito en negrita. De todos modos, alguna más he visto por ahí:

No sabe que son esos cacharros que tienen en el hombro, pero intuye que son un tipo de arma. Beltrán sigue caminado hacia ellos, impasible. Ernesto está nervioso, hay algo en ese tipo que le asusta.

En cuanto al relato en sí, yo lo he disfrutado mucho. Me da lo mismo si es un relato que tenga la trama sencilla, si no hay sorpresas, si hay personajes que no están demasiado desarrollados... yo lo veo todo como un conjunto y el conjunto "me entra por los ojos"; me ha convencido. 

Para mí, leer es como ver una película, tengo que comprenderla, entretenerme, divertirme y pasarlo bien (aunque divertirme y pasarlo bien signifique pasar miedo, angustia o tensión), si no, me importan un bledo la excelente fotografía, la increíble banda sonora o la magnífica interpretación de los actores, por poner unos ejemplos. Ahora bien, si todo eso se da en una película que me ha gustado, mucho mejor.

Sé que muchos no compartirán mi punto de vista, pero es mi opinión y no creo que la vaya a cambiar.

Por esto que acabo de decir le doy cuatro estrellas.

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Dr. Ziyo dijo:

He leído los comentarios y debo decir una cosa: como yo no soy un erudito del tema, disfruto más del relato que vosotros. no

Estoy a favor de la verosimilitud de las historias que contamos, pero si me tengo que poner a investigr en internet cada dato histórico que sale en este relato (o en otros), no daría abasto... y eso, como digo, no me dejaría disfrutar de la historia.

jajajajaja pero si ya lo tienes todo almacenado en el coco, eso no pasa, mi rey. Lo que te saca de ella es precisamente encontrar un anacronismo o algo que chirría. Y sí es pequeñito y la historia mola, hasta lo perdonas ^^

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Dr. Ziyo
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Ligeia dijo:

Dr. Ziyo dijo:

He leído los comentarios y debo decir una cosa: como yo no soy un erudito del tema, disfruto más del relato que vosotros. no

Estoy a favor de la verosimilitud de las historias que contamos, pero si me tengo que poner a investigr en internet cada dato histórico que sale en este relato (o en otros), no daría abasto... y eso, como digo, no me dejaría disfrutar de la historia.

jajajajaja pero si ya lo tienes todo almacenado en el coco, eso no pasa, mi rey. Lo que te saca de ella es precisamente encontrar un anacronismo o algo que chirría. Y sí es pequeñito y la historia mola, hasta lo perdonas ^^

A eso me refiero, Ligeia, que si lo tienes almacenado en el coco como tú dices, vale, pero si no, pues lo lees tan a gustito. no Imagina que lees un relato de momias donde se habla sobre conceptos de física cuántica y tú dices, oye, qué chulo está esto, pero luego salen tres o cuatro físicos comentando y encontrando errores que tú no encuentras por desconocimiento. A ellos el relato no les parecerá tan chulo, no te quepa duda.blush

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Curro
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Puntos: 1048

Dr. Ziyo dijo:

He leído los comentarios y debo decir una cosa: como yo no soy un erudito del tema, disfruto más del relato que vosotros. no

Creo que me ha sucedido lo mismo

Un relato original ambientado en nuestro país (me refiero al del autor y el mío, que puede haber lectores de fuera). Me gustó mucho la idea, creo que es una manera de conseguir un relato con unas bases clásicas pero un desarrollo innovador. ¿Por qué bases clásicas? No deja de ser el tradicional expolio de la tumba de una momia por parte de un individuo de una generación muy posterior a dicha momia. En vez de un sacerdote egipcio tenemos a un caballero de Santiago; en lugar del arqueólogo británico, un republicano español.

La ambientación, muy lograda. Me recuerda a ciertas historias que contaban mis abuelos sobre Madrid durante la guerra. El repaso a los prisioneros sirve para señalar la crudeza de aquellos tiempos y las breves líneas dedicadas a los republicanos sirven para introducir a los que harán el papel de antagonistas. Sí es cierto que, si uno se para a pensar, poco o nada van a aportar estos detalles a la historia principal y al enfrentamiento entre Pablo y la momia, pero tampoco los veo de más, sirven para conseguir que el lector se meta en el escenario.

Y en efecto, nuestra Guerra civil está ya muy trillada en literatura y cine, pero diría que yo personalmente (ni soy experto en el tema ni me atrae de forma especial) no había leído ninguna historia de ficción escrita “desde ese lado”, por decirlo de algún modo. Podría parecer tendencioso, pero yo no lo veo así, creo que se centra más en el horror de la guerra que en vilipendiar a uno u otro bando. Y sirve para establecer ciertos lazos de unión entre la época que vivió Beltrán y la de Pablo, porque, como reza el lema de la saga de videojuegos Fallout: El mundo puede cambiar, pero ¿la guerra?; no, la guerra nunca cambia… ¿Se pinta a los republicanos como los malos? Puede parecerlo, pero creo que es así por conveniencia, porque son contrarios a las creencias de Beltrán, que, como toda momia resucitada antes de tiempo, tiene que machacar a unos cuantos impíos.

Y vaya si los machaca. La momia despliega su ira implacable e invencible para derrotar a cuantos se interponen en su objetivo. Una vez más, al igual que el famoso Imhotep fílmico, no es una venganza indiscriminada lo que lo mueve, sino un objetivo concreto: la cruz que le entregó su Ankhesenamon particular. Y, cuando todo empieza a perecer predecible, el autor nos obsequia una conversación entre Pablo y Beltrán que considero otro de los puntos fuertes del relato, que es el asombro de la momia por el ateísmo de su rival, sus intentos por redimirlo, la preocupación que parece sentir por condenar su alma al Infierno si acaba con él antes de lograr que se arrepienta y la resolución final que toma. Me parece un final excelente.

La gran pega que le saco es la que ya han comentado algunos antes: el diálogo final. ¿Cómo pueden entenderse tan bien un castellano del siglo XIII y un español del siglo XX? Y que ciertamente la lengua no ha cambiado tantísimo desde entonces, pero lo suficiente para que les costara mucho llegar a dialogar de forma tan fluida. Y de verdad que no soy el más purista en cuanto a estos temas se refiere, pero me chocó bastante. Quizás se pueda entender que en realidad la momia está hablando en castellano antiguo y solo se medio entienden, que el lector es el único que tiene el poder de comprender a ambos, pero creo que se podría haber dejado claro de algún modo (a Beltrán le pareció entender que le decía que…). Puede que incluso se pudiera haber silenciado a la momia y que solo se nos trasmitieran qué piensa, para no forzar la situación y reforzar que el lector comparta su asombro.

También opino que, en comparación al exquisito nivel de atención que se le da a la introducción del texto, la irrupción de la momia en la checa resulta un poco parca en detalles, puede que porque la aproximación sea demasiado directa o las descripciones se basen más en la zurra que le da a los republicanos. Comentas que la momia es como un zombi: puede ser, por qué no, pero no da la sensación de que Beltrán sea tal cosa (no digames así a tus personajes, hombre :D), tiene mucha más personalidad. Me quedo con muchas ganas de saber qué pasa desde que sale de su sarcófago hasta que llega a la checa, qué opina del Madrid del siglo XX, qué horrores puede encontrar por el camino. No sé, echo en falta más profundidad en esos detalles y quizás me sobren algunas tortas.

Por todo lo comentado, mi puntuación asciende a tres estrellas y media.

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mawser
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Poblador desde: 17/07/2009
Puntos: 253

La gran baza del relato la encuentro en su ambientación, desde luego. Además, lo de ubicar una momia con su venganza de ultratumba en plena Guerra Civil, tiene un encanto bizarro de lo más estimulante. Como un cruce imposible entre Tierra y Libertad y las pelis de los templarios zombis de Ossorio. 

Sí me ha chirriado la conversación final, queda un poco forzada. 

Un relato arriesgado y entretenido, me ha gustado.

3,5 estrellas.

https://www.facebook.com/La-Logia-del-Gato-304717446537583

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Sanbes
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Poblador desde: 16/10/2013
Puntos: 1273

Vaya, lo he disfrutado muchísimo. Me lo he pasado en grande leyéndolo. 

Has conseguido que un rojo como yo dijese ¡putos rojos! a medida que iba leyendo jaja

A mí parecer está muy bien escrito. Yo lo he seguido sin problemas hasta el final. Me ha gustado que metieras algo del pasado de Pedro para darle un poco de tridimensionalidad al personaje, pues los demás son bastante planos. Sin embargo, en una historia como la tuya en la que su punto fuerte es disfrutar de un relato de venganza repleto de sangre y odio, creo que perder palabras en trabajar mejor a los personajes ralentizaría mucho el ritmo. 

El cuerpo momificado de Beltrán, su resurrección por haberle robado el amuleto, el corazón momificado de Pablo al final... Hay momía de principio a fin. 

Como pega, te has comido algunas palabras por el camino. Nada que no se pueda arreglar en una revisión. Y que al fin y al cabo es una historia "típica" de momias: le roban el amuleto, resucita y se venga, a pesar que el escenario de la guerra civil y usar a un caballero como momia me haya resultado de lo más original. 

4 estrellas 

Pd: Lo llegas a escribir en los 60 y te lo llevan al cine. 

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Patapalo
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Poblador desde: 25/01/2009
Puntos: 208859

Sanbes dijo:

Pd: Lo llegas a escribir en los 60 y te lo llevan al cine. 

Fijo. En algunos momentos me hizo pensar a La noche del terror ciego: http://www.ociozero.com/39513/la-noche-del-terror-ciego

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Carlos Jesús Ramírez
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Poblador desde: 07/05/2020
Puntos: 33

Me ha gustado un montón. Y me pasa como a Sanbes no Me he metido en la historia desde el minuto uno y me lo he pasado genial :-) Ritmo, personajes bien logrados y con motivaciones claras, aventura... (me imaginaba a Alonso, del Ministerio del Tiempo, aunque es posterior, repartiendo mandobles jajajajaa). Necesita un repaso de erratas, no faltas.

4,5 estrellas.

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