Hace poco publiqué en mi blog una entrada, “La tareas del lector”, que originalmente fue publicada aquí y el en blog de Sevilla Escribe en lo que dimos por llamar “La columna OZ-SE”, un espacio que pensamos interesante para charlar sobre los temas que tanto nos gustan a los aficionados a esto de juntar letras. En los tres espacios hubo cierto feedback y cambio de pareceres, pero en esta última publicación del texto he coincidido con L.G. Morgan en un intercambio de ideas que ha devenido en el tratamiento de otros temas, resumidos en el título que he puesto al post. Como me pareció interesante, he creído conveniente trasladar esa parte de la charla aquí, a ver hasta qué punto podemos enriquecer la reflexión entre todos…
L.G.Morgan:
Lo que yo matizaría es que esos distintos tipos de literatura no son, necesariamente, ni premeditados ni síntoma de alguna torpeza o carencia, sino solo un estilo literario que llega al grado de necesidad para el autor.
Al igual que tenemos infinitos lectores en cuanto a variabilidad, hay múltiples tipos de autores. Y si un autor es honesto, si más que como ejercicio intelectual (o además de) trata de sacar a través de sus historias quien es y lo que sueña... Su propia forma de expresión será una concreta en función de aquello. Y el producto final de una lectura, del acto de leer, será la interacción entre ese autor específico y ese lector específico.
Canijo:
Pues sí, estoy de acuerdo en que no tiene que ser necesariamente intencionado o síntoma de fallo, sino que más bien podemos estar hablando de estilo inherente y, por lo tanto, no "controlable" en la medida en que uno quiere sacar cosas de dentro y le sale lo que tenga, que para eso cada uno somos hijos de nuestro padre, nuestra madre y nuestras experiencias, como diría aquél. Pero de todo hay, de eso estoy seguro, y creo que parte del aprendizaje dentro de esta afición está en eso, en saber controlar lo que se ve "desde fuera".
En todo caso, entiendo que aquí se podría abrir un debate nuevo en cuanto a la "pureza" (honestidad, o como cada uno quiera llamarlo) del ejercicio literario, de ejercer ese control o más bien "dejarse llevar", y los pros y los contras que eso pueda tener. Habrá que pensárselo...
L.G.Morgan:
Supongo que todo depende de por qué escribe cada cuál (caso de que lo sepa, claro jajajajaaa). En función de esto buscarás una forma u otra.
Lo que es importante es hacerse consciente de que según el estilo que elijas llegarás a un público u otro. A veces puede ser tan importante esa comunión de la que hablabas (telepatía de King o, para mí, ese click, ese enganche de cerebro a cerebro) que compense otras cosas. Hay lectores más "esforzados" y menos, los más esforzados son menos numerosos (es una ley cósmica XD), pero si los captas... puede ser todo lo que a veces necesitas. Porque esa conexión que hemos experimentado como escritores, también se disfruta como lector, al menos yo. Ha habido ocasiones en que he leído a alguien y me he dicho: esto es, exactamente, lo que yo he pensado (o sentido, o querido...) incluso sin darme cuenta hasta ahora. Y eso es simplemente mágico.
Canijo:
Sí, puede ser el porqué de la afición de cada cual el que marque, quizá esas primeras lecturas "serias" (ese tiempo que media entre que la lectura es sólo un pasatiempo y cuando decides hacerlo tú, el momento en que te empiezas "a fijar") filtradas por la propia naturaleza de cada uno.
Pero no creo que el estilo se elija, y me refiero al estilo natural, lo que te sale "cuando te dejas llevar", que en unos casos puede ser esa lectura más directa y llana, y en otros casos la otra más exigente de la que estamos hablando. El detalle está en si interesa, aunque sea sólo alguna vez, forzarse en "saltar al otro lado", el contrario al que a uno le salga de natural (que, repito, para unos autores es uno y para otros, otro; el forzarse no significa necesariamente hacerlo accesible, porque hay gente a la que es precisamente eso lo que le sale de natural). Creo que la conexión más íntima se puede dar de las dos maneras, y dentro del aprendizaje me parece muy importante el saber hacer eso, saltar de un lado al otro.
L.G.Morgan:
Tienes razón en lo de las elecciones, porque efectivamente no es algo intencionado. Debería haber dicho mejor el estilo que uno adopta. Y también estoy de acuerdo en lo conveniente de "medirse" en otras formas diferentes. Encima, yo creo que cada historia tiene una voz propia que merece buscarse. Por ejemplo, tengo un relato chino que alguien llegó a tildar de barroco y "artificiosamente recargado". En cambio otro que se desarrolla en Praga, II G. M. que calificaron de "prosa sencilla sin florituras que cuenta lo que tiene que contar". Y supongo que mi estilo, eso que solo vas descubriendo cuando los lectores te hacen de espejo, sale de alguna forma en ambos. Pero adopta un tipo de prosa distinto según lo que quiero contar.
Para mí lo del estilo de un escritor es algo así como el desarrollo personal, cuando vas construyendo tu identidad y pasas por el proceso de conocerte y aceptarte, con tus defectos y virtudes. Igual cuando te desarrollas como escritor, vas "reconociéndote", definiéndote. Y llegas a optar por algunas cosas, al margen de que desde fuera se consideren virtudes o defectos. No hay que olvidar que, salvados unos mínimos objetivos, lo que a un lector le repatea a otro le encanta.
Canijo:
Y lo de medirse cambiando de tonos y formas, buscándose a uno mismo en diferentes terrenos de juego... es mi caballo de batalla desde hace tiempo, me temo. Es algo que cada vez pido más a los camaradas junto a los que aprendo, sobre todo a los que veo más inmovilistas. Entiendo lo maravilloso que es eso que dices de que te vean de una forma o de otra según la opción que tomaste en un momento dado, vestirte y, sobre todo, ser reconocido con diferentes caras. El problema es que hay gente que ante eso apelan a que su estilo es uno, y no sabría decir si es por pereza (pereza, sí, es mucho más fácil jugar siempre a lo mismo), o miedo a una posible incapacidad... lo que no deja de ser también pereza, la de no querer superarse y dejar atrás esas posibles incapacidades.
Aquí se mezclan dos elementos muy interesantes: la voz propia del autor y el modo en el que se afronta la escritura. Parece evidente que, para escribir con honestidad, hay que desarrollar la voz propia. Si no, se aparca la escritura como proceso creativo para convertirlo en un proceso imitativo. Ok.
Pero luego está el tema de que la voz propia no tiene por qué ser solo estilística, sino que influye también en la temática elegida, el enfoque, la reflexión subyacente, los niveles de lectura, etc.
Yo creo que lo que hay que vigilar es la pereza propia del autor, el "si ya se entiende", el "yo lo digo así". Por supuesto que decimos las cosas de un modo, pero eso no quiere decir que sea nuestra voz propia. Es tan impostado pretender que la escritura puede ser una transcripción de la comunicación oral como pretender escribri como Bécquer a día de hoy. El "problema" -y la magia- es que este proceso de digestión de uno mismo no es unívoco.
Precisamente comentaba con Morgan no hace mucho temas de corrección de estilo, algo que me toca hacer con frecuencia en Saco de huesos. Cuando pillas una antología de varios autores hay tendencia a unificar ciertos criterios, desde algunos que pueden parecer chorrones -como los guiones- pero que no tienen por qué serlo -pensemos en Bukowski o en "La carretera"- a otros más peliagudos -como las tildes diacríticas, como me señalaba no hace mucho Entropía-. Sin embargo, con un autor en solitario hay una tendencia natural a dejar más manga ancha, quizás porque se entiende que el proceso creativo es más sólido o que la identidad de la obra puede mantener más autonomía dentro de la línea editorial.
Este no deja de ser un punto a no perder de vista: en el mercado editorial encontramos un exceso de homogeneización en algunos aspectos -planteamiento de la trama, ritmo, vocabulario, estructura de capítulos, párrafos, etc- bastante severo y que cierra puertas mientras que, por otro lado, parece haber más manga ancha con temas que son, para algunos, me incluyo, de mucho más peso -fallos de trasfondo, ortografía, gramática, etc.-.
Parte de la sabiduría consiste en saber ignorar algunas cosas.