Capítulo III: Una misión peligrosa

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Nueva entrega de la novela de fantasía de Gandalf

 

Elvián se tomó un largo y relajante baño. Durante un momento, se olvidó del incesante rugido de sus tripas y disfrutó del agua caliente. Se habían ocupado ya de enviar sus ropas a lavar y, para su alivio, le habían informado que habían llevado a Trueno al establo del pueblo. Después del baño, se miró al espejo y descubrió horrorizado cuán larga tenía la barba, así que no lo dudó ni un instante y se afeitó. Así mismo, se arregló un poco sus greñas desmadejadas y se peinó, y sólo después de quedar satisfecho con el aspecto que presentaba su reflejo, se permitió bajar al bar del piso inferior. Docan Adwond seguía con su interminable trabajo de limpiar la barra de la tasca. Diríase que estaba eternamente sucia, al observar la forma incesante que tenía de pasar el trapo por la superficie de madera. Sin embargo, el local estaba más vacío que antes. Muchos de los clientes de Docan se habían ido, aunque quedaban aún algunos que seguían ahogando sus penas en alcohol. Elvián se dirigió directamente a la barra y pidió al posadero una ración del pollo asado que, sin duda, estaba siendo preparado en la cocina. Hasta él llegaba un delicioso aroma a pollo que le hacía la boca agua. Docan asintió con su habitual rictus entre amable y triste y llamó a gritos a dos jovencitas que rápidamente salieron de un cuarto detrás de la barra y dispusieron una mesa para el príncipe. Elvián se sentó y poco después la mujer que le había acompañado a su dormitorio le sirvió un plato de pollo recién horneado.

El joven se inclinó sobre el plato y aspiró complacido la deleitosa fragancia que subía en forma de humo de la carne asada. Se relamió los labios y se dispuso a dar cuenta de su cena. En ese preciso instante, la puerta de la posada se abrió con violencia y Rand entró atropelladamente. Elvián levantó la mirada del plato y lo miró extrañado, lo mismo que Docan. El posadero no entendía los motivos por los que uno de sus clientes más habituales se comportaba de un modo tan extraño. Primero salía corriendo del local, incluso tirando una silla en su carrera, y luego volvía del mismo modo. Le echó una mirada de reproche, pero su mirada se desvió hacia la puerta cuando ésta se abrió de nuevo, aunque de una forma más pausada. Ésta vez, quien entró fue Rufus, siempre caminando despacio. Docan abrió la boca y se apresuró a disculparse.

—Disculpe mi osadía, señor Rufus decía, tartamudeando. No esperaba su visita, y menos a estas horas.

—No pasa nada, mi querido amigo. A decir verdad, me trae aquí un asunto de suma importancia. Tú no estabas informado, así que es normal tu reacción al reprender al pobre Rand.

El anciano paseó la mirada por los deprimidos rostros de los escasos clientes de la tasca y por fin centró su atención en el atónito príncipe, que observaba la escena mientras sostenía un trozo de pollo con el tenedor. Rufus sonrió y se acercó a la mesa que ocupaba.

—Saludos, extranjero dijo. Confío en que esté disfrutando de la hospitalidad del pueblo de Mallowley. Me llamo Rufus, y soy el chamán de esta villa orgullosa.

—El placer es mío, señor respondió el joven, después de que sus tripas protestasen. Es un honor para mí conocer a tan ilustre mandatario. Mi nombre es Elvián, príncipe de Parmecia, y hasta hace no demasiado, heredero al trono de mi padre.

—Vaya, nada menos que un príncipe exclamó Rufus. Estás muy lejos de tu país, hijo. ¿Qué asuntos te traen a esta remota región del mundo? Por cierto, se te ve hambriento. No te cortes y come. Que no te de vergüenza que esté aquí.

Elvián sonrió agradecido y se llevó el pedazo de carne a la boca. Masticó con placer y, después de tragar, centró su atención nuevamente en el chamán. Mientras daba cuenta del pollo, siempre con unos modales exquisitos, narraba los hechos que le habían llevado a viajar hacia el oeste, en busca de la Ciudad Perdida. Habló con cariño de su padre, de su madre y de su amigo Astral, y con odio de su hermano y de su consejero. El anciano escuchaba la historia con interés mientras buscaba el momento de entrar en el tema que le interesaba.

—Espero que encuentres la Ciudad Perdida, y que cumplas tu objetivo dijo Rufus. Ahora, mi querido amigo, me gustaría hacerte una pregunta un poco delicada.

—¿Una pregunta? replicó Elvián, intrigado. Me intriga usted, señor. Adelante, haga su pregunta.

—Muy bien dijo Rufus, y señaló a Rand. Aquí, a mi queridísimo Rand le pareció ver cierto objeto que está en tu posesión, y vengo a cerciorarme de que efectivamente es ese objeto. De ser así, nuestro pueblo estaría salvado.

—¿Salvado? exclamó Elvián. ¿A qué se refiere con salvado? ¿Es que ocurre algo malo en este lugar? ¿Y a qué objeto se refiere?

—Responderé primero a la segunda pregunta contestó Rufus. Se trata de una espada, una espada muy especial. Tiene una joya de color rojo incrustada en la empuñadura, que es dorada. La hoja es plateada, y tiene un brillo intenso, un brillo que nunca desaparece, ni aunque la espada esté sucia. Por la forma en la que me miras, no haría falta decirte que esa espada es mágica…

El príncipe clavó sus ojos en los del chamán. No se podía creer lo que estaba oyendo. Aquel anciano de aspecto amable y campechano había descrito a la perfección su tizona, que tenía guardada en su habitación. Estuvo callado durante unos segundos, pero Rufus no quiso presionarle y esperó pacientemente a que el muchacho contestase.

—Sí dijo Elvián, lo cierto es que tengo una espada como ésa. La encontré hace un par de meses en una caverna del este, pasado el Pantano de los Espejismos.

—¿El Pantano de los Espejismos? repitió Rufus. Sí, a esa espada me refiero. Entonces, Rand no estaba equivocado, realmente eres el elegido. Querido amigo, estás destinado a salvar Mallowley de la desgracia.

—Si es tan amable, me podría usted relatar lo que acontece en este primoroso pueblo. Le repito que me está intrigando con todo esto de salvar la aldea.

—Está bien, te lo contaré todo. Creo que tienes derecho a saberlo, ya que tú eres el único capaz de ayudarnos. ¿Te importa que me siente? A mi edad no sienta bien estar de pie mucho rato.

Elvián le hizo un gesto para que se sentara en la butaca que estaba enfrente de él y el anciano empezó a hablar casi al instante.

—Lo cierto es que una grave amenaza se cierne sobre Mallowley dijo Rufus. Una amenaza que nos ha obligado a realizar acciones terribles de las que nos avergonzamos terriblemente. El caso es que, en lo alto de la colina al norte del pueblo, hay una caverna que se adentra en el interior de la roca. Allí habita un terrible dragón, y puedo asegurarte que no es un buen dragón. Es perverso, cruel y despiadado. Nos cobra un alto precio por no arrasar el poblado: cada año, el día uno del primer mes, debemos entregarle una muchacha virgen, a la que seguramente devora después de echarle su aliento ardiente.

—¿Le entregáis una doncella cada año? exclamó Elvián. No doy crédito a lo que estoy oyendo. Es algo horroroso. ¿Cómo sabéis que es un dragón malvado? ¿Acaso os ha amenazado?

—Bueno, en realidad no se ha puesto en contacto con Mallowley, pero ese monstruo y yo somos viejos conocidos. ¿Mientras viajabas hasta aquí te has topado con los restos de una antigua aldea? —Esperó a que el príncipe contestase afirmativamente. Pues bien, ese pueblo se llamaba Aldmarsh, y yo antes era el chamán de ese lugar. Hasta que un día se presentó el dragón, que respondía al nombre de Golganth, pidiendo una doncella cada año. Me negué a cumplir sus deseos, y, como represalia, el monstruo arrasó con su fuego el pueblo entero. Yo y Rand fuimos los únicos que lograron escapar con vida, el resto de mis queridos conciudadanos perecieron, víctimas de las llamas. Seguí los pasos de Golganth, hasta que llegamos a Mallowley, donde el monstruo se había instalado en la cueva de la colina. Antes de que el dragón se dirigiese a los habitantes del pueblo, yo conseguí convencer a los pobres habitantes de que le entregasen una virgen cada año, pues cuando un dragón como éste se dirige a un ser inferior, siempre aprovecha para llevarse a alguien. Sé lo que piensas, que es algo horrible lo que hacemos, imperdonable, y tienes razón. Pero piensa en esto: en el pueblo hay muchos niños, ¿sacrificarías a todos los niños por una muchacha? Sé que suena terrible, pero no hay opción. Bueno, y ahora es cuando entras tú. Según la leyenda, sólo un guerrero que porte una espada mágica muy especial puede derrotar al dragón. Tú tienes esa espada, y por ende, tú eres ese guerrero. No puedo obligarte a que nos ayudes, jamás se me ocurriría una cosa así. Lo único que puede hacer es rogarte, implorarte que nos prestes tu apoyo.

El príncipe miró durante largo rato al anciano, que había bajado la vista con expresión afligida. Observó a los demás clientes de la taberna, y descubrió en todos ellos la misma mueca. De pronto, sintió que su apetito se desvanecía, aunque todavía no se había acabado el plato. Con la falta de hambre, ganó en intensidad un profundo sentimiento de pesar. Sin embargo, no podía aprobar el hecho de que unas inocentes muchachas fueran ejecutadas por el bien del pueblo. Sí, era verdad que Mallowley no merecía el terrible castigo del dragón, pero aquellas doncellas no habían hecho nada para merecer tal destino. Estuvo a punto de negar su ayuda a aquellos pobres desgraciados, mas cuando pensó en el destino que depararía a una nueva chica, cambió de opinión.

—De acuerdo dijo al fin. Estoy dispuesto a asistir a vuestra villa en todo lo que sea capaz. Si he de enfrentarme a ese despótico reptil, lo haré.

—Gracias, mil veces gracias exclamó Rufus, visiblemente emocionado. Eres una persona noble, Elvián. No puedo expresar con palabras la gratitud que yo y mi pueblo te profesamos en este momento. Por lo que veo estás muy cansado. Seguramente has estado viajando durante largo rato. Lo mejor es que ahora te vayas a dormir, y dejemos el tema del dragón para mañana.

Antes de seguir el consejo del chamán, Elvián se obligó a engullir el resto del pollo, a pesar del poco apetito que tenía. Se acostó poco después y, pese al nerviosismo y malestar en que se encontraba, tardó poco en dormirse. En sus sueños sobrevolaba una amplia estepa de un intenso color verde. El cielo sobre su cabeza era azul, pero un poco más lejos el horizonte se presentaba cubierto de brumas. Un camino pedregoso cortaba la planicie, y un grupo de personas se servían de él para avanzar hacia la zona nebulosa. Eran todos hombres altos, vestidos con túnicas y sombreros picudos y extremadamente ancianos. Eran tan parecidos entre sí que la única forma de diferenciarles era por el color del hábito y por algún que otro detalle del chapeo. Sólo uno era distinto a los demás. Se trataba de un hombrecillo de escasa altura, pero tremendamente robusto. Con el musculoso brazo derecho asía una formidable hacha plateada. El color del acero le recordó a su espada. Sus barbas, todavía castañas debido a su juventud, le llegaban hasta el pecho, y llevaba la larga cabellera recogida en una coleta. Sin duda, aquella criatura se trataba de un enano. A su vera caminaba otro de aquellos ancianos, y lo reconoció de inmediato. Era Rashmond, el Mago Mayor, con el que ya había soñado en alguna otra ocasión. Buscó entre las filas de lo que sin duda eran otros Magos y, después de fijarse en un hombre más joven que los demás, de ojos fríos, que andaba al lado de Rashmond, encontró al hechicero que buscaba. Un poco más rezagado, con su habitual túnica azulada y la pluma en su sombrero picudo, Astral caminaba con determinación. Elvián descendió de los aires y se plantó ante él, que le observó con una sonrisa de oreja a oreja.

—Saludos, mi querido Elvián dijo el Mago. Nos encontramos de nuevo en tus sueños, porque tengo una noticia que darte señaló al enano que caminaba junto a Rashmond. ¿Te acuerdas de nuestro pequeño amigo? Muy bien, has acertado. Es Garlic, el elegido para destruir al Señor de la Oscuridad. El otro tipo que acompaña a Rashmond se llama Zeon, su discípulo. Tiene talento, pero tiene que controlar su temperamento. Bueno, la noticia es que dentro de poco, mucho menos tiempo del que imaginas, es posible que nos veamos en persona, con lo que podría darte algunos consejos y ayudarte personalmente en tu búsqueda.

—¿Lo dices en serio? exclamó Elvián, lleno de alegría. Eso es estupendo. Pero, ¿cómo es que nos vamos a poder encontrar?

—El caso es que Garlic necesita un objeto más para poder enfrentarse al Señor de la Oscuridad —dijo Astral—, y ese objeto está en una ciudad olvidada hace mucho tiempo. Mi querido amigo, creo que esa ciudad es la misma que buscas tú, y puede ser que lleguemos al mismo tiempo.

—Oh, Astral, me hinchas de alegría. No pueden ser mejores noticias. Mas, ¿no tienes ningún consejo para el problema que tengo ahora? Ya sabes, lo del dragón…

—Ah, sí, ese pequeño detalle. No te preocupes por eso. Marcha sin reparos por el interior de la caverna del dragón, y corre sin miedo a su encuentro. Recuerda, no todo es lo que parece.

El príncipe quiso hacerle más preguntas, pero una fuerte ráfaga repentina de viento lo alzó en el aire y lo alejó rápidamente de la escena. El resto de la noche, el muchacho no soñó más, o por lo menos no recordó haberlo hecho.

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Félix Royo
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Está bastante bien escrito aunque creo que en algún momento puntual podría ser más narrativo en lugar de explicativo. Por ejemplo, en:

ese pueblo se llamaba Aldmarsh, y yo antes era el chamán de ese lugar. Hasta que un día se presentó el dragón, que respondía al nombre de Golganth, pidiendo una doncella cada año. Me negué a cumplir sus deseos, y, como represalia, el monstruo arrasó con su fuego el pueblo entero. Yo y Rand fuimos los únicos que lograron escapar con vida, el resto de mis queridos conciudadanos perecieron, víctimas de las llamas. Seguí los pasos de Golganth, hasta que llegamos a Mallowley, donde el monstruo se había instalado en la cueva de la colina. Antes de que el dragón se dirigiese a los habitantes del pueblo, yo conseguí convencer a los pobres habitantes de que le entregasen una virgen cada año, pues cuando un dragón como éste se dirige a un ser inferior, siempre aprovecha para llevarse a alguien.

Ahí le está explicando lo que pasó, pero no se lo está narrando y es una oportunidad perdida (salvo que lo hayas narrado en las anteriores partes, que no he leído todavía) para narrar ese episodio y hacerlo visual. Creo que habría dado cuerpo a esta parte y, al mismo tiempo, habría realzado el carácter o atributos del personaje del chamán verle realizar las acciones en lugar de sólo contarlas.

El genio se compone del dos por ciento de talento y del noventa y ocho por ciento de perseverante aplicación ¦

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