La Taberna de Aldebaran

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Lycankali
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-Tranquilo cielo, te vas a atragantar y no quisiera que murieras tan pronto, aún eres muy joven. Voy a traerte algo de vino para tragar la comida.

Y Azalea desapareció entre la población nocturna que llenaba la taberna. Solo una mesa permanecía vacía y esa era la que un par de noches anteriores había ocupado aquella bella dama y su pareja. El pequeño murmullo ahora parecía el tumulto de voces de un mercado por la mañana. Shiven, pues así se llamaba el muchacho, trató de no escucharlas, necesitaba ahcer vacío en su mente y relajarse. EStaba agotado de verdad y aquella comida no parecía reponer sus fuerzas. En ese mismo instante apareció Azalea detrás suyo con una jarra llena de vino y sin preguntar le sirvió su copa hasta arriba.

-Este brebaje que me enseñó a preparar mi señora te aliviará de todo malestar. Bebe y verás. Tiene un sabor un tanto extraño, no te preocupes, es vino mezclado con hierbas más el ingrediente secreto de mi familia.

Sopla buen viento en la atalaya donde descansa la Torre de Hielo y, si miro hacia el horizonte, el futuro cercano está menos borroso ¡por fin zarparé de este gélido puerto en el que tantos años he anclado mi vida

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