Duplicity

Imagen de Jack Culebra

Una nueva víctima de Ocean's Eleven y de los complejos a la hora de hacer un guión -o de llevarlo a la práctica, quién sabe-.

Las pasadas vacaciones en Roma, aprovechando para descansar las piernas una magnífica promoción caída del cielo -chin-chin-chinema, se pronunciaría-, devoramos cuatro películas que iré comentando puntualmente, a excepción de Gran Torino, que ya lo hizo el señor Kaplan en el magnífico artículo Honestidad como puños, que encontraréis pinchando aquí. Del cuarteto, la que nos ocupa hoy fue, sin ser mala, la que peor parada salió.

 

En honor a la verdad, hay que decir que lo tenía complicado, pues aunque es una buena película intrascendente, el maldito agravio comparativo pesaba mucho. Si Gran Torino y The Wrestler conseguían emocionar al público, y Tutta colpa e di Giuda rompía unos cuantos moldes y se ganaba la sorpresa del espectador, Duplicity era una concatenación de querer y no poder que no traía nada nuevo ni, quizás sea lo peor, pretendía hacerlo.

 

Después de pensarlo un poco -no mucho- creo que no se le puede cargar el muerto a los actores: Julia Roberts cumple con sobrada profesionalidad, aunque diría que sin mucha pasión a pesar de su papel pasional, y Clive Owen, aun sin la vis cómica que hubiera sido deseable para el papel, también cubre el expediente y consigue no naufragar en el extraño cóctel -agitado y revuelto y mezclado- que nos combina Tony Gilroy. Sí, lo habéis adivinado, a él es a quien considero el culpable de que la propuesta no cuaje.

 

¿Por qué a él? Bueno, pues teniendo en cuenta que la imagen es buena, que la banda sonora es adecuada, que los protagonistas sostienen sus respectivos papeles -sin chispa alguna, cierto, pero correctamente-, y que el resto del reparto incluso se luce... y tomando como agravante que el señor Gilroy acapara tanto el guión como la dirección, bueno, digamos que me parece un buen candidato para chivo expiatorio.

 

Sí, si hay algún responsable probable de malograr Duplicity ése es su ¿creador? Y lo pongo entre interrogantes porque creo que es ahí, precisamente, donde la película naufraga: en su propia concepción, o falta de ella. Porque es una película acomplejada, que pretende más de lo que consigue dar porque se lanza a una huida desbocada hacia delante.

 

Ocean's Eleven marcó un hito en el cine cuando fue estrenada. Fue una película que brilló por el deslumbrante trabajo de relojería que planteaba. El espectador no paraba de sorprenderse con cada vuelta de tuerca y disfrutaba cuando todas las piezas encajaban al final y él se sentía, en cierto modo, partícipe del engaño. Admirado y cómplice, qué magnífica combinación.

 

Siguiendo su estela, nació casi un subgénero de películas de tejemanejes con toque simpático, robos e intrigas en los que le dan la vuelta a uno, y luego otra vuelta, y luego otra vuelta, y se pasan tanto de vueltas que al final no es que el espectador no entienda nada, sino que le da igual entender que no: muy inocente habría que ser para creer que podrás anticipar el final con más precisión que usando el pito pito gorgorito. Pasó con las continuaciones de la misma Ocean's Eleven, y pasa con Duplicity.

 

Tony Gilroy nos trae un preparado de flashbacks en los que se nos hace partícipe de una información supuestamente reveladora que -ya lo sabe todo el mundo de antemano- no va a ser lo que parece. Fuerza tanto la mano que repite diálogos enteros -sí, luego va a tener un sentido este detalle, pero no deja de ser excesivo- para fomentar todavía más esa sensación de dar vueltas de tuerca. Es como si gritara "sí, ya sé que ha habido otras películas de final sorprendente antes, pero ésta va a ir todavía más lejos".

 

Y bueno, es posible que incluso lo haga, pero creo que nadie en la sala brindó su complicidad para comprobarlo. Y el problema es que no deja de ser comprensible. Un espectador, lo sea de un prestidigitador o de una película con intriga, permanecerá atento mientras crea que va a seguir el hilo de lo que se desarrolla. Cuando está tan claro que nada va a ser lo que parece, ¿para qué implicarse? Es más cómodo esperar pacientemente a que la película -o el espectáculo- termine.

 

Ocean's Eleven -o El golpe, que en realidad es de donde viene todo esto- no maravilla porque los giros de la trama sean increíblemente originales e inesperados, sino porque, cuando llegan, el espectador está lo suficientemente metido en harina como para vibrar con ellos. Y me temo que éste es un detalle que han olvidado algunos directores/guionistas.

 

En realidad, no hace falta forzar tanto la máquina; más valdría ir despacico y con buena letra. Y, desde luego, seguir un poco el propio carácter a la hora de contar las cosas. Francamente, creo que este filme hubiera quedado más consistente, más propio incluso al no conseguir impactar con su excesivo desarrollo, si hubiera sido al menos fiel a sí mismo a este respecto. Seguir estelas no siempre es bueno. Yo, sinceramente, hubiera preferido algo más de ese barroquismo fresco de la escena pugilística entre los empresarios en el aeropuerto que tanto ceñirse engañosamente a la receta mágica. Extraña e innecesaria escena, sin duda, pero de lo poco que brilla con luz propia -y queda en la retina- de todo el filme.

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linton
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pues sí, al ver el trailer y leyendo tu artículo confirmo el tipo de película que es, un quiero y no puedo y de esas que se dejan ver sin más y con final sorpresa al que llegas mareado

La imaginación contra el poder

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virgensuicida
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Me ha gustado esta crítica, la verdad es que la peli tenía toda la pinta de ser como describes y es una pena, porque ambos actores son muy carismáticos. A veces en las películas se complican excesivamente y pasa lo que comentas, que no captan el interés.

Ocean´s eleven me pareció muy buena, pero en la segunda parte me pasó algo parecido a lo que aquí planteas, no me enteré de casi nada, me resultaba demasiado enrevesada... y me dio igual. La tercera no tuve ni ganas de verla.

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