Frankenstein: diseccionando el mito

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Reseña de esta antología de Esmater publicada por Kelonia

Las antologías colectivas son proyectos peligrosos, sobre todo cuando se enfocan sobre un tema tan manido como el monstruo creado por Mary Shelley y se desarrollan en un entorno más o menos cerrado, como pueda ser una asociación de escritores. Es por ello que cabe felicitar a Kelonia por haberse atrevido con este Frankenstein: diseccionando el mito y a la asociación Esmater por el resultado obtenido.

Frankenstein - diseccionando al mito - KeloniaEn líneas generales, cabe señalar que la antología mantiene un buen nivel en todas sus páginas con picos francamente memorables, que viene muy bien editada tanto a nivel estético —cubierta e ilustraciones interiores, trabajo de Karol Scandiu, CalaveraDiablo, Daniel Medina, Gema García Ingelmo, Alexis Pujol y Begoña Fumero— como a nivel narrativo —a destacar la corrección de estilo, algo que suele ser una falla recurrente en este tipo de libros— y que deja buen sabor de boca: si bien se podría haber buscado mayor variedad de enfoques para que la disección fuera más completa o equilibrada, lo cierto es que la suficiente disparidad argumental viene bien adornada por unas cuantas gemas.

Abre la antología con un prólogo epistolar obra de J.E. Álamo y Voro Luzzy que encuentra su reflejo en el epílogo de Alfonso Zamora. Se trata de presentaciones literarias de un tono algo afectado que encaja muy bien con los personajes tratados y el propio tono de Frankenstein o el moderno Prometeo. Todas ellas cumplen sobradamente a la hora de calentar motores.

Luego, la antología propiamente dicha empieza por todo lo alto con Frankie Superstar, de Carlos J. Lluch. Se trata de un relato que primero te seduce con la propia prosa, con el modo en el que consigue retratar a ese monstruo atrapado en el realismo cotidiano, y que poco a poco te sumerge hasta llevarte a un final de lo más emotivo. Lleno de matices, un magnífico relato de apertura.

Bajo el llanto de Nápoles, de José Javier Zamora, abre la veda de los relatos de venganzas propiamente dichos, un tema recurrente en la antología. Entretenido y con buen ritmo, su mejor baza es la emotividad que destila la relación amor-odio que se adivina desde sus primeros compases.

Monstruo, de Francis Novoa, es el relato con el que menos he conectado. Aunque comulgue con la idea de fondo, no he conseguido disfrutar con el desarrollo en buena medida a causa de los diálogos, que me han resultado muy impostados y que se me han cargado la suspensión de incredulidad. Creo que se podría haber condensado en un microrrelato mucho más adecuadamente.

A continuación, Un cadáver de siete muertos, de Juan Antonio Román, que es quizás el mejor relato que le he leído al autor y uno de mis preferidos de la antología. Si le tengo que sacar un pero sería que la acumulación de ideas interesantes puede llegar a eclipsar la intensidad al final. En cualquier caso, poco importa: la idea de arranque es tan brutal como gráfica y es tan solo la primera de una ristra de sorpresas. Muy buen material, del que te deja huella y un poso de envidia por su sencillez.

En busca de una nueva vida, de Marta Junquera, funciona bien como fábula macabra y engancha por lo fluido de la prosa. Su pega, que los derroteros que va a transitar se adivinan rápido, lo que rompe en algo la tensión narrativa. En cualquier caso, una lectura entretenida.

Bajo la lluvia, de Rubén Pozo, añade al tema recurrente de la relación amor-odio otra de las capas populares de la antología: la ciencia ficción. O, al menos, el futurismo. Con un toque muy cyberpunk y un ritmo trepidante, proyecta al monstruo de Shelley a un futuro tan distópico como aterrador.

EFrankenstein - Diseccionando el mito - Esmater - Kelonial proyecto F., de Manuel Martín, tiene sus raíces también en la ciencia ficción pero es, sobre todo, pulp en vena. Y de muy buena factura. Personajes carismáticos, una trama llevada de modo lineal pero con tantos requiebros que sorprende, unas cuantas frases de arrancar una sonrisa torcida y, como cierre, muchos fuegos artificiales. De los que te dan ganas de ponerte en pie y aplaudir como en el cine.

Le sigue Les déscousues (Los descosidos), de David Rozas Génzor, otro de los relatos memorables de la antología, un trabajo tan sólido como descorazonador que mezcla grandes corporaciones, la inestabilidad política africana y una emotividad inesperada en un cóctel muy intenso. Escalofriante.

Drydrock City, de Javier Trescuadras, sube la apuesta de la ciencia ficción y la distopía hasta extremos insospechables. Desde el comienzo impacta con su estilo y su ritmo, gracias al cual construye con rapidez un cuadro brutal y que hace soñar mundos enteros. Quizás algo precipitado en las explicaciones al cierre, deja no obstante muy buen sabor de boca, sobre todo por un desarrollo y un decorado con el que no deja de captar la atención ni un momento. Un relato notable.

Cicatrices sobre el asfalto, de Liliana Galvanny, nos propone un escenario sugerente que no termina de explotar del todo. La trama subyacente y dicho escenario, que son los elementos más llamativos, quedan sepultados bajo una acción de novela negra que no tiene tanto interés. Aun así, resulta entretenido.

Por el contrario, Plastilina, de Fernando López Guisado, deja todo su peso a ese fondo peregrino que algunos verán algo distante del resto de la antología. Personalmente, me ha gustado este pieza dispar, quizás porque lo he encontrado muy intenso en sus emociones y con una prosa preciosista que vehicula bien las obsesiones subyacentes y compartidas con Frankenstein.

A su lado, Piezas de recambio, de Laura López Alfranca, sin ser un mal relato, se queda algo anodino. Encontramos un nuevo escenario distópico, de nuevo la acción como motor de la trama y algo ahogadas entre tanto tiro las ideas de fondo que podrían haberle dado más calado. Una lectura entretenida.

Deudor también del enfoque ciencia ficción, pero en este lado más allá del futurismo estético, Frankenstein 2.0, de Víctor Blázquez, es otro de los pesos pesados de la antología. Si bien la idea de fondo no es novedosa a estas alturas, el modo en el que se engarza con el “mito” de Frankenstein y los bien medidos ajustes de tuerca del final le dan una pátina sobresaliente. Muy buen trabajo.

Así, con una ilustración y el epílogo ya mencionado, cierra una antología que es un homenaje con mucha carne en el asador. Los autores no se han limitado a coser una pieza más a la criatura, sino que han sabido arriesgarse con propuestas con carácter. El buen trabajo de recopilación y edición hacen que Frankenstein: diseccionando el mito brinde muy buenos momentos de lectura al aficionado al terror y sus momentos cumbre son de los que dejan poso. Sin complejos con sus proporciones, claramente cojeando escorada hacia los mundos lúgubres de un futuro distópico, una antología a recomendar al que busque visiones particulares sobre el inmortal monstruo creado por Shelley.

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