Capriccio

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Reseña de la antología de ficciones breves de Santiago Eximeno publicada por 23 Escalones

 

Supongo que era demasiado pedir que un libro de Santiago Eximeno dedicado a microficciones y titulado Capriccio tuviera un hilo conductor sencillo al que recurrir para hacer esta reseña. Sin embargo, no me resigno a limitarla a una enumeración de las virtudes técnicas y estilísticas del conjunto: una prosa impecable, una precisión escalofriante a la hora de transmitir ideas, una originalidad que no abunda a día de hoy, un imaginario propio que se confunde con la propia realidad, un gran dominio de la estructura y un modo único de arrastrar al lector. No, porque esto aportará poco a los que ya disfrutamos con la obra de Eximeno y no servirá de nada para quienes no la conozcan (que en este libro, de difusión digital gratuita, tienen una oportunidad de oro de conocerla). Así que me voy a liar la manta a la cabeza y voy a intentar explicar a mi manera cómo he visto Capriccio.

En primer lugar, esta antología se me antoja como un amplio lienzo, o como un gran mosaico, donde el tema principal es la familia y, más en general, las relaciones humanas. El enfoque, por supuesto, es oscuro. Hay humor negro, hay momentos espeluznantes, hay ecos de ternura que ponen los pelos como escarpias o dejan un poso de tristeza, hay miedos que se agazapan y enseñan sonrisas de dientes afilados... El ser humano, en general, no sale muy bien parado. Y es el protagonista indiscutible del libro.

La familia, concretamente, es uno de los ejes centrales. Está presente de un modo directo o indirecto en la mayor parte de las obras, a pesar de su variedad, hasta tal punto que he llegado a plantearme si no hubiera sido mejor intercambiar títulos entre Bebés jugando con cuchillos y la antología que nos ocupa. Incluso en las dos series más extensas, dos colecciones de microrrelatos tituladas Zombites y Vamos al parque, aunque el motivo principal es otro, la familia tiene un peso específico importante.

Capriccio se salpica, además, de microrrelatos que no tienen nada que ver con este eje, detalles del lienzo principal que, en el mismo tono, abordan otras inquietudes. Destaca, por ejemplo, el tema de la creación (literaria en gran medida), que se repite en varias historias. También se vuelve a la crítica social y el humor surrealista pero desde otros ángulos, como en Zodíaco.

El resultado es un libro que mantiene pendiente al lector, quien no sabe por dónde saldrá el siguiente giro, pero que, al mismo tiempo, se muestra coherente de un modo extraño. No queda la sensación de que se hayan reunido una serie de micros de un modo arbitrario, sino de uno muy meditado.

En cuanto a la edición, resulta muy agradable incluso para los que no nos hemos habituado todavía al formato digital. A destacar la cubierta de Noé Peláez.

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