Eerie 4 y 5

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Reseña de los tomos recopilatorios de la mítica revista de la editorial Warren

 


 

Ya hemos comentado por aquí las desequilibrios económicos y, por tanto, cualitativos que Warren tuvo en su segunda etapa, aquella en la que los grandes artistas de EC que se habían reclutado para los inicios de Creepy y Eerie dejaron de colaborar con la editorial. Para hacer frente a las deudas y, aun así, mantener las revistas en la calle, Bill Warren optó en primer lugar por incluir algunas de las mejores historias ya publicadas en los nuevos números. De este modo, en el cuarto tomo de Eerie encontramos seis -magníficas- historias provenientes de Creepy, mientras que en el quinto solo se incluye una.

Hablamos de Reino oscuro, Oscura casa de los sueños (una auténtica joya que remite por igual a lo gótico y al terror espacial de Hodgson), ¡La india! (también sensacional por lo descaradamente travieso del planteamiento), El mundo de H2O, Se arma la de todos los diablos, El espíritu de la criatura y Perseguir al vampiro. Dark Horse, la editora encargada de estas reediciones que disfrutamos aquí gracias a Planeta DeAgostini, ha optado con acierto por no incluir los relatos ya publicados por la causa ya comentada en números anteriores de Eerie (algo que ha hecho de igual modo con la reedición de Creepy).

En segundo lugar, Bill Parente, el editor, no daba abasto. Con Archie Goodwin ya solo como colaborador esporádico (en estos tomos solo publica una historia inédita, por lo demás maravillosa, Espíritus malignos, con un Johnny Craig en estado de gracia), Parente se ve obligado a escribir a toda prisa guiones que, en muchas ocasiones, son reciclajes de ideas ajenas. Pensemos para verlo más claro en lo mucho que tienen en común las resoluciones de Perseguir al vampiro (guión de Goodwin) con las de El inquilino incorrecto, Un error monstruoso, Miembros permanentes, Primicia y Experiencia sureña. O la de ¡Se arma la de todos los diablos! (de nuevo de Goodwin) con Un error monstruoso.

Para aquellas páginas a las que Parente no podía llegar, contrataba a jóvenes y entusiastas guionistas y dibujantes encantados de ver su nombre impreso en su revista favorita aunque fuera a cambio de 20 míseros dólares. Es el caso de Don Glut, que relata sus inicios en el texto introductorio del quinto tomo. De este modo era difícil que el resultado final de muchos relatos estuviesen a la altura, pero lo cierto es que hay notables excepciones. Al ya mencionado Espíritus malignos habría que añadir Una capa de oscuridad (con un Reed Crandall en su nivel habitual de genialidad), Hacia el faro (de Parente y Mike Royer, con un agradable regusto a las historias de EC), Yo no quería vivir allí (en la que Jack Sparling está mucho más inspirado que de costumbre), Las arañas se sublevan (del propio Bill Warren y Tom Sutton, un gozoso relato de horror por acumulación) y las adaptaciones de los relatos clásicos El invitado de Drácula, El hundimiento de la casa Usher y La muerte de Halpin Frayser.

Dejamos aparte el extraordinario trabajo realizado en este par de tomos por Tom Sutton, quien llega a dibujar hasta diez relatos (uno de ellos, la ya nombrada adaptación de Poe, también guionizada por él) en los que muestra su versatilidad (en Miembros permanentes practica un estilo muy diferente al habitual en él) y lo dotado que estaba para la ciencia ficción (es lógico ver su trabajo en El buscador de la inmortalidad y Engullidos por el espacio y pensar de forma automática en Wally Wood).

En definitiva, entre las historias ya publicadas y las nuevas y meritorias, estos tomos de Eerie, que podríamos incluir en esa etapa de transición que dura hasta la llegada de los dibujantes españoles, merecen mucho la pena, sobre todo si no se han leído los relatos provenientes de números anteriores de Creepy. Lo decimos por si las tremendas portadas de Frazetta aún no te hubiesen convencido por sí solas, claro.

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