Los relojes de Alestes

Imagen de Patapalo

Reseña de la novela de Víctor Conde publicada por Grupo Ajec en la colección Albemuth Internacional

 

El subtítulo de esta novela resume a la perfección lo que encontraremos en su interior: una epopeya steampunk. En efecto, en las páginas de Los relojes de Alestes nos espera una épica contrarreloj por la conquista de la Luna ambientada, nada menos, que en el siglo XIX. Es decir, encontraremos ciencia ficción, pero enmarcada en las limitaciones de la Revolución Industrial: ingenios mecánicos movidos por la fuerza del vapor, metrópolis distópicas llenas de fascinantes inventos y el telón de fondo de la sociedad decimonónica, con sus intrigas palaciegas y sus conflictos bélicos todavía en estado de gestación o en pleno desarrollo. El escenario perfecto para montar elegantes aventuras si se hace con la buena mano de Víctor Conde.

Los puntos fuertes de la novela reposan, como cabía esperar, en su capacidad para sacar partido a la ambientación. Los personajes están bien adecuados a la época y tienen esa gracia y ese carisma de los de las novelas de aventuras que marcaron el XIX, a las cuales se hacen no pocos guiños: percibimos la sombra de Julio Verne y de H.G. Wells, y también de otros autores más insospechados que no mencionaré siquiera para no chafar algunas sorpresas.

Los escenarios visitados en este mundo alternativo en el que la ciencia se ha sobredesarrollado con las premisas decimonónicas son más que sugerentes: una Rusia zarista que alberga una increíble Exposición Universal, una Siberia salvaje hollada por el paso del hombre, remotas instalaciones secretas y, por supuesto, la Luna que ya se adivina en la sugerente portada de Chema Hernández.

Para los “iniciados”, las referencias literarias que se engarzan a lo largo de la novela le darán un valor adicional al libro, pues ponen de manifiesto el interés que ha puesto el autor por urdir una trama sólida y rica, algo que se pone de particular relieve en el abracadabrante final. Para quienes no los capten, la novela tampoco perderá interés: tiene un buen ritmo y una gran capacidad de fascinación.

Como puntos negativos, he de señalar dos, aunque uno es relativo. El enfoque epistolar de la novela, aunque nos remite a clásicos de la época, como Dracula, pone a prueba la suspensión de incredulidad del lector, pues a veces llega a resultar forzado en aras de una mejor inmersión en la historia. Al mismo tiempo, tampoco es que llegue a chirriar y, después de todo, no es más que una convención narrativa que consigue dar sabor a la trama.

El abuso de gerundios, por el contrario, lo veo más problemático, ya que sí que me ha lastrado la lectura y me ha sacado de algunas escenas, aunque he de reconocer que soy exigente a este respecto.

En cualquier caso, ni uno ni otro empañan una novela que resulta muy entretenida y muy sugerente. A diferencia de otros experimentos steampunk que he leído, en este sí que he tenido la impresión de sumergirme en la época y, sobre todo, de conectar con ese sentimiento de maravilla que es indispensable en el género. Esas batallas de dirigibles son de las que quedan en la memoria...

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