¿Hasta que la muerte los separe?

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Lord_Ruthven
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¿Hasta que la muerte los separe?

 

1

Es una tarde gris, de cielo plúmbeo y calor sofocante de tormenta, con ese silencio que precede a la tempestad durante el cual la naturaleza parece contener la respiración.

Cristina está silenciosa, compungida, con su negra melena abrigando su espalda. Mira absorta un sencillo monumento de piedra; una piedra que conservará la historia por los siglos contemplada por un alma que guarda un inmenso dolor. Cristina está visitando la tumba de su hijo; apenás un recién nacido muerto meses atrás.

Fue un niño odiado y, sin embargo, amado. No podía olvidar cómo lo concibió, no podía olvidar aquel lóbrego callejón, no podía olvidar esos ojos lujuriosos, esas manos fuertes y rudas, esa navaja en su cuello, sus propios sollozos de angustia, esa polla asquerosa entre sus piernas, en su interior y sobre todo los gemidos de obsceno placer de su violador. Ese niño era el fruto del peor rato de su vida. Y aun así, no podía dejar de quererle, no podía olvidar cómo recién nacido, recostado en su pecho, la miraba atento, inocente, con esos grandes y preciosos ojos, no podía olvidar la sonrisa de aquella boquita pequeña y tierna: fue un amor a primera vista. Del odio al amor hay un paso ¿qué culpa tenía la criatura?

Pero a pesar de ser un niño precioso, alegre, un angelito caído del cielo, era un niño enfermo; una malformación en su corazón se lo llevó a los tres meses de vida, sin tan siquiera haber salido del hospital, sin que sus tiernos y ávidos sentidos hubiesen vistos más que paredes blancas y respirado un pesado olor a desinfectante.

Una lágrima acaricia la mejilla de Cristina, y otra, y otra.

***

Lleva mucho tiempo aburrido, la observa; Allí está ella, de pie, contemplando un nicho con flores frescas y un blanco osito de peluche. La ve de lado, con el rostro parcialmente oculto por una negra y brillante melena que cubre también su espalda. Contiene con energía un llanto que amenaza desbordarse, su agitada respiración eleva y relaja unos pechos abultados y bien formados, dando movimiento a un jersey azul que entalla una estilizada figura. Esbeltez que confirmaban sus ceñidos vaqueros. Es una belleza, le recuerda a muchas mujeres; a todas cuantas poseyó y asesinó mientras estaba vivo.

La de él fue una vida triste, una vida en la cual apenas tuvo amigos, una vida en la que nunca fue capaz de conquistar a una mujer, de lograr la más mínima sonrisa de un corazón. Su vida fue la eterna soledad. Él no quería, pero ¿qué iba a hacer? Las mujeres le depreciaban y él no se lo merecía; era un buen tipo, amable pero tímido. Una timidez que le había hecho objeto de burlas, desprecios y ostracismo desde su niñez. Podía soportar el desprecio de los otros hombres, pero necesitaba el amor de una mujer, su abrazo de amor, salir de su soledad. Pero ellas le ignoraban. Hasta que, cansado, decidió vengarse y tomar lo que necesitaba. Primero las violaba, luego las mataba.

No las violaba por malicia o lujuria, no, él no era un monstruo, sólo quería demostrarles que estar con él no era tan malo. Pero ellas no aprendían, se empeñaban en resistirse, en denunciarlo. Tuvo que matarlas para no dejar testigos; él no hubiera encajado en prisión.

 

Pero tras un par de asesinatos descubrió el placer macabro de hacer sufrir a quien odias, a quien te odia. Aprendió lo que era sentirse poderoso; nunca se había sentido así. Hasta aquellas primeras puñaladas siempre se había sentido como un pajarillo indefenso. Y matar se convirtió en un placer similar al de la violación; el perfecto postre tras el banquete; hasta que llegó el fin de sus días.

***

Cristina se enjuga las lágrimas con el dorso de la mano, se gira y camina. Despacio, paseando. Al poco acelera el paso, no le gustan los cementerios. Tiene miedo, se siente observada, perseguida. No le da importancia, es absurdo, allí no hay nadie. Aun así acelera el paso. Pero a veces una sensación esconde mucho más de lo que parece.

2

Llega del trabajo a su desierto piso. Está cansada, un día duro en la zapatería. Señoras buscando un nuevo modelo de moda: señoras amables, cotillas. Señoras buscando zapatos con ancho especial y quejándose de los fabricantes Algunos señores educados que buscaban el típico zapato castellano. Niñatos a medio madurar buscando la ultracara zapatilla de moda.

En casa la jornada continúa; poner la lavadora, hacer la cama que no hizo por la mañana, recoger el salón. Y por fin la hora de cenar: unos canelones precocinados al microondas y de postre un helado de chocolate. Ve la tele hasta tarde, buscando en vidas de ficción una distracción para la suya propia.

Se acuesta, pero le cuesta conciliar el sueño; tiene miedo, ese miedo irracional que algunas noches nos embarga; miedo a sentirnos observados, a que haya alguien en nuestro dormitorio, al pie de la cama. Ese miedo estúpido que se disipa con el refulgir de una bombilla. Se acurruca abrazada al almohadón, de cara a la pared. Por fin se duerme, inocente como un bebé.

Amanece al son de un inmisericorde despertador. Vuelta a la vida; al café con prisas y esa clientela callada y ruidosa, de medias delicadas, de pies limpios, de calcetines sucios o de lycra desgarrada por una rápida carrera.

Pero al menos es viernes. Después del trabajo ha quedado con unas amigas en un intento por seguir adelante. Nada del otro mundo; comer algo por ahí, unas cañas y un cine. Al final, el plan se alarga un poco más de lo debido. Regresa a casa sobre las dos y con una copa de más. Despierta avanzada la madrugada, sobresaltada; juraría que algo le ha rozado una mano. Enciende la luz y no ve nada ni nadie; debe haber sido un sueño. No es tan raro, muchas veces cuando bebe tiene sueños extraños. Por desgracia, últimamente, bebe algo más de lo normal. Tiene frío, sin darse cuenta ha desecho la cama a patadas, por ello sus pies salen fuera de las sabanas y por eso tiene frío. Se levanta, va al baño, bebe agua, y ya más tranquila arremete las sábanas bajo el colchón y vuelve a dormir. Esta vez sin sobresaltos.

***

Es preciosa, le recuerda a una chica de la que estuvo enamorado allá cuando tenía veinte años. Le recuerda su rostro, su pelo. Sus labios en cambio se parecían a los de una guapa vecina suya. Se podría decir que se está enamorando, si no fuera porque su corazón está blindado al amor, forrado de un acero forjado a base de desencantos y desprecios. Sencillamente recordaba amores pasados, es difícil a veces separar el amor del recuerdo del mismo. Le gusta mirarla por las noches, le gusta verla respirar, notar su paz, su quietud, su dulce inocencia. Le gusta ver cómo se cambia de ropa, cómo se desnuda, cómo se ducha acariciando todo su cuerpo, ver cómo éste se estremece al contacto con el agua fría, cómo sus pezones se hinchan, cómo lava su sexo, acariciándolo suavemente. Le encanta verla comer, ver como lame con sus carnosos labios el tenedor, cómo lo introduce y lo saca de su boca. ¡Es preciosa! La noche anterior incluso se atrevió a rozarla la mano, quería acariciar también sus mejillas, pero se despertó. No hay prisa, quiere disfrutar de ella, contemplarla como a una obra de arte. Tiene toda su eternidad para estar con ella o con quien quiera. Así pasa los días: deleitándose con cada gesto, con cada desliz de sonrisa en ese rostro triste como el suyo, con cada paseo por el cementerio.

La ve vivir, comparte su vida con ella aunque sea como espectador. Es más de los que ha tenido nunca; jamás había vivido con una mujer, no había observado sus rutinas. Conoce a fondo su pavor, su asco, su desprecio y su miedo, pero no conoce cómo se acurrucan en el sofá a dormir una inocente siesta. Y una grieta comienza a abrirse, una grieta que desquebraja el blindaje de su corazón; un tímido germinar de enamoramiento, de obsesión, se abre paso.

 

3

Cristina sigue su vida, intentando sobreponerse a las desgracias y al dolor de los recuerdos, sin poder evitar verse asaltada por el miedo, el dolor, la rabia y la pena. Pero no es solo el recuerdo, quizá algo no marche bien en su mente pero tiene miedo; siente que nunca está sola que alguien la vigila. Le cuesta dormir, tiene la sensación de hay alguien a su lado, observándola. Su mente le causa malas pasadas; el trauma de la violación. O quizá la muerte de su hijo. Pero a veces no puede evitar creer que esa presencia es real; que es el fantasma de su bebé que busca su regazo protector, su abrazo maternal.

No es bueno para ella y lo sabe, necesita deshacerse de esa sensación, de esa obsesión. Lo primero es dormir bien, dar un descanso a su mente y a su cerebro: decide probar con somníferos. Lograr dormir pero intranquila, sin realmente descansar.

Durante el día intenta distraer su mente de mil formas, pero la sensación de sentirse observada siempre reaparece. No puede mantener constantemente la mente alerta, huyendo; no le es posible abstraerse de los sentimientos. Acaba por obsesionarse con su hijo; con un fantasmita que la busca ansioso y que, en el fondo de su corazón, ella también busca. Y se decide a encontrarlo.

Llama a echadores de cartas, para luego comprar un tablero Oui-ja. Prueba ella sola con nulo resultado e invita a unas amigas a tomar café para prepararlas la encerrona de participar en el juego. Tampoco funciona. Reza, pone velas, acude a adivinos y santeros casi con la misma frecuencia con la que visita la tumba de su hijo. No logra contactar con su bebé, pero la sensación de estar vigilada tampoco desaparece.

 

4

Hoy la ha visto llorar, acurrucada en su sillón en una aburrida tarde de sábado. Por la mañana había ido al cementerio; la tarde la ha pasado llorando arrebujada en su manta, abrazada un peluche que su hijo nunca tuvo fuerza para llegar a abrazar. Un peluche que aún se le antoja oler a Nenuco.

La ha visto llorando por la ausencia de su hijo, como tantas veces él había llorado por la ausencia de una mujer. Ella también es frágil, dulce. Y es tan apetecible, que en una mezcla de amor y deseo se acerca al sofá, se introduce bajo la manta, encima de ella, notando el agitado aliento de Cristina en sus labios. Y sin saber contenerse, la viola.

***

Despierta sobresaltada. Ha tenido una pesadilla ¡Ha sido tan real! Ha soñado que la habían violado, ha notado como la asían con fuerza de las muñecas, el jadear sádico de su torturador, con esa expresión de placer y triunfo en un rostro que no logra recordar. El sueño ha sido terriblemente vívido. Al despertar, le duelen las muñecas y en su sexo tiene la sensación de que hubiese sido forzado, esa maldita sensación, la misma que un año y medio atrás. Se levanta, con los huesos doloridos de dormir en el sofá y da un brinco asustada. Ha notado una especie de brisa en la nuca y otra en el pecho; como una suave caricia de viento. Suave, pero real, como si la pesadilla continuase aún en vigilia.

Los días transcurren, las pesadillas sobre violación se repiten, escociendo su sexo, amoratando sus muñecas. Está asustada, no duerme, reza, visita al psicólogo, a médiums y comienza a leer libros sobre íncubos. Se sabe vigilada. Comienza a faltar al trabajo por falta de fuerzas. Llama constantemente a sus amigas para evitar una soledad de pesadilla y trauma. Ellas se preocupan, piensan si acaso la tensión acumulada durante meses, si toda la suma de desdichas, no habrá acabado por hacerla enloquecer. Pronto su preocupación irá a más.

 

5

Lucía está tranquilamente es su casa, durmiendo, son las nueve de la mañana de un sábado. Suena el teléfono; es Cristina. Le cuenta un sueño horrible: Estaba tranquilamente en su casa, viendo la tele cuando llamaron a la puerta y apareció un hombre, al momento estaban en un dormitorio extraño, había una gran cama redonda, llena de cojines de todos los colores. Todo tenía un aire árabe, a cuento de las mil y una noches. El hombre empezó a acariciarla con lujuria. Ella se resistió, no quería, no conocía a aquel tipo de nada. Él insistió y le dijo que se dejase hacer, que no quería volver a forzarla, que se entregase a él por las buenas, que estaba cansado de violar gente. Pero ella se resistió; tenía miedo y quería huir, despertar de su pesadilla, pero ésta dio un nuevo giro. Desapareció el dormitorio y apareció un páramo neblinoso donde solo hay silencio. Un llanto quiebra la quietud; hay una cuna al borde de un precipicio y dentro de la cuna su hijo. El hombre le da un ultimátum; o se entrega a él o su hijo no estará a salvo ni en el más allá, le hará las cosas más horrendas, torturándole eternamente. Cristina, aterrorizada, perdida, con el corazón roto, se entregó a aquel ser pérfido. Cuando él acabó su deleznable diversión, Cristina despertó; asustada, empapada en sudor, con arañazos en el cuerpo y dolor en el vientre.

 

6

No le ha bastado con violarla, no. Eso lo ha hecho tantas veces... quiere que ella colabore. Quiere sentirse amado aunque sea mentira. Necesita que ella actúe como si fuese algo voluntario. Ha estado mal secuestrar al fantasma de su hijo. ¡Aquel pobre! Se le veía muy asustado; será un espíritu pero sigue siendo un bebé. Es la primera vez que hacía algo así, él no es malo, sólo se siente horriblemente solo y despreciado, sencillamente quiere un poquito de ese amor que no halló en vida y que no podía hallar en la muerte. Necesita que, al menos, alguien fingiese amarle, aunque fuese bajo coacción. Ha disfrutado tanto del cuerpo de esa mortal… No puede renunciar a ella y menos ahora que sabe como dominarla, ahora que tiene a su bebé en su poder. Ella tendría que entregarse a él un día, y otro, y otro y finalmente acabaría viendo la bondad de su corazón, leyendo su dolor y entendiendo que ambos están solos, que se necesitan el uno al otro.

***

Despierta en una habitación de hospital, con las muñecas atadas a la cama. Al cabo de un rato llega una doctora y que pasa horas interrogándola sobre sus sueños, sobre su hijo, sobre su violación, sobre sus consultas a adivinos y sus sesiones de oui-ja. Parece sufrir un conjunto de diversos trastornos mentales, pero antes de un diagnóstico preciso debe pasar un tiempo en observación; probablemente luego siga internada una buena temporada.

Pasan los días. Ella misma empieza a pensar que está loca. No puede dormir, tiene miedo. El sueño continua habitando en su cabeza; siempre él, sin rostro. Y el llanto del bebé al borde de un abismo.

Tiene que doblegarse, ceder a las depravaciones de ese canalla, pero no es sólo lo que le fuerza a hacer, es también lo que le obliga a decir. Le pide que le diga que él es el hombre más maravilloso del mundo, el mejor amante, el hombre más bueno sobre la faz de la tierra, que nunca le cambiará por otro, e incluso, que le ama.

La falta de sueño le afecta. A veces, aun estando despierta, le parece oír el llanto de su hijo. Algo le dice que en el fondo no solo es locura, que es algo más que una pesadilla. Siente que para su hijo el peligro es real como si un instinto maternal más allá de la muerte le mantuviese ligada a él. Ese ser le mantiene preso. Un ser cuyo reflejo ve en los espejos y en las ventanas, cuyos tocamientos siente incluso despierta, un ser que a veces parece tomar la forma de una sombra en los rincones. Cada vez más real, más fuerte cuanto más crece su miedo y al que le acaba por dedicar todo su pensamiento, encerrada en esa habitación en la que no hay distracción posible.

7

Lucía se siente culpable. No por haber llamado al psiquiátrico, sabe que eso fue lo mejor. Se siente culpable por no haber pasado más tiempo con Cristina antes de que enloqueciese. Y se siente culpable por no haber ido más a menudo visitarla a aquel hospital. Pasó mucho tiempo sin ir a verla, llamaba para interesarse por ella, pero no se atrevía a mirarla a la cara, sentía cierto remordimiento por haberla encerrado. Con el tiempo fue a visitarla acompañada de alguna amiga más. Pero las visitas fueron pocas y cada vez más esporádicas. Hasta el día que recibió la llamada del doctor. El camisón hecho girones para formar la soga, su cuerpo desnudo, lleno de moratones colgando de la lámpara, entre las piernas un reguero de sangre seca. Así acabó todo el dolor y la locura de Cristina.

El entierro ha sido bonito y concurrido; pero ya solo queda Lucía en el camposanto, contemplando como una boba la tumba de su amiga, como estuvo un día Cristina contemplando la tumba de su hijo. Lucía se gira y comienza a andar. Algo la hace detenerse y girarse; durante un segundo se ha sentido observada. No le da importancia, sencillamente nunca le han gustado los cementerios.

Atrás queda una tumba en la que reposa Cristina junto a su hijo. El cementerio queda atrás, vació y en silencio. Solo un oído especial, más sensible, podría haber oído un leve rumor, un murmullo que atraviesa una lápida; jadeos de placer, llantos de angustia y a lo lejos el gimotear indefenso de un bebé.

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Patapalo
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Relato admitido a concurso.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Muy duro el relato. La historia es francamente horrible. También me ha dejado sensaciones encontradas. Por un lado, la presentación de Cristina me ha parecido magnífica. Creo que introduce muy bien el relato y que funciona muy bien. Por el contrario, no he conectado con la del violador. Demasiadas justificaciones de entrada, creo. Me parece que hubiera funcionado mejor de un modo más gradual, que recrease el acecho al que somete a Cristina hasta que vemos su auténtica naturaleza. Creo que mi suspensión de incredulidad falla cuando alguien admite que es un violador y al mismo tiempo me cuenta que es una buena persona. Supongo que es un tema personal, porque gente cínica a este nivel debe de existir.

En cualquier caso, la historia funciona. Por lo mencionado previamente, la alternancia de puntos de vista ha habido momentos en los que no me ha convencido, quizás también porque no termino de ver fantasmal al tipo. No sé. La idea, como digo, es terrible y eficaz. Le tendré que echar una relectura.

Gracias por compartirlo.

Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.

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Lord_Ruthven
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Patapalo dijo:

 Creo que mi suspensión de incredulidad falla cuando alguien admite que es un violador y al mismo tiempo me cuenta que es una buena persona. Supongo que es un tema personal, porque gente cínica a este nivel debe de existir.

(...)

Gracias por compartirlo.

En primer lugar gracias tí por leerlo.sad

A ver... lo que quería intentar plasmar no era cinismo como tal... aunque puede que sí haya algo de ello en el fantasma. He intentado analizar que le ha llevado a comportarse como lo hace, su desarrollo psicológico. Pero tambien la disonancia cognictiva sobre sí mismo. Nadie suele considerarse a sí misma como una mala persona que obra mal adrede, por ello dice/piensa que él es buena persona, víctima del rechazo social. Él sabe que lo que hace está mal, pero se intenta justificar a sí mismo. Espero que quede más claro ahoradevilenlightened 

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Curro
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Poblador desde: 24/09/2015
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Hace unos meses, en el foro de La Biblioteca Fosca (creo que concretamente en el hilo de Espejos), hablábamos sobre los relatos de terror y los finales terribles (en el sentido de “finales en absoluto felices para los protagonistas”). Bien, he aquí un ejemplo con un final terrorífico… pero también un comienzo y un nudo terroríficos, y un montón de detalles terroríficos.

Se puede decir que empieza mal para la protagonista, sigue mal y termina peor. Y ya no solo por ser crudo y explícito, sino que resulta tremendamente injusto: se premia a los malvados y se castiga a los buenos, ¡por toda la eternidad! Esto puede ser efectivo en relatos cortos, pero en mi opinión fallan algunas cosas.

La premisa es buena, pero diría que se activa demasiado pronto el horror del lector al revelar ya al principio la naturaleza del fantasma. A partir de ahí, el horror es constante y denso, puede llegar a saturar. La sensación se incrementa por una duración excesiva y cierta reiteración de ideas (la maldad y motivaciones del fantasma).

Otro punto flaco ―y esto es más subjetivo si cabe― lo veo en las cualidades invencibles e irresistibles del malvado me agobian demasiado; me paso al ver Fallen (en España creo que se llamó Poseídos; de Denzel Washington), que presentaba a un villano totalmente imparable contra el que era imposible luchar. La película no me dejó buen sabor de boca y aquí me pasa lo mismo.

Como puntos fuertes, ideas inquietantes y perturbadoras, como el hecho de que un fantasma amenace con torturar a un bebé ya muerto, o la violación ultratumba. Me parecen reseñables dentro de un concurso de relatos de terror, creo que generan una inquietud bastante diferenciadora.

Ojo a errores ortográficos y gramaticales; creo que el relato merece un repaso. Destaco:

Tiene frío, sin darse cuenta ha desecho la cama a patadas, por ello sus pies salen fuera de las sabanas y por eso tiene frío. Se levanta, va al baño, bebe agua, y ya más tranquila arremete las sábanas bajo el colchón y vuelve a dormir.

Aquí se te ha escapado una palabra coloquial que en realidad no significa lo que parece. Debería ser vuelve a meter. Además, se repite el “tiene frío” (creo que sobra el segundo).

También ciertas explicaciones que quizás resulten demasiado evidentes por cómo vienen escritas. Un ejemplo, el por eso tiene frío. Esa manera de explicar qué sucede a los personajes es demasiado coloquial. Otro caso:

Cristina está visitando la tumba de su hijo

Esa frase me chocó en medio de un texto bien escrito que fluye muy bien. Diría que quedaría mejor sin tener que explicarlo de forma tan explícita ―como si un periodista de radio estuviera retrasmitiendo en directo lo que ve―.

Gracias por compartirlo. Cuando lea más relatos, empezaré a puntuar.

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Invierno
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Poblador desde: 21/09/2010
Puntos: 903

Me ha costado terminar de leer el relato, siento decir que se me ha hecho pesado y bastante desagradable. Las partes de ella las encuentro algo redundantes, creo que se pueden plasmar su situación y sus sentimientos en menos palabras. Las del fantasma-violador-acosador-secuestrador-torturador-asesino-incel se me han hecho muy cuesta arriba, es un personaje repugnante. Como mencionaba en otro relato, esto no tiene por qué ser malo; si conduce a algo, si tiene un sentido, bienvenido sea. Aquí al menos yo no he sido de encontrarle ese destino o ese sentido que lo justifique.

2 estrellas.

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Tony Kanapes
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Poblador desde: 08/12/2015
Puntos: 173

Un relato duro de narices, imposible negar. Pero debo reconocer que al principio estaba intrigado, porque no sabía por dónde podía ir la historia y hasta hubo un momento en que pensé que igual entraba algo de luz. Creo que hay muy buenas ideas aquí, y el final es estremecedor porque uno sabe que la rueda se ha puesto en marcha y no se detendrá. Incluso llegué a pensar que el niño muerto es del violador muerto, pero ya son "pajas" mentales mías.

Tal vez el problema que le encuentro es que el principio es tan sórdido y duro que echa para atrás, y luego baja la sordidez para meterse en lo sobrenatural; aquí veo una descompensación, pero todo esto es personal.

También estoy de acuerdo en lo que otros han comentado acerca del violador "justificándose" ante el lector cuando, en esencia, es el mal que nunca descansa.

Gracias por compartir. 3 estrellas.

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jane eyre
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Poblador desde: 02/03/2009
Puntos: 10051

El relato está sobreadjetivado, los sustantivos se acompañan de dos adjetivos más o menos simples, cuando es mucho más efectivo meter solo alguno que destaque y haga las construcciones menos monótonas.

Creo que también hay abuso del recurso de la reiteración, tanto a nivel de palabras o construcciones como de ideas. Pero me preocupa más el peso que se le ha dado a cada parte de la trama. Las 6 primeras partes son repeticiones que giran en torno a lo mismo: las violaciones del fantasma. Y luego, resulta que la internan, pero lo que se explica es lo mismo que se ha venido explicando, y en apenas tres líneas se nos cuenta la muerte dejando a la interpretación del lector si ha sido suicidio o asesinato fantasmagórico. Creo que a esa parte se le hubiera podido sacar más chicha que a lo anterior.

A corregir: “ modelo de moda” “Se acuesta, pero le cuesta “. Laísmos “ se atrevió a rozarla la mano” “ para prepararlas la encerrona”

Gracias por compartir y suerte.

 

*La colleja va para la necesidad de justificar la maldad. Creo que eso siempre juega en contra del relato porque le quita verdad. Un violador tendrá en su cabeza razones de poder y pulsiones psíquicas que le hagan violar a una mujer, pero ya te digo que la de “es que se siente solo” no se acerca ni de lejos a la realidad, el efecto que consigue es el de justificar el acto y por tanto blanquearlo (seamos conscientes o no). Nombro la violación porque aparece en el relato, pero todos hemos leído alguna vez un psicópata que mata porque de pequeño le mataron a un gatito, vamos, que la costumbre es más común de lo que parece.

 

 

 

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Bio Jesus
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Poblador desde: 11/07/2014
Puntos: 1514

Relato que me recuerda mucho a la peli de 1982 "El Ente" por temática y crudeza.

No he podido conectar con la historia, lo siento. El rechazo que me provoca la figura del fantasma es demasiado grande. Ni su perfil psicológico ni su historia me generan la más mínima chispa de empatía. De hecho, esta revierte en Cristina y, cuando esta va sufriendo ataques y desgracias, la frustración como lector crece, y el final, directamente, jode. Frases como:

Quote:
Y una grieta comienza a abrirse, una grieta que desquebraja el blindaje de su corazón; un tímido germinar de enamoramiento, de obsesión, se abre paso.

multiplican el efecto ¿Enamoramiento? Cuando ves que la bestia gana y su victoria es eterna...

Se que muchas historias, reales o literarias, acaban así. Y probablemente esa repugnancia sea buscada. Se logra, pero el poso que deja es  amargo y no de disfrute de la lectura.

En cuanto a la prosa, las largas y precisas descripciones son su punto fuerte, aunquetal vez se alargan demasiado en algu´n momento.

En fin, que si se buscaba rechazo e ira, el autor lo ha logrado y eso se debe premiar. Pero leo para divertirme (y el final puede ser lo terrible que quieras) y no lo he conseguido.

Mi nota es 3,5

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Dr. Ziyo
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Poblador desde: 30/01/2016
Puntos: 2776

Un relato duro y lleno de imágenes de terror y además, de los que terminan mal (como los que suelo escribir yo XD ).

Como le ha pasado a muchos compañeros, me sobran justificaciones en el fantasma asesino y da la impresión de que se podría haber acortado el relato en ese aspecto sin que afectara en nada al conjunto final.

A pesar de que mata y viola, se considera buena persona, pero esto no lo veo como algo contradictorio, sino como rasgo de una personalidad desquiciada y perturbada que no sabe por dónde va. Algo que hemos visto más de una vez en películas y novelas: persona que piensa que hace el bien cuando en realidad lo que hace es dar rienda suelta a sus instintos.

Creo que el personaje del fantasma lastra la historia, no todo el personaje, sino sus continuas justificaciones.

El final es demoledor para la pobre Cristina. Muy buen final en mi opinión.

3,5 estrellas.

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Curro
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Puntuación: 2,5 estrellas

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Germinal
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Poblador desde: 08/03/2016
Puntos: 1307

Uff... Qué malrollero, especialmente ese final que deja muy mal cuerpo.

El problema que tiene este tipo de relato es que resulta desagradable leerlos. Lo digo desde la propia experiencia, en una ocasión intenté plasmar en una ficción el abuso terrible que puede sentir una persona, en mi caso se trataba de una menor. Darían para un debate interesante los límites morales en la lectura. Obviamente un escritor tiene absoluta libertad para abordar un tema tan terrible, la cuestión es si la inmensa mayoría de lectores lo acepta, o más bien de qué manera lo haría. Es posible que de manera tangencial, insinuada, esto sea aceptado, y, sin embargo, de una manera tan explícita como en el presente relato cause un inmenso rechazo.

 

 

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