También.
Bueno, la fe, la ilusión, la esperanza, incluso las compulsiones no dejan de ser estímulos. Si sirven para animarnos a escribir lo mejor posible, bienvenidas sean (en su justa medida, claro).
¿Para qué demonios sirven?
Desde que uno empieza a escribir relatos, a veces incluso antes, comienzan a llegarle los cantos de sirena de las antologías de varios autores. No requieren haber terminado una obra larga, ni siquiera haber escrito el número suficiente de relatos cortos para tener un libro propio. Además, aparecen como colofón en numerosas ocasiones: antologías cooperativas, recopilaciones de concursos, antologías periódicas, proyectos de grupos literarios, material promocional de editores... Si bien las revistas parecen haber desaparecido, las antologías no viven un mal momento. Pero, ¿para qué demonios sirven?
Esa es la cuestión que nos va a ocupar en esta entrada. No entraremos en el interés de la antología en su conjunto (a esto habrá que dedicar varias entradas en función del tipo de antología) ni en los baremos para entrar o quedarse fuera en un momento dado, sino en lo que supone para el autor aparecer en ellas. Si el resumen no actualizado de mi bio en la Abadía Espectral está en lo cierto, he participado en unas cuarenta que han visto la luz; algunas más si contamos las que se quedaron por el camino o las que no he llegado a ver yo, pero sí han sido publicadas (creo que participo en una así, pero ¿cómo saberlo a ciencia cierta?). Espero que sea experiencia suficiente para sacar alguna idea interesante.
El primer punto de interés para el autor para embarcarse en uno de estos proyectos es ponerse a prueba. Además, para ello no tiene ni siquiera que conseguir publicar. Basta con que escriba (o elija de entre lo ya escrito) un relato adecuado para la temática, la extensión, el espíritu del proyecto, etc. y busque darle el mejor empaque posible, tanto de presentación como de estilo.
Los desafíos siempre ayudan a mejorar y trabajar con la propia obra en el paso previo a darla a conocer es una buen experiencia. Además, en algunos de estos proyectos el antologista sugerirá cambios, o se suscitará debate en torno a los relatos o incluso se analizarán las obras. En cualquier caso, estos intercambios pueden ser enriquecedores y conviene encararlos con buena voluntad.
Pero ¿de qué sirve que luego se publique el libro? Dado que las antologías ya venden poco y las de varios autores, salvo excepciones, todavía menos, casi dan ganas de aferrarse al ego y quedarse con la idea de que solo cabe optar a acumular un ejemplar de cortesía o una línea de currículum como quien exhibe un trofeo. Bueno, hay más. No mucho más, pero sí algo más. Y no solamente los pagos que algunos editores todavía hacen en estos casos.
Un relato en una antología de varios autores es como una carta de presentación. En el peor de los casos, valdrá para que otros autores conozcan tu trabajo, si su distribución es paupérrima. En cualquier caso, este puede ser el germen de una atención futura a una obra propia o un simple punto de encuentro para otras posibles colaboraciones. Por ejemplo, uno de mis relatos apareció hace años ya en la antología Te lo cuento, de la difunta editorial Ábaco. Aun tengo marcadas varias páginas con mis preferidos, pero hay uno que se ha quedado grabado en mi memoria: El juego, de Santiago Raúl Repetto. Aun a día de hoy, si me cruzo con una antología suya de terror, me la pillaría sin dudarlo.
Es por ello que es importante que, cuando presentemos un relato a un concurso o proyecto que puede terminar en una antología, estemos convencidos de que queremos tener rondando esa carta de presentación por ahí. Del mismo modo que tengo recuerdos magníficos de relatos sueltos, otros me han frenado a la hora de seguir la pista a determinados autores. No se trata ya solo de dar lo mejor de nosotros mismos, entre otras cosas para estar luego satisfechos con el resultado, sino también de elegir bien tanto el relato como el posible proyecto en el que aparecerá.
En este sentido, un compañero escritor con el que ya hace años que vamos a calzas revueltas, me comentaba que ya no le molaba aparecer en antologías así sin más, sino que ahora buscaba aparecer bien acompañado, junto a autores o relatos de una cierta calidad. Cabe imaginar que este es el motivo, también, por el que los autores veteranos no copan continuamente las antologías y las selecciones: a medida que avanza una carrera, hay citas que tampoco hace falta repetir, o que apetecen menos. Las energías, sin duda, son limitadas y hay que elegir en qué se invierten.
Al hilo de esta reflexión podríamos entrar en si una flor luce igual en un campo de cardos o mejor en un jardincillo, pero lo que sí que creo que es indiscutible es que resulta muy prudente participar solo cuando un proyecto te apasiona. A menos, claro, que puedas igualar esa pasión a golpe de profesión. Y este puede que sea el quid más importante de las antologías de varios autores.
Después de todo, lo que es indudable es que no es buena idea acudir a un proyecto que posiblemente será público con material de desecho, a medio gas o por cubrir el expediente. ¿Quién podría querer que su eventual carta de presentación no estuviese a la altura de su trabajo? Aunque permanezca casi escondida. Aunque su vida sea efímera.
También.
Bueno, la fe, la ilusión, la esperanza, incluso las compulsiones no dejan de ser estímulos. Si sirven para animarnos a escribir lo mejor posible, bienvenidas sean (en su justa medida, claro).
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.
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No olvides la necesidad compulsiva de aparecer en todas las antologías de género fantástico por si acaso esa es la que trasciende y se recuerda en el futuro :)
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